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Medellín: Destrucción y abandono de su Patrimonio histórico (85)
La Casa en El Poblado / La Casa
Gutiérrez /o La Casa Roja de Rogelio
Salmona
Víctor Bustamante
La
pérdida de poesía de las ciudades colombianas es consecuencia del abuso de los tecnócratas,
de su prepotencia, y de la avilantez de algunos urbanizadores y la pésima
gestión de los administradores...
Rogelio Salmona
No sabía de la existencia de
la Casa Roja de Rogelio Salmona, hasta que leí una denuncia en el Facebook
sobre su destrucción. Para algo valioso sirven las redes, dan a conocer una
noticia que ningún periódico local ha publicado. Al otro día, 30 de marzo, henos
de visita, es decir, en búsqueda de la Casa Roja por la calle 10 con la 27.
Subí, subimos en taxi con Luisinha por las estribaciones del Poblado, además el
taxista, cosa rara, César León Madrid, le interesa el tema del patrimonio.
El lugar, la casa solariega, luce
su abandono costoso cercada por mallas; las mallas en la parte alta de la
entrada hostigan con sus rollos de alambre de púas para prevenir a los intrusos
y dar seguridad a sus dueños de que ese botín, la Casa Roja de Rogelio Salmona,
junto a los carteles perentorios nadie se las arrebatará. Desde afuera solo es
posible observar sus paredes de color rojo, se me antoja frambuesa, aunque
desvaído por los años, así como algunos vitrales rotos de los ventanales. Desde
el interior nadie parece escuchar el saludo de los visitantes, o, a lo mejor,
la casa está deshabitada. Junto a la reja, afuera, en la entrada, los avisos con
todas las disposiciones legales anuncian la próxima debacle para iniciar lo que
sabemos, la construcción de unas torres de apartamentos. En esos carteles, el de color verde, unas palabras que son eufemismos, que es presencia,
legitimación y connivencia en este tipo de casos. “Aprovechamiento de árboles
aislados”, que sígnica en el lenguaje real nada menos que arrasar, talar este
pequeño bosque que aísla la Casa Roja y le da esa donosura. Quien haya vivido
en ella, sabe de la paz que fructificó en el curso de su vida, en este oasis
porque lo era. Pero la especulación por la desmesura y la rentabilidad por el uso del suelo, no
tiene en mente lo que es el Medellín histórico.
Aquí en lo alto de estas
colinas de El Poblado se erige una multitud de torres de apartamentos que
masacraron con esa especulación inmobiliaria las casa fincas de los millonarios
paisas que se habían refugiado en el solaz de sus mansiones. Por supuesto
cuando llegó el boom de la construcción en la década del 80 con el arribismo de
opereta y los oropeles de los medellinenses, con la mafia tras bastidores, destruyeron
muchas casas de Eduardo Caputi y Rafael Uribe, para citar dos arquitectos, y
convertirlas en anónimas colmenas de apartamentos, debido a la voracidad y
urgencia de quienes querían vivir en El Poblado cerca al prestigio que da el bon vivant, reflejo tardío, así sea el de
la mafia que cambió y trastocó las costumbres de esa ciudad con sus utopías de
hojalata y vidrios ahumados, ademanes descarnados y los bultos de dólares
olorosos con que convirtieron este barrio de casa fincas en el hacinamiento más
costoso de la ciudad.
