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61 Medellín:
Destrucción y abandono de su Patrimonio Histórico: Edificio Uribe Navarro
Edificio Uribe
Navarro
Para José Raúl
Jaramillo
Víctor Bustamante
Cuando pasamos al
frente del edificio, o mejor a lo que fue el edificio Uribe Navarro en Junín
con La Playa, no vemos el inmueble, tampoco lo han tumbado, pero sí lo han
mimetizado. Para ello lo han camuflado con espejos, en una labor de persuasión
tal, que pasamos por esa
esquina, sin percatarnos apenas de su existencia. Al cubrirlo con espejos se ha
efectuado el insulto más grande a una de las oficinas de arquitectos más
relevantes de la ciudad, me refiero a la firma H.M. Rodríguez e Hijos que lo
construyó en 1925. Camuflar un edificio con espejos es la manera más solapada
de relegar una construcción, es anteponer un elemento para lo banal, como son
los espejos, para que se refleje lo virtual, en este caso el cielo y los otros
edificios, nunca los transeúntes, dando la apariencia de amplitud en el espacio
y no de la ñoñería de sus actuales ocupantes, Ragged. Una cubierta de espejos
es la ocultación que refleja la nada, es la escasez de signos, lejos de la
semántica de la calle. En la actual cultura ligth en Medellín ese revestimiento
con espejos es significado de la nulidad total, es la solución más a la mano,
barata y simple que no coteja la
historia sino que la anula. No sé si aquellos que realizaron tal adecuación con
este elemento tan inexpresivo se habrán dado cuenta de la aniquilación que
realizaron con su maquillaje: una desorientación total a un referente de la
ciudad.
La noche del 6 de
febrero de 1859 se recuerda por un baile de disfraces en la casa del gobernador
del departamento, Dr. Jorge Gutiérrez de Lara, situada cerca al Parque de
Berrío, en el centro del costado occidental, segunda casa de norte a sur. Ese
acontecimiento social fue opacado, ya
que el 10 de junio, apareció en el río, frente a Bermejal, el cadáver de
Domingo Jaramillo, talabartero mulato proveniente de Salamina que trabajaba
con Bernardino Giraldo en un local donde está hoy el edificio Uribe Navarro.
Giraldo le había dado muerte a Domingo durante la noche y lo arrastró cerca,
arrojándolo a la quebrada Santa Elena.
Aquí, en esta
esquina, también vivió José Giraldo, que laboraba en su cerrajería. El establecimiento era un cobertizo cubierto con
ramas en el techo; quienes pasaban por la calle lo veían golpeando metales en
el yunque. A pesar de ser buen trabajador, y devotísimo de la virgen, José Giraldo, hermano de Bernardino, era
único en sus desplantes, eso sí muy amigo de festines y bebidas espirituosas.
Cuando se le inició una pesquisa por inmoralidad, decidió elaborar con dos
cañabravas una cruz, a la cual dispuso una ruana, así como formalizarle una
procesión y, además, le acomodó un letrero: “En la ruana está el delito”.
Alquiló una banda de música, como compañía, lo cual llamó la atención al
provocador y panfletista Camilo A.
Echeverri, quien decía, y se lamentaba por qué no se le había ocurrido
esta idea, una certera performance. Enrique Echavarría, a quien le debemos
también otra versión, anota que a José Giraldo, le encantaba mezclar las
fiestas religiosas con la pólvora. Para ese motivo y su deleite, patrocinó de
su cuenta, en una noche, una larga recámara a todo lo largo del Parque de
Berrío donde se escucharon tacos de pólvora de todos los calibres hasta que
sonó uno con el poder de la bravura. Se dice, con ese desparpajo paisa, que
esas dos arrobas hicieron vibrar las arañas de la iglesia y quebró vidrios
alrededor, pero esto era imposible, ya que hubiera destruido todo el entorno.
