EL PAISAJE Y LAS LICENCIAS
DE CONSTRUCCIÓN
Darío Ruiz Gómez
“Abría la ventana y me
quedaba mirando la lejanía de las montañas, la luz del atardecer” me cuenta una
amiga que vive en una población de Oriente y
para la cual la contemplación del paisaje se convertía en un estado de
ánimo que equilibraba su espíritu. Ahora, me señala, a causa de las licencias
de construcción concedidas para edificios de cinco pisos de una urbanización el
paisaje a desaparecido y en lugar de la tranquila presencia de esas montañas lo que veo es una fea muralla ya que con total impunidad los constructores
elevaron la altura de los edificios a nueve pisos sin que nadie les llamara la
atención. Y esta agresión se repite a lo largo y ancho de toda la meseta de
Oriente rompiendo con la altura debida de las edificaciones y sobre todo ignorando olímpicamente el Sky
Line que es una norma universal en defensa de la escala que se debe mantener respecto a un
entorno de ciudad o del área rural sancionando debidamente a quienes atenten contra ella tal como pasó con la ofensa cometida
por el llamado edificio Acuarela en Cartagena que no respetó la escala de la
Ciudad histórica ni la volumetría del soberbio Castillo de San Felipe. En un
boletín de Urbanistas leí hace poco que la responsabilidad respecto al caos urbanístico y la destrucción del paisaje no es solamente
de los especuladores de lotes sino
de quienes desde las oficina de
Planeación otorgan a granel licencias de construcción olvidando lo establecido por los POT respecto a los
debidos retiros frente a las quebradas, ríos, caminos o carreteras
consideradas implícitamente como un Patrimonio Cultural de las Comunidades ya que bajo este reconocimiento no solamente
se tiene en cuenta los considerados bienes muebles e inmuebles sino de manera primordial
el paisaje que es un valor intangible construido a lo largo del tiempo, una
referencia sentimental de quienes lo recorren y lo han recorrido.
El paisaje es más necesario
que el pan decía René Char el gran poeta ya que el pan puede amasarse de nuevo
mientras un paisaje que ha sido agredido ya nunca podrá recuperarse. El
lamentable caso de Llano Grande donde la perversa norma de uso mixto permitió que fueran apareciendo en un desorden terrible chatarrerías, ventas de materiales de construcción, garajes de mecánica, etc, hasta hacer desaparecer la belleza que la
carretera había enmarcado con setos y floraciones, árboles memorables. De esta agresión vulgar ya nadie podrá
recuperar lo que supone el valor de un paisaje que no podría ser clasificado como propiedad privada ya que para los
habitantes que recorrían estas distancias era parte de su experiencia
de vida. ¿No se había planificado antes
el territorio para salvar el paisaje, para racionalizar el proceso de las
nuevas construcciones, remitiendo al Sky Line que impone, repito, una medida
del orden impidiendo la desmembración
del territorio en lotes insulares, ajenos unos de otros? La carretera que va de
la Fe al Retiro por su belleza es una lección de paisajismo que llegó a ser
considerada - recuerdo en esto la intervención del gran Jaime Tobón Villegas- como
Patrimonio cuando hace quince años comenzó la primera y feroz oleada de
invasiones inmobiliarias. Hoy cuando observo la irracionalidad con que de nuevo
se destruye un territorio tiemblo cuando veo un bosquecito de árboles y
trepadoras florecidas, un remanso visual que enaltece el sentimiento de común
belleza – Santuario de la Virgen- y tiemblo al pensar que pronto la
retroexcavadora lo doblegará ya que como en una célebre caricatura donde
dos promotores que miran un hermoso arbolito uno de ellos le dice al otro. “Sí hay que
arrancarlo ya que aquí va la zona verde de la “Urbanización”
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