El Centro de Medellín,
corazón de ciudad
Luisa Vergara
No se trata de ignorar la
complejidad de muchas de las situaciones que hacen del Centro un lugar
conflictivo resultado del abandono estatal que ha vivido durante décadas. Lo
conocemos, o al menos soy muy consciente de esto. Si una Administración que ha
permito a los comerciantes devorar los edificios de carácter patrimonial, que
ha puesto el desarrollo vial por encima del ambiental y de una verdadera
infraestructura para el disfrute del peatón y de quienes nos movilizamos en
bicicleta. Una Administración que no ha sabido plantear una solución a largo
plazo para organizar el comercio informal que invade los andenes y calles
peatonales. Lo sabemos, es imposible ignorar esta situación, que lastimosamente
configura el paisaje más evidente del Centro. Y justo por esto, es que nos
negamos a abandonarlo, a dejar de visitarlo y vivirlo, nos negamos a ignorar el
valor de muchos lugares, desde calles emblemáticas, parques, bares, teatros,
restaurantes, salas de exposición, que solo tienen sentido si las habitamos y creemos
en el ideal que cada uno de esos lugares tiene para seguir presente y desde sus
programas y proyectos rehabilitar el Centro.
Claro que la
Administración tiene una gran deuda con este, el corazón de la ciudad, y no
podemos desconocer que se ha vuelto la mirada hacia el Centro, y que por fin se
está haciendo una gran inversión para transformar algunas de las zonas más
alteradas por el mismo abandono. No pretendo ahora defenderla, pero creo en
muchas de las personas que hacen parte de los proyectos urbanísticos que se
ejecutan actualmente, y sus intenciones si son las de devolverle al Centro, la
vitalidad y amabilidad que por mucho tiempo no había tenido. Claro que siempre
hay un poco de desconfianza respecto a estos proyectos, pero al menos, y
después de muchos años, siento que para la Administración el Centro volvió a
existir, aunque claro que ya es tarde para muchos lugares de importancia
histórica que casi desaparecieron.
Mientras tanto podemos
hacerle veeduría a estos proyectos, podemos denunciar las irregularidades de
las que tengamos conocimiento. Con el tema de patrimonio arquitectónico. Solo
basta con visitar la curaduría que a través de ese famoso y despiadado letrero
amarillo colgado en la fachada de algún edificio informa el tipo de intervención
que sobre este se ejecutará, y de esta forma revisar si dicha intervención
cumple con lo que dicta la normativa. Así sucedió, por ejemplo, con el Edificio
Víctor de la Oficina de arquitectura H.M Rodríguez e hijos en Boyacá entre
Bolívar y Carabobo, donde gracias a dos ciudadanos, amantes del Centro que solo
haciendo esta gestión lograron que se suspendiera dicha intervención ya que
dejaron en evidencia la falta del visto bueno del Ministerio de Cultura, el
cumplimiento de la resolución 2236 del 2008, sobre las zonas de influencia de
los polígonos culturales en este caso el de la Veracruz.
De la misma forma sucede
con la casa de Pastor Restrepo en el Parque de Bolívar, donde la construcción
de unos locales comerciales en el sitio original del patio de la casa, llamó la
atención de varias personas que, consultando sobre este caso, se dieron cuenta
que tal intervención no contaba con licencia de construcción, y ahora ya se han
puesto varias demandas esperando que así se haga respetar su condición de bien
de interés cultural, con declaratoria desde 1991.
Podemos seguir hablando
de lo mal que está el Centro, pero así nada cambiará. Volvamos a reivindicar el
valor de muchos lugares, personajes y edificios a través de la escritura,
descubriendo la historia que da sentido a la conservación de estos. Ya muchos
escritores de la ciudad lo hacen, vamos a leerlos y a conocer más de nuestra
historia. Si queremos pasar a un plano más práctico frente a violaciones de
normativas, pues tenemos las herramientas jurídicas para denunciarlas, y si
tanto amamos el Centro y la ciudad, pues también tenemos la movilización, los
encuentros sociales, políticos y festivos en la calle o en un parque; ese acto
poderoso de unión para demostrar nuestra firme intención de hacer respetar y
seguir disfrutando el Centro.
Y yo sí creo, puede que
de una forma muy romántica, que a pesar de todos sus avatares, el Centro es
agradable y provoca andarlo. Para muchos, ese caótico lugar, es donde mejor se
expresa la intención de volver a sentir la calle. Allí he visto el mejor cine,
las mejores obras de teatro, donde he podido disfrutar increíbles conciertos.
Allá está el murito, el parque o el andén donde me parcho con mis amigas, allá
están los bares que me han dado la mejor música. Allá están mis edificios
favoritos, con su arquitectura gloriosa de tiempos pasados. Allá he conocido
las historias más tristes y divertidas, los rostros más humildes y luchadores.
El Centro me ha mostrado lo mejor y lo peor de las personas, es la dosis de
realidad que me ha despertado para hacerme sentir más sensible frente a la
ciudad, para hacerme entender que desde cualquier ámbito podemos hacer algo
para que el Centro viva.
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