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El
gesto exterminador de un anarquista,
Aforismos de Vargas Vila.
Omar Ardila
Víctor Bustamante
Sobre Vargas Vila hay un
velo sucio que ha ocultado su escritura y lo ha mostrado muchas veces solo como
un autor de algunas novelas. Una de ellas la más leída. Aura las violetas, que, incluso se ha llevado al cine. También
abunda la mala prensa que ha opacado su
obra con la persistencia de esos chismes, como que sedujo a su madre, como que
era masón y mantenía su quehacer gay. También ha existido un silencio elocuente que no ha podido
borrar su obra abundante en el campo de la novela, pero a la hora de esa verdad
esquiva, lo que ha molestado en Vargas Vila es la perdurabilidad de su crítica,
de hecho ha sido el único escritor desterrado en los años 1900.
Y aunque la menospreciada
cultura popular, aquella que solo posee como medio de comunicación, el voz a
voz, lo ha leído, no era raro ver en los ventorrillos de libro en las calles y
en las librerías de segunda sus novelas, que eran leídas en ediciones de
segunda hasta que mucho después, en 1973, fueron publicadas sus novelas. De
ellas me molesta ese continuo adjetivar que les da a su escritura un brillo
innecesario, pero y este otro pero es que en algún ensayo Borges estuvo presente
en la conferencia que Vargas Vila dio en Buenos aires en 1924. O sea, queda una
idea sobre Vargas Vila que era un escritor
de peso, un escritor que era muy leído, en el ámbito hispanoamericano, aunque el
vasto y sucio silencio intentó callar su obra, sobre todo en Colombia donde muchos
escritores nunca dicen lo que piensan en sus textos sino en baja voz. Algo no
le perdonaban a Vargas Vila sus diatribas contra Núñez y la Regeneración y su
sometimiento al clero, así como pone en su sitio e esos “prohombres” que saquean
el país, solo interesados en el poder como su paraíso buscado. En los países donde
debió huir fundó periódicos o revistas, en Venezuela, La Federación, Eco Andino y Los Refractarios, y fue expulsado ante
las quejas desvergonzadas del gobierno colombiano. En Estados Unidos funda la
revista Hispano América, luego de ser
echado de del diario neoyorquino El
Progreso ante su cara contra la tiranía de los presidentes gramáticos, que
marcan y aun define el carácter del sr colombiano. Las babas para acceder al poder.
Por esa razón al leer el
libro de Omar Ardila, El gesto exterminador
de un anarquista, Aforismos de Vargas
Vila, (La valija de fuego, Editorial, 2018), él ha indagado en algo que nunca
sabía, y son sus aforismos, al leerlos, caemos en cuenta de sus acerados conceptos,
donde la política, los mitos, la academia, la gramática, la religión, el amor,
las leyes, son vapuleados con un sentido de desmesura y propiedad, bajo el
influjo de un yo poderoso que no se esconde, sino que habla con toda su furia
desde adentro, que me digo, por qué motivo no había leído este Vargas Vila de
los aforismos, ese escritor, ese pensador, que es único en ese momento en el
país, en ese país bogotano que aun cantaba los bambucos y pasillos de Julio Flórez,
ese país que mantenía una tradición del amor como algo cercano a la muerte
creado por Isaacs, visible en Tránsito
en Salve Regina y que fue cristalizado
en la María del mismo Isaacs y que pasa
por Aura o las violetas, como el amor
con el deseo que subyace con la remembranza a un ser muerto. Ese país que solo
se recrea y traza como legado su memorabilia de escritores que nada dicen, que,
extasiados transcienden el tiempo sin saber la razón por la cual muestran un país
desde un solo lado, donde se olvida la virulencia y honestidad, la osadía y la
necesidad de que un escritor diga algo.
Pero Vargas Vila mientras
escribía ficciones de este tipo, también trazaba lo más contundente de su obra,
sus aforismos, criticando no solo el ser colombiano, los esbirros con una manera
de permear con sus discursos, cualquier estado de cosas sino que todo lo dejan
como una insaciable tabula rasa , y que nos
reclamaba y nos recuerda como desde hace muchos años que alguien en el país fue
capaz, con su osadía y acerados conceptos, oponerse al curato, y a los políticos,
graciosos gramáticos, y al partido
conservador que duró en el poder tantos años.
Por las páginas de este
libro obtenemos ese Vargas Vila, confrontador, disparando desde su panóptico
con sus aforismos, contrariado por algunos de sus exegetas como, Federica Montseny,
Ignacio Cornejo, Pompeyo Gener, que algunos van valorado su obra, otros recobran
solo parte de ella, otros lo desquician, otros no le han perdonado, que haya
tenidos cargos diplomáticos de Ecuador y Nicaragua, pero también que los
obreros de Barcelona lo hayan leído como uno de los arúspices del movimiento anarquista
donde Vargas Vila es una de sus voces poderosas.
Omar Ardila ha escogido
de varios de los libros del mordaz Varas Villa, los aforismos que más le han
dado lustre al escritor, y que nos hacen pensar como esa tradición de escritores
que se debieron ir del país, así como esa presencia y tradición del anarquismo
un perdura como esa otra escritura de ideas que combatió a quienes se escondieron
detrás de las sotanas, de la gramática y de los cargos públicos a dirigir un país
que no merecerían.
Con esta investigación, presentación
y ensayo crítico, Omar Ardila devuelve
un Vargas Vila fresco, potente, acerado, cínico, punzante, mordaz, con su escritura
tan personal como debe de ser un
escritor en su completa soledad alejado de la fisura que le otorgan los medios
y que domestican las alabanzas.
Marco Osa, Queequeg editorial,
con tatuajes en su brazos, también ha tatuado este libro a su manera, le ha
dado su carácter, es decir su sello, su personalidad. Sus páginas rebosan del
cuidado, del detalle, de la disposición de las fotografías que le dan una nueva
aura a la afilada pluma de Vargas Vila.
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