sábado, 31 de diciembre de 2022

DIARIO DEL MAESTRO de Víctor Bustamante / M.H.Muñoz




DIARIO DEL MAESTRO

MH Muñoz

VíctorBustamante, escritor y reportero de la poesía medellinense, ha publicado otro libro clandestinamente (Babel,2022), Diario del maestro.

En él se desahoga con las experiencias de un profesor de sociales en un colegio público llamado Villas del Sol, en el barrio Pachelly, de Bello (1992-2002), en las faldas del cerro Quitasol. 

Es un diario de campo sobre la pantomima de la educación en un barrio popular donde las instituciones parecen haber fracasado ante el auge de las bandas y la hegemonía de la contracultura narcotraficante. Temo que las cosas no han cambiado gran cosa hoy día, veinte años después.

Pachelly es un barrio popular de Bello. Allí gobierna una de las bandas más poderosas de la región.

EL ENGAÑO DE LA EDUCACIÓN

Todos los días el profesor madruga hacia Pachelly, con vagabundos de la noche, vendedoras de tinto, ladrones, prostitutas, coperas, bailarinas, celadores y demás trabajadores nocturnos que duermen de día en el barrio y vuelven a descansar y a despachar a sus hijos para el colegio. 

En el aula (o la jaula de clase, para ser siniestros) las cosas son siniestras para el profesor. Intenta sembrar algo en esos cerebros de roca. Cada día fracasa un poco más en su intento, aumentando su desasosiego.

Los estudiantes de los barrios populares como este, cuando no son genios o juiciosos por alguna razón sobrenatural, ven en el colegio su primera experiencia carcelaria (11 años obligatorios). Para sobrellevarlo, se desquitan con otros estudiantes, con los profesores, directivas, y siguen con la infraestructura, que a veces termina incendiada. Recuerdo, con cierta fascinación, la vez que en mi salón de clase alguien comenzó por incendiar el basurero y al rato ya estábamos quebrando los vidrios de las ventanas.

Algunos entran trabados. A dormir o joder. Se sientan, pero no se callan. Se callan, pero no ponen atención. Ponen atención, pero del chiste más insignificante. Siempre alertas para burlarse. Siempre prestos para el apodo, la burla, el sarcasmo, el buling -término que no se empleaba en los noventas-.  A veces, si el profe es muy estricto, lo amenazan de muerte.

El profe anota frases de grandes poetas en el pizarrón, grandes nombres de la historia de las letras. Pero eso no les dice nada. La literatura es una lengua muerta para los niños de nadie.  Pero una estudiante le reclama: profe no queremos poesía, eso para qué. Tampoco quieren saber de ciencias sociales, literatura, artes. Y en el fondo saben que en nuestra sociedad fallida esas cosas no dan plata, salvo cerrando el círculo y convirtiéndose uno mismo en profesor de muchachos que no quieren aprender y están eternamente aburridos, con ganas de irse a dormir, a ver televisión, a masturbarse, reproducirse con la primera chica, a pararse en una esquina, a patear un balón o peinarse le copete o, ahora, a bailar frente a una cámara de celular para obtener likes y, depronto, la celebridad, tan rentable.  

Durante esos años, no sé hoy día, algunos profesores en la ciudad estaban siendo asesinados por estudiantes que perdieron una clase o sacaron una mala nota o les calló mal el profesor, a quien no respetan, sino que ponen un apodo y tratan de sacar de sus cabales hasta que lo logran. Y al profe le estalla la cabeza dejando un polvo blanco en el tablero. El sicario no tolera perder la clase de sociales. Y para no perder, amenaza al profesor con el dedo o verbalmente.

Se necesita nobleza de carácter para ser profe. Hay que, como quería San Pablo, soportarlo todo. 500 estudiantes en un mismo establecimiento, después del descanso se distribuyen los miasmas del baño por los salones cercanos. Y así hay que dar clase.

Recuerdo mis jornadas de colegial, las rejas, las ventanas. La disciplina, firmar el libro de la coordinadora por cualquier estupidez, media camiseta fuera de la pretina. Las horas largas, esperar que terminara aquello para irme, creía yo, a hacer algo productivo.

Para soportarlo, algunos profes se entregan al alcohol a la salida de clase. Así toleran madrugar día a día a cuidar esos muchachos esa cárcel.

"Eso para qué nos sirve", preguntan todo el tiempo los más despiertos, los que de todas formas saben que hay que interpelar al carcelero. Después se lo encontrarán en la calle, al profesor, algunos pasarán de largo. Uno pasa en su carro, a qué se dedica, pregunta el profe, a robar, le responden. El profesor se siente como si los hubiera engañado.

Una muchacha le ofrece al profesor su virginidad para que la deje pasar la materia. Otra, le pela las nalgas. Ganan la materia.

EL CRONISTA NADAISTA

Víctor Bustamante es uno de los cronistas de la ciudad profunda, nocturna. Un cronista no oficial.

La ciudad que narra en sus libros (Luis Tejada, Amábamos tanto la revolución, Darío Lemos: cuando el poeta muere, Los malditos, Películas rigurosamente editadas a mano, entre otros) muestra una realidad ruda y cruda, en los bordes, una ciudad de soñadores fracasados, donde a veces alguno triunfa, en el delito. Y después muere violentamente. Pero viven en ella los que aman la literatura. Los que circulan, por ejemplo, alrededor de la librería Este lugar de la noche de Gustavo Zuluaga, los jóvenes perdidos, suicidas, los desheredados.

Por no creer en las instituciones, este libro pasará desapercibido y no será recomendando, es un libro maldito.

 

viernes, 30 de diciembre de 2022

Gabriela Samper Revisitada / Babel

                                                               

Gabriela Samper

Revisitada

Grupo de discusión

N.18 agosto 2022

victor.bustamante.c@hotmail.com

Cel:3196176369

Medellín Colombia

ISSN 1794-5585

 

 

Valoración de su obra Esperamos realizar una extensa Labor Cultural en el Año de 1962 Yanira Olaya ● Largometraje: “Una utopía”, Dicen Cineastas Nacionales. Gabriela Samper destaca los problemas del cine nacional Hernando Salcedo Silva Ray Witlin Habla del cine colombiano, El cine en Colombia es su arte más joven al que deben incorporarse sus artistas y técnicos Hernando Salcedo SilvaGran Documental sobre el Páramo de Cumanday I. de B. ●Un cine Nacional que se Dedicará a las Leyendas Olegario Bitullas Dos estupendos cortometrajes sobre Colombia● Marta Traba ● Indagatoria a Gabriela Samper ● Correspondencia La Guandoca Ramiro Tejada Homenaje a Gabriela Samper Mauricio Laurens Gabriela Samper revisitada El Páramo de Cumanday VB El territorio antropomorfizado. Algunos apuntes sobre la obra cinematográfica de Gabriela Samper Daniel Alejandro Franco Arroyave Santísimos hermanos VB Los Santísimos hermanos de Rebecca Puche Navarro El origen de los Santísimos hermanos VB Negra esclavitud el comunismo Edgar León Bustamante C Filmografía● Bio-bibliografía

