Louise Gluck |
A PROPÓSITO DE VERSIONES POÉTICAS SOBRE LOUISE
GLUCK Y OTRAS REFLEXIONES
Raúl Mejía.
1
Existe célebre lienzo que
describe escena crucial al instante de avanzar con el féretro del gran poeta
Félix Lope de Vega y Carpio. Relatan crónicas de la época que al sepelio de
este prolífico escritor del siglo de oro español, asistió casi todo Madrid: la
fama en vida del notable dramaturgo fue enorme y así, al parecer, fue aquel
cortejo. El óleo capta escena (desconozco sí ocurrió en realidad) en donde se
detiene la marcha fúnebre ante algún convento de clausura: allí permanecía hija
de Lope de Vega quien, al parecer, había heredado de él asombrosa capacidad
hacia la escritura, sin embargo … Más allá de permitir que monja “encerrada”
saliera a despedir al padre, se prefigura uno de tantos casos en los cuales
mujeres fueron frustradas debido a ideologías, improntas y en lo esencial ante
inveterada misoginia. Aquella hija, el caso de control e incluso maltrato que
padeció Sor Juana Inés de la Cruz -de quien al menos se conservan algunas
obras- (ella es, en modesta opinión, la más sublime de las Poetas en castellano.
Si, es complicado atreverse a superlativos, pero es válido afrontar riesgos)
develan omisiones descomunales. ¡Es ofensivo, afrentoso y desproporcionado el
bloqueo histórico con respecto a la capacidad artística, reflexiva y literaria
de la mujer desde hace milenios! Pareciera que ese gigantesco “bache”, si así
puede nominarse, que existe entre una poeta como Safo, con sus atenuantes algo
legendarios o Hypatia, genial matemática, asesinada por turba de fanáticos,
hasta toparse con esquiva figura femenina durante el renacimiento o edad
moderna, dejara sutiles, enfermizas inferencias, disculpas a medias, rastreos
incompletos. Obvio que existen tratados al respecto, los mismos que escapan a
registros en documentos de fácil alcance, tipo textos de enseñanza, acopios
varios. No han de faltar acuciosos expertos entre entramados detectivescos,
hurgando lo ocurrido con centenares de escritoras, compositoras, artistas en
general, que la historia ha sepultado en abrumadora fosa común. ¿Desprecio
evidente, constante e infatigable? Tal vez, no quiero fungir de redentor, sería
absolutamente hipócrita; empero, hay que resarcir injusticias. Llama la
atención, atendiendo a un ejemplo más cercano, que en la aplaudida ANTOLOGÍA DE
LA POESÍA HISPANOAMERICANA CONTEMPORANEA 1914-1970, Alianza Editorial, con
selección y prólogo a cargo de José Olivio Jiménez, entre un total de treinta y
siete poetas escogidos, sólo haya dos mujeres, ¿por qué? En antologías locales
el número de damas es, también, reducido, ¿por qué? Felizmente desde fines del
siglo pasado y comienzos del presente, este trasunto ha ido equilibrándose; aun
así, resuenan ominosas discriminaciones.
2
Es singular lo que ocurre
con las hermosas versiones poéticas realizadas por José Manuel Arango. Gracias
a él, hacia los años ochenta, pudimos conocer traducciones que hizo de Georg
Trakl, entre otros. Ahora y mediante certera recomendación, conozco cantidad
apreciable que realizó de la reciente premio Nobel, Louise Gluck, aparecidas en
la revista Poesía, número 8, año 1993. ¡Preciosas versiones!, cumpliendo con
justificada necesidad mínima de que sea un poeta quien traduzca a otro.
Sensación irresistible: ¿podrían hallarse en estas traducciones ecos de aquel
hiper sensible vate austríaco o de compañeros suyos en la aventura del
Expresionismo? Dentro de la vasta obra publicada por la norteamericana, dicha
escogencia pudo ser meramente aleatoria, ¿lo fue? Difícil saberlo, José Manuel
Arango, quizás el último gran lírico colombiano, hace años murió. Ciertas
palabras, ámbitos y atmósferas expresionistas se perciben en aquellos versos o,
dicho de otra forma, se reviven, se captan en el discurrir de poemas
asombrosamente bien construidos.
Esas versiones fueron
publicadas hace casi treinta años, la autora -desde entonces- ha ido
incrementado su bibliografía. Ella ha dicho “que opten por la lectura del
último de sus libros”; a falta de estos, hay que afianzarse en lo que circula
por internet. No sobraría advertir que tan exquisita aeda merece una mirada que
abarque, ojalá, toda su obra poética, incluyendo ensayos, entrevistas, aportes
desde la academia. “On the way”, fuera expresión que lo vaticine.
3
Observemos un par de
aquellas versiones:
Todo es santo
Ahora mismo se configura el
paisaje.
Las colinas oscurecen. Los
bueyes
duermen en su yugo azul.
Los campos ya segados,
las gavillas parejamente
atadas
puestas al lado del camino.
Y la luna dentada sale.
Esta es la aridez
de la siega o la
pestilencia.
Y la mujer se inclina, en la
ventana,
Con la mano extendida como
en pago.
Y las semillas
netas, doradas, llaman:
Ven aquí,
ven aquí pequeña.
Y el alma se desprende del
árbol.
Poema
Temprano en la tarde, como
ahora,
él se inclina sobre su mesa
y escribe.
Luego alza la cabeza
despacio.
Una mujer aparece, trayendo
rosas.
Su rostro, en el espejo,
flota marcado
por los rayos verdes de los
tallos.
