TRIBUS
JUVENILES Y CAMBIO EN LA POSMODERNIDAD
por:
Antonio
Arenas Berrío
1.
TRIBUS, SOCIALIDAD
Y POSMODERNIDAD
“Si hay un
término que infunde un espanto real
en las conciencias, especialmente en Francia (Colombia), es el de la posmodernidad”.
Maffesoli
En un breve ensayo:” La socialidad en la posmodernidad”, Michel
Maffesoli nos introduce en el centro de la discusión de la posmodernidad y
puede aseverarse que ningún tema es tan medular en el debate sociológico y
filosófico actual; por eso nos indica: “No tengo intención de otorgar al termino
“posmoderno” un estatus conceptual. Vamos a entenderlo por comodidad, como el
conjunto de categorías y de sensibilidades alternativas a las que prevalecieron
durante la modernidad. Consistiría por lo tanto en una toma de perspectiva, una
categoría mental que permite comprender el precario momento que media entre el
final de un mundo y el nacimiento de otro”. Maffesoli es un autor interesado por la posmodernidad. “La palabra
posmodernidad es, en sí, bastante atrevida y hasta utópica, “moderno” significa
etimológicamente “al modo de hoy” e históricamente comenzó a usarse a finales
del siglo V para distinguir el presente que se había convertido oficialmente en
cristiano, del pasado romano y pagano. Por esto posmoderno vendría a significar
“al modo que vendrá después de hoy”. Conceptualmente, el filósofo, el escritor
y el artista posmoderno, se rebelan contra las funciones normativas de la
tradición e intentan liberarse de todos los vínculos históricos específicos y
de las reglas preestablecidas hasta el día de hoy. Las características de sus
obras es lo nuevo”. Ahora bien, en vista de la preocupación que existe por
motivar a los Jóvenes lectores en una mirada a los posmodernos, para que se complazcan
y gocen la exploración de sus textos; he querido ofrecer una proximidad de este
pensador francés. Supongo que habrá numerosas perspectivas que dan sentido a
una serie de fenómenos sociales y revelan la preocupación por lo posmoderno, el
retorno de los valores arcaicos, de vincular el sueño con la realidad y suscribir
el pensamiento imaginario. Michel Maffesoli parte de un supuesto: “hay una
saturación de lo social y una emergencia de la socialidad”. Lo social es lo que reposa únicamente sobre la razón, el trabajo,
el progreso o la fe en el porvenir, lo que constituye las instituciones
sociales, mientras que la socialidad integra lo sensible, lo imaginario, lo
lúdico, lo onírico, lo que se llamaba “el inconsciente colectivo”. La
socialidad, las tribus juveniles, el hedonismo, el nomadismo, las metáforas, la
orgia, las analogías, son nociones que enfocan mejor los postulados teóricos y
algunos procedimientos metodológicos como: “elementos de una teoría de la
estructuración de la sociedad”. La tribu, el hedonismo, el nomadismo, lo dionisiaco,
son el centro preconstituido para la vivencia cotidiana. La historia es la ficción
del instante y en consecuencia proporciona el fundamento desde donde se edifica
lo trágico y se erigen las ciencias sociales y la reflexión filosófica. Dentro
del mundo de la vida y lo cotidiano se extienden los sentidos, lo orgánico y
sus manifestaciones. Hay otra hipótesis
de partida. “El individuo se pierde en el grupo”. Explicado la tribu: “Así,
bajo sus aspectos musical, deportivo, religioso, sexual, en lugar de ser político,
económico o social, el tribalismo es un fenómeno cultural”. La tribu dispone de
frecuente el comunicar afectos y emociones. La tribu estaciona de manifiesto, efectivamente
el valor de permanencia en un lugar y a un grupo como fundamento de la vida corriente.
Empero, “Pertenecer a una determinada tribu permitirá pensar de una manera,
vestir de una forma determinada, y actuar según el resto del grupo.
El yo individual se diluye en un
yo colectivo: nosotros somos, nosotros pensamos, nosotros hacemos…la identidad
tribal se organizará en torno a unas coordenadas de espacio y de tiempo, dentro
de las cuales los miembros del grupo manifiestan y desarrollan una cultura
propia y diferencial: lenguaje, símbolos, rituales, ceremonias”. El fluir corriente
de la gente y de la vida es lo que atañe, lo que debe interesar, no el análisis
positivo o científico. Hay que considerar las propuestas de Michel Maffesoli,
tener sus obras como una fruición enraizada en la sociología, la filosofía, las
prácticas hermenéuticas o el estudio de la vida diaria y el conocimiento
ordinario. Las experiencias hermenéuticas deben volver interesante un discurso.
