martes, 21 de diciembre de 2021

Destrucción total de la casa de Lola Vélez en Bello

Lola Vélez



 

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La destrucción total de la casa de Lola Vélez como la percepción más exquisita de Bello

Víctor Bustamante

No valieron los reclamos, las denuncias, la llamada a la necesidad de conservar la casa de Lola Vélez desde esferas tan disímiles como los diarios, El Tiempo y El Colombiano, así como las preguntas de algunas personas sorprendidas y molestas por las redes sociales. Tampoco valieron los textos de Reinaldo Spitaletta para que Bello no dejara de lado su riqueza cultural, pero sí se impuso la falsedad, el ludibrio, las mentiras, las trapisondas de los políticos de bajo calado cultural con su pobreza de argumentos, su inusitada manera de alargar una decisión sabia para conservar esta casa, mientras se derrumbada, mientras cada noche la destruían los menesterosos, mientras ahora la piqueta en pleno 20 de diciembre le ha dado la estocada definitiva,  lo que refleja la falta de amor y de cuidado con una ciudad que está en manos de esa cáfila de mentirosos e ineptos y sin Ilustración sobre lo que es la conservación del patrimonio municipal. Y es que Bello, si leemos el texto de Miguel Zapata Restrepo, El Virgomaestre, está en manos de una sucesiva pandilla de mediocres que hace muchísimos años la manejan y destruyen a su imagen y semejanza. Nunca ha existido en los últimos años un líder político en Bello que se pueda mencionar sin dudar de su calidad moral y ética, así como la compensación de su labor con los pagos que sacan de las administraciones cada cuatro años. Aún permanece como reflejo esa época de imbéciles de una ciudad convertida en botín familiar, el Suarato le decían, y de la que aún quedan vestigios, y lo peor, el desinterés en la ciudad misma

Desde hace muchísimos años se hablaba de la necesidad de darle presencia a la obra y vida de Lola Vélez, su familia, los herederos se quejaban de lo costoso de su mantenimiento y fue vendida su casa a un particular, mientras las sucesivas administraciones alargaban los motivos, para desinteresarse en comprarla o al menos realizar las gestiones para declararla patrimonio del municipio. Sus herederos nunca amaron la obra de Lola Vélez, es cierto, y menos los particulares y muchísimos menos las sucesivas administraciones municipales y parroquiales.  No, en el municipio no saben qué es patrimonio, y mientras la casa se deterioraba, y mientras en el Concejo municipal en reuniones ladinas no sabían qué hacer con los teatros de cine aún en pie. Así comenzaba Bello a no tener políticas claras sobre cómo afrontar el declive industrial, y así dejar que la infraestructura fabril desde la destrucción del Club Cantaclaro, Pantex y Fabricato fueran convertidas en la fantasía de sus dirigentes en concebir los centros comerciales como sinónimo de progreso.

Los políticos, sin Ilustración, y con diplomados, doctorados y especializaciones como los de estas administraciones, desde su jerarquía alta hasta los obedientes de bajo cuño, han perdido valores que creíamos seculares y de respeto con su oficio y se han adentrado en esa órbita del menosprecio y de la inversión de valores en pos del espejismo de lo nuevo, como destreza y presagio a lo que ellos llaman el futuro, que es la palabra fetiche de muchos de ellos.

Hay dos municipios que llevan casi el mismo destino Envigado y Bello. Ambos se encuentran en los extremos del valle, ambos poseen dos artistas, uno que aún se lee Fernando González en Envigado y la pintora Débora Arango cuya casa se respeta. Bello tiene un escritor nunca emblemático sino para los políticos que no fue cura por su origen, y que ultramontano, poco se lee, Marco Fidel Suárez, del cual se preserva su choza gracias a Fabricato. Cerca estaba la casa de Lola Vélez, pero es inútil pedirle cordura a las inteligencias de WhatsApp en Bello, la ciudad dormitorio, y sin identidad desde hace muchos años.  

