EL DÍA DE LOS CHACALES
Darío
Ruiz Gómez
En
1973 se estrenó la película de Fred Zinneman “El día del chacal” donde se relata con el magnífico y ya clásico
lenguaje de este director el transcurso de un atentado contra el General de Gaulle
entonces Presidente de Francia. El personaje del terrorista, su psicología, sus escrupulosas estrategias, eliminando obstáculos, borrando
huellas es un riguroso análisis de lo
que supone un atentado político cuyo objetivo era destruir la República civilista. “El Chacal” ya había sido
detectado por la inteligencia francesa y detener el atentado es su tarea
buscando posibles errores del terrorista, una equivocación ingenua, pero
partiendo de algo que nuestra justicia desconoce: no se busca a un asesino sino
a un enemigo del Estado que trata de
desestabilizar el gobierno de una nación, de destruir una democracia. El
suspense con que el terrorista va avanzando en su planificada tarea nos conduce
a una necesaria inquietud ante lo que realmente significa el asesinato de una
figura emblemática como de Gaulle, a su
fundamental papel en la resistencia contra los invasores nazis y los
colaboracionistas franceses y su posición de enérgica defensa de las libertades
democráticas ante el intento de la Unión
Soviética de anexarse a Europa. No voy a
recordar lo que el terrorismo supone como el desafuero de un desequilibrado que
antepone el fin a las causas ya que el terrorismo actúa hoy desde el vacío de un nihilismo que
ha convertido el atentado en un
espectáculo necesario a su inconfesada vanidad. Es el amor por la destrucción
cuando ya desaparecidos los proyectos
políticos se están enfrentando a un presente vacio que los conduce a decidirse
por la aniquilación de lo existente.
Pero como recordemos otra vez a Baudrillard un atentado terrorista no es un
acto que expande su supuesto mensaje revolucionario sino una implosión en el sentido que estalla
y sus consecuencias van hacia adentro de los perpetradores, es la
desaparición, volvamos a recordar, de la
palabra y la negación de cualquier posible intercambio de argumentos entre contrarios. Quien no tiene paz
consigo mismo no aspira a una paz social.
En
el film de Oliver Assayas “Carlos” la figura de El Chacal en su versión del
terrorismo de los años 70-80 es descrito como un militante que de defender
supuestamente la causa de la liberación de Palestina termina creando plataformas
dedicadas a los atentados internacionales, los secuestros pero con fines estrictamente de lucro económico, haciendo de sus acciones violentas un
espectáculo, una mercancía –Ránciere dixit- pues la acción le permite al terrorista olvidarse
de sí mismo, es decir dejar de escuchar
su conciencia. La trama de la amenaza puede ser descubierta por los cuerpos de inteligencia
de un Gobierno y fácilmente ser desmentida
de inmediato por sus autores ya que el objetivo de los terroristas se ha
cumplido con la instalación en la mente
de las gentes de una permanente zozobra: ¿Se dará el atentado y dónde? Recordemos el terrorismo que nos tocó sufrir con Pablo
Escobar: ¿Dónde está la bomba y a qué horas estallará? ¿Cuál será la próxima amenaza y el próximo
“Chacal”? Cualquier investigación por parte de un Organismo nacional o Internacional
para verificar si la amenaza de un atentado contra la vida de un alto funcionario de un Gobierno
es cierta, se hace inútil por lo tanto. Instalar en los
imaginarios colectivos estas
amenazas es ya cumplir con el objetivo primordial
de los terroristas pues nuestra vida cotidiana se ha desencajado.
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