 

Director: Víctor Bustamante

Editor: Edgar Bustamante

Publicidad: Harold Dávila y Gisel Cañate

Foto de la carátula: Hernán Diaz

Edición y diseño: Armado Múnera

 

Hicieron posible esta Babel:

Hernando Salcedo Silva, Hernán Díaz, Elisa Mújica, Olegario Bitullas, Mauricio Laurens, Rebecca Puche, Néstor López, Yanira Olaya, Ramiro Tejada, Néstor López, Daniel Franco, Alejandro Bustamante, Gustavo Zuluaga, Saúl Bustamante, Carlos Alfonso Rodríguez, José Daniel Bustamante, Armando Múnera, Juan Guillermo López (+)

 

sábado, 24 de diciembre de 2022

VIOLENCIA Y CRUELDAD: LOS PASOS DE LA BARBARIE / Darío Ruiz Gómez

 



VIOLENCIA Y CRUELDAD: LOS PASOS DE LA BARBARIE

Darío Ruiz Gómez

Miguel de Montaigne  en su magna obra “Ensayos” hace una  lacerante   reflexión sobre lo que implica la violencia contra los otros, lo que  significa la tortura en un tiempo donde grandes pensadores como él trataban de hacer más humana la sociedad condenando estas prácticas. Desde entonces el pensamiento ha buscado que se condene abiertamente la práctica de la violencia y sobre todo la crueldad a través de la cual la razón, la piedad que nos hacen seres razonables  deben prevalecer  sobre el fanatismo que nos  enajena en la ferocidad de la bestia y nos hace olvidar que somos hijos de Dios. Un intelectual o una intelectual dice uno son seres dotados de cultura y por lo tanto de capacidad de discernir entre el bien y el mal  ¿Por  qué entonces, en casos como el nazismo o el comunismo, y, ahora  mismo declinan su  responsabilidad  frente a los desmanes de las nuevas formas de crueldad para hacerse cómplices de matanzas, de indescriptibles  torturas?  Hans Magnus Enzerberguer  quien acaba de morir –estuvo por cierto en Medellin- fue uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo  y un analista certero de los fenómenos que relacionan las nuevas formas de violencia con ciertas ideologías políticas: “La cultura oficial –recordemos que el populismo es hoy  nuestra cultura oficial- y los intelectuales nos están preparando poco a poco para la violencia” Es lo que llama entonces guerra nuclear como un soterrado proceso hacia una definitiva barbarización  de la sociedad tal como lo seguimos viendo en Colombia mediante   la violencia de los “estallidos sociales”, la ceguera moral de las gentes ilustradas, o la llamada “literatura realista” donde no hay ningún análisis sobre los hechos y las víctimas ya que de antemano se ha determinado quiénes son los buenos  y quiénes son los malos. Martín Sombra  explícitamente  ha sido capaz   de desnudar  con la crudeza del verdugo lo que supuso la crueldad extrema de los Comandantes(as) de las FARC  con  el reclutamiento de niños  sobre los  cuales  desplegaron la  obscena sevicia de  su llamada praxis revolucionaria que disfrazaba sus perversiones sexuales  La finalidad de la crueldad consiste en – caso de Putin- en tratar de despojar al ser humano de su dignidad, de  reducirlo a un  guiñapo. Los intelectuales reclutados miraban hacia otra parte. Pero esta es la crueldad que  Ratzinger,  condena como la suma  expresión de barbarie que  no puede  aceptarse  como acciones  legítimas  de “guerra” cuando  constituyen  una patológica demostración de  la irracionalidad en que han caído estos grupos al no encontrar  la oportuna respuesta  de una Justicia  que los detenga para  que la degradación de sus acciones sobre la población  sea castigada con la severidad que se necesita precisamente para detener este espeluznante  campo de batalla en que se ha convertido el Cauca y están tratando de convertir de nuevo al país.

Diez comunidades indígenas fueron secuestradas bajo el terror de un Paro Armado por el ELN y escuchamos el ofensivo lenguaje de la  hipocresía cuando el supuesto Pastor de Almas declaró imperturbable  que el levantamiento del Paro Armado   por parte de estos maestros de la crueldad que aún mantienen confinados en el Chocó  a  cerca de cinco  mil indígenas “devolvía la confianza mutua entre las partes” ¿Quién le otorgó facultades para perdonarles un crimen de Lesa Humanidad? ¿Cuántas prórrogas se seguirán  concediendo después de cada nueva masacre  de las llamadas  “Disidencias”? Hace un mes estas llamadas “Disidencias”  en el Huila  remató con tiros de gracia a ocho muchachos policías indefensos  con la sevicia  de unos forajidos. Llanto de cocodrilos en los distintos medios de información. Silencio hasta la más terrible emboscada donde diez niños soldados  afrodescendientes  fueron ejecutados, descuartizados por Marlon el Comandante  guerrillero a quien habíamos visto  abrazarse, hacerse arrumacos  con ese  equívoco   personaje  llamado Danilo  Rueda para  anunciar que la Paz “había comenzado” ¿Puede anunciarse una conciliación a partir del manipulado  seudolenguaje de la mentira,  de  considerar como  “combatientes políticos” a quiénes son realmente unos desalmados asaltantes de caminos al servicio de poderes  incalculables para la imaginación  humana? Oponerse a la crueldad es pues oponerse a la desoladora violencia  donde los  valores caen y la sociedad  está siendo enajenada mediante el terror y el mutismo de la Justicia. “Cordero de Dios que quitas  el pecado del mundo, ten piedad de nosotros…”

 

Deja ir a la gente que no está lista para amarte / Anthony Hopkins:

 

Deja ir a la gente que no está lista para amarte

Anthony Hopkins:

 

Deja ir a la gente que no está lista para amarte.

Esto es lo más difícil que tendrás que hacer en tu vida y también será lo más importante.

Deja de tener conversaciones difíciles con personas que no quieren cambiar.

Deja de aparecer para las personas que no tienen interés en tu presencia.

Sé que tu instinto es hacer todo lo posible para ganar el aprecio de los que te rodean, pero es un impulso que roba tu tiempo, energía, salud mental y física.

Cuando empiezas a luchar por una vida con alegría, interés y compromiso, no todo el mundo estará listo para seguirte a ese lugar.

Eso no significa que tengas que cambiar lo que eres, significa que debes dejar ir a las personas que no están listas para acompañarte.

Si eres excluido, insultado, olvidado o ignorado por las personas a las que les regalas tu tiempo, no te haces un favor al seguir ofreciéndoles tu energía y tu vida.