“La vida como juego es una especie de aceptación de un mundo tal cual es”. La
hermenéutica debe volver interesantes textos como: “El Conocimiento Ordinario.”. “El tiempo de las Tribus”, “El
nomadismo: vagabundeos iniciáticos”, “El instante eterno”, “De la Orgia,”. “El
elogio de la razón sensible”. Etc.
La asimilación de un texto proviene de que este: “no posee un sentido, sino una
pluralidad de sentidos que implican al lector en el proceso de producción de
estos, de acuerdo con una variedad de procedimientos analíticos e
interpretativos”. La destreza hermenéutica no consiste en recuperar un
significado subrepticio en la obra, sino que es un intento de observar y
participar en el juego de significados posibles, detonar la pluralidad
semántica que constituye el texto filosófico o sociológico. Nos obligamos a saber
que las filosofías de los siglos (XX-XXI) sean la hermenéutica y la
posmodernidad. El problema es el pensar, el enterarse. Todo debería referirse
al verbo “entender” que afecta la filosofía y la sociología. La hermenéutica es
el arte de la interpretación de textos. Es el esfuerzo intelectual que intenta
fijar su sentido. Maffesoli pretende mostrar como el carácter interpretativo y
crítico de la metáfora, la intuición y lo fragmentario son lo esencial para la
comprensión de lo humano, del hedonismo y de la vida. Maffesoli intenta
encontrar una respuesta de cómo es posible la contemplación de la socialidad a
través de la tribu, el nomadismo y lo orgiástico, hedonismo, como “formas” de
estructurar una sociedad. Su propósito es el de fijar el sentido de lo
ordinario, el presentismo y los contenidos intangibles de la posmodernidad. Hermenevein
simboliza, entonces, contemplar, expresar, explicar, interpretar, traducir:
Hermes como el mensajero de los dioses. Extraña mezcla entre Hermes y Dionisos.
“Hermes el encargado de notificar y de hacer comprender al hombre el pensamiento
de Dionisos. En el marco del pensamiento arquetípico podemos evocar aquí la
figura de Hermes, el dios viajero, el dios de los comerciantes y ladrones.
Hermes paradigma de la astucia. Es hábil, fugaz, en perpetuo movimiento. Se
niega a quedar sometido por un estado fijo, por el contrario, se dedica a
desestabilizarlo. ¡Hermes y sus pies alados!, pies para posarse en el suelo y
alas para sustraerse de él, para huir cuando el instinto de la aventura es demasiado
fuerte como para conformarse con lo que la rutina propone día a día. La figura
de Hermes remite a la vida errante que roza el suelo sin quedar atado a él”. La
labor del Hermeneuta no es sólo traducir, sino contemplar las metáforas a fin
de ofrecer una comprensión de ellas de modo que se tornen inteligibles para
quien las recibe y una autoridad de quien las remite. Nietzsche indicaba sobre
la metáfora, siguiendo la poética de Aristóteles que: “La metáfora es la
transposición de una palabra cuyo significado habitual es otro, o bien del
género o de la especie, de la especie al género”. Prototipo: “Allí reposa mi barco”. La metáfora señala Beardsley,
es “un poema en miniatura”. El asunto para considerar es el estatus de conocer
por medio de la metáfora y los sentidos. Maffesoli explica que: “una metáfora
es la translación de una imagen de un contexto a otro, que permite arrojar
nuevas luces sobre este último”. De hecho, le parece más importante elaborar
metáforas que conceptos, él afirma: “en lo personal desconfío de los conceptos.
Prefiero recurrir a la metáfora e incluso a la noción”. Luego dirá: “Por más
que me disgusten los conceptos me gusta utilizar con precisión las palabras,
así como referirme a su etimología”. Maffesoli elabora otra conjetura de la posmodernidad:
“De la misma manera que el individuo esta agotado, lo social necesita
renovarse”. Se ha puesto por mucho tiempo el acento en el individuo y se ha
olvidado lo primordial “el vivir en común”.
