Pietro Mascheroni. (Fotografía de Carlos Correa)
Casa de Pietro Mascheroni en Aranjuez
43. Medellin: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico. Pietro Mascheroni
Pietro Mascheroni en Aranjuez,
Medellín.
Víctor Bustamante
Para Raúl González
Por estas calles de Aranjuez continúa la sorpresa, que no es
una simple caminada sino un viaje en el tiempo. Nada menos que desentrañar la
presencia del barrio en el ámbito de la ciudad. Nada menos que buscar las
huellas. Ya que Medellín no fue fundada la semana pasada o con la anuencia de
cada alcaldía, sino que cada artista que la habitó, cada casa donde ellos
vivieron, es la síntesis que define el perfil de la ciudad. Para unos es fácil
mirarla de soslayo, sepultar y destruir su memoria; pero no, por aquí vamos,
por aquí la buscamos, el peso de su presencia es más digno que quienes la
olvidan, que quienes piensan que trasformar una ciudad es destruirla con planes
parciales, con un POT que tiene nombres propios circunscritos a la élite de los urbanizadores que aplastan el
paisaje urbano. Nunca antes la ciudad se encuentra tan indefensa. Nunca antes
la ciudad nos había revelado sus secretos, lo que le da lustre: su identidad.
Nunca antes Medellín había sido tan valiosa y perenne cuando la buscamos en
Aranjuez. Pero también nunca antes había sido tan avasallada.
Camino, caminamos con nuestro guía, don León Vargas; con el
poeta e historiador Luis Fernando Cuartas; con Carlos Vásquez, músico y
profesor; y con Luisa Vergara, estudiante de arquitectura. El objetivo: la casa
donde vivió Pietro Mascheroni. ¿Quién fue Pietro Mascheroni?, se preguntará
algún estólido estudiante, algún jefe de Planeación urbana, algún encargado de
patrimonio en la Secretaría de Cultura, algún concejal, dije, ¿concejal de
Medellín, sí. No voy a reherirme a los empleados municipales, desde el alcalde,
porque ellos siempre andan con otras expectativas: el próximo cargo, su ascensión.
Lo que no saben ellos es que son víctimas de algo insoslayable, nunca existió
un plan educativo, en colegios y universidades, donde se les enseñara el amor
por la ciudad para que la valoraran y la mantuvieran en su memoria. No, la
educación ha sido diseñada para sobrevivir, para producir, para ganar todo el
dinero que se pueda, por encima de la ciudad misma. Así Medellín. Por esa razón
es necesario un proceso de Ilustración a las llamadas autoridades municipales, antes
de posesionarse.
Aquí les contamos una minúscula parte. Pietro Mascheroni, con
su aporte en el aspecto musical, se sobrepone a ese olvido. Él fue uno de los
músicos extranjeros que vinieron a la ciudad nunca en intercambio ni de visita
para salir despavoridos con los bolsillos llenos. No; él junto a Josef Matza, Edward
Gregory McPhearson, Louis Gouzy, José Ughetti, Jesús Arriola, Clara Grafer,
José Joaquín Pérez Escobar Arnais de la Serna, Joaquín Fuster Guirao, educaron
y conectaron a la audiencia de Medellín con otro tipo de música, pues no solo
fueron virtuosos en su instrumento sino que contribuyeron con su pedagogía, para
nuevas enseñanzas de la música culta. Mascheroni poseía una gran formación, fue director de
orquesta en el Teatro Cárcamo de Milán, además era graduado en el conservatorio
de Gaetano Donizetti.
Antes de llegar al país, la Compañía de Ópera, la Bracale, venía
de una gira por Panamá, Venezuela, Costa Rica y Ecuador. Esta compañía viajaba
con sus decorados, los vestidos y sus ayudantes memoriosos para los montajes. La
Compañía venía desde Bogotá, vía Honda, hacia Medellín, por el río Magdalena en
un barco expreso de la Naviera Colombiana, luego completaría su destino en tren
desde Puerto Berrío. Debutaría el jueves 27 de abril a las 9 de la noche. Era
un viaje complicado ya que el personal necesario para las presentaciones, así
como los técnicos de montaje podrían sumar al algunas ocasiones hasta 150 sumando
artistas principales, coristas y bailarinas. Muchas veces estas compañías
itinerantes permanecían varios meses en las ciudades que visitaban. Así,
mientras cumplían con sus presentaciones, los músicos desplegaban alguna labor de
enseñanza o acompañaban el montaje de algunas obras oriundas o en
presentaciones con artistas nacionales, que colaboraban en la planta orquestal
o vocal.
