EL DERECHO A LA PATALETA
Darío Ruiz Gómez
Niño o niña que se respete
cree tener el llamado derecho a la pataleta cuando sus padres no les compran un
helado o cuando intentan no ir al colegio. ¿Qué viene después de una
pataleta? Robert Hughes en un libro que
no he dejado de citar por su permanente actualidad, “Trifulcas norteamericanas”
dice que en Norteamérica los intentos revolucionarios no han pasado de ser simples
trifulcas ya que una vez pasada las quemas de contenedores, la destrucción de
edificios, las “defensas de la libertad sexual”, rápidamente la aguas vuelven
melancólicamente a sus cauces y nada ha pasado. Porque las verdaderas
revoluciones sociales se han venido sucediendo como silenciosas conquistas de
grupos oprimidos: la callada revolución de las madres cabeza de familia, de las
comunidades campesinas o étnicas que se han resistido a las depravaciones
impuestas por las ideologías supuestamente “liberadoras”, de quienes han sido
leales a sus principios religiosos y de quienes gracias a su callada tarea de
cumplir con los deberes están impidiendo que se destruya a la sociedad. “Hijo, claro que tienes el
derecho a la pataleta, pero llénala de sentido al saber contra quién o qué te
estás revelando ya que, si no te quedas en eso, en una boba pataleta”, me recordaba un maestro español
dándome una lección que nunca he olvidado.
La reacción del exalcalde Quintero
y de su pandilla de colaboradores (as) fue la de una desorbitada y caprichosa
pataleta. ¿Por qué esta pataleta de burócratas adolescentes provenientes de
modestas familias de barrio, de clase media? Recordemos lo que se llama el “peterpanismo” dentro
de las manifestaciones políticas característico de las izquierdas
burocratizadas, retóricas exigencias de una justicia social que no saben justificar, pataletas donde se pone de presente el deseo de evitar las
responsabilidades que implican crecer, volverse adulto, pensar. No es lo mismo les ha recordado Jordi García
Solel, estar en la oposición que ejercer responsabilidades de gobierno. Viejos
jugando a niños barbados como Benedetti, Roy Barrera, Wilson Arias, el gordo
Alarcón y ahora el reblandecido Enrique Santos Calderón. Y aquí nos aterriza para colmo de males Zapatero, niño desequilibrado que al
destruir la economía española hizo que más de diez millones de españoles
tuvieran que lanzarse a la diáspora, el
personajillo a quien Chávez le regaló una mina de oro y cuyo embajador
Morodó está denunciado por lucrarse del
robo de PDVSA. En todo caso lo que ha
quedado en claro es que lo que se ha encontrado en la Alcaldía de Medellín no es a un equipo de profesionales capacitados para hacer frente a los problemas viales, de vivienda,
salud, planeación, bajo una idea de
ciudad, sino a un crispado grupo de
adolescentes formados férreamente bajo una ideología populistas con la asesoría de expertos extranjeros. El fanatismo recuerda Lenin como
“la edad infantil de la izquierda”
Contaron Quintero y los infiltrados por Petro, con todo el tiempo necesario y con los mejores
abogados, con las estrategias de desinformación de Chamorro, para fundamentar
la acusación de los supuestos robos que su odiado Grupo
Empresarial Antioqueño le hizo a
Hidroituango. ¿Por qué no llevó hasta
sus últimas consecuencias esta denuncia tal como lo exige la ley? La patota de adolescentes del Gabinete Municipal insulta diariamente al Alcalde encargado y
sorpresivamente nos da a conocer la terna para el nuevo Alcalde sin pensar que
tres muchachas sin formación alguna no pueden pasar a dirigir una ciudad que le pertenece a los ciudadanos (as)
que hace rato la están reclamando. La pataleta está bien pero no es suficiente.
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