La palabra antes mencionada
socialidad remite a la solidaridad orgánica, donde la relación con el cosmos y
la relación con el otro se interrelacionan sin cesar. En la vida de lo que se
trata, es de estar juntos, de pegarse el uno al otro. Además, notamos que. “El
misterio dionisiaco es una manifestación característica de esta manera de
entender la relación de lo colectivo. La socialidad exhibe lo que se está
conformando a partir de las estructuras que pertenecen a otros tiempos”. La
palabra social (la relación mecánica de los individuos entre ellos). El todo social,
“el conjunto social". Vivir en común, lo societal, lo holístico. La
socialidad es la expresión cotidiana y tangible de la solidaridad de base, la
realización de lo societal. En la posmodernidad no hay identidad sino
identidades múltiples, la posmodernidad es: “la sinergia de los fenómenos arcaicos
y el desarrollo tecnológico”. “Es la vuelta a lo local, aquí la importancia de
la tribu y la mezcla (bricolaje) mitológica”. Lo relacional prevalece sobre lo
racional, lo afectivo sobre, lo cognitivo, el grupo sobre el individuo, lo
imaginario sobre el cálculo, lo local sobre lo global. Estar juntos. “Si las
civilizaciones son mortales el “estar juntos” parece durar en el tiempo, esto
genera una potencia subterránea de la sociedad. En la tribalización se
comparten imágenes, estilos, formas propias, las tribus son precarias, cambiantes,
diferentes, caóticas, desordenadas. Nos exige estar atentos a lo que esta
naciendo. La nueva forma de vivir es lo tribal y de armonía conflictiva, con su
aspecto emocional contagioso, ritual, precario y cambiante”. La posmodernidad:
“seria a la vez el reconocimiento de algunas cosas que se terminan y la
emergencia de otra manera de vivir, de otra manera de estar juntos. En el fondo
es la única cuestión que nos interesa, cómo pensar el estar juntos y, claro,
este estar juntos no es eterno ni se presenta siempre de la misma manera”. “Lo
social es lo que reposa únicamente sobre la razón, el trabajo, el progreso o la
fe en el porvenir, lo que constituye las instituciones sociales, mientras que
la socialidad, y esto lo he explicado en varios libros, integra efectivamente
lo sensible, lo imaginario, lo lúdico, lo onírico, lo que yo llamaba hace rato
el inconsciente colectivo”. En lo tribal, el nomadismo y lo orgiástico se
reconoce la socialidad.
2.
SER JUNTOS,
ESTAR JUNTOS, CAMBIAR: UNA FORMA DE SOCIALIDAD
“Lo que es
seguro es que el objeto cotidiano es causa y efecto de ensueño. Un ensueño que
es capaz de volver hermosa la cacerola”.
Maffesoli
Nietzsche había dicho que, los
grandes problemas se encuentran tirados en medio de la calle. Cuestión que
seguramente, en una dirección social retoman los sociólogos P. Berger y T.
Luckman en su construcción social de la realidad cuando expresan: El entendimiento
sociológico de la realidad se encuentra en algún lado en medio, entre aquello
del hombre de la calle y aquello del filosofó. Maffesoli reencanta estas
nociones para atrapar de esta manera el imaginario vivido en la calle;
conjeturar las historias humanas y captar el “formismo” de la atracción
societal. El “estar juntos”, el “ser juntos” no es más que una forma de
socialidad, ligada a la ley del secreto, esto es a la centralidad subterránea. La
teoría social, mejor aún la sociología comprensiva, se concentra,
fundamentalmente, en el retorno de los valores arcaicos propios del pasado tribalismo,
nomadismo, hedonismo. Para hacer una lectura del hoy y a través de la intuición
y la metáfora contemplar lo que es. En la realidad social lo que es, es y por
lo tanto, no hay discusión. Maffesoli alude al paradigma de la razón sensible o
interior y rechaza, en pleno, el paradigma positivista, “la racionalidad
instrumental” propia de la modernidad, porque sabe que, con este modelo, será
imposible contemplar los problemas de la calle, es decir: Lo cotidiano, lo
banal, lo insignificante, lo vivido y sentido por la gente en la plaza pública.
El discurso de la posmodernidad ya no cree en la razón, en el progreso, el
porvenir, al menos se cree o se piensa que la historia ha llegado a su fin y
también con ello la idea de una subjetividad transcendental. Se ha instaurado
una lógica de la dominación, donde la idea de violencia totalitaria y
globalización no son sino una manifestación diacrónica y fenomenológica de
aquella operación estructural del capitalismo y el consumo. El poder y los
privilegios son para unos pocos.