La verdad es que no eres para todo el mundo y no todos son para ti.

Esto es lo que hace tan especial cuando encuentras a personas con las que tienes amistad o amor correspondido.

Sabrás lo precioso que es porque has experimentado lo que no lo es.

Hay miles de millones de personas en este planeta y muchas de ellas las vas a encontrar a tu nivel de interés y compromiso.

Tal vez si dejas de aparecer, no te busquen.

Tal vez si dejas de intentarlo, la relación termine.

Tal vez si dejas de enviar mensajes, tu teléfono permanecerá oscuro durante semanas.

Eso no significa que arruinaste la relación, significa que lo único que la sostenía era la energía que solo tú dabas para mantenerla.

Eso no es amor, es apego.

¡Es dar una oportunidad a quien no lo merece!

Tú mereces mucho más.

Lo más valioso que tienes en tu vida es tu tiempo y energía, ya que ambos son limitados.

A las personas y cosas que le des tu tiempo y energía, definirá tu existencia.

Cuando te das cuenta de esto empiezas a entender por qué estás tan ansioso cuando pasas tiempo con personas, actividades o espacios que no te convienen y no deben estar cerca de ti.

Empezarás a darte cuenta que lo más importante que puedes hacer por ti mismo y por todos los que te rodean, es proteger tu energía más ferozmente que cualquier otra cosa.

Haz de tu vida un refugio seguro, en el que solo se permiten personas “compatibles” contigo.

No eres responsable de salvar a nadie.

No eres responsable de convencerles de mejorar.

¡No es tu trabajo existir para la gente y darles tu vida!

Te mereces amistades reales, compromisos verdaderos y un amor completo con personas saludables y prósperas.

La decisión de tomar distancia con personas nocivas, te dará el amor, la estima, la felicidad y la protección que te mereces.

martes, 20 de diciembre de 2022

LA VETA POÉTICA DE HANNA ARENDT / Efraín Alzate Salazar

 


LA VETA POÉTICA DE HANNA ARENDT

Efraín Alzate Salazar

Desde un interés personal y por mis inquietudes en los debates políticos, he sido juicioso lector de la filosofía política de Arendt. Cuando escribí un texto para dar unas puntadas a acciones humanas que tienen que ver con: Lo público, lo privado y lo íntimo, lo hice teniendo como línea de análisis la obra: “La condición humana” de esta admirable mujer y periodista, que estuvo de cerca a los procesos y juicios contra los monstruos que participaron en el holocausto judío.

Su lectura me llevó a entender que lo que realmente existe son los espacios que, a modo de escenarios, el hombre o la mujer usan en la representación que constituyen sus actuaciones. Las actuaciones, pues, son públicas, privadas o íntimas no en sí mismas, sino según el espacio en que se desenvuelven. Hay actuaciones que, al parecer, son necesariamente públicas, por ejemplo: dar una conferencia, pero esta, es el final de un proceso que incluyó además la preparación, el ejercicio de escritura y hasta simulacros hablando frente a un espejo frente a un auditorio imaginario, para este caso estas actuaciones previas fueron privadas. Pero la veta poética no la conocía, no la había explorado, pero es apenas inimaginable que un ser humano como Hanna Arend dotado de tanta sensibilidad estuviera lejos de la poesía.

De Hannah Arendt conocemos, sobre todo, su producción filosófica brillante, sus reflexiones políticas e incluso su tempestiva vida, incluyendo su relación con M. Heidegger. En efecto, Arendt no fue una poeta, pero ha escrito algunos poemas que merecen ser rescatados del olvido en el que están confinados. No resulta extraño escuchar todavía ese aforismo anónimo que señala que la poesía no vive sólo de poetas. El valor de estos dos poemas me parece doble: tienen valor testimonial -de su vida marcada por la experiencia traumática del nazismo- e interrogan lo poético -a través de aquello que somos (in)capaces de poetizar. (Borra, 2009)

Consuelo

Vendrá la hora

en que las viejas heridas,

tanto tiempo olvidadas,

amenacen con abrirse.

Vendrá el día

en que ningún balance

de la vida, del dolor,

contará.

Transcurren las horas,

Pasan los días.

Un logro queda:

simplemente estar viva.

“La figura de Hanna Arendt parece ligada en exclusiva al ámbito de la teoría política. Centrados en la reflexión sobre los mecanismos sociales que explican el funcionamiento ideológico de los totalitarismos, libros clásicos como el Ensayo sobre la banalidad del mal lo probarían. Si se pidiese a sus lectores asociar algún nombre con su objeto de estudio, ¿a cuál de ellos se le ocurriría mencionar a Hermann Broch en lugar de a Adolf Eichmann? Sin embargo, una veta subterránea de su obra que contribuye, aunque sea indirectamente, a explicar la agudeza de su mirada filosófica gira alrededor del poder creador de la palabra. A no pocos sorprenderá saber de la faceta casi desconocida de poeta que la autora de Los orígenes del totalitarismo practicó desde su juventud y que hace unos años fue expuesta en un volumen de sus Poemas (Munich, 2016).

Aunque desiguales por extensión y por aliento, la lectura de sus páginas nos permite asomarnos a la postura de Arendt sobre algunas de las oposiciones esenciales de la filosofía tal como ella la concibió A fin de intentar cubrir mínimamente esta laguna entre nosotros, con el título de Pensamiento y poesía el Instituto Juan Andrés publicó en 2021, editada por Gloria Bosch Roig, una selección de textos teóricos y críticos de Arendt sobre la obra de arte y sobre algunos pensadores muy próximos a su vida como Martin Heidegger, Walter Benjamin o el ya citado Broch. Entre unos y otros capítulos aparecen intercalados algunas poesías que dan cuenta de la evolución de la sensibilidad literaria y filosófica de su autora.

Aunque desiguales por extensión y por aliento, la lectura de sus páginas nos permite asomarnos a la postura de Arendt sobre algunas de las oposiciones esenciales de la filosofía tal como ella la concibió: pensar y conocer, sobre todo, así como intuición y metáfora, pensamiento (nous) y palabra (logos), los sentidos de la vista y el oído, y, a lo lejos, el rumor de Atenas y Jerusalén bajo el signo del antisemitismo contemporáneo.

El pensar necesita la palabra para proporcionar al hombre la morada que hace brillar en medio de su fragilidad la permanencia de la vida Me gustaría subrayar dos ideas de Arendt que de manera explícita o sugerida dirigen el hilo de esta breve antología. Por una parte, la radicalidad del pensamiento como una actividad del espíritu, completamente interior e invisible, solo alcanza a manifestarse en la obra de arte. Si el conocer, proceso característico del homo faber, se dirige a la posesión de la realidad, el pensar se sustrae a cualquier finalidad o utilidad.