Eso sí a los millonarios paisas nunca les ha importado la ciudad, primero vivían en el barrio San Benito, luego fueron a La Playa, luego siguieron a Prado, luego pasaron el río, Otrabanda, a Laureles, luego se marcharon a El Poblado, siempre huyendo de sus barrios mientras la guacherna esnobista iba impávida tras de sus apariencias. Pero ellos luego se fueron para Llano grande o Sajonia y de ahí, en ese espejismo de alquitrán, se marcharon para Miami. Esa es una de las razones por las cuales algunos medellinenses no sienten su ciudad, detestan sus barrios. Muchas de las casas de Prado fueron vendidas por sus dueños para irse a otros lugares. A muchos de ellos cuyos descendientes aún viven no les interesa su arquitectura, es solo para algunos que buscamos a Medellín desde otra perspectiva donde la historia habla, nos habla. Lo mismo ocurrió con Laureles y con El Poblado, fueron destruidos de una manera total ya que los urbanizadores con sus harapos elegantes y el festón publicitario para vivir allí, cautivaron a miles de medellinenses que querían respirar la aureola del barrio, para ellos, de más prestigio. Ilusos querían aparentar ser vecinos de los Echavarrías, y terminaron viviendo junto a los diversos Escobares de la mafia.
En este Poblado agresivo con su patrimonio, -ya sin historia ni pasado, ni presente porque al medellinense raso no le importa sino el eterno futuro en que han sido cebados por el blasón de lo nuevo para sus mentes edulcoradas, blandas, repetitivas y cómodas como las series de Netflix con sus argumentos truculentos sinónimo de lo baladí-, aún posee una de las casas del mayor arquitecto de Colombia, Rogelio Salmona, que ha sido nombrada de acuerdo al año y al uso: La Casa en el Poblado, la Casa Gutiérrez y luego la Casa Roja, pero esa casa de 1968 va a ser destruida para erigir otra torre de apartamentos. Aquí surgen varias preguntas que en ninguna oficina de la Administración municipal van a responder: ¿Por qué razón siempre los encargados de patrimonio no saben la riqueza histórica y patrimonial de esa ciudad? ¿Por qué motivo se hacen los de la vista gorda, y siempre llegan tarde? ¿Qué y quiénes hay detrás de ese detrimento y de ese silencio para que la ciudad sea tierra arrasada? ¿A quién se acude para este tipo de reclamos, a la Secretaría de cultura, al EDU, a Planeación, a la Agencia de Patrimonio y Paisaje, al Alcalde mismo?, pero ya sabemos que estos funcionarios en términos de patrimonio, es decir de conocer su ciudad, solo pueden lucir su evanescente torpeza matizada de una ignorancia crasa, ya que deben andar mirándose al espejo portátil de su soberbia de pavos reales de ocasión para ascender en sus carreras políticas mientras el patrimonio de la ciudad les resbala.
Hace poco se creó la Agencia de Patrimonio y Paisaje, pero aún no sabemos
la definición de patrimonio para esta oficina que supuestamente iba a velar por la
conservación del patrimonio, ya que en un giro, que es una burla, ya exhibe
como si fuera un gran proyecto con muchos likes los planes para remodelar el
estadio Atanasio Girardot, mientras la ciudad en su riqueza histórica se
deteriora, no les da ni pena a estos funcionarios que así no se engaña la
ciudad, que hay hitos más importantes, pero a un funcionario y a su equipo sin
ideas claras sobre la ciudad solo les quedan las mega obras para esconder su
pusilanimidad y su falta de ilustración sobre el tema y olvidan se les ha asignado
una responsabilidad que evaden. Estos funcionarios deberían caminar el Centro y
conocerlo primero, y eso sí averiguar quién fue Rogelio Salmona. Estoy seguro
que estos funcionarios de esas entidades no saben quién es Salmona, y que una casa
donde se origina su proyecto creativo que desemboca en la Casa de Huéspedes Ilustres en Cartagena se haya en Medellín.
El otro caso despreciable y
turbio es el de las curadurías. ¿Cuándo ellas se han dispuesto a proteger el
patrimonio de la ciudad? ¿Cuándo se han preguntado
si un bien urbano posee riqueza histórica que avale su conservación? ¿Son las curadurías entes sin ningún control?