José, que no se sentía muy solo, era un picarísimo redomado. Entonces cuando
sospechaba que sería enviado a la colonia penitenciaria de Patiburrú por Puerto
Berrío, debido a un abuso de leso erotismo,
se dispuso a realizar su propia despedida montándose en un caballo con
su mascota, una mica atada con una cadena de plata. Se puso su mejor vestido y
un letrero: “El delito está en la ruana”. Detrás seguía un carro halado por un
caballo, dispuesto con dos ataúdes y, sobre ellos, varios cirios nerviosos y
encendidos. Detrás de él, en esa performance congelada en el tiempo, los seguía
una banda musical, en su jolgorio, y, por supuesto, el griterío de los niños
que los acompañaban a dar la vuelta por las calles del tranquilo pero, ahora, sorprendido poblado.
Otra vez Camilo Antonio Echeverri se volvió a lamentar. No podía creer que alguien
se le hubiera adelantado con un evento tan procaz, provocador y anárquico.
Melitón Rodríguez, 1900 |
Hay una fotografía
de Melitón Rodríguez, 1900, en Junín con
La Playa, junto al puente en arco y de ladrillo. En la esquina, hay un edificio
de tres pisos con tejado y enseguida un aviso, Portales de Junín, también hay
allí una berlina halada por un cabello blanco que se asoma a la puerta, y no es
para menos, en ese lugar existía una sede para los llamados coches de punta,
que eran tirados por caballos. Esta fotografía posee el poder evocador pero aún
más provocador, debido a que parece una postal con esa malignidad que subyaga:
nada de lo que vemos en ella consta hoy.
En ese lugar, un
inmueble de tres pisos, al lado del Puente de Junín mientras la Santa Elena,
bordeada por muros de piedra, pasa lenta y mítica, fresca y perezosa, tatuada
en su formato que araña el tiempo, en algunas fotografías en blanco y negro,
debidas a Melitón Rodríguez y a Pastor Restrepo. Allí, ya existía una cantina, el Caballo de Bronce, regentada por
Natalio Platín. Platín era hijo del inmigrante
alemán Luis Platín, platero y acreditado grabador radicado en Medellín en
búsqueda de ese Eldorado fantasioso que no significaba más que conseguir plata.
Luis era laborioso: se le veía dándole al martillo y a la lima, o con el buril
en la mano; y, por supuesto, muy aficionado a la cerveza. En años anteriores,
1886, Natalio, aún más quimérico, se vio envuelto en problemas judiciales por
la denuncia de propiedad de las minas Santa Ana en Guarne.
En este edificio de
tres pisos, el más relevante de Junín, con sus cuatro balcones en el segundo
piso, y con la mansarda de otra fisionomía, y ya rematado el techo con tejas y coronado por lo
que puede ser un lucernario, se llamaba el edificio Lalinde. En su tercer piso,
Francisco Antonio Cano poseía su taller, que es posible analizarlo en uno de
sus cuadros, ya que Cano ha pintado una
de sus escenas más personales, el Estudio del pintor (1985). En esta escena,
porque lo es, Cano sentado y elegante bocetea a la modelo, una campesina con un
niño entre los brazos; otro adolescente mira una pintura; otro, Melitón
Rodríguez, de unos doce años, mira a un aprendiz que también dibuja a la
modelo. En la pared una pintura de Mariano Ospina Rodríguez con su barba blanca
y su gorrito, quien vivía cerca, por la calle Boyacá, y vigila desde la pared,
mientras en un anaquel los objetos dispersos del pintor lo expresan.
Este crucero, de
Junín con La Playa, se convertiría con el tiempo en escenario y punto de
referencia. Iniciaría su esplendor en 1919 cuando fue comprado y rebautizado el
Café la Bastilla por Hipólito Londoño, y que serviría como punto de reunión y
conversación para una tertulia memorable. Carrasquilla, Efe Gómez, Alfonso
Castro, Ciro Mendía, Ernesto González, Pepe Mexía, Pachito Cárdenas, Carlos
Mazo y Emilio Jaramillo. Algunas veces el maestro Gonzalo Vidal dirigía allí su
orquesta. Ellos, estos artistas, estos poetas, estos músicos, siempre poblarán
esta esquina, ya que entrarán de nuevo en esta memorabilia, ya que la amistad y
la literatura abren esa veta para el diálogo y un encuentro. Luego, al frente, sería construido el Teatro
Junín en 1924, como el culmen de los teatros, obra maestra de Agustín
Goovaerts. Allí en su interior, en la
esquina, un salón, el Majestic, le daría un toque de elegancia durante un breve
periodo.