No se trata de reivindicar la inutilidad de la contemplación. Esta trascendería cualquiera de esas categorías para garantizarles su ejercicio humano. El pensar necesita la palabra para proporcionar al hombre la morada que hace brillar en medio de su fragilidad la permanencia de la vida. En ese punto la conflictiva relación desde Platón entre el poeta y el filósofo se transfigura iluminando la existencia. Dice Arendt: “La metáfora como puente sobre el abismo que separa las actividades internas y el mundo de las apariencias es, probablemente, la mayor aportación del lenguaje al pensamiento y con ello a la filosofía”.

Por ello, en segundo lugar, el movimiento que caracterizaría al filósofo como al poeta sería el de dar un paso atrás para no dejarse arrastrar y poder resistir así la impersonalidad o la violencia de la historia. Aun en medio del fracaso, la cobardía o la desesperación, protegen con su ejemplo la fuerza de la vida.

Mérito de Heidegger, Benjamin o Broch sería haberse puesto críticamente a la escucha de la tradición desde el presente.

Hanna Arendt había descubierto que en el núcleo de la filosofía el imperativo ético debía conjugarse poéticamente Si Ser y tiempo se había alzado contra el molde de la filosofía de su época, el Angelus novus retendría – como flanêur o coleccionista- las ruinas dejadas por el vendaval del progreso. En busca del «absoluto terrenal», Broch, el «poeta renuente», convencido de la preeminencia de la ciencia sobre el arte, habría buscado, frente al misterio del sufrimiento y la muerte, una escatología positivista y una redención inmanente: “Si la política se hubiera convertido en eso que él exigía, sería una «obra de arte ética». […] Por lo tanto, la política era para Broch poesía, la creación del mundo una ciencia y, al mismo tiempo, la ciencia poesía”. Así, el autor de la muerte de Virgilio era capaz de abandonar cualquier actividad intelectual antes que evadirse de una demanda de ayuda humana. (Pego, 2022)

Hanna Arendt había descubierto que en el núcleo de la filosofía el imperativo ético debía conjugarse poéticamente”.

Borra, A. (28 de junio de 2009). http://arturoborra.blogspot.com/2009/06/d. 

Recuperado el 14 de octubre de 2022

Pego, A. (09 de octubre de 2022). https://gaceta.es/ideas/la-poetica-dehanna-arendt. Recuperado el 09 de octubre de 20

     

Juliana / Antonio Arenas


 JULIANA

Antonio Arenas

 

“La belleza es ese misterio que no descifran ni la psicología ni la retórica”

J. L. Borges

 

Me gusta estar cerca de una mujer como Juliana. Especialmente cuando aparece después de cuatro o seis días de ausencia. Trato de no incomodarme y escucho embelesado su voz. Una voz que me dice que el valor de la vida está en lo que gozas y no en el sufrimiento. Hay que tratar de vivir feliz. Cuando la veo le beso tiernamente, esto representa para mí un acto placentero. Posee una boca suave y modelada. Amar, siempre festejar con todo mí ser, en la tierra y en los cielos. En mi audacia a veces recorro los senderos invisibles de su cuerpo. Su cuerpo, es un fuego escondido, una herida agradable, un veneno delicioso, una dulce amargura, un suplicio alegre y un olor apacible. Además, posee un hermoso cabello que rueda graciosamente por sus espaldas. A mí no me importa si ella me ama y me profese un extraño, prefiero quedarme quieto a su lado mientras la observo y bebo lentamente una taza de café ¿Un amargo café? Si, ahora, cada que nos vemos, sólo tómanos un café en la oficina de trabajo en Rosales, situado en el centro del barrio Belén. Juliana siempre se ríe, y a mí me encanta su risa, su brío y ese olor de mujer. Posee un olor distinto a las otras mujeres. Además, su candidez y la belleza me seducen. La persuasión es obra del destino, el destino es el que baraja las cartas y nosotros somos los que las jugamos. Una de las ventajas de no ser feliz es que con Juliana se puede desear la felicidad. La experiencia sensual o erótica no está en lo que te sucede. Sino en lo que haces con lo que te sucede en un instante. Juliana hace que me sucedan muchas cosas. En el desierto del mundo la única cosa útil es su fruto interno, y del fruto la semilla que emana y el olor corporal de ella como mujer. Cada día entre mi soledad y su ausencia prolongada recuerdo su olor y su presencia. Otra tantas veces en mi trabajo presiento que ella y su olor están dentro de mí. Ya no se qué hacer con el olor de una mujer como Juliana. Posee un olor especial que la diferencia de las demás mujeres, Si yo no hubiera puesto mis sentidos en Juliana, les juro que la dicha de mi vida no consistiría en tener algo qué hacer, o alguien a quien amar, un olor a esperar.  Un juego en el ser y el hacer. Sé que no queda tiempo. Solo quien alcance el colmo del optimismo tendrá fuerzas para ofrendar la vida. La única cosa que vale es amarla. Sí, el amor y el olor se encuentran, empieza un estado de gracia y llega un goce que es muy difícil de imaginar. Debemos matar lo que ha muerto. Dejad que arda el fuego de la pasión hasta que no tenga nada con que cebarse. El olor de ella se desliza hacia mí, me llena como un vaso y me conduce a la eternidad. Con Juliana todo amor es triste, más afligido y todo su amor y olor es lo mejor que existe. Sin promesas, preguntas ni rodeos a Juliana no le molesta mi fluctuación entre el deseo y el goce. Juliana siempre reduce nuestra relación a un asunto sensorial y a una hermosa risa. No al silencio o la mirada o a los fuegos ocultos de mi cuerpo. Hay que ser un buen olfateador para pasar un día con ella. Para Juliana la libídine no es una ruleta rusa. El amor es un efecto, un fuego escondido y encendido, un cierto culto al azar. Muy temprano en las mañanas en la oficina, entre hipnotizado, percibo su olor.

Imagino que ella se marchó con otro hombre. Pero me rio y empleo la risa como una válvula de escape para conservar mi mente sana y relajada.

¿Con otro hombre?

Qué cosa me pasan y se me ocurren.

El olor de Juliana es inconfundible, es como el olor traído por un viento suave. Un perfume de un pétalo enviado por un viento o el susurro del aire. En nuestros encuentros Juliana a veces insiste en marcharse, se ruboriza, hay algo de timidez y expresa que es una mujer casada. Ella se disuelve en mi imaginación, así como su olor penetra en mis entrañas, purifica mi cuerpo con los roces y ese olor sagrado. Le hablo y no encuentro palabras. El entusiasmo entre los dos pasa por un momento en que el sentimiento llegará a su fin. No hay nada qué decir. Yo sólo soy consciente de su olor y mi pasión corporal. Amo de ella una cosa. Oler y sentir siempre su Baubo, fresco y rosado y hacer bien lo que tengo que hacer en este juego de las sensaciones y emociones

antonioarebe1@hotmail.com

 

 

domingo, 18 de diciembre de 2022

Poemas de Daniel Felipe Torres

 


Poemas de Daniel Felipe Torres


1.      Recuerdo de un amor de adolescencia

 

Ha dejado que toque su mano, ¡No la ha retirado!

