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EL PARQUE DEL AMOR Y OTROS
POEMAS de AUGUSTO GONZÁLEZ
Carlos Alfonso Rodríguez
El triunfo universal de la
novela Latinoamericana y de la poesía urbana en los años 60 y 70, relegó de
manera sistematizada la poesía del juglar, el canto de los aedas, la lírica y
los versos de los poetas cantores; que desde entonces se refugiaron en las
urgencias cotidianas de la vida para construir una obra en la orfandad cultural
y en la marginalidad; porque su técnica, métrica y lirismo había sido
cuestionada por las tesis políticas, sociológicas y coyunturales de la época
con las agitaciones de Mayo 68, y los grupos de vanguardia que deliraban con la
Revolución cubana y el Che Guevara. Una de las tesis que
descalificaba la poesía lírica en los años 60 y 70 en América Latina, argumentaba
que era una “herencia española”, lo que era incierto; pues venía del romance
italiano, y más precisamente siciliano. Otra tesis de la época manifestaba que
la poesía debería contribuir “al cambio social”.De esta manera, esta vertiente natural de la
poesía y de la lírica, fue descalificada por autores fanatizados, que repetían
la misma cantaleta que le trasmitían sus adiestrados correligionarios. Sin
embargo, toda esa retórica política fue utilizada para que algunos avezados se
encaramaran en el mundo de la cultura, en el universo burocrático y
administraran de este modo en el Estado, los denominados presupuestos
participativos.
La poesía de Augusto González (Lima, 1930) es una poética sencilla, transparente, diáfana, que revela la aquiescencia del autor por retratar el lado bello de la vida, para producir una estética, una poética y además una ética, que van de la mano en este singular creador de armoniosos, finos y musicales cantos, que empezó a elaborarlos en la soledad del hogar, en la intimidad de la tertulia familiar. A veces con amigos y compañeros de la misma vocación. Hasta reunirlos en cuadernillos que empezaron a viajar de mano en mano. Había comenzado todo con las lecturas secretas de José María Vargas Vila en la antigua casa familiar, con los versos de Amado Nervo, con los Salmos de David; pero luego en el largo devenir del tiempo contrajo los deberes de ser padre de familia de siete hijos, que lo alejaron por años de la vocación creativa y de muchas lecturas modernas y posmodernas. Cuando el destino le arrebata a su compañera de manera física, pues su esposa fallece relativamente joven. La construcción de cantos y poemas solivianta esa enorme nostalgia y acompañan desde entonces esa soledad del camino de la vida, pero también desarrolla una indeclinable vocación religiosa que lo convierte en un gran lector bíblico, y en un eximio divulgador de éste pensamiento, que pretende retomar las raíces aurorales del cristianismo inspiradas por Martín Lutero, cuestionando las farsas, promesas y bondades del tradicionalismo.
Generacionalmente, Augusto González pertenece a la gran promoción de poetas, literatos y músicos de los años 50 en el Perú, en la que participaron brillantes autores como Blanca Varela, Sebastián Salazar Bondy, Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren, Alejandro Romualdo, Gustavo Valcárcel, Juan Gonzalo Rose, Manuel Scorza, Pablo Guevara, Julio Ramón Ribeyro, Enrique Congrains, Guillermo Thorndike y Mario Vargas Llosa.
Augusto González, no es por supuesto un Bob Dylan, un Leonard Cohen, un George Brassens, un Charles Aznavour, ni Gilbert Becaud; pero es el autor de la música de varios de sus cantos que han recorrido regiones, ciudades y países, y los poemas que él suele lanzar al viento con melodiosa voz. Todo esto explica y denotan que siempre estuvo dotado para estas habilidades artísticas, musicales y místicas, que en algunos instantes se convierten en mensajes y arengas para festejar el regalo de la vida y sus virtudes. La poética de su canto bien puede inspirarse en un recóndito pueblo denominado Cangallo, ubicado en el departamento de Ayacucho, cuna de la libertad de América, como también en los parques y plazuelas de su natal ciudad —El parque del amor es una plaza ubicada frente al mar en el distrito de Miraflores, Lima—. Pero también pueden manifestarse en poemas como: “Los músicos clásicos”, “Andaluza coqueta y mordaz”, o los amados personajes de la infancia: “Genio genial de genialidades”. Hasta en las ruinas milenarias de Macchu Picchu en el Cuzco, sin dejar de mencionar los pasajes y estancias de la vida cotidiana, humana y sentimental.