Luego sería
construido, en la otra esquina, Cardesco. Una salsamentaría elegante donde se
expendían licores extranjeros y enlatados. También era sitio de una tertulia,
La Cigarra. Al frente, al sur, había sido edificado, el Edificio Uribe Navarro,
que posee una historia atrayente, inusitada y de mucho valor.
Los hermanos Uribe
Navarro, que ambicionaban ostentar su brillo, eran los promotores y dueños de
este edificio; ellos eran Eduardo, Salvador y Vicente, acreditados comerciantes
que cimentaron en Yalí un apreciable negocio de abarrotes, administrado por uno
de sus socios, Germán Uribe N. Además eran propietarios de una empresa de
transporte de carga que movilizaban en carretillas y mulas, entre las
estaciones de Botero y Cisneros, pasajeros y mercancía. Por esos lados poseían
la finca El Humo para descanso y reposición de sus quinientas mulas.
En la revista
Progreso se saluda la construcción de este edificio, en 1925, como parte del
Medellín nuevo, y, en efecto, estamos ante el despegue de una ciudad con
arquitectura más racional. Eso sí con un sello peculiar, como es todo lo que
construyeron los Rodríguez. No es el gran edificio de alto vuelo como el del
Palacio Municipal -hoy Museo de Antioquia-, no es el Castillo elaborado con filigranas,
no es el edificio Víctor, o el Palacio Egipcio, no es el Edificio Constaín, ni
el edificio Tobón Uribe y el edificio Central con líneas y ángulos rectos para
citar algunos. No, este edificio podría considerarse una obra menor, pero
dejando ese punto de vista, posee el sello de HM Rodríguez e Hijos, y eso basta
como carta de presentación, ya que este edificio tan diferente, en este
formato, a los demás diseñados y construidos por ellos, advertía sobre una
diversa posibilidad creativa. No es republicano en su estilo, no es racional en
su configuración; tal vez sea un híbrido. En sus líneas sencillas da la
impresión de poseer otro énfasis, otro camino a la creatividad. No hay
arabescos, ni ménsulas como volutas que sostienen algún elemento decorativo,
aquí las ménsulas, en pares son sencillas, sostienen el alero del piso segundo. Sus líneas son simples. En el primer piso sus cuatro ventanales son
prácticos con sus vidrieras cuadradas, así como sus cinco entradas determinadas
en el umbral por el sello de molduras
octogonales. En el segundo piso, en las dos esquinas, hay dos balcones
con sus columnas, y cinco ventanas con sus rejas elaboradas en hierro y en el
tercer piso su remate ondulado, con la superficie terminada en
cuadriculas, que casi se disuelve en las
siete aberturas de varias ventanas que van surgir de la línea curva que culmina
en el techo.
En una fotografía de
1930, observamos que en esta esquina del Uribe Navarro, en el primer piso,
existe un Salón de Billares y siguiendo por la acera hacia Boyacá funciona la
Botica y Droguería Junín de Ramón, Juan B. Peláez, además se ve un anuncio
donde se ofrecen para la venta vejigas para balón, lo cual delata la presencia
del futbol como maneras de situar el inicio y fervor por ese deporte.
Luego, cuando la
Botica Junín se traslada al edificio vecino, al comprar sus socios una parte, que va desde Boyacá a la Avenida Primero de Mayo. En el primer piso,
ya vacante, para 1936, se establece la Salsamentaría Respin, propiedad de los hermanos
Restrepo Mesa que administraba su primo Gabriel Escobar, considerado el mejor
vendedor del mundo; los productos Respin se distribuían allí. Desde 1920 se
había creado la firma de productos alimenticios Respin por Luis Restrepo Mesa,
propietario de la Droguería Nacional. Don Luis era un prominente hombre de
negocios: lo avalan ser socio de Cervecerías Antioqueña y La Libertad, había
participado en 1916 en la fundación de Noel.