Tal vez, no sea yo tan desgraciado, después de todo.

Es una hermosa muchacha, fría, de ánimo callado.

Hoy yo he podido al fin, tocar su corazón, de algún modo.

 

Mi soledad, fue iluminada por el sol del amor.

El rubor, subió a mis morenos y frígidos cachetes.

En un segundo, mi existencia, se llenó de esplendor.

Unas miradas tan dulces, veo venir la diabetes.

 

Esta voluntad ciega, sin conocerla, ya la adora.

¿Serán estos bellos impulsos genuinos, verdaderos?

Puede, si así lo desea tánatos, llevarme ahora

Pues he sido ya anestesiado por los ardores de eros.

 


2.      Caleidoscopio metafísico

 

Cuerpo, alma y espíritu, se unen en armonía simétrica.

Tríada de ecos sombríos, dilemas individuales.

Vista desde el espacio, lejana, adquiere forma esférica.

Ya activa, abruma la conciencia con dudas inusuales.

 

La poesía, ha convertido mi bizarra presencia

En un cilindro hermético que ansía totalidad.

Clarividencia inútil, tan sólo veo fluorescencia.

¿Será satisfecho el límite de mi curiosidad?

 


¡NO DEJO ENTRAR AL VIEJO! / Clint Eastwood

 



¡NO DEJO ENTRAR AL VIEJO!

Clint Eastwood

Esa es la respuesta que le dio el admirado y nonagenario actor Clint Eastwood al cantante de country Toby Keith, cuando éste le preguntó qué cuál era su secreto para seguir activo y brillante a su edad

“Cuando me levanto todos los días, no dejo entrar al viejo. Mi secreto es el mismo desde 1959: mantenerme ocupado. Nunca dejo que el viejo entre en casa. He tenido que sacarlo a rastras, porque el tipo ya estaba cómodamente instalado, dándome el coñazo a todas horas, sin dejarme espacio para otra cosa que no fuera la nostalgia. Hay que mantenerse activo, vivo, feliz, fuerte, capaz. Está en nosotros, en nuestra inteligencia, actitud y mentalidad. Somos jóvenes, con independencia de nuestro DNI. Hay que aprender a luchar por no dejar “entrar al viejo”.

Ese viejo que nos aguarda, apostado y cansado a la orilla del camino para desanimarnos.

No dejo entrar al espíritu viejo, al criticón, hostil, envidioso, a ese ser que escudriña en nuestro pasado para anudarnos de quejas y remotas angustias, o de traumas revividos y de olas de dolor.

Hay que darle la espalda al viejo murmurador, lleno de rabia y quejas, de falta de valor, que se niega a si mismo que la vejez pueda ser creativa, decidida, llena de luz y de proyección.

Envejecer puede ser agradable, e incluso divertido, si sabes cómo emplear el tiempo, si estás satisfecho de lo que has logrado y si sigues conservando la ilusión, añade Clint Eastwood, una leyenda que lleva diez candidaturas al Oscar, de las que ha ganado cuatro estatuillas. Todas ellas después de haber cruzado el umbral de los sesenta. A eso se le llama "no dejar entrar al viejo a casa".

Estas palabras calaron tan hondo en el cantante de country Toby Keith, que lo inspiraron a componer la canción "Don’t Let the Old Man In (No dejes entrar al viejo), dedicada al legendario actor.

viernes, 9 de diciembre de 2022

PARIS TREJOS, Memorias de un estafador, de Ricardo Aricapa / Víctor Bustamante

 

Ricardo Aricapa


.. .. ..

París Trejos, Memorias de un estafador, de Ricardo Aricapa

(UNAULA 2022).

Víctor Bustamante

La vida de un estafador siempre busca el equilibrio entre no ser aprehendido infraganti en la trama que ha urdido para engañar y quitarle algo a alguien; para tal efecto urde un plan tan pormenorizado, tan elaborado en sus conjeturas y evitar perder, es decir, ser sorprendido por la víctima, que el estafador deduce en su soberbia y en su clandestinidad que esa labor de simulación tan específica, para embaucar a una persona, debe llevarla a terreno fértil para después huir sin dejar rastro. El estafador de entrada miente cuando ya tiene un cliente escogido, cliente al cual se le ha elaborado una inteligencia en todos sus hábitos y ámbitos, a qué horas se levanta, a qué horas sale de su casa, donde, a que restaurante va, si le gusta la música o el cine o permanece conversando con sus amigos hasta que horas. Es una labor harto difícil ya que el estafador opera bajo las sombras. El estafador está en el otro límite y casi siempre, antes de entrar a escena, es decir, a iniciar su labor, prefiere que no se sepa nada de él, fuera de esas elucubraciones que lo definen como un fuera de serie. Por esa razón, después de cometer un ilícito, que para él significa su ganancia, solo le queda explotar con su risa, aquella risa que resalta, aquella risa que lo motiva a seguir. A él le han bastado muchos días de espera, mucha paciencia para urdir y finalizar con éxito sus planes, para él solo ha existido la argucia para embaucar a la persona escogida.

Hay un texto de Thomas de Quincey que trata del asesinato como una de las bellas artes, no sé si podría decir lo mismo de la estafa, con una salvedad, en la estafa no se asesina, sino que se apela a toda clase de artimañas para un logro definitivo, arrebatar al verdadero dueño sus pertenencias o parte de ellas. A veces es tal la capacidad del timo, que este debería no ser elevarlo a la categoría de arte sino de argucias. También Hay un libro no tan célebre de Thomas Mann, Confesiones del estafador Feliz Krull, cruel y, por supuesto, en esta cultura antioqueña, no podía faltar ese cuento popular, Cuando pase el aserrador, así como aquellos relatos del paisa itinerante, de los jugadores de cartas, de dados, de las galleras. Todo ese otro ámbito que produjo nada menos que un personaje cáustico, Cosiaca, o frases como esta: trabaje con la plata del míster, o el caso del pícaro local que vendió varias veces el estadio. También hay una película nuestra, El embajador de la India donde la destreza del mentiroso se aprovecha de la ingenuidad de un pueblo, caso similar al del jeque árabe en Urabá narrado en este libro.

