Pawel Kuczynski |
RECONOCIÉNDONOS DE
NUEVO, DE NUEVO SALUDÁNDONOS
Darío Ruiz Gómez
A fuerza de tanta
estupidez como la que diariamente nos regala el gobierno, de tanto desatino por
parte de funcionarios y funcionarias oficiales cuya demostración de mínimos índices
de conocimiento para ejercer su puesto, no ha dejado de fastidiarnos hasta llevarnos a elegir conscientemente que lo mejor es que nuestra vida continúe con
sus contenido habituales, olvidándonos
de estos esperpénticos personajes de sainete, de la masacre que han
hecho unos y otros de la función pública. Es la reconfortante impresión que siento cuando he regresado a los espacios
públicos que el coronavirus nos había
robado y me encuentro que la peste con su brutal aislamiento colectivo no pudo
doblegarnos como se pensaría que haría. Nunca fuimos sumisos y en este intervalo aprendimos a conocernos como seres capaces de dialogar desde un
silencio desde el cual volvimos a
escuchar las voces de nuestros parientes, de aquellos compañeros
de colegio cuya común experiencia en los grandes temas de la existencia, marcó
para siempre la ética de la amistad y hemos comenzado a llamarlos para tener en
vida a quienes se fueron para siempre . Pero la foto de la promoción del
colegio donde estamos juntos al terminar bachillerato se impone como un
presente que nada ni nadie puede erosionar. Porque si algo descubrimos después
del aislamiento es que la confianza de
volver a vernos ha sido más contundente frente a la Historia, frente a la política, ya que como la vida es sagrada lo humano ha salido triunfante. Y las
astracanadas de los asesinos y
corruptos nada pueden frente
a la insobornable firmeza que supone el habernos recuperado como una gran comunidad humana y que ya por lo tanto nada nos impedirá salir con la familia por las
carreteras , ni nadie impedirá que las mujeres de edad se hayan apoderado de
las ciudades y el nombre de los asesinos
y de quienes los propician ya los tengamos con nombres y direcciones. Ante la
mentira utilizada como estrategia de
poder político, paradójicamente y afortunadamente lo
primero que se ha resquebrajado para siempre es el edificio de la retórica de los poderes, de esos falsos medios de comunicación y al volver a sentirnos
dentro de una comunidad hemos vuelto a
crear los lenguajes secretos de los perseguidos que desde las catacumbas crean
signos y símbolos imposibles de entender para los policías del lenguaje. La lengua de quienes hoy están comprobando que los territorios no están ya
ubicados en un punto preciso sino que van desplazándose con nosotros, tal como
va con nosotros la casa en que primos y primas crecieron y se han mantenido
desplazándose para que esta imagen de nuestra tradición no sea convertida en propiedad privada. El país que está permanentemente escapando a sus captores, el pueblo que era necesario
crear desde nuestras esperanzas y desde la
confianza en la primacía de nuestros afectos
como una patria real pero no como un territorio que se pone en alquiler.
¿Qué ha significado
hasta aquí llamarnos colombianos? Un big data a comodidad para que los verdugos
nos ubiquen. Pero este país oficial, centralista, abstracto, de burócratas feos
y de feos asesinos es el que se ha
venido abajo cuando se ha muerto nuestra
confianza en sus falsas promesas de mejores días de prosperidad. La felicidad es un anhelo imposible de
cuantificar o de legislar como derecho
inalienable de cada ser humano ya que es
ese súbito estallido de una luz que nos ha permitido volver a reconocernos en
los otros, a saludarnos, a mirar a Dios. PD: Estaré dos semanas de vacaciones.
Buen año
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