También, en la Salsamentaria Respin, ofrecían enlatados y confituras
importadas. Don Gabriel, como todo vendedor, elogiaba sobremanera los productos
que ofrecía para animar a sus clientes a consumir. Incluso muy devoto, entre
comillas, madrugaba para acompañar a su novia a misa, a la Candelaria, en una
cita furtiva como excusa. En este breve interregno llegaba un profesor de
inglés, míster Jammes, a reclamarle por su ausencia, ya que el paquete de
Pielroja solo se lo quería comprar a él, para provechar lo dicharachero que era
quien regentaba el lugar. A don Gabriel
no le quedó más remedio, para no desacreditar el negocio, que postergar la cita
con su novia, para poder vender el
paquete de Pielroja a su cliente.
A las cinco de la
tarde, en la Salsamentaría Respin, se formaba otra de las célebres tertulias de
Medellín. La presidía Marco A. Peláez, a quien le debo parte de esta memoria.
Allí asistían: Luis Carlos Henao, Antonio Valencia y Carlos Pérez Escobar;
luego fueron entrando y pasaron por ella, Carlos Posada Amador -que luego sería
un afamado compositor musical-,Ignacio Isaza Martínez, Eduardo Toro Escobar, Hernán Toro Agudelo, Carlos Ariel
Gutiérrez, Alfonso Arboleda, Cristian Botero Mejía, Jorge White Gutiérrez,
Jaime Bustamante Ferrer, Guillermo Escobar, Antonio Duque Gaviria y Eduardo
Mejía Vélez. Luego se incorporó el librero Rafael Vega Bustamante, y más tarde,
de una manera esporádica, Bernardino Hoyos, abogado, intelectual y periodista
de la UPB. Luego Hoyos trabajaría en la BBC de Londres y sería asesor cultural
de Caracol, ya con otro nombre Bernardo Hoyos. Jaime Barrera Parra estuvo en
allí y, en una crónica sobre Medellín, Del Edén al Respin, señala sobre
su interior: “El Respin es un salón deslumbrante. Baldosines, espejos, música,
todo brilla”. Al otro año regresó a Medellín, el primero de enero del 35, y durante
un incendio en el Teatro María Victoria al caerle el cielo raso mató a algunos
espectadores. Entre ellos a Jaime Barrera Parra.
Para 1936, en pleno
apogeo de la radio en Medellín, se registra el surgimiento la Emisora Philco,
propiedad de Hernando Duque R. y Alberto Estrada, -padre de Leonel Estrada que
luego sería crítico de arte-. Don Alberto, había liquidado sus negocios en
Manizales y se instaló en Medellín, incluso montó la Óptica Central, ya que él
había estudiado optometría en Nueva York, además fabricaba telescopios.
Hernando Duque, su socio, hombre de temple, imprimió a la emisora una política
agresiva con la perspectiva de desplazar a La Voz de Antioquia. Técnicamente
contaba con un transmisor de onda corta, inicialmente en 49 metros y onda
larga. Esta emisora funcionaba en el tercer piso del Edificio Uribe Navarro y en la propia oficina
del gerente estaba el transmisor, ya que aún no era tan estricta la
normatividad sobre su funcionamiento. Pero en 1938 los socios disolvieron sus
lazos comerciales y la emisora cambió su nombre por el de "Claridad".
De esta forma, la radio comercial en Medellín consolidó en sus primeros años:
La Voz de Antioquia, Ecos de la Montaña y la Emisora Philco o Claridad. Mario
Jaramillo Duque, tío de Leonel Estrada, también trabajó en la Emisora Philco.
Este era un gran humorista, que tenía un show de hora y media, en el que
imitaba personajes: Mussolini, Hitler y algunos dirigentes locales. Leonel lo
veía ensayar y disfrutaba el privilegio de ver sus presentaciones tras
bambalinas, en el Teatro Junín.
1940 |
Desde su fundación,
la emisora Philco se caracterizó por un programa: La Hora Católica. En esta
Medellín ultramontana con coqueteos falangistas; porque lo fue. También se
dictaron conferencias, seminarios, charlas, en días de fiesta o fines de
semana, a través de los renombrados medios de comunicación, como El Colombiano,
El Obrero Católico, El Pueblo, La Defensa, y diversos programas de radio.