Pero ahora vamos a hablar de París Trejos, Memorias de un estafador de Ricardo Aricapa (UNAULA 2022). Algo es cierto, el territorio oscuro del mal siempre ha causado curiosidad ya que se convierte en ese lugar donde una persona violenta la moral con sus reglas, ya que el estafador idea las suyas, les da su sello; esas reglas las aprendió París Trejos a lo largo de su existencia y sabiendo eso sí que de ser sorprendido infraganti o por sospechas luego comprobadas iría directo a la cárcel. De ahí que el estafador sea una suerte de artesano del mal, y eso sí un verdadero artista del engaño y del robo.

Aricapa en este libro, quizá el más personal, no en cuanto a un cumplido, sino debido a la certeza de haber compilado esas habladurías en Riosucio, seguro escuchó las referencias sobre París con sus andanzas y sus subterfugios, que luego él mismo corroboró al dialogar con él para terminar reconociendo que había algo en Trejos que es eso, lo esquivo que muchas veces se pierde en su trasegar y que podría llamarse algo así como cierta gloria de la banalidad. Esa que París Trejos escribió con sus propias peripecias, con su ida desde muy adolescente de su casa y que debió ser buscado por su padre, cuando el tedio, el brumoso tedio, no daba otra opción. Ya que, arrasado por el deseo de triunfar a lo antioqueño, debía obtener dinero como una exigencia silenciosa en cada familia; silencio inmanente como un mandamiento en estos pueblos, que obligaban a convertirse en un tipo de acción, con ambiciones de apoderarse del mundo, y así, en lo más íntimo, sospechar que solo le quedaba como iniciativa irse, huir de su lugar de origen. De ahí, estoy seguro, que a Aricapa no le quedaba otra opción que escudriñar e investigar para escribir sobre esa vida, ya que, de lo contrario, quedaría deformada con el tiempo y con esas referencias sobre un personaje, podría decirlo el más emblemático a pesar del desprecio que causa para muchos, ya que desde su contigüidad el autor ayudaría a preservar esa historia de la cual nunca lamentará haberla rescatado. Si Riosucio se jacta de realizarle un Festival al Diablo, como una burla y un trasvase de la moral, pero también como una fiesta para escapar a lo cotidiano con sus preceptos y códigos, también es cierto que con este libro ha surgido alguien más real que, a pesar de bordear la normatividad les ha ganado a todos: París Trejos.

Un personaje como París Trejos, en apariencia, es rechazado de una conversación habitual ya que su “legado” no es meritorio; “legado” poco saludable contenido en sus andanzas; aquellas que lo han ayudado a formarse en esa dura esfera de la vida, donde no hay preceptos ni normas, sino la experiencia que aparece en cada momento, y que al ser una chispa inesperada salta sin remedio. En este caso París debe saber que si no vive esa puerta que se le abre, perderá. De ahí que la ruda rueda de la fortuna muchas veces lo arrastra, muchas veces debe aprovecharla de una vez, tomar la decisión en caliente, no pensarla mucho porque en el pensar se advierte que hay demasiado análisis donde siempre gana el pesimismo al salirse del circuito de lo normal. Cuando dije que en apariencia es porque no hay nada más seductor que leer sobre aquellos personajes que se desviaron del camino establecido y se animaron a vivir su vida, así sea a contrapelo, contrariando lo señalado. París Trejos es uno de ellos, es uno de esos personajes que seducen por ese arbitrio que da el rebusque a como dé lugar, como norma de vida, como manera de “salir adelante”, y de vivir al filo del éxito momentáneo y fugaz o del fracaso que acecha cada día.

En los diversos oficios, París Trejos, nunca sufrió por haber arrebatado su propia vida a otro destino común, sino que él mismo dentro de sus veleidades y circunstancias la consideraba una obra tan personal que no la asumía como si se viviera en la oscuridad de la destrucción, sino que él al sobrevivir de todas maneras y por encima de todos nunca hubiera querido verse derrotado por el fracaso, es decir hundido en sus derrotas. Nunca en el trascurso de esta novela encontramos que París Trejos se haya sentido forzado a claudicar, por el contrario, al abandonar un oficio recala en otro con la misma fruición y valor de quien empieza a conocer el mundo que nunca es enseñado en ninguna institución, sino que él lo ha aprendido y aprehendido bajo la dura ley de la calle como nunca lo hubiera presentido si tuviera a la mano un catálogo de iniquidades. En su carácter se percibe como un ser libre, porque lo fue, París Trejos solo tuvo cuidado al comienzo para no ser detectado en su multiplicidad de oficios por su madre, Carmela, aunque después fue sorprendido por un paisano en Bogotá, disfrazado de hombre primitivo comiendo carne cruda, en un momento de un desespero absoluto para no dejar que la clientela se le fuera; había que mantenerla atenta, conmoverla a cualquier precio.

Entre sus oficios, con los cuales vivió en el rebusque y con ganancias no fáciles están: sangrero, jugador de dados, recogedor de café, vendedor de retales. También trabajó con Bruno y su mujer André, franceses elegantes, dueños de una máquina de copiar billetes, así mismo este francés le enseñó su Decálogo del estafador. Luego conoce en Barranquilla al indio Jerónimo que no es de la Amazonía, sino de un pueblo de Antioquia, hasta llegar al exclérigo Arenas más acendrado en sus fechorías. En síntesis, fueron sus primeros maestros, porque hasta en esta actitud París Trejos supo aprovechar, es decir, sustraer la experiencia de estos tutores, y eso sí aprovechar desde otro punto de vista esa maestría ajena, aquella que se aprende solo en la práctica sin manuales o instituciones mediadoras, ya que no está escrita en alguna parte, sino que se debe aprehender de cada uno de esos personajes que la llevan impresa en su piel. París, de esa manera, habría presentido el saqueo constante a sus maestros, ni ellos se dieron cuenta del alumno que tenían al frente al exponer los proyectos de sus travesuras, que son su obra, y que luego quedaban expuestos a ser superados, y es por eso, por su apropiación, que París supo vivir entre esa eterna cáfila de vividores. De tal manera Bruno en su lejanía, en la perseverancia de cierta distinción, debía mantenerse en su apartamiento y huir. En cambio, el indio Jerónimo tenía más contacto con las personas en sus corrillos de las plazuelas ante la llegada de espontáneos que de repente se acuerdan de un mal que los aqueja, muchas veces incurables o que, además, acuden a sus citas médicas en los hoteles de paso donde receta sus específicos, apoyado con sus consejos espurios, sus libros de medicinas vegetales, sus brebajes y oraciones, en ese querer enseñar sus misterios, que son solo ese disfraz personal, y su palabra que nunca zahiere, sino ahíta de conocimiento en esa zona relegada, la homeopatía, con dos preceptos, la autogestión y la fe, y eso sí su culebra también parte fundamental de esa puesta en escena. Con este maestro el indio Jerónimo, Lizandro Vélez, que esconde su nombre viajó a Bogotá, así se abría a la capital y a otro mundo.

