LAS
NUEVAS AMISTADES
Darío Ruiz Gómez
El Presidente Petro es de un modesto
origen social y quien vivió los mejores años de la vida no como un Tom Sawyer, bajo las ensoñaciones de la adolescencia, sino,
por desgracia en medio de las afugias de
la lucha armada entre el M19 y nuestras Fuerzas Públicas. Un joven salvaje que difícilmente
ha podido soportar el llamado “reposo del guerrero”. De manera que al abandonar la vida de
guerrero, tal como lo hemos podido
observar en el caso de otros
guerrilleros, su adaptación a la vida
civil ha sido y es supremamente difícil sobre todo si además se cuenta con una
crónica timidez, con un pánico escénico. Timochenko por ejemplo y tal como lo
señalaba Eduardo Escobar no ha podido por más que hoy disfrute de la vida como
el rico que es, despojarse de su pinta de vendedor de quesitos. Francia Márquez
convocó en Palacio el día de su posesión como Vicepresidenta a cincuenta
invitados que le dejaron la cena servida al Gran Chef de la “Comida Ancestral”.
No estoy tomando a sorna el orígen social de una persona sino recordando que
para ejercer un alto cargo gubernamental es primero necesaria una rigurosísima
preparación para el ejercicio de un protocolo
como se le exige a quien está representando a toda una nación. César
Gaviria, por ejemplo, de quien tanto esperábamos, tomó con exultancia juvenil su Presidencia tratando
de convencernos de que su desparpajo
provinciano, el estar rodeado de una efebocracia, era lo mismo que la renovación de
la democracia en manos de un roquero. Pero tenemos que darnos cuenta de que lo
que se ha venido produciendo en Colombia es
un cambio radical de clase política, por una parte segundones de los viejos
políticos tradicionales y por otro los
matices de lo que supone la incorporación de los “Beverly ricos” provenientes de la selva, de las llanuras, los
páramos, con su desaforado arribismo. Nos referimos hoy a una casta de advenedizos
que pretenden mostrar su directa
influencia política. Lo que en España llaman
los Chorizos provenientes de Podemos, de Sumar y
naturalmente del PSOE y que hoy el
populismo ha calcado en esta izquierda colombiana.
Ortega y Gasset lo había advertido al
observar en España el empoderamiento de la vulgaridad que terminó por plebeyisar la vida pública caricaturizando la cultura popular, disfrazándose de campesinos, de obreros, de indígenas. ¿No fue
este el espectáculo al cual asistimos durante los primeros meses de
funcionamiento del Congreso y del Senado? De la social-bacaneria del Norte de
Bogotá a la olla express con el sancocho o sea la vulgarización de una ceremonia democrática. En el momento en
que el Presidente Petro, un hombre tímido, prevenido y desconocedor de los
protocolos de estas ceremonias en las cuales debe ponerse de presente la representatividad que se le ha
otorgado por parte del pueblo, pero, sujeto de la resaca continua que dan los
cuatro wiskies de la noche anterior, al toparse con la figura de Mancuso, titubeó y casi lo abraza.
Mancuso, arrogante no espabiló al
mirarlo como a un inferior. Lo primero que hizo López Obrador fue sacar de la
cárcel al hijo del Chapo Guzman y
visitar a la madre de éste, confirmando que nada perturbaría la buena marcha de
los Carteles. ¿Qué fue lo que hizo César Gaviria con Pablo Escobar si no darle
un tácito reconocimiento a su poder? Sólo que a estos
Poderes no les interesa salir en las páginas sociales sino gobernar desde las sombras. Recordemos a
Paul Virilio cuando nos recuerda que hoy
solamente a los mediocres les gusta
mostrar públicamente su riqueza. P.D. Al atacar procazmente a sus considerados
enemigos recurriendo a supuestos eventos
de sus vidas privadas
el Presidente Petro ha autorizado que tanto su vida privada como la de su familia quede en
manos de las nefastas redes sociales, del
periodismo amarillo.
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