El poder así ha traído
acumulación de riquezas y una sociedad global en la cual imperará el consumo
disfrazado de una multiplicidad de sensaciones y una cultura light. La
globalización es la homogenización de ciertas reglas de juego económicas a
escala mundial y planetaria, que gracias a cierta operación totalizadora se
sujetan así mismas como un todo y no como una parte. Ahora bien, “El poder
surge cuando hay debilitamiento de la potencia colectiva y que, en ese sentido,
está siempre presente en el cuerpo social. Además, es frecuente y demasiado
fácil vincular la potencia y la violencia a la acción del poder”. Ya no se
trata de que ostentemos o de manifestar, se trata de un abrir los ojos,
avistar. El contemplar como la percepción de las cosas cotidianas y las
relaciones profundas de la vida en lo oscuro, oculto, banal y subterráneo. Hay
que contemplar el sentido que las personas le dan a sus vivencias, a sus
momentos, a sus instantes, a la teatralización de sus vidas en el presente. En
lugar de partir y segmentar lo real, como lo hace la erudición y la
elucidación, la contemplación respeta el apurado vivido. No quita el ojo del
todo de la vida. Así pues, el acto de contemplar reúne diferentes partes de un
todo comprensivo y se aplica con mayor luminosidad y evidencia. La verdad, dirá
un sociólogo como Maffesoli, reside en la revelación de lo que siempre residió
ahí, en medio, en la calle.” Lo que es, es”. Más vale el saber de un
conocimiento ordinario, en los resquicios del lenguaje y de las cosas.
Posiblemente se pueda pensar en una unión entre lo antediluviano y la fuerza de
la vida. La existencia es la vida y es lo que cuenta. He allí una de las
iniciales combinaciones del pensamiento de Michel Maffesoli. El discurso de la
posmodernidad reintegra a la escena lo arcaico, la fuente, lo bárbaro, así se
“re intensifica” el cuerpo social. En la posmodernidad hay una asociación entre
lo arcaico y la tecnología. Vale la pena, por tanto, pensarlo, contemplarlo.
Maffesoli toma partido por un socialidad empática, donde se comparten
“emociones y afectos”. Los imaginarios habituales son “grafías” del pensamiento
hacia la comprensión de “formismos” de la vida banal. Las distribuciones cognoscentes
de lo ordinario no son más que un raciocinio del lenguaje y de los gestos, que
descubren un entorno y un ordenamiento a través del sentido común. No se trata
de una teoría social que contemple lo que es o lo que no es o lo que debe ser.
Se trata de una suposición que exprese y revele la vida en todas sus
potencialidades. El grito Maffesoliano es también una formula Nietzscheana: “Hay
que decirle si a la vida”. Hay que “rasgar los sistemas” el positivismo
dominante, el marxismo y el freudismo, el funcionalismo que han sobresalido y
expuesto a través de la razón, el progreso, la modernidad y la idea de un
sujeto transcendental. “Lo que tiende a prevalecer en las sociedades
posmodernas es la heterogeneidad”. No lo uno. Lo homogéneo, el individuo y la
individualidad se diluyen en la tribu.
3.
SOCIOLOGÍA
DEL HEDONISMO
“Toda la
vida cotidiana puede ser considerada como una obra de arte”.
Maffesoli
La sociología del hedonismo se
funda en el conocimiento popular, en el conocimiento habitual, en la
trivialidad de las conversaciones diarias. Hay que oler la existencia en la calle
y crear relaciones afectivas cargadas de valor. “El sentimiento y la emoción
han surtido las ideas de la razón y la lógica de la identidad, sucede a la
lógica del afecto”. Se trata de una alianza física, que, no sólo es agradable,
sino necesaria; la motivación con la unión es absolutamente ineludible para la
vida, el bienestar corporal y emocional. Sea como fuere, la sociología de lo
banal, tal como la entiende Maffesoli, es aquella que esta de parte del
relativismo. Expresa sólo verdades relativas que dan cuenta de la ambivalencia
y lo incompatible de la existencia humana. Hoy prolifera más el peligro y el
miedo, que la idea de una solidaridad integral. La posmodernidad es una época
marcada por el vitalismo y a veces la solidaridad como producto de la conducción
de emociones donde cobra preeminencia el imaginario social. La conciencia
colectiva diluye el “yo” o mejor disuelve la identidad del individuo. Querer
vivir, decirle si a la vida es lo que importa.