La fundación de la
Hora Católica fue debido a monseñor Tiberio de J. Salazar, que coincidía con la
celebración del Congreso Eucarístico. Este programa sería dirigido por monseñor
Félix Henao Botero, luego rector de la UPB. Era un programa semanal sobre asuntos de la situación mundial
y la vigencia del pensamiento cristiano como una réplica al ascenso del
comunismo que descreía de Dios, pero que terminó involucrado con dictadores
sangrientos como Stalin, Mao y Castro. En una de sus primeras emisiones, el 3
de mayo de 1936, disertaron personalidades como el orador y político conservador
Gonzalo Restrepo Jaramillo, sobrino del expresidente Carlos E. Restrepo y del
sacerdote jesuita Juan María, quien pronunció su oración "Por qué
creemos", y también llegó a asistir
el empresario José María Bernal, que refirió un tema sobre la moral. En los
años sucesivos se notó la presencia de José López Henao, el domingo 14 de mayo
de 1937, disertó sobre Comunismo y fascismo. Emilio Robledo argumentó en la
"Hora Católica", el domingo 28 de febrero del 37, en donde deja
traslucir sus principios morales y su excelente formación académica, sobre todo
en el campo de la pedagogía y de la ciencia.
Poco hemos indagado
sobre la Violencia en Medellín, todas esas pésimas noticias, y ese momento, las
oscurece el Bogotazo. Pero Medellín tuvo su Medellinazo. El nueve de Abril de 1948 fue quemada la sede del periódico
sectario La Defensa al ser rociado con gasolina por la muchedumbre, ubicado en
Boyacá donde están hoy Almacenes El Mar, antes edificio Villanueva y la agencia
donde funcionaban las oficinas de El Siglo. También incendiaron el edificio
Álvarez Santamaría, -el Portacomidas-.
Enseguida se prendió fuego a los edificios de la emisora la Voz del
Triunfo con su radio periódico Mundo al Día. La biblioteca de la Universidad
Bolivariana situada en Caracas con Palacé ardió junto a miles de libros tirados
a la calle. Editorial Difusión también fue incendiada, siguió el café Danubio,
y en turno fue incendiado el Almacén Respin que también fue saqueado. Siguieron
las bodegas y los almacenes en el barrio Coltejer. El cuerpo de bomberos
recibió, en la tarde del 9 de abril, 346 notificaciones de incendios. En el
Centro también fueron saqueadas totalmente tres grandes joyerías. De igual
forma la turba destruyó el Café la Bastilla y a Cardesco.
Luego de esos
incendios, con sus destrozos, se estableció en el lugar donde quedaba el
Respin, el almacén Parisina, -cuyo dueño era Jesús Posada-, que duró en esa
esquina muchísimos años, unos cincuenta. Era un almacén de telas que marcaba el
hito de la novedad en plena síntesis de la esquina de más prestigio en la
ciudad. Parisina evocaba a Paris, pero más precisamente a las parisinas, damas,
chicas, mujeres con alto sentido de la elegancia que querían verse acicaladas
de lo principal de la moda cuando caminan por las calles, cuando entran a los
espaciosos salones para provocar una mirada, ante el desparpajo de los habitúes
que se llenan de la armonía, de la ilusión y del deseo ante una chica que deja
una estela de perfume y el taconeo digno que las sigue; es más, las persigue, eco
de la transitoriedad. También en Parisina se vendían los adornos y telas con
que fueron ambientadas varias casas elegantes y prestigiosas. En el sótano se
guardaban los grandes rollos de tela. Además había un localcito son un lugar
afamado el Salón de Jugos. Esta esquina, de la cual poco se habla, se convirtió
en una verdadera pauta comercial, ya que en la diversa sucesión de fotografías
que hacen posible rastrearla, se suceden los anuncios que rasguñaban su
estructura: American Gentleman, Indulana, Pepalfa, Chicles Clark, Lucky Strike,
Cometa. Cada uno de estos anuncios reitera una etapa y un momento de la
circularidad de empresas, incluso hasta la pobreza actual.
