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Gloria Gutiérrez
Víctor
Bustamante
Medellín y, sobre todo el teatro en la ciudad, trae sus sorpresas: los diversos dramaturgos y los actores que son convocados, y eso sí, algunos de ellos a los que poco a poco se les conoce por su actividad en una ciudad donde el teatro es una de las artes más relevantes. En Azabá, quien vaya a verla, se le quedará presente Gloria Gutiérrez y a lo mejor piense dos cosas, que esta obra fue escrita para ella, pero también que el papel protagónico realizado por ella se impuso debido a su carácter, al temple que sucede en sus diálogos, en pasar por diversos momentos, desde bailar y acercarse a lo popular o de bailar perdida en un bolero, de subyugar al ingeniero, de preocuparse por su hijo, de enviudar dos veces y es más en ese avatar de la vida, debe huir.
En las escenas ella se impone, pasa por
diversas facetas de la vida cotidiana, a veces amorosa, a veces fuerte, a veces
casi olvidada sobre el piso, donde parece derrotada, otras reclamando, o como partícipe
otros roles como madre, y otras sumida en su sufrimiento.
Eso sí, Gloria con el cabello recogido con
una balaca tal vez para negar su feminidad, lo que permite al espectador que no
se fije en la cabellera suelta y negra, sino en su actuación, en sus reclamos,
en su prevención, en imponerse, porque es ella y sabe que está en medio de un
mundo de hombres que la afanan para que tenga carácter y así ella se imponga y
se defienda.
A Azabá, la percibimos como si nos repitiera
ese monólogo constante, como si Chaplin dijera, “hay que perder con clase y
vencer con osadía”, o sea la vida es mucho más que deshojar margaritas para ser
insignificante al máximo. Todo en lo que transcurre alrededor es cuestión de actitud.
En mi vida ya perdoné errores casi imperdonables. Eso sí, tengo presente algo
inaudito, traté de sustituir personas insustituibles, de olvidar personas
inolvidables, pero mi vida fue correcta. Además, hice cosas por impulso. Me
decepcioné con algunas personas, mas también yo decepcioné a alguien. Ya abracé
algunos hombres para protegerme. Ya me reí cuando no podía. Ya hice amigos
eternos, pero también fui rechazada. Ya fui amada y no supe amar. Ya grité y
salté de felicidad. Ya hice juramentos eternos, pero también los he roto y
muchos. Ya lloré escuchando música y bailando para liberarme. Ya llamé sólo
para escuchar una voz. ya mentí. Ya me enamoré por una sonrisa. Ya pensé que
iba a morir de tanta nostalgia. ¡Ya tuve miedo de perder a alguien especial (y
terminé perdiéndolo) Pero sobreviví! ¡Ojalá todavía viviera! lo que hago en
cada gesto de mi existencia es ir a la lucha con determinación, abrazar la vida
y vivir con pasión. Perder con clase y vencer con osadía, porque el mundo me pertenece.
Es decir, una personalidad es una suma de
ambiciones, de crueldades, de neutralidades, de ternuras y de desalojos que con
el tiempo forjan una manera de ser, de expresar, de sentir, dentro de esos rostros
que son una mujer, y que Azabá, asemeja a Sibyl, con sus múltiples facetas
irresolutas, ya que dejará caer esas máscaras en el transcurso de la obra hasta
enseñar esa gema oculta que es su carácter, para poder asumir, al final, como
debe huir con su hijo, ya que estar sola es la única medida en ese mundo
poblado de contradicciones y de faltonerías. Pero Azabá no es una mujer
derrotada, simplemente busca otro camino, con lo complicado que es cada inicio.
Gloria Gutiérrez la ha expresado.
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