La posmodernidad es un constante
periodo de aseveración de la vida y el encantamiento humano. Hay pues, una idea
trágica y pragmática de la vida. Vuelve la pasión de vivir las sensaciones, las
imágenes, lo ardoroso. Si la modernidad fue la metáfora de lo frio, la
posmodernidad es la metáfora de la vida y lo cálido. Un hedonismo socarrón por
una estética del cuerpo. Heterogeneidad de la existencia y no homogeneidad de
los anómalos sociales. Si la modernidad se dispone en la razón y el individuo;
la posmodernidad es el retorno al nomadismo y la tribu. En la modernidad se
ordena todo, se codifica todo. La verdad y la razón son el abrigo de la
ciencia. Y la ciencia se bautiza como una variedad de la teología. En la
modernidad: “la sociedad es controlada mediante la formalización de sus
individuos, cada uno cumple un papel en la sociedad”. Allí nace la lógica de la
dominación; ya no se trata del alegato de la razón, del trabajo, del Estado o
de la política. Se trata de vivir y fluir. La política ya no seria la lucha por
el poder, sino la lucha por la vida, el movimiento y el mundo. La actual
sociedad es una humanidad de vidas agitadas, de imperfección, de consumo, e
internet. La sociedad es plural, diversa, en caos, sin eje, heterárquica. No
obstante, “vivir es una permanente apertura y relación con otros”, moverse no
es más que ser algo, devastador o creador que sacude o desorienta. La sociedad
actual está acoplada sobre el concepto de traslado y camino. Nomadismo y sedentarismo.
Los afectos y las emociones forman el almíbar de la realidad circundante. La
parte y el todo se dan a través del pensamiento viviente. “la vida sin fondo,
sin amarras, o por lo menos una vida cuyas amarras son precarias, efímeras y
que pueden en cualquier momento perderse en la nada”. El hombre posmoderno vive
con lo raro, lo ignoto, ya no hay un devenir constante. El devenir es
inestable, el tiempo se arrincona al espacio, lo que hay es tiempos múltiples,
no lo uno. El aglutinante, es un nosotros, un estar juntos, es decir, hacia los
otros: la alteridad. La persona posmoderna ambicionará un vivir irrefrenable,
en tensión constante, con tendencia a lo inexplorado, lo diferente lo diverso.
Los deseos de vivir surgen de lo afectivo, de los apegos. Nada nos incumbe, no
somos nada. Para el posmoderno importan o dicen las experiencias, plenitud y
síntesis. La vida habita en el nomadismo y el exilio, el hombre posmoderno no
tiene fin, no hace sino recomenzar, percatarse, volver a iniciar. Se vive sin polo
y en el tránsito por hallarlo y en éxodo, porque sin enraízo en el mundo no le
queda sino innovar, transitar, errar. Porque le falta fundamento, su ocupación
la de fundar y comenzar. En este sentido vivir es experimentar. “Si el poder
era el del poder económico. Para la posmodernidad el poder es el de poder”.
Circular, diluirse, desaparecer, huir. No dejar rastro. Lo social se hace agua,
se vuelve líquido. Diluirse de cualquier control político, disciplinario o
normativo. La persona posmoderna vive un tiempo cíclico de la existencia, ocios,
encuentros, viajes, algo diferente a los ritos del trabajo, retorno a lo
imaginario, a lo cotidiano. Son estos los signos de vivir el tiempo presente.
Vivir es así una relación directa con lo trágico. El nomadismo, el tribalismo y
la socialidad son las formas de lo azaroso. Las apariencias, lo efímero y el
tiempo son lo fugaz. El azar y la necesidad marcan la vida. La vida tiene alteraciones,
cambios, mutaciones. Lo afectivo es lo sublime que nos une como seres humanos;
lo mismo que las extensiones del placer y lo orgiástico. El goce de los unos
con los otros. En lo dionisiaco está la vida, el placer, los excesos, el calor
del cuerpo. La orgía es la vigorización de un compromiso con el cosmos. Lo
erótico y lo colectivo nos llevan a comprender la vida, y el goce como una serie
de emociones sucesivas. “La orgia no lo olvidemos, es poner en común las
pasiones. Es igualmente, la celebración de los misterios. Pasiones y misterios
pueden ser del orden del exceso festivo, del desenfreno, del hedonismo, todas
cosas colectivas”. La moral frente a la ética. Una ética del instante. El
instante eterno”. Dionisio puede
convertirse en adjetivo calificativo dionisiaco.
Así mismo, puede designar una forma de sabiduría, dionisiaca, que incita a gozar, bien que mal, de esta tierra y sus
frutos. Y no es necesario ser un especialista en mitología griega para
comprender que se trata de uno de esos arquetipos eternos que, en determinadas
épocas, vuelve a adquirir fuerza y vigor”
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