Allí París debió plantearse la cuestión de su oficio al transcurrir años llenos de novedades, ya que en Bogotá podía hacerse un nombre entre los culebreros. Eso sí nunca le atormentaba la fama alcanzada entre sus clientes, así como en los productos que vendía. Lo que si debía preservar era la discreción para poder huir cuando los brebajes y sus remedios no obraran como hubiera querido, cuando con su labia, en los corrillos de las plazuelas, ordenaba el mundo a su manera y así daba su percepción de que podía curar esas enfermedades populares que nadie cura, y que él había podido desear curar al decir, presuntamente, que poseía la solución con sus secretos descabellados. Eso sí estaba listo para cuando la clientela dejara de llegar a sus diversos lugares, nunca al mismo, para poder irse de una vez cuando aparecieran aquellos pacientes impacientes a quienes las medicinas nunca les sirvieron. Entonces, ahí surgió su primera creación, un ser de la estatura de ese conocimiento que era el legado del indio Jerónimo que ya se había ido, su nombre, el profesor Pachirri, con su producto estrella: la Cosmoglobina. Entonces ya había perfeccionado su atuendo, así como la escenografía de la Casa del terror, como la obra más acabada de su estética del rebusque.


París y su hermano Guillermo (1970)


Para ese instante ya había trasegado por otros oficios que le abrían el mundo, a otra vida y al vivir de una manera holgada, traficar con dinero falso que le valió un tiempo en La Picota, tumbar curas ávidos de oro, o sacar otro personaje, el profesor Juan Bautista, y mucho más tarde, como una idea solo suya, vestirse de jeque en Urabá. Además, ya había conocido a su otro maestro: el exclérigo Arenas en Bogotá que se convertiría, a pesar de sus viajes por el sur del país, en un experto en el engaño. Luego de un tour del rebusque por Cali y algunas ciudades cercanas, siempre regresaba a la capital que no solo era la capital del país, sino su centro de operaciones.

Pero, desde el origen de sus viajes, de ese ubicar las diversas ciudades en su topografía esencial, entendemos ese ámbito en que París Trejos vivió una vida disoluta con algunas señas de esplendor. ¿Sufría París Trejos de nostalgia por regresar a Riosucio? Por supuesto que sí, ya que cuando una persona se va de su lugar de origen desea regresar cargado de muy buena fama y con sus baúles repletos de la buena nueva: el dinero. Y sin duda con sus personajes más relevantes para su escenografía. No la del profesor Pachirri, sino la del político agenciado a la Anapo, el doctor París Trejos con unas palabras muy del gatopardismo: “cambiar todo para que nada cambie”, y luego, como si nada, taimado e interesado, regresa por el vil dinero al partido conservador. En ambos oficios de taumaturgo, por supuesto, brilla Trejos con sus trebejos. Toda esa experiencia adquirida en el país con esas labores non sanctas le sirvieron para recalar a la Asamblea de Caldas y luego, aún más demagogo, en el Concejo Municipal de Riosucio. Además, se consolida como un gallero pertinaz.

Desde los primeros capítulos, París Trejos, también inicia sus escarceos eróticos en ese tema que es una sensación y todo un concepto, lo cual da la idea de que no solo busca dinero, sino una mujer, muchas mujeres que pueblan su trascurso vital, desde Matilde, Margot, Lucia, Gertrudis, la gitana Soledad, hasta Rosmira la mujer más duradera en su vida. En cada capítulo una mujer lo acompaña, como si dijera a cada una de ellas, “Más allá del oficio siempre al borde de ser sorprendido nadie me comprenderá como cada una de ellas”. Lo cierto es que en cada una de ellas reconoció una parte de sí mismo como una alegoría de sus triunfos; éxito del cual nunca se vanaglorió, o de sus derrotas de las que nunca se lamentaba; todo su transcurso era también a su medida. A su imagen, a su semejanza construye su mundo sin reservas, pero sí con presteza en sus actuaciones, y que, a pesar de su posible caída, siempre estaba cercano a su optimismo, a esa certeza improvisada que resolvía su oficio. Además, es preciso que existieran sus compinches, sus amigos díscolos, como Antonio Posada, el culebrero, y cantante de música parrandera, amigo de andanzas y de estafas, para que así París superara la incomodidad de caerse solo; lo cual tampoco le impediría emprender otra tumbada. Las estafas que realiza en colaboración son un signo de ese destino de solitarios, siempre al margen, entre aquellas personas al borde de los códigos que le huyen a ese malestar que los compromete en cada acto, en cada concesión con las que temen ser sorprendidos. Esta colaboración, no solo con sus maestros, con sus colaboradores, no cesa inmediatamente, sino que prosigue en el tiempo y en diversas circunstancias  y se reanudan de una manera más estrecha a medida que perfecciona sus artimañas, que nunca se dejan de lado, así sean dudosas, y que sirven como un atajo  para seguir con esos amigos, uno de ellos Luis Betancur, que se ha consagrado con una fe extraordinaria a la puesta en escena de sus fechorías como un modo de vida en apariencia de la exclusión, pero que produce su encanto en el actuar en las sombras, con mentiras y engaños, actitud que sorprende desde la vileza al otro, a la víctima. Igual ocurre con el más fiel, el siempre presente Ruperto que se desvanece en algunos momentos, pero que siempre está presto cuando lo llama París Trejos para algún “trabajo”.

Siempre los tangos reaparecen en las diversas ciudades que visita París Trejos, y no es para menos, en una vida abocada a la desaparición sería injusto — y baladí — decir que hay, en cada acto de Trejos no una negligencia en huir del bien en la medida que lo hacemos, sino que en ese enorme tango que es su vida, queda un rincón de música para regodearse como su oasis personal, así sea como una manera de evadir la agitación de una vida en la sombras, en constante huida o para reverdecer sus triunfos que vivió y que luego Aricapa lo saca de la extrañeza de ese cajón de las habladurías que le entregan una faceta determinada y precisa. Así, hace justicia con ese personaje tan presente en Riosucio que llega a ser una celebridad en un momento preciso cuando nos entregamos en cuerpo y alma a explorar este hermoso libro, luego que una noche Luis Fernando González hablara maravillado de esa narración que leía con perplejidad.

