sábado, 18 de agosto de 2018

EL PAISAJE CAUTIVO / Darío Ruiz Gómez

Pawel Kuczynski


EL PAISAJE CAUTIVO

Darío Ruiz Gómez

El campesino sometido a una dura labor en el campo, no ve el paisaje, el concepto de paisaje  tal como lo señaló en un espléndido ensayo Kenneth Clark sólo se da plenamente en la cultura moderna  como vivencia,  en el momento en que el campesino es liberado  de su alienación, detiene sus pasos y observa las montañas, el celaje hasta entender que este es su verdadero territorio, estas son las imágenes que lo acompañaran toda la vida. A partir del movimiento romántico  en Inglaterra  Burke incorpora al concepto clásico de belleza  el concepto de lo bello existente en la naturaleza. A Burke  se le debe el concepto de panorámica, el  ilímite confín que se abre al coronar un alto, la cima de una montaña y concomitante a este concepto  el de horizonte tal como lo describe Cano en su célebre cuadro “Horizontes”. Ese hermosísimo verso de Epifanio Mejía. “Cargadas de silencio llegan las tardes”  se puede equiparar al verso inmortal de Guillermo Valencia. “Hay un momento en el crepúsculo en que las cosas parecen brillar más” Esa luz imperceptible  que penetra en los espacios propicios a la soledad de las almas en los  cuadros de Eladio Vélez: Lo que no está en las imágenes no existe pues carece de ese trasfondo existencial que hasta el más retraído de los  seres humanos, los niños, los locos, logran  fijar en su  retina como referencia  necesaria frente al desmedido deterioro del entorno. La selva  es la naturaleza y no la cultura,  diferencia que establece Kevin Lynch entre paisaje natural y paisaje construido: entre la majestad de las selvas amazónicas y el paisaje construido por los grandes paisajistas  de Francia desde el Renacimiento, el Barroco hasta nuestros días. De ahí la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad al paisaje construido en  la zona cafetera de Caldas, Risaralda, Quindio. Categoría  que  alcanzó  el paisaje construido de la región del Oriente antioqueño  hoy arrasado por la vulgaridad de constructores improvisados, por la ausencia de una verdadera planificación del territorio que nos  hubiera  recordado que  el paisaje  es un valor patrimonial en tanto fue construido  y determinado por las  manos de mujeres, de niños y de hombres que así bautizaron lo que era  un confín  indeterminado, barbecho.

Recordamos  con tristeza la destrucción de la Sabana  cundinamarquesa. Pero hoy cuando las gentes se lanzan con el frenesí propio de quienes estuvieron durante décadas confinados a causa de la violencia, a buscar los ríos de los Llanos, de la Sierra de la Macarena, de la geografía de los pueblos de valles y montañas, de nuestros litorales, lo que se está poniendo  de presente  con esta movilización que propicia el intercambio social,  es que el derecho al libre desplazamiento por cualquier territorio que los grupos violentos le negaron al ciudadano, enajenando  las distintas  geografías, destruyéndolas, nos privó de una experiencia cultural  fundamental,  legado de  quienes abrieron caminos, cultivaron la tierra y la bautizaron con su sangre,  concepto  realmente histórico  de patrimonio  que fue y debe ser de ahora en adelante el principio jurídico  para configurar  definitivamente  el concepto de territorio, arrebatado  por la violencia de los cultivos de coca, por los mineros envenenando los ríos,  por quienes  hoy  quieren absurdamente privatizar el paisaje con fines comerciales o quieren seguir considerándolo como fueros politiqueros.  No sólo  pues, zonas de reservas sino el paisaje construido como patrimonio.

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