¿Qué hay allí en esos nidos de destrucción, que tanto poder tienen para decidir
qué se tumba o no en la ciudad? Uno de
esos curadores que fue en la UPB profesor de derecho urbano que con su salacidad
y ramplonería decía ante una requisitoria de parte de una alumna que para construir
una torre de apartamentos en un humedal, supuestamente protegidos, la iban
a construir como fuera ya que allí solo vivían unas ranitas. Ese curador, avivato
y negligente, es el mismo que ha estado detrás de los permisos para la
construcción de los edificios de estilo traquetus miaminsis que ahora ocultan el Palacio Nacional.
Estos funcionarios sin
responsabilidad ni entereza por sus cargos, desde el Alcalde, los funcionarios
de la Agencia del Paisaje y Patrimonio, de la Secretaría de Cultura, y los
diversos curadores no tienen el valor civil de frenar las agallas del sector
privado que hace lo que quiere en materia de patrimonio. Todos ellos, en su enjambre, parecen habitar el
mundo de un video juego, de Love city,
encandilados no junto al amoroso fuego del hogar sino por esa luna cuadrada de
tungsteno que los hipnotiza y aun los obnubilada
con su idea de la construcción permanente sobre planos de ciudades repetitivas,
entre comillas hipermodernas, monótonas, con una sola clase social, la fila de
consumidores, no solo de vituallas en los supermercados, sino en los parques con
edificios ideados de cualquier manera sin historia, donde esos consumidores
hacen sonar constantemente la registradora para aumentar las ganancias y seguir
construyendo ciudades higiénicas, con paisajes similares, tediosos, debido a
esa perfección de los video juegos donde no existe quién piense sino quien
haga fila con una utopía común: consumir para que suene de nuevo la
registradora.
Ante esta pobreza creativa,
falta de responsabilidad, falta de entereza y de amor por Medellín solo nos
resta esta denuncia pública que no leerán esos funcionarios que solo viven en
su ceguera mediática, que no arriesgan un ápice por conservar la ciudad y que
no salen de sus autos blindados con vidrios polarizados, así como blindados
tienen el cerebro con hormigón para saber cómo la ciudad se diluye sin que
ellos se den cuenta.
Mejor sigamos son estas tres
de personas que desde diversos puntos de vista han valorado la obra de Rogelio
Salmona en Medellín. Uno de ellos es Daniel Arias en su blog, EL KILO. NUESTRO MUNDO. MI VERSIÓN. En
el 2007, añade:
Casa
Roja
Ese fue el nombre que se me
ocurrió. Bueno, no se me ocurrió a mí, se le ocurrió al genio recientemente
fallecido de la arquitectura colombiana Rogelio Salmona, único ganador
colombiano del premio Alvar Aalto, que solo se lo han ganado 9 personas (es más
difícil ganarse un Aalto que el nobel, realmente, y el no jodía tanto como
García Márquez). Aalto también es de mis diseñadores favoritos, y su vaso será
el vaso de mi restaurante cuando yo tenga un restaurante.
Alvar Aalto era un diseñador
y arquitecto finlandés y creo ese vaso con su esposa. El tipo es el padre del
modernismo, y es tan influencial (sic), que en su honor la asociación
finlandesa de arquitectos creo el premio, el mismo que se ganó Salmona.
La Casa Roja es una de sus
obras. Queda en la calle 10 de Medellín, arriba de la Transversal Inferior. No
se puede ver porque está completamente cubierta de maleza y está francamente
abandonada. Hoy vi que abrieron una especie de tienda ahí. Sin embargo, en eso
que los gringos llaman "daydreaming" (no encuentro la palabra
adecuada en español) me imaginé un restaurante ahí, en esa preciosa,
probablemente super-costosa y antigua casa.
Como mi mente funciona como
por asociación, como la Wikipedia, hago click en ideas que me salen de ideas,
mis pensamientos idiotas. Ahí pensé que mi restaurante, que tendría vasos de
los de Aalto, precisamente en la Casa Roja de Rogelio Salmona. Inmediatamente
click al nombre del restaurante. ¿Cómo lo llamaría? y ahí se originó este post.