La vida del artista, autor y poeta en mención, ha transcurrido en varias regiones de su país de origen, en grandes ciudades como Los Ángeles, EE.UU., y también en países de América como Colombia, en donde ha vivido por largas temporadas, evocándola en magníficos poemas como GUATAPÉ UN PARAÍSO DE ENSUEÑO, MEDELLÍN y MANIZALES.
Augusto González, con la nueva publicación de EL PARQUE DEL AMOR Y OTROS CANTOS, logra plasmar en versos diáfanos y pulcros, los eternos e inagotables temas del amor, la amistad, la paz, la vida en la cultura latinoamericana y universal. Larga vida para este poeta de voz serena, profunda e inmarcesible.
La poesía de Augusto González (Lima, 1930) es una poética sencilla, transparente, diáfana, que revela la aquiescencia del autor por retratar el lado bello de la vida, para producir una estética, una poética y además una ética, que van de la mano en este singular creador de armoniosos, finos y musicales cantos, que empezó a elaborarlos en la soledad del hogar, en la intimidad de la tertulia familiar. A veces con amigos y compañeros de la misma vocación. Hasta reunirlos en cuadernillos que empezaron a viajar de mano en mano. Había comenzado todo con las lecturas secretas de José María Vargas Vila en la antigua casa familiar, con los versos de Amado Nervo, con los Salmos de David; pero luego en el largo devenir del tiempo contrajo los deberes de ser padre de familia de siete hijos, que lo alejaron por años de la vocación creativa y de muchas lecturas modernas y posmodernas. Cuando el destino le arrebata a su compañera de manera física, pues su esposa fallece relativamente joven. La construcción de cantos y poemas solivianta esa enorme nostalgia y acompañan desde entonces esa soledad del camino de la vida, pero también desarrolla una indeclinable vocación religiosa que lo convierte en un gran lector bíblico, y en un eximio divulgador de éste pensamiento, que pretende retomar las raíces aurorales del cristianismo inspiradas por Martín Lutero, cuestionando las farsas, promesas y bondades del tradicionalismo.
Generacionalmente, Augusto González pertenece a la gran promoción de poetas, literatos y músicos de los años 50 en el Perú, en la que participaron brillantes autores como Blanca Varela, Sebastián Salazar Bondy, Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren, Alejandro Romualdo, Gustavo Valcárcel, Juan Gonzalo Rose, Manuel Scorza, Pablo Guevara, Julio Ramón Ribeyro, Enrique Congrains, Guillermo Thorndike y Mario Vargas Llosa.
Augusto González, no es por supuesto un Bob Dylan, un Leonard Cohen, un George Brassens, un Charles Aznavour, ni Gilbert Becaud; pero es el autor de la música de varios de sus cantos que han recorrido regiones, ciudades y países, y los poemas que él suele lanzar al viento con melodiosa voz. Todo esto explica y denotan que siempre estuvo dotado para estas habilidades artísticas, musicales y místicas, que en algunos instantes se convierten en mensajes y arengas para festejar el regalo de la vida y sus virtudes. La poética de su canto bien puede inspirarse en un recóndito pueblo denominado Cangallo, ubicado en el departamento de Ayacucho, cuna de la libertad de América, como también en los parques y plazuelas de su natal ciudad —El parque del amor es una plaza ubicada frente al mar en el distrito de Miraflores, Lima—. Pero también pueden manifestarse en poemas como: “Los músicos clásicos”, “Andaluza coqueta y mordaz”, o los amados personajes de la infancia: “Genio genial de genialidades”. Hasta en las ruinas milenarias de Macchu Picchu en el Cuzco, sin dejar de mencionar los pasajes y estancias de la vida cotidiana, humana y sentimental.
La vida del artista, autor y poeta en mención, ha transcurrido en varias regiones de su país de origen, en grandes ciudades como Los Ángeles, EE.UU., y también en países de América como Colombia, en donde ha vivido por largas temporadas, evocándola en magníficos poemas como GUATAPÉ UN PARAÍSO DE ENSUEÑO, MEDELLÍN y MANIZALES.