De Bello dijo algún estólido, que es ciudad de artistas; nunca los han valorado. Allí solo los políticos veneran a un político de baja estofa, a Marco Fidel Suárez y a su madre Rosalía. Este, tiene su nombre en un hospital, en una biblioteca, en un colegio, en una institución universitaria, y como si fuera poco este éxtasis, alguna vez se propuso cambiar el nombre de Bello por el de Ciudad Suárez. Allí nunca se han dado cuenta del valor del cineasta Enoc Roldán, de Conrado Cortés, del periodista y ensayista Delimiro Moreno, de Reinaldo Spitaletta, de Luis Fernando Cuartas, de Óscar Castro, de Elkin Restrepo, de Jandey Marcel Solviyerte, de una gran poeta como es Teresa Sevillano, del pintor  Fabian Rendón que le abrió los ojos a los grabadores del país para que salieran de su “terruño” mental, de la exquisita y talentosa Flor María Bouhot, la más grande pintora del país, de Eddier Tálaga con su búsqueda de  paisajes citadinos, menos de sus músicos y de sus grupos de teatro.


Casa de Lola Vélez (Wikimedia, 2008)

Escribo con rabia y con espuma como diría Vallejo, pero el otro, el poeta. No hay derecho a que el ámbito vital de una pintora haya sido destruido, se haya dejado destruir. Desde hace tiempos se hayan callado esos personajillos de opereta que se burlan de todo y prometen de todo, hasta dejar que la casa en ruinas sea demolida, y menos, que la heredera de Lola Vélez no tuviera las agallas para apersonarse del legado de su tía  y menos a los taimados especuladores de vivienda, junto a los constructores de torres que circundan a Bello y de la cual algún día se investigará cómo una ciudad con su sello personal se convierta en una ciudad de nadie, en un barrio anodino de Medellín.

En estos tiempos de retórica política y de cinismo, detrás de quienes exhiben esos rostros, solo queda hacer un reclamo que de nada servirá desde la parte civil. Malos tiempos para el patrimonio, y más aún para la pintura; tampoco hace falta pedir que no secreten odio a quien no posee sensibilidad y menos a quien no ama a su municipio y desdeña su cultura. Este municipio, Bello, acumula muchas historias que no se cuentan, se atiborra de desaguisados que se esconden y que hacen reseña a una innegable y atávica inclinación a la falta de entereza y a la servidumbre por lo llamado moderno en pos de la destrucción de la riqueza cultural. En Bello, a sus administradores, nunca les ha interesado el municipio sino para tramitar su vientre y su vanidad. Si a alguno de los políticos se les preguntara por la calidad de la pintura de Lola Vélez y quién fue ella, sé que callarán, no saben su aporte. Eso sí al preguntar por las alianzas estratégicas entre comillas, expondrán las normas del caso. Incluso seguirán, eso sí, dejando que Bello se derrumbe sin darse cuenta como poco a poco pierde su acento de municipio independiente y se convierte en un barrio de Medellín, sin historia. De estos políticos que han arruinado a Bello desde hace décadas nada se puede esperar.

No sé si en Bello exista Secretaría de cultura o entidades serias, no de paseos de olla, cooptadas por los díscolos y mediocres funcionarios de la administración que se preocupen por el valor cultural, ya que esta casa fue convertida en lo inusitado: un parqueadero, como expresión de la idiotez y torpeza de quienes la manejan.

 

Lo que fue la casa de Lola Vélez (Fotografia de Nicolas Monsalve, dic 22 del 2021)

 

6 comentarios:

  1. Excelente escrito,bien documentado, crítico, difícil pedirle a los políticos que apoyen la cultura cuando no saben eso que es, con muy pocas excepciones.

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  2. Es un horror, muchas gracias mi querido amigo.

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  3. Solo produce rabia el accionar de las instituciones de Bello en detrimento del patrimonio cultural de la Ciudad.
    Saludos y gracias por compartir.

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  4. No sabia nada de doña Lola pero este escrito bien argumentado produce indignacion. Bello es tierra
    de una rama de mis mayores.
    Todo lo que pasa alli me interesa y como en este caso, me duele.

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  5. Una pena que la clase política siga cometiendo el mismo error histórico de destruir el patrimonio cultural, lo que hace de verdad grande a una región y a un país. Esa es una de las razones del fracaso de Antioquia y de Colombia.

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  6. Muchas gracias. Conocí a Lola Vélez pintora, trabajó con el Maestro Diego Rivera en Méjico. que cochinada lo que hacen los cochinos.
    Feliz Navidad,

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