Se llamaría Casa Roja. Es una casa roja, es La Casa Roja.
¿Por qué tanta alaraca con
la Casa Roja? por el nombre, precisamente. Y es que mientras escribo, tengo
abierto el directorio de Medellín, sección restaurantes: Chop Chops, Yakitori,
MarlDonals (no es un error de tipeo, lo juro), Porkys, Sushi to Go: the new
concept in fast food, Angels Italian Gourmet, Krusty Burger”.
Por supuesto la Casa Roja
llegó a funcionar durante unos años, en Facebook 2011 se anota. “En La Casa
Roja podrás encontrar nuestras líneas Taller de Linos y Le Petit Prince. Taller
de Linos ofrece una variedad de lencería de mesa, accesorios de cama y baño y
cojines decorativos. Le Petit Prince se especializa en decoración infantil y
lencería. Cita Previa”.
Pero ese lugar que con tanta
donosura ha cautivado a quien regentó la Casa Roja posee una historia de más
peso, ya que se trata de la Casa Gutiérrez (1968) diseñada por Rogelio Salmona.
Germán Téllez, arquitecto e
investigador, da su reseña en Rogelio
Salmona: obra completa 1959/2005: “La Casa Gutiérrez, en las inmediaciones
de Medellín, se benefició inicialmente de un lugar de notable interés
paisajístico y ambiental, así como de vista lejanas entonces atrayentes. de ahí
la decisión de enfocar el panorama con la apertura de todo un lado de lo que,
de no mediar otra cosa, sería una versión de del patio interior tradicional. La
Casa Gutiérrez, en el fondo tiene aires histórico- funcionalista en la sencilla
claridad de su organización utilitaria, y en la modestia de su lenguaje formal.
Más que reflejar el uso de un “Tipo” o
“Modelo”, la Casa Gutiérrez replantea sin alharaca formal el tema, sencillo y
complejo a la vez, de cómo albergar cierto estilo de vida”.
Es cierto en ese tiempo El
Poblado era campestre y el paisaje era lo más logrado para sus habitantes, unos
años más tarde es posible notar el desarrollo de la ciudad con sus colmenas que
parecen construidas con un mismo plano y donde ha desaparecido el concepto del
arquitecto como artista.
En otro texto es posible
rastrear el valor arquitectónico de la Casa Roja en otros tiempos La casa en El
Poblado, lo notaremos en un trabajo de la arquitecta Clara Mejía Vallejo: Elementos para una búsqueda: Le Corbusier
y Rogelio Salmona:
“Salmona comienza a
proyectar a partir del patio, y este se haya en su primer proyecto que es la
casa de El Poblado
En un texto “Allende los
patrones”, Rogelio Salmona, refiriéndose a un proyecto ajeno, anticipa y compendia
los principios de lo que se convertirán en las directrices de su trabajo:
•
La necesaria consideración del paisaje y de
su imbricación con la arquitectura.
•
El entendimiento de la arquitectura desde su
vivencia eminentemente espacial.
•
La incorporación de los espacios abiertos
como articuladores de la arquitectura.
•
La consideración de cuestiones como la luz,
la sombra, la decoración o los materiales como materiales de proyecto.
Desde el proyecto de la Casa
en El Poblado, es perceptible la aparición de una retícula métrica que, sin
introducir propiamente una modulación, ordena la composición. Esta retícula
varía ligeramente en las distintas casas, no obstante, permanece siempre
presente como una herramienta clave en la proporción de los espacios”.
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“La Casa en El Poblado es la
única a la que se accede a través del patio. Esta decisión es esencial en su
percepción y experiencia al convertirse necesariamente en un espacio
direccional y de tránsito obligado. Tras el ingreso, y a nivel del patio, se
encuentra un deambulatorio perimetral que da acceso a las diferentes
estancias”.
