Aranjuez 100 años con Hugo
Bustillo Naranjo
Víctor Bustamante
Por casualidad en la biblioteca
de Comfenalco encontré el libro, Nombre
español para un territorio lunfardo de Hugo Bustillo Naranjo. Había descartado
los informes en los recortes de periódicos que referían un Aranjuez apresurado
y otros libros que también lo referían de oídas, es decir, lo mismo que había escuchado
en alguna otra parte. Buscaba otras noticias sobre Aranjuez, quería saber más
de Aranjuez, solo tenía una imagen de este lugar, no la totalidad, ni el
momento de esplendor, por una razón específica, en Medellín la historia se
disuelve, se deja de lado.
En el libro se revelaba
un Aranjuez inédito, un Aranjuez que palpita, un Aranjuez que deja sorprendido.
Y es que Hugo había escrito un libro no siguiendo el paso magro de los lugares
comunes, sino que ahondaba en los personajes, en la vida cotidiana que es lo
que le da brillo a los lugares. No la solita fecha en que fue fundado, no el
evento conocido de que allí en las colinas existió el manicomio, más dos o tres
lugares comunes. No, no, como Wells que descarta los lugares comunes por ser la
impronta pobre de quien no indaga, con el libro de Hugo auscultaba las calles, así
como en algunos caros lugares del barrio. También de su mano, con la cartografía
que él ha encontrado, asumí un Aranjuez con una historia, con unas personas que
dejan aun perplejo, porque una cosa es referir la misma historia de Las Camelias
y otra cosa es saberla por los escritos de Hugo, en la forma cómo ha armado
poco a poco esos lupanares, y como de su mano la amamos y armamos, cómo llegan
de allí las mujeres, las prostitutas de postín nunca las callejeras, desmirriadas,
que han desposeído este oficio de magia, sino las madamas de los burdeles de
una Medellín que alejaba esa zona erótica, siempre rosa en el recuerdo, siempre
memorable por la calidad de dar su erotismo que obligaba a los sedientos viajeros
de la ciudad y hombres de mundo en irse de tour codicioso, a
buscar una buena compañía lejos del hogar y de la pérdida del erotismo casero para
soñar y vivir allí no camelias al desayuno sino las rosas heridas de la noche. No
sé si se deba su nombre a una referencia a la novela La Dama de las Camelias de Dumas pero algo de influencia literaria
debe poseer, ya que la ciudad siempre ha sido iluminada por la literatura. Pero
también allí en el Bar Acapulco mataron a Lucho Vásquez.
Pero lejos de esas manifestaciones
políticas y procesiones que tanto gustan al paisa cazurro, en esas noches, aparecía
otro tipo de manifestación y es, era y será el fervor erótico del paisa, de
todos los pelambres y credos, que cuando se bajaban las cortinas de la noche,
se iban para Las Camelias a manifestar y vivir su bohemia. En esos lugares, no
le prometían ningún tipo de redención ni
le prometían que con una revolución llegaría un mundo mejor. No, allí, si tenía
dinero, accedería a lo más a la mano que lo equilibraría unos días, una bella
mujer y al paraíso de unas horas. Pero a ese paisaje tan bien descrito del
erotismo no voy a referirme más, porque el texto conduce a otros sitios del
barrio, además han desaparecido esas casas y su huella ha quedado en el
recuerdo, es decir, en nada.
También el texto revela
una historia perdida, y es que Aranjuez era tanguero, con sus diversos bares
para las melodías, entre otros, diseminados en su topografía, El Rinconcito
Argentino, Cuartico Azul, Calle Corrientes,
El Faro, El Berlín, El Maipú, El Martillo, El Alianza, El Cámbulo, y además con la presencia
de un cantante, Alberto Rossi, aquel que grabó entre otros tangos El esquinazo como trasunto a un tango de
Gardel.
Todas estas voces en el
libro hablan, cuentan lo que ha sido Aranjuez. Y es ahí donde reside el poder
de este texto, ya que de no haber entrevistado estas personas, se hubiera
perdido ese relato, ya que en el detalle es donde se encuentra la riqueza de un
lugar, no en la generalidad que todo lo uniforma con su tabula rasa, porque en cada uno de esos pormenores se cambia la
percepción que tenemos de Aranjuez, le da otro matiz, enriquece su historia. De
ahí que la memoria de esas personas mayores, portadores de su experiencia, de
su tránsito por estas calles, ayuden de una manera magnifica a darle lustre a
la intención de su autor por evitar que el ávido olvido deje de lado la
perseverancia de esas vidas valiosas.
