ATRAPADOS EN EL
PASADO
Darío Ruiz Gómez
Para quienes se auto-declaraban “revolucionarios” el calificativos al que más
recurrieron para descalificar a quienes defendían el humanismo y criticaban la destrucción del patrimonio cultural fue
llamarlos “reaccionarios “,
estableciendo así una caprichosa diferencia entre el progreso que supuestamente la revolución iba a traernos y un “caduco
pasado” que era necesario eliminar para
inaugurar un “nuevo orden”. De ahí el
frenesí que llegaron a poner no para defender
el conocimiento sino por el contrario, como lo demostraron con su radicalismo hacia lo que no seguía sus
dogmas, haciéndolo por aquello que más
les convenía: la difusión de la ignorancia. Recordemos que reaccionario es quien reacciona ante las arbitrariedades de las ideologías es decir quien
cuenta con un criterio moral para
no dejarse avasallar en este caso por el
populismo. Ser reaccionario supone la capacidad de quedarse a solas y no
plegarse a la estupidez generalizada tal como durante décadas ha venido
ocurriendo en Colombia. A partir de la
denuncia de la JEP sobre 22.000
secuestros de las FARC –que en realidad serían 35.000- por mucho que lo intentemos jamás podremos volver a ser los mismos en la medida en que,
tal como pasó con el pueblo alemán ante el Holocausto, también tendrá nuestra sociedad que responder ante esta hecatombe, rescatando la individualidad de cada víctima,
trayendo al presente el horror que vivieron ante monstruos como los que ahora impunemente se sientan en el espacio sagrado del Congreso. “Cárceles del pueblo” llamaron las FARC y el
ELN compitiendo en “eficacia revolucionaria” a unos huecos profundos en la
tierra donde colocaban a los secuestrados siguiendo el ejemplo de la ETA para la
“socialización del sufrimiento”. Los cuerpos de algunos niños y ancianos fueron encontrados con el
gesto de terror que paralizó sus corazones al sucumbir ante esta afrenta. Y sin embargo a sabiendas
de estas atroces muertes los rescates fueron cobrados. ¿De cuál memoria colectiva
hablamos, de cuáles falsos positivos cuando la tarea consiste en ir
individualizando cada drama familiar, cada vida truncada? “El vacío de
conciencia, el olvido y la voluntad de olvidar como golpe final propinado a las
víctimas, a las que se culpa de los crímenes
que se cometieron contra ellas, he aquí el acto demoníaco de eliminación
de la memoria y sensibilidad humana” nos
recuerda Bauman
Al recurrir a una
supuesta memoria colectiva previamente manipulada y no a la construcción racional que supone
hacer la historia a partir de los hechos,
lo que se logró por parte de esa izquierda cacreta, fue recurrir a un emocionalismo infantiloide
que ha servido para que se banalice la
dimensión de su violencia, el
terrorismo, el narcotráfico. Y lo
digo porque ya han comenzado a escucharse las exclamaciones de última hora de
los oportunistas.”Me engañaron, yo nunca supe de los secuestros”. Lo que no saben quienes se dan golpes de pecho
es que no puede haber vuelta atrás porque el
falaz relato sobre “el
guerrillero heroico”, “el revolucionario romántico” ha
muerto definitivamente y el verdadero juicio a
esta maldad ha comenzado a hacerse fuera de estos tribunales de ocasión
por parte de la verdadera resiliencia ciudadana capaz con su respuesta moral de ejecutar unas sentencias que la farsa
jurídica inventada por Enrique Santiago busca
ignorar. Vuelvo a describir este
claro ejemplo: ”El Tiempo” fue el periódico que históricamente representó la causa de la libertad, defensa
de la cultura plural. Este periódico desapareció cuando los restos de la
familia Santos lo vendieron al Grupo Empresarial “Planeta Agostini” que lo
transformó al formato del marketing berlusconiano
aplicado por otros periódicos en el mundo: primacía de la noticias de farándula sobre las
páginas de opinión, reducción del número de palabras en los artículos,
frivolización de la cultura. Aparecieron
Iván Cepeda, Piedad Córdoba como nuevos
protagonistas y empezaron a jugar un papel estratégico los capciosos titulares de la primera página bajo el objetivo único de convertir al expresidente Uribe en el
enemigo a destruir. Posteriormente Luis Carlos Sarmiento compró el periódico y
lo puso al servicio de la campaña de Santos lo que permitió que la batería de
noticias falsas, titulares equívocos, se aceitara mientras acusaba la crisis de lectores, incapaz
de dar el salto al reto digital y al hecho comprobable de que su
crisis no es la del periodismo sino la
de un modelo empresarial que quiso acabar con el periodismo pensante. El santismo al plegarse por entero a las FARC cayó en un imperdonable error:
aliarse con la barbarie, no atreverse a saltar el muro de la infamia, quedarse
atrapado en ese vergonzoso pasado.
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