Menciono solo las anotaciones
y reflexiones de la arquitecta Clara Mejía Vallejo de la Universidad Politécnica
de Valencia, que realizó sobre la Casa en El Poblado (1968), ya que su
investigación la tiene en cuenta para la evolución del diseño creativo de
Salmona y su relación con Le Corbusier junto a otras casas diseñadas por el arquitecto
colombiano como son La Casa en el Refugio (1968-69), la Casa en el Chicó
(1969-70), la Casa Franco (1978-79).
“Dejad hacer, dejad pasar” es
una de esas palabras que se convirtieron en consignas para los fisiócratas con
respecto al libre comercio, que luego se extendió bajo otra óptica a las
diversas esferas de la vida pública en el país. Desde esta definición algo es
cierto, Medellín la ciudad de las siglas, no es la ciudad que tiene rostro de
muchacha bonita como alguna vez escribió Uriel Ospina, sino la ciudad de la
hipocresía, de las coimas, del incumplimiento, de las mentiras en las entidades
que se crean para proteger el patrimonio y son solo una estafa para la misma ciudad
por parte de administradores sin carácter donde el sector público y privado
la exprimen en su rentabilidad como norma por encima de la historia misma de
un patrimonio que merece mejor suerte, su preservación.
Bibliografía:
-Mejía Vallejo, Clara: “Elementos para una búsqueda: Le
Corbusier y Rogelio Salmona”, en
Colaboradores de le Corbusier N.1, dearq
14. Julio de 2014. ISSN 2011-3188. Bogotá, pp. 136-157.
http://dearq.uniandes.edu.co
- Téllez Germán. Rogelio Salmona: obra completa 1959/2005 - Volumen 1 -
Página 169. Facultad de Arquitectura, Universidad de los Andes, Bogotá 1991 -
348 páginas
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Por eso de Medellín no va quedando nada. Hasta sin Patio del Tango.
ResponderEliminarCon mi saludo en noche pasada por agua y en pleno conticinio, Víctor, recibe las felicitaciones por tu labor denunciante de la avilantez de los depredadores del patrimonio arquitectónico de Medellín,
ResponderEliminar"cual si todo se fincara en la riqueza/
en menjurjes bursátiles/
y en el mayor volumen de la panza/",
como escribió León de Greiff en su poema *Villa de La Candelaria*, precisamente hoy hace 107 años -¡ciento siete años!-.
Sigue adelante porque el camino a recorrer es pedregoso, largo y muy espinoso. He ahí el mérito para vos, caminante...
Haya paz.
Agur.
Muchas gracias don Víctor por compartir este maravilloso documento y felicitaciones por tu excelente labor en bien del Patrimonio Histórico.
ResponderEliminarSaludo9s.
Posiblemente le pueda interesar al inquieto Daniel Quintero Calle (ALCALDE) para montar una GRAN SCRETARIA MUNICIPAL PARA EL AVERNO, DESPACHO DE LUCIFER, LECTURA DE LA CARTA ASTRAL LA PLAMA DE LA MANO Y EL TABACO...CEREMONIAS KOGUIS, CELEBRACIONES ABORÍGENES, BRUJERÍA EN TODOS LOS ESTILOS Y CIENCIAS INFUSAS...NO HABRIA NI QUE BARRERLA... Y SU SOBRA ESPACIO...PARA UNAS CAMAS UCI. YO QUE DIGO.
ResponderEliminarFelicitaciones maestro Victor, excelente artìculo, felicitaciones
ResponderEliminaray, papá, que hijueputas estos antioqueños, qué raza de animales maldita...
ResponderEliminarMuchas gracias Víctor por tan buen artículo.
ResponderEliminarExcelente artículo, video y reflexiones.
ResponderEliminarEl patrimonio está en riesgo mientras las decisiones sean de parte de estos políticos, urbanistas y "curadores".
Un fuerte abrazo y gracias por tú gran labor!!!
Excelente artículo, muchas gracias por la información
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