El Club Medellín,
fundado en 1946, ocupaba un local situado en
Colombia entre Junín y Sucre, pero se consolidó cuando sus fundadores
trasladaron su sede a las oficinas de Radio Nutibara, que funcionaba ya en el
tercer piso del edificio Uribe Navarro cuyo gerente era Jaime García Lobo y
Hernando Téllez Blanco, fundadores también del Club Medellín, junto a Luis
Gómez T., Pablo Restrepo U., Ángel Renix, Luis Ramos, Santiago Vargas
Lorenzana, Hernando Téllez B., Alberto
Gómez, Apolinar Ramírez y Alberto López. Radio Nutibara había comenzado sus
emisiones el 1 de mayo de 1938, como la Voz del Amo, y en sus instalaciones se
ubicó la primera máquina portátil para grabar discos fonográficos en Medellín.
En 1940 inició las transmisiones a control remoto e implantó el sistema de
música continua con su lema: «más programas con menos anuncios». En esta emisora
se inició uno de los grandes de la radio, Joaquín Marino López.
Para 1961 "El
Rosario" era diariamente transmitido a las 6 p. m. por Radio Sinfonía,
quien iría a creerlo con el tiempo, y Radio Nutibara; a las 6 a. m. por Radio
Nutibara y la Voz de las Américas; Radio Sinfonía transmitía igualmente la Misa
Vespertina Dialogada, desde la parroquia San José todos los días a las 5 de la
tarde.
En una fotografía de Digar de 1955 se lee un aviso
en el segundo piso del edificio Uribe Navarro sobre el de Parisina, Escuela de
Comercio Práctico, que fue dirigida por su rector y dueño don Emilio Torres
durante 52 años. En ese centro educativo se podía estudiar bachillerato,
mecanografía, taquigrafía y contabilidad. También había en su interior otros
negocios cómo relojerías, y la oficina de Arrendamientos y comisiones de Raquel
Tobón.
Un hecho acaeció en
Parisina, cuando la machaca estuvo de moda, a mediados de los años 70. Allí,
detrás de su vitrina, encerrado en una urna de cristal y clavado con una aguja
de oro, fue exhibido el insecto que medía unos 8 centímetros, que, de picar a una persona esta debía hacer
el amor en 24 horas o de lo contrario moriría. Este mito llegado desde el Meta
y avivado por la revista Vea encontró eco en la población, y, sobre todo, en
Medellín, ya que las filas de curiosos para apreciar al animal del amor,
también miraban hacia el interior de Parisina el lujoso surtido de telas. La
nota del paisa cazurro y tumbador la impuso la llegada de un curandero, un
indígena que venía del Amazonas, pero falso, de las entrañas de Loreto, por las
plumas de gallina que lucía en su cincha, por su paruma de dril y sus sandalias
costeñas, que vendía una crema antimachaca, que causó furor en los incautos,
frente a la vitrina, que le escucharon y le compraron su surtido. Miedosos y
lejanos no sabían que la historia de la machaca nunca trajo como realidad un
muerto debido a su picadura.
Ya, a mediados de
los 80, a Parisina la reemplaza Creaciones Vans de Betty Restrepo e hijos. Allí
vendían camisas, ropas y telas. Ella era novia del conocido ex jugador de Nacional, Gabriel
Mejía, y había que verlos en Versalles, él un gran portero, luego cantante de
tangos con sus zapatos blancos y su pinta de argentino.
Ahora, hoy 11 de
mayo y de lluvias del 2018, los paneles con espejos podrán tapar la
arquitectura del Uribe Navarro, camuflaje realizado sobre los vestigios de una
obra de HM Rodríguez e Hijos, para darle cierta apariencia mafiosa y de lo ligth, pero nunca podrán
ocultar la historia que ha destilado este lugar que, como la carta robada en el
relato de Poe, nadie ve. Ragged ha ocupado su perfil de esquina a esquina. En
el mismo lugar por Boyacá hay un hotelito, Acuarela Hot, para parejas
ocasionales donde se lee, habitaciones temáticas. Incluso entré, entramos con mi
asesora al hotelito, y al cerrar la puerta del cuarto egipcio, casi a media luz,
había de pie un sarcófago del tamaño de una persona. Como Medellín se ha vuelto
muy turística, le habían colocado al sarcófago de plástico, en la parte que
corresponde al rostro del faraón, unas
gafas oscuras, en el colmo de la lobería paisa. Pensé en el cuento, otra vez de
Poe, El ajedrecista de Maelzel , donde
opera la trampa: un jugador oculto dentro del gabinete, bajo la mesa del tablero
milenario, y resolvimos hacerle bromas
al sarcófago. A lo mejor, adentro, había un mirón, con cámara para espiar a los
amantes, lo cual dañó la celebración.