En este texto existe una
gran indagación sobre la vida cotidiana de
casas, de memoria donde se encuentran esos universos particulares, donde se abren
puertas que describen vidas, instantes, corredores que subyugan un horizonte;
paisaje casi relegado. Por esa razón,
cuando la conversación con cada testigo se abre, auscultamos instancias
desconocidas y transitamos lejos por las
calles del barrio, por las fachadas, por las fotografías desvaídas que nos
quieren hablar desde su espesor pero también desde el momento en que fueron
tomadas. Así, en este texto, indagamos de la mano de su autor, esa previsión de
haber buscado esos testigos para adentrarnos en diversas épocas, en diversas
calles, ya que el barrio nos habla a través de ellos, ya que alguna vez vieron
y vivieron algo, y su memoria devuelve estos sucesos con esa sorpresa de saber
que no sabíamos nada de esos momentos. Ese oficio del escritor, de Hugo
Bustillo, nos habla desde adentro y sitúan lo buscado, o muchas veces una sola
palabra ubica en esta labor de indagación una historia perdida, ya sea una casa
de pupilas, ya sea un cine, al talentoso compositor Rómulo Caicedo manejando un bus y a las líneas
de trasporte yendo hacia el barrio donde los pasajeros saben el nombre de los
buses.
Las palabras de estas
personas conducen a zonas sagradas, a otras preguntas, recalan en otras huellas
que conducen a nuevas propuestas, donde comprobamos nuestra absoluta quietud,
pero también nuestro deslumbramiento. Por eso cuando caminamos por sus calles y
distinguimos las fachadas de las casas antiguas, aun intactas, cerca de las
recientes, donde el ladrillo y el cemento erigen su nombradía, es como pasar
cada una de las páginas del libro, donde se asocian tantos detalles como el
mundo de los tangos, sobre todo de esa dama de la noche que pidió ser enterrada
junto a un puñal en sus manos como testimonio de amor a Gardel a quien conoció
en Las Camelias, como los jugadores de futbol, Castronovo hablando en lunfardo,
Greco y Fito Ávila que iban allí. También la cancha del Míster donde se situaban
a socializar los muchachos de antes. Así como, en esta conversación regresa, el
personaje mayor que deslumbra, Pedro Nel Gómez, que casi opaca a los otros, a
Mascheroni, a Bruckner, a Alba del Castillo, a Tartarín Moreira, a Horacio
Longas y a Carlos Arturo Longas, a William Álvarez, a Camilo Correa, a María
Cano. Y es entonces que este libro revela un gran secreto, la plenitud de lo
popular como una expresión de Aranjuez.
Así, el túnel de la
memoria, a veces oscuro y sin salida, otras veces con un destello al final de
la línea, entrega un territorio para
seguir descubriendo, para darle todo el peso que el polvo de la indiferencia y
del avance apabullante de la ciudad hacia otras zonas no logra relegar, ya que
algunos de sus amanuenses, en este caso Hugo Bustillo Naranjo, no dejan que esa
historia, que a veces se anula, revierta, y sea leída de nuevo para darle todo
el peso y el esplendor a este barrio ahora en sus cien años.
En el transcurso de estos
cien años, se han cambiado y olvidado nombres, Los Álamos, Berlín, Lídice, así
como los bellos nombres de sus calles: Alicante, Madrid, Valladolid, Bilbao,
Granada, Navarra, entre otros nombres españoles. Hugo propone que se restauren placas con estos nombres en cada esquina como una manera de no
dejar que esa nomenclatura se pierda.
Pero ahora, en este
domingo 6 de noviembre miro, miramos a Aranjuez desde otra perspectiva, desde
San Isidro, con la configuración del barrio que es, y que Hugo relata con sus
vivencias, así como la manera en que escribió su libro. Tantos años han pasado desde que
el potentado Manuel de J. Álvarez con su vestido negro, muy español, y a caballo
venía a cobrar las cuotas de los terrenos vendidos, hasta la bullaranga de este
inicio de noviembre, hasta el encuentro con Hugo que nos ha devuelto la memoria
de las calles y de los testigos, a Aranjuez mismo.
... ... ..
Fotografías de Luisa Vergara
Victor esa labor tuya con el tema del patrimonio es algo que te hace muy valioso en la ciudad, ademas mira lo que has descubierto un gran narrador como es el señor Hugo Bustillo y todo lo qeu sabes sobre Aranjuez..felicitaciones
ResponderEliminarLindo el relato que se hace sobre la historia de Aranjuez, centro de la cultura musical de los años 40. tejer la historia es la tarea que nos toca a quienes amamos los espacios que habitamos.
ResponderEliminarVictor, espectacular el ejercicio que haces.
Victor nos has enseñado un escritor del cual no he leído ninguno de sus libros. Esta conversación es un abre bocas necesario
ResponderEliminarbuenas tardes, nací, y fuí criado en el barrio Aranjuez, sector san isidro. carrera 52 entre calles 94 y 93, la llamada callecita estrecha.
ResponderEliminarhe leido, y aun leo este maravilloso relato de don hugo, me sorprendo al saber que alguien se tomó el tiempo y empeño por conocer sus raices y la historia de su barrio.
gracias don hugo y gracias don victor.