Augusto González, con la nueva publicación de EL PARQUE DEL AMOR Y OTROS CANTOS, logra plasmar en versos diáfanos y pulcros, los eternos e inagotables temas del amor, la amistad, la paz, la vida en la cultura latinoamericana y universal. Larga vida para este poeta de voz serena, profunda e inmarcesible.
Medellín, 25 de mayo del
2019
EL PARQUE DEL
AMOR
El parque del amor,
me hace recordar.
Lo mucho que te amé;
cuando te conocí.
Recuerdo aquella vez,
cuando te vi pasar,
al instante mis ojos
se prendaron de ti.
Tu imagen de mujer,
pletórica de amor;
de ensueño y corazón
jamás podré olvidar.
El parque del amor,
testigo de un querer,
que allí mi ser te dio
con dulce devoción.
Nunca te olvido,
aunque ya no me quieras,
y aunque otro sea tu dueño,
yo siempre te amaré.
El parque del amor,
me hace recordar.
Lo mucho que te amé;
cuando te conocí.
Recuerdo aquella vez,
cuando te vi pasar,
al instante mis ojos
se prendaron de ti.
Tu imagen de mujer,
pletórica de amor;
de ensueño y corazón
jamás podré olvidar.
El parque del amor,
testigo de un querer,
que allí mi ser te dio
con dulce devoción.
Nunca te olvido,
aunque ya no me quieras,
y aunque otro sea tu dueño,
yo siempre te amaré.
HOY SOY MUY FELIZ
Hoy soy muy feliz,
porque te conocí.
Y encuentro que tu ser,
se parece a mí.
Todo lo que te gusta,
también me gusta a mí,
podemos compartir.
Hoy soy muy feliz,
cuando te veo reír.
Derramas la dulzura
que me hace a mí vivir.
Y juntos disfrutamos
la dicha del amor,
que nos hace feliz.
¡Amada mía, pedazo de cielo!
Nunca apagues, la luz que en ti brilla;
mantenlo siempre así,
como un radiante sol
que nos hace vivir.
Hoy soy muy feliz,
porque te conocí.
Y encuentro que tu ser,
se parece a mí.
Todo lo que te gusta,
también me gusta a mí,
podemos compartir.
Hoy soy muy feliz,
cuando te veo reír.
Derramas la dulzura
que me hace a mí vivir.
Y juntos disfrutamos
la dicha del amor,
que nos hace feliz.
¡Amada mía, pedazo de cielo!
Nunca apagues, la luz que en ti brilla;
mantenlo siempre así,
como un radiante sol
que nos hace vivir.
A MI AMADA MADRE
En un pedestal de mi casa,
guardo un recuerdo hermoso,
es el retrato de mi madre;
mujer humilde y generosa.
Era un dechado de amores,
siempre alegre, siempre lista,
a demostrarnos su afecto,
con cariños y con caricias.
¡Cuánto la amé! ¡Cuánto la extraño!
Ningún tesoro vale más que ella,
su corazón era para todos,
como un pan bendito de cada día.
Era el dulce aroma de la casa,
y cuando jugaba a nuestro lado,
con esa gracia, con esa dicha,
nos llenaba de inmensa alegría.
El tiempo inexorable vuela,
en alas del recuerdo.
Cómo verla ahora para decirle:
¡Oh madre mía cuánto te amo!
¡Cuánto te adoro! Por ser mi vida.
Que Dios te tenga en su regazo,
con bendiciones, con vida eterna.
En un pedestal de mi casa,
guardo un recuerdo hermoso,
es el retrato de mi madre;
mujer humilde y generosa.
Era un dechado de amores,
siempre alegre, siempre lista,
a demostrarnos su afecto,
con cariños y con caricias.
¡Cuánto la amé! ¡Cuánto la extraño!
Ningún tesoro vale más que ella,
su corazón era para todos,
como un pan bendito de cada día.
Era el dulce aroma de la casa,
y cuando jugaba a nuestro lado,
con esa gracia, con esa dicha,
nos llenaba de inmensa alegría.
El tiempo inexorable vuela,
en alas del recuerdo.
Cómo verla ahora para decirle:
¡Oh madre mía cuánto te amo!