Es cierto, en
seguida, de la evolución del Medellín elegante, construido con tanta donosura
hasta 1968, al Medellín lumpen y de cachivaches, esta fisura, esta degradación,
continúa con una cacharrería, El Manicomio, que ofrece todo a 5000, en lo que fue la
Botica Junín, para expresar, lo inexcusable: la caída proverbial del Centro, después
de un largo periplo en que se construyeron algunos de los edificios de más renombre, hasta el empobrecimiento actual que regresó a la
tenebrosa Chichería de los Conejos en mitad de la calle Boyacá, a fines de
1800.
Los transeúntes
pasan de largo, los vendedores de cacharros, en su supervivencia, siguen ahí
todo el día. Algunos urbanistas, pendientes de sus proyectos de risa y de
sus negocios, aun despistados no saben
cómo solucionar este embrollo, los historiadores andan despabilados y
pendientes de qué ha dicho el dúo dinámico de Guatari y Deleuze para
embadurnarse de sus capos teóricos, -solo embadurnarse-, mientras la ciudad
histórica bosteza, desaparece, y nosotros la caminamos, la buscamos.
Buen día. Acuso recibo y lectura juiciosa. El anecdotario estuvo genial.
ResponderEliminarGracias por los buenos recuerdos. Evoco mis primeros pasos por esa esquina y me ubico en 1968, yendo desde Amador x Junín, hasta la avenida De Greiff x Cundinamarca, haciendo la ruta por Junín hasta la 1° de Mayo, bajando por ésta hasta la plazuela Nutibara y bajando por la De Greiff hasta Cundinamarca para tomar el bus rumbo al SENA de Pedregal. Después del festival de Ancón, Medellín pasó de ser un pueblo grande a ser una ciudad cosmopolita y ubicada en el mapa.
José M.
ResponderEliminarMuy buen investigación sobre esa esquina emblemática de Medellín que constituye Junín con la Playa. Desfilan personajes y hechos que nos llevan a una época gloriosa del antiguo Medellín.
Mil gracias lindos recuerdos y muy buen video. Saludos
ResponderEliminarRecibe mi saludo, Víctor, y el agradecimiento por tus envíos relacionados con el deterioro arquitectónico del Centro de Medellín, la otrora Bella Villa que cantaron poetas, ensayistas, novelistas, cuentistas y, naturalmente, músicos de cuerda y trombón, de instrumentos de marfil, cobre y ébano.
ResponderEliminarEs una interesante labor la que adelantas y compartes por este útil medio técnico, y que te muestra como una voz que alerta y anuncia y cuenta el desastre, con miras, entre otros motivos, a evitar que la hecatombe continúe su marcha arrasadora como las hormigas en las páginas finales de *Cien años de soledad*.
Va mi abrazo de reconocimiento.
Carpe diem.
Gracias, Víctor, por tu rescate virtual de la ciudad real perdida. ¿Quién nos salvará?
ResponderEliminaro jodaaaa!!!
ResponderEliminarsi supieras cuantas veces, de 1962 a 1965 me pasé mirando para el edificio mientras me embolaban los zapatos en el andén de la otra orilla de Junín...excelente nota para los desmemoriados paisas que por andar siempre ganando algo mas en cada vuelta de la vida son capaces de construir el edificio Coltejer...destruyendo el Teatro Junín y atreverse con Hidroituango...para destruir EPM.
cordial saludo
Nada mas emocionante que conocer las historias de nuestra ciudad y ver pasar los tiempos y epocas que van vistiendo los distintos lugares de personajes y cubriendo sus fachadas con la moda. Hay sitios que deberian mantenerse tal cual .
