domingo, 14 de febrero de 2021

ATRAPADOS EN EL PASADO / Darío Ruiz Gómez

 


ATRAPADOS EN EL PASADO

Darío Ruiz Gómez

Para quienes se auto-declaraban “revolucionarios” el calificativos al que más  recurrieron para  descalificar  a  quienes defendían  el humanismo y criticaban la destrucción del patrimonio cultural  fue  llamarlos  “reaccionarios “, estableciendo así una  caprichosa  diferencia entre el progreso que supuestamente la revolución iba a traernos y un “caduco pasado” que era necesario eliminar para inaugurar un “nuevo orden”. De ahí el frenesí que llegaron a poner no para defender  el conocimiento sino por el contrario, como lo demostraron  con su radicalismo hacia lo que no seguía sus dogmas, haciéndolo por aquello que más les convenía: la difusión de la ignorancia.  Recordemos  que reaccionario  es quien reacciona   ante  las arbitrariedades de las ideologías  es decir quien  cuenta con  un criterio moral para no dejarse avasallar en este caso por el populismo. Ser reaccionario supone la capacidad de quedarse a solas y no plegarse a la estupidez generalizada tal como durante décadas ha venido ocurriendo en Colombia.  A partir de la denuncia de la JEP sobre 22.000 secuestros de las FARC –que en realidad serían 35.000-  por mucho que lo intentemos jamás podremos volver a ser los mismos en la medida en que, tal como pasó con el pueblo alemán ante el Holocausto, también  tendrá nuestra sociedad  que responder ante esta hecatombe, rescatando la individualidad de cada víctima, trayendo al presente el horror que vivieron ante monstruos como los que ahora impunemente se sientan en el espacio sagrado del Congreso. “Cárceles del pueblo” llamaron las FARC y el ELN compitiendo en “eficacia revolucionaria” a unos huecos profundos en la tierra donde colocaban a los secuestrados siguiendo el ejemplo de la ETA  para la “socialización del sufrimiento”. Los cuerpos de algunos niños y ancianos fueron encontrados  con el gesto de terror que  paralizó  sus corazones al sucumbir ante esta afrenta. Y sin embargo a sabiendas de estas atroces muertes los rescates fueron cobrados. ¿De cuál memoria colectiva hablamos, de cuáles falsos positivos cuando la tarea consiste en ir individualizando cada drama familiar, cada vida truncada? “El vacío de conciencia, el olvido y la voluntad de olvidar como golpe final propinado a las víctimas, a las que se culpa de los crímenes  que se cometieron contra ellas, he aquí el acto demoníaco de eliminación de la memoria y sensibilidad humana”  nos recuerda Bauman 

Al recurrir a una supuesta memoria colectiva previamente manipulada y no a la construcción racional que supone hacer la historia  a partir de  los hechos,  lo que se logró por parte de esa izquierda cacreta, fue  recurrir a  un emocionalismo  infantiloide  que ha servido para que se banalice  la  dimensión  de su violencia,  el  terrorismo, el narcotráfico. Y lo digo porque ya han comenzado a escucharse las exclamaciones de última hora de los oportunistas.”Me engañaron, yo nunca supe de los secuestros”.  Lo que no saben quienes se dan golpes de pecho es que no puede haber vuelta atrás  porque el  falaz relato sobre “el guerrillero heroico”, “el revolucionario romántico” ha muerto definitivamente  y  el verdadero  juicio  a esta maldad ha comenzado a hacerse fuera de estos tribunales de ocasión  por parte de la verdadera resiliencia ciudadana capaz  con su respuesta moral de ejecutar unas sentencias que la farsa jurídica inventada por Enrique Santiago busca  ignorar.  Vuelvo a describir este claro ejemplo: ”El Tiempo” fue el periódico que históricamente  representó la causa de la libertad, defensa de la cultura plural. Este periódico desapareció cuando los restos de la familia Santos lo vendieron al Grupo Empresarial “Planeta Agostini” que lo transformó al formato del marketing  berlusconiano aplicado por otros periódicos en el mundo:  primacía de la noticias de farándula sobre las páginas de opinión, reducción del número de palabras en los artículos, frivolización de la cultura. Aparecieron Iván Cepeda, Piedad Córdoba como nuevos protagonistas y empezaron  a jugar un papel estratégico  los capciosos  titulares de la primera página  bajo el objetivo único  de convertir al expresidente Uribe en el enemigo  a destruir. Posteriormente  Luis Carlos Sarmiento compró el periódico y lo puso al servicio de la campaña de Santos lo que permitió que la batería de noticias falsas, titulares equívocos, se aceitara mientras  acusaba la crisis de lectores,  incapaz  de dar el salto al reto digital y al hecho comprobable de que su crisis  no es la del periodismo sino la de un modelo empresarial que quiso acabar con el periodismo pensante.  El santismo  al plegarse por entero a las FARC  cayó en un imperdonable error: aliarse con la barbarie, no atreverse a saltar el muro de la infamia, quedarse atrapado en ese vergonzoso pasado.  

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