¡Cuánto te adoro! Por ser mi vida.
Que Dios te tenga en su regazo,
con bendiciones, con vida eterna.
¡GUATAPÉ!¡UN PARAÍSO DE ENSUEÑO!
¡Qué inmenso encanto es,
este mágico y poético paisaje natural
llamado Guatapé!
Islas, rodeado de lagunas, como remansos
bosques floridos que la engalanan,
y un precioso obsequio del universo:
Un meteorito que vino cruzando las galaxias;
para que aquí se llame ¡El Peñón de Guatapé!
En esta naturaleza tan bella,
hay poesía para los amantes,
música de los vientos para los bardos,
un inmenso telar de pergamino para los pintores;
y un lugar de sosiego y paz para las familias.
¡Guatapé! Es un verdadero oasis de vida.
Hermosas casitas pintorescas, balcones coloniales,
parques con fuente de agua, un hermoso templo de
filigrana,
un malecón inmenso con miradores y funiculares,
restaurantes con típicas comidas, y los stands de artesanías,
que le dan un toque de alegría y festividad a la ciudad.
Cuánto hubieran deseado estar aquí con su arte,
los clásicos pintores del paisajismo: Jacob Van Ruisdael
y Hobbema, holandeses;
Turner y Constable del imperio británico.
Sus obras maestras deleitarían
al mundo entero, como nos deleita hoy,
el cuadro natural, bello, hermoso,
que es el encanto de Guatapé.
un malecón inmenso con miradores y funiculares,
restaurantes con típicas comidas, y los stands de artesanías,
que le dan un toque de alegría y festividad a la ciudad.
Cuánto hubieran deseado estar aquí con su arte,
los clásicos pintores del paisajismo: Jacob Van Ruisdael
y Hobbema, holandeses;
Turner y Constable del imperio británico.
Sus obras maestras deleitarían
al mundo entero, como nos deleita hoy,
el cuadro natural, bello, hermoso,
que es el encanto de Guatapé.
AYACUCHO: TEMPLO
DE LAS LIBERTADES
Rincón de los muertos, y también de los vivos,
indómitas tierras de Chancas y Pocras,
que en su tiempo fueron guerreros de temple
y jamás sometidos al imperio incaico.
Más tarde llegaron las huestes de España,
y colonizaron construyendo templos
para someterlos a punta de misas;
la rebelde sangre que el indio tenía.
Luego la Colonia que sentó reales,
impusieron leyes a favor de ellos;
sometiendo al pueblo a la servidumbre,
como vil esclavo de sus malhechores.
La justicia tarda, pero siempre llega,
como la sequía que espera la lluvia;
así el alma humana que ruega al cielo,
recibe el milagro que tanto lo espera.
Hoy es Ayacucho, la historia de glorias,
templo sacrosanto de las libertades,
donde los patriotas al tirano vencen,
con valor y honor que encumbran su nombre.
¡MANIZALES!
¡Manizales!
Tierra de esplendor,
donde un día yo te conocí,
mujer bella y a gracia sin igual,
el perfume de tu flor,
el perfume que me dio tu amor.
¡Oh, Manizales!
Tierra bendita,
donde nace el amor
de una vez;
y un beso alado lo lleva el viento;
y te hace llegar
mi gran amor.
¡Manizales!
Yo te amo a ti,
por ser tierra que me dio tu amor.
La grandeza de tu inmenso amor;
fue conmigo en verdad;
la hermosura que no olvidaré.
¡MIRA TÚ, CUÁNTO TE AMO!
¡Mira tú, cuánto te amo!
Y este amor, me está matando,
porque nunca correspondiste
y sufrí y sufrí,
de tanto esperar que me amaras a mí.
Entonces ahora, estoy tan solo,
con mi tristeza y mi dolor;
y sin embargo te llevo dentro
de este enfermo corazón.
¡Mira tú, cuánto te amo!
Y este amor se va muriendo
como el sol, en el ocaso,
cuando falta su luz, cuando falta su luz
y se apaga su ardor.
¡VENECIA MÍA!
En mi lejana Venecia, todo es hermosura,
allí se dan una cita los que aman el mundo:
sabios, poetas, pintores, adornan sus calles
y cobra la vida, bella ilusión.