ResponderEliminarVíctor:
ResponderEliminarEn tu referencia a la Hora Católica bueno es añorar que en la acera opuesta al encopetado Club Unión se situaba la Emisora Radio Córdoba de don Próspero Aguirre. Allí el popular locutor y radio-actor Luis Pareja Ruíz presentaba, en los años cuarentas, sus programas en vivo. Los asistentes, algunos copa en mano, celebraban y brindaban por sus ocurrencias. En esa cuna de humor, risas y carcajadas ve la luz, en la década siguiente, Cine al Día. El Teatro presentaba toda clase de filmes. Le endosaron que en sus oscuridades se proyectaba el secreto, prohibido y anhelado Cine Rojo; pero a medio día y para una selecta clientela. Desde la dominical Hora Católica en su catilinaria regañona, recalcitrante e inquisidora; le dieron más varilla que a edificio (de esa época) en construcción. Las inquietantes Milicias Católicas se encargaron del resto y lo acabaron. Cine al Día continuó presentando sus buenas películas en las memorias y en el recuerdo juninero del tiempo.
Con un abrazo
Victor nos dejas perplejo, casi todos los dias paso por ese lugar, esa esquina, y nunca habia visto lo qeu nos has enseñado. un abrazo
ResponderEliminarLa historia desconocida de la Medellín añeja,los inicios de la radio,datos y relato que nos llevan a imaginar como era esa Medellín bonita.
ResponderEliminarGracias.
Cuanto me dueles mi Medellin, que cambios tan necios y groceros ahora te "adornan". Aun recuerdo los socalos, aquellos de los que habla el senor
ResponderEliminaren el video, y ver lo que son ahora. Que hermoso era entonces el Edificio Fabricato, hasta historia de terror se vvio en el, pero ya es cuento aparte.
Y ni que decir de aquel que cuando ya vine a conocer de sardina fue el Parisina de mi epoca, ya hasta hotel le montaron y nada raro que sea de
bajita calidad. Mi otrora Tacita de Plata. mi Medellin de la Eterna Primavera ya ni el clima tiene clemencia de ti.
Victor, vivo en USA-NJ. voy con regularidad a Medellin, aun tengo a mi mama y hermano alla, primos, tios y amigs muy queridos, pero cada que voy
es para revolcarme el alma con los viejos recuerdos de cuando caminaba por Junin, me toco vivir el verbo "Juniniar" como dice Oscar Dominguez,
en el Eidificio La Bastilla se realizaron tantas y deliciosas tertulias de mis queridos amigos LOS CONOS DE PASAS. Caminar por el Medellin de entonces
nos hacia saltar hasta el alma de orgullo y alegria. Me hubiese gustado haberla vivido por alla en sus inicios, en los tiempos en que mi familia materna
llego de Jerico, muy al principio de los 90's, haber conocido de primera vista lo que fue el maravilloso Parque de Berrio de entonces con sus edificios
majestuosos de la epoca, y por que no hasta haber caminado por sus calles cuando apenas eran polvo y empezaba mi amada Medellin a crecer,
pero a crecer en bien no como ahora, que crece en cemento por doquier y su gente en centro y barrios pareciera una jauria queriendo acabar con todo
y con todos.
Cuando trabaje en Banrepublica divisar el Parque de Berrio era un gusto, ahora hasta el monumento a Pedro Justo Berrio quisiera salir corriendo de el,
si pudiera. El gusanito mas civico de Medellin, nuestro METRO, no niego que ha servido y mucho, pero siento que le resto belleza a mi ciudad, la
empequenecio, es que quedo mas atravezado que un domingo en mitad de semana.
Como vez, a~oro pues mi vieja ciudad...sera que me quede muy antiguita y no evolucione, pero es que me gana el sentimiento por la que vivi y sentia
muy mia.
Ah, me encanta bajar fotografias de la Historia Fotografica de Medellin, como las que en principio nos va descubriendo el video que nos compartes.
Como no enamorase de un pasado lleno de tanta belleza y grandeza.