La injusticia consistiría en olvidar a Trejos, y, por supuesto, ese mérito total pertenece a  Ricardo Aricapa que en su entereza literaria no vaciló ante su indagación para reconstruir el periplo de este personaje de una manera total en su desparpajo, sin tener en cuenta esos avatares negativos y así publicar este libro, con la decisión de no destruir ni  relegar esa vida con una negligencia pertinaz— y en atreverse en contar  su historia; esa historia de ese eterno solitario que siempre huye en ese territorio de su discordia, husmeando con sus ingeniosos amigos, sin ninguna responsabilidad, salvo las que están ligadas a la consecución de sus propósitos. Pero algo es cierto y sorpresivo, París Trejos, muere asesinado en un ajuste de cuentas, y no de una manera afortunada, ya que su vida y su familia sufren el coletazo primero de las mafias del narcotráfico, siendo esta y la sombra anónima del Guajiro la que puebla los días del Carnaval del Diablo en 1997, junto a sus amigos íntimamente responsables de cuidar la supervivencia de su familia, cuyo instigador obstinado ha sido el narcotráfico con sus ganancias desbordadas.  ¿Por qué habrían cometido este asesinato? ¿Por qué cae Trejos sin trebejos cuando era ya un hombre mayor casi retirado de sus andanzas como si hubieran querido hacerlo desaparecer, destruirlo? ¿Por qué fue asesinado tan fácilmente en una novela llena de tantas andanzas y anécdotas? Uno no hubiera querido que Trejos hubiera muerto. No creo que haya sido por vanidad literaria, sino para que su autor expusiera y cerrara su ciclo precisamente en esas zonas sombrías donde se amontona su catálogo de acechanzas y de tumbadas.

La muerte de París es igualmente patética y liberadora. En principio, obsesionado por este personaje admirado en ese territorio de la especulación y de la maldad, Aricapa, hace de él el héroe de su novela o crónica como prefiere llamarla; liberadora porque en ese lapso de tiempo, de su vida, París vivió continuas y extrañas metamorfosis, signo de que se siente ligado por seguridad a un mundo lejano, es decir, el anonimato, es su protección, es su dura ley. Entonces Aricapa emprende la publicación de una obra de la que durante mucho tiempo fue el único en registrar ese valor insólito de un triunfador al margen de lo establecido, pero siempre cubierto por la certeza de su estatus, ser un fuera de serie, un outsider, un señor del engaño, de la burla, porque esa reacción es la que al final de cuentas produce su actuación, porque al final lo es, un artista del engaño, todo un estafador. Aricapa en esta prolijidad y en el detalle que es lo que hace valioso un texto, le es preciso encontrar testigos, personas, espías, mujeres, entrevistas que sitúan a París Trejos, bajo muchos aspectos, desde el aventurero pertinaz, pasando por el proceso de convertirse un estafador de postín, hasta llegar a ser un político sin prontuario, y eso sí sin zafarlo de su papel de mujeriego contumaz. También, para esta indagación en tantos años de una vida al desgaire, a su autor le es preciso reunir textos, grabaciones, papeles, titulares, diarios que no se alejan ni zafan, para reafirmar su coherencia, así como descubrir en sus actividades tan dispersas en tantos lugares a lo largo y ancho de un país que permiten aproximarse a la circunstancia de una existencia llena de matices, a veces estridentes, otras tan oscuros que estoy casi seguro que esta vida tan dislocada, pero uncida por su autor, en tan diversos paisajes tanto exteriores como interiores de París Trejos está ya escudriñada y concluida, que en ella ya poco se oculta.

Así todos esos fragmentos, algunos capítulos, se revelan, sin reservas, aunados en lo que Ricardo denomina temporadas. A veces sorprende con la aparición de detalles como el de los conjurados contra Mamatoco, pero sobre todo sobrecoge ese trasegar del músico y culebrero Antonio Posada, del cual había escuchado sus canciones, pero no sabía de su trasegar y de su talento. De aquí y de allá, de ese fondo oscuro de la historia de un país cubierto de cenizas y olvidos que no ha sido narrado como se merece, Aricapa sorprende, a esos lectores aun entretenidos en las mediocres y pésimas novelas sobre el narcotráfico o en la pornomiseria como rentabilidad. Asi emerge este libro con esa riqueza narrativa por la manera como las entrelaza Aricapa que le da su peso determinado a lo que podríamos llamar las locaciones donde París Trejos desempeñó su oficio de taumaturgo, eso sí con una seriedad que nos reta. De tal manera emergen esos detalles, sacados de la oscuridad de esas páginas desgajadas del conjunto de esa historia nacional oculta, casi secreta. Aricapa no abusa de los excesos en la vida de Trejos, menos en la de los otros personajes, tampoco excluye los eventos sucedidos en el delirio de irse a buscar una guaca o el más atrevido de aullar en una jaula para que lo la alimenten. En el fondo es toda una puesta en escena en cada evento donde el estafador triunfa, pero es como un destello, ya que en el momento en que triunfa debe estar preparando su huida. En este libro no hay nada insignificante. Eso sí Aricapa nos da a entender que es lo esencial para mantener su ritmo narrativo, esencialidad que es apreciable en su trasparencia y claridad en el contar una historia.

¿Dónde está lo esencial en Aricapa? Es sencillo y soluble decirlo, en la manera como entrelaza la historia y el devenir de una persona al margen de la óptica moralista del lector, pero seguro en la vida del mismo protagonista que entrega sus aires de libertad, eso sí sumido en la oscuridad para no ser detectado en sus ambiciones. De ahí que a medida que leemos cada temporada, nunca a lo Netflix, sino del pulso de su autor, de Aricapa, por supuesto,  encontramos como esa narración se hace poderosa, ya que al auscultar el trascurrir de este personaje, caemos en cuenta que por ninguna razón París Trejos deba permanecer inédito, flotando en la mente de los chismes de los patos bravos de La Cigarra, ya que esta fuerza narrativa ávida, irresistible, va a hurgar en las profundidades mejor protegidas, y poco a poco sale a flote, y nos trastorna, todo lo que París Trejos tejió en su vida disoluta. Acaso por ese desparpajo de su existencia, esa con la cual simpatizamos, cuando reímos por sus ocurrencias, cuando viaja a lo largo de la geografía de un país casi anodino, cubierto de la mentira de los titulares de los diarios, aquellos diarios que París siempre leía, a veces para idear una de sus travesuras, entregado con el mayor desenfado y desorden a una abundancia de proyectos, de estafas retocadas con maestría, y junto a él, esos compinches  igual de despreocupados en apariencia, pero ahítos de las ganancias fáciles, y eso sí en esas metamorfosis continuas como seres contradictorios para alegrar sus víctimas con las ganancias posibles. Eso sí, respetuosos y caballeros con los demás mientras les tienden una trampa, y desvergonzados cuando obtienen el botín, salen despavoridos para que nadie los reconozca. Eso sí manteniendo el colmo de ser obstinados, porque de no serlo fracasarían de una en el primer intento.

Hay un coro que señala, hay un coro que habla, hay un coro que fustiga con sus chismes, un coro nunca simbólico, el de los patos bravos de La Cigarra, donde ejercen un control social, pero no solo eso, le dan a los cuentos, a los chismes, ese peso que se merecen como las habladurías que aparecen cada que se encuentran a departir entre ellos, aceitando sus lenguas viperinas con algunos tragos. Seguro que por sus consejas y sus lenguas aún más bravas pasó la vida de París Trejos.