Venecia, vive su gloria pasada y presente,
siente en sus venas correr la lira del Fausto,
allí el amor es la vida que todos soñaron,
que todos soñamos como realidad.
Venecia, vive Venecia mía,
tus glorias cuéntamelas aquí.
Entonces, viviré enamorado
para darte mi alma, mi ilusión y mi amor.
En sus lagunas de plata los poetas cantaron
las melodías más bellas en coplas de amor
y bajo una luna encantada se oyó una gran risa
y un beso alado, dio a la flor.
¡Oh, mi querida Venecia! Yo te amaré siempre
y aunque todos te olviden, viviré por ti,
cada mañana en mi pecho, te tendré conmigo
hasta que muera, bella ilusión.
¡MACCHU PICCHU!¡ENCANTO DEL MUNDO!
El Cuzco se yergue como un mito eterno,
por esa grandeza del Tahuantinsuyo,
donde unos incas formaron imperio
a base de leyes, llena de morales.
Las sagradas cumbres, los Andes Peruanos;
fueron fiel testigo de ese gran imperio,
donde los incarios dejaron tesoros,
como el ¡Macchu Picchu! Encanto del mundo.
¡Macchu Picchu!¡Belleza de América!
Vives en parques de exóticas cumbres
y el paisaje llena la gran Ciudadela,
que todos te admiran y sueñan contigo.
¡Macchu Picchu!¡Encanto del mundo!
Tus glorias pasadas renacen de nuevo,
como el Ave Fénix, de entre las cenizas,
levantas el vuelo, traspones los cielos
y tocas la gloria, que te dieron fama.
EL
GENIO, GENIAL DE GENIALIDADES
En una época muda del Cine,
sin sonoridad ni colores multiformes,
hace su aparición un genial comediante,
dramático, y versátil actor, llamado Charles
Chaplin.
Su aparición causa revuelo entre grandes y chicos,
es un verdadero mimo, del drama y la comedia,
único, en su género, en el Cine.
Los cinéfilos llenan las salas del teatro,
y en un abrir y cerrar de ojos, cunde en todos
el alborozo y el placer de gozar.
Masticando chicles o comiendo turrones,
los muchachos de mi época, aplauden la aparición
de su ídolo.
Chaplin, con sus mimos, desplantes y bufonadas,
hacen reír a la concurrencia, hasta el extremo,
que algunos se orinan en los calzones. ¡Qué
barbaridad!
El mago, de la comedia y el drama, nos hace reír y
llorar.
En el fondo de nuestras almas, estamos felices.
Charles Chaplin, fue actor, productor, director y
escenógrafo,
compositor de música. Nos dejó como un gran
regalo,
su hermosa canción romántica: Candilejas.
A CANGALLO
¡Cangallo!
Quebradita
de mí ensueño,
rinconcito de mis padres,
que le vieron ahí nacer.
Eres tierras de los míos,
mis ancestros del ayer
que forjaron sus familias
con ahínco y con amor.
Guardo a ellos mi memoria,
porque de ellos vine yo.
Gracias doy a Dios del cielo
por ese inmenso parabién.
El Cangallo de los ríos,
del chamizo y del saucel,
de la alondra y el palomo,
que la adornan con candor.
Yo te amo en mi recuerdo
y jamás te olvidaré.
Rinconcito de los míos,
el Cangallo del Perú.
¡SONRÍA!
¡SONRÍA! ¡SONRÍA! ¡SEA FELIZ Y ALEGRE!
¡Sonría para ser feliz!
El que vive alegre y sonriente,
es como la naturaleza viva,
hermosa, bella, llena de esplendor.
Toda la naturaleza en sí, es alegre,
se alegra el mar en lontananza,
el viento que silba y nos refresca,
la flor que es bella, y nos perfuma,
el pajarillo que trina y nos alegra.
¡Sonría para ser feliz!
Deje de ser como los ogros,
con la cara adusta y macilenta
que más parecen ser Frankenstein, en vida.
Sonría natural como los niños,
sin malicia, sin prejuicio, ni aspavientos,
sea natural como la belleza.
¡Sonría para ser feliz!
Y vivirá muchos años,
porque su corazón recibirá
el sosiego de esas hormonas de vida.
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