Es una forma de sufrimiento:
entonces
siempre la página
transparente alzada
a la ventana hasta que sus
venas emergen
como palabras al fin llenas
de tinta.
Y se supone que yo debo
entender
lo que los une a ellos y a
la casa
firmemente asentada en el
crepúsculo
porque yo debo entrar en sus
vidas:
es primavera, el peral está
diáfano
de flores delicadas y
blancas.
En “Todo es Santo”, la
primera estrofa -verso a verso-, ofrece preciosa descripción, con el gravitante
giro de iniciales adverbios: “Ahora mismo”, convidando a un cambio pausado del
día hacia la noche, durante diluido ocaso que permanece tácito. Solo elementos,
ausencia de humanos, en este caso innecesarios. El comienzo de la segunda
estrofa es crítica o devastadora, según sea la percepción del lector: “esta es
la aridez/de la siega o las pestilencia”; luego una mujer, su contundente
preeminencia del ser que otorga vida, la mano extendida es vínculo poderoso con
respecto al fruto esperado o a lo que deberá acaecer en otra cosecha. Hacia el
final la poeta acude a inesperada personalización cuando lírica, bucólicamente,
son las semillas las que convocan.
En “Poema” apreciamos manejo
maestro de diversos narradores. Durante la primera estrofa acude al narrador
omnisciente, ubicándonos temporalmente: “temprano en la tarde”, introduciendo
dos seres, hombre que escribe y mujer que “aparece” con ramo de rosas. Inicial
escena, deseo contenido, atmósferas que insinúan, quizá, prolongado éxtasis
romántico. En la segunda estrofa no desaparece aquel demiurgo que todo lo sabe,
infiriéndose opción dramática acerca de que todo lo sucedido o que viene
ocurriendo entre ellos “es una forma de sufrimiento”; no tristeza que, en
última instancia, es definitiva. ¿Se sufre por la escritura, por convivir, por
amar? En finales estrofas, par tercetos,
utiliza primera persona, asumiéndose “el poema” como sujeto activo. Tres verbos
dirimen feroz incertidumbre: soportar, entender, deber: “Y se supone que yo
debo entender/lo que los une …” “porque yo debo entrar en sus vidas:” ¿Se
excusa el poema, evita consecuencias? Tremendo poema, valientes inquietudes
provocan estos versos.
Por supuesto y gracias a la
innata capacidad connotativa que posee la Poesía y denotativa con la que
contamos, estos poemas anteriores, adicionales y versos al azar, deben provocar
exégesis variopintas, extremas o, escuetamente, displicencia absoluta. No a
todos les agrada este género y, en medio de pandemónium de eruditos, cualquier
mirada sin ínfulas pudiera escandalizar.
COLOFÓN
Diversas resonancias han
venido sintiéndose, escuchándose a raíz del acertadísimo otorgamiento del Nobel
de literatura año 2020 para Louise Gluck. Gratitud enorme al descubrirnos tan
notable voz lírica, sumándose a nombres como el de Anne Carson, Premio Princesa
de Asturias, quienes contribuyen al derruimiento de tan cabalgante e injusta
miopía de parte de las academias. Al margen de esto, ruidoso amarillismo con
respecto a derechos de autor, en donde se barruntan soterrados intereses de
parte de editoriales poderosas. Y, ante expresiones de aúlicos anacrónicos, no
faltan detractores, personajes intentando minimizar semejante talento.
Enorme gratitud, sin duda,
merecen los traductores, silenciosos orfebres del lenguaje, sumiéndose en uno
de los ejercicios más complejos entre idiomas diferentes.
Complicado azar el de los
poetas, sean mujeres o hombres: olvido, gloria y trascendencia tocan ante la
puerta del tiempo, juez decisivo.
EXCELENTE ESCRITO. QUIEN ES ESE AUTOR TAN UBICADO O ES UN ANONIMO.
ResponderEliminarFELICITACIONES
Jajajajajajaja. Pues sí, casi anónimo. Pero existo. Atte: Raúl Mejía.
ResponderEliminarOye... me gusto mucho tu reflexion... espero que no te moleste que no te moleste que lo utilice para un trabajo de escuela. Hay personas como tu que solo escriben sobre famosos, que bien. Con ellos no se pierde yse pega uno de los famosos y se cree tambien mas famoso.Debes mantnere las rodillas peladas.
ResponderEliminarJajajajajaja. Las rodillas están peladas desde chico, me preocupa ahora la cabeza. Por tu forma de escribir, sin duda, tienes pelado el cerebro. Úsalo como quieras, pero conserva la ortografía: la tuya, un desastre.
ResponderEliminarVarias veces lo he leído y al leerlo he notado en sus letras, las ganas de huida a otro lugar desconocido para comenzar sin tachones y sobre todo con una poeta que no conocía.
ResponderEliminarEste artículo que el autor, Raúl Mejía, ha puesto a mi alcance tiene todo aquello que tanto anhelo y deseo decir.
¿Eres sobrino de Manuel Mejía Vallejo? Dime la verdad granuja
Me gusta como ha quedado.
Esta tarde comenzaré a leer a esa poeta casi desconocida para mí. Gracias poeta por sus reflexiones.
Jajajajajajaja, pero no puedo dejar de reír. Es que entre festejo e insulto, ya ni sé. ¡NO!, no soy sobrino de ese caballero, soy un pobre diablo y así en esta respuesta aparezca como Alberto Restrepo (en realidad mi nombre completo es Raúl Alberto Mejía Restrepo), si existo. Un abrazo.
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