Inicialmente la compañía debía llegar a Medellín para
estrenar la ópera de Verdi, Rigoletto,
en el Teatro Bolívar. El elenco para esta temporada era el siguiente: Leila
Garden, Nerina Ferrari, Cav. Mario Albanese, Com. Nino Ederle Gregori Melnik, Com. Fortunato di Angelis, Mario Guibiani, Abele Carnevali, y
los colombianos: Anita Chaparro y Manuel Guerrero. El programa era ilustrativo por
su curiosidad convertida nada menos que en acto social: Rigoletto, Thais, Otelo, El barbero de Sevilla, La Bohemia, La
Traviata, Marina, Fausto, Manon, Elixir de amor y Payasos.
En este año, 1933, la ópera italiana se había consolidado en
su condición de espectáculo de élite e indefectible evento social. En la crónica
periodística sobre sus presentaciones se realizaban largas listas con los
apellidos de los asistentes a cada una de las presentaciones. Existía un
público amante del canto que esperaba con expectativa la temporada de ópera, y
los solistas recibían generosa publicidad a través de reseñas y fotos
artísticas en los periódicos.
Pero un evento infausto marcaría esa llegada a Medellín. No
sospechaba Adolfo Bracale que esta sería la última temporada de su compañía. A
pesar de haber sido recibido con muchas expectativas, en poco más de dos meses,
se estaba liquidando la compañía hasta vender el último de sus bienes.
Luego de la desbanda de
los músicos ante esta quiebra, el maestro
Mascheroni se radicó en la ciudad y fundó una escuela de piano, fue acogido por
el mundo musical, gracias a su agilidad técnica, tanto en el piano como en la
dirección. Su esposa, la pianista Luisa Manighetti, al año siguiente llegaría
para continuar con la formación de pianistas, primero en Bellas Artes y luego
en su propia Academia de Música, la cual contaba con el programa de estudios
del Conservatorio de Milán. Doña Luisa publicaría en 1941 un texto guía para
sus alumnos, Apuntes sobre historia y
literatura del piano. También crearía la fonoteca del Instituto de Bellas
Artes. En 1947 Rafael Vega Bustamante la visitaría en su casa y escribiría en El Colombiano una nota sobre
ella, ya que en septiembre de este mismo año daría un concierto como solista
con la Orquesta Sinfónica en el Teatro Bolívar. Su estudio era acogedor y daba
el tono preciso para un ambiente favorable para la enseñanza a sus estudiantes.
Allí había retratos de los músicos afamados que habían llegado a Medellín y que
le han regalado no solo una fotografía sino la perdurabilidad de un autógrafo:
Claudio Arrau, Alexander Brailowsky,
Giorgy Sandor Alexander Borowsky, Jascha Heifetz. Ella aún conservaba un
autógrafo muy preciado de Stravinski, a quien conoció en Milán. Allí doña Luisa,
en su casa, refiere su amor, su dedicación, como profesora de muchos
estudiantes de piano que acuden a su academia, una de ellas la pianista Blanca
Uribe; incluso llegó a interpretar una obra; Nocturno, escrita en 1942 por Luis Miguel de Zulategi para Luisa
Manighetti. Doña Luisa también fue profesora de José Longas, Manuel José Bernal,
León Cardona. En 1950 se iría a vivir a Bogotá luego de su separación. Allí continúo
dirigiendo la Academia Italiana de Piano.
El primer trabajo que Mascheroni
obtuvo en Medellín fue como director del coro de la iglesia de San Ignacio. También
conformó un dúo con el violinista checo Josep Matza, dirigió la Orquesta de la
Unión Musical en contacto con Carlos Vieco, luego dirigió la Orquesta de la Voz
de Antioquia. Esta fue creada en 1935. En la programación de la Voz de
Antioquia se presentaban artistas nacionales y extranjeros, y también allí se crearon
los noticieros radiales. Entonces, era la época de programas como Teatro al
aire de la Compañía Colombiana de Tabaco, Novedad de Cine Colombia y el Radio
periódico El Mensaje. Esta emisora
tuvo su propia orquesta, en este caso, dirigida por el mismo Pietro Mascheroni.
Allí, en ese Medellín pujante presentaban, un repertorio variado de música
colombiana, latinoamericana, internacional y de moda copiados de las emisoras
en onda corta. Sus músicos eran egresados del Instituto de Bellas Artes, además,
acompañaban a los artistas extranjeros que visitaban Medellín y a los cantantes
locales que empezaban a surgir. Mascheroni también fue director artístico de
Emisora Claridad. Se desempeñó como profesor en el Instituto de Bellas Artes y
promovió cantantes nacionales como Alba del Castillo, Evelio Pérez y el barítono Gonzalo Rivera.
Bajo la dirección de estos maestros y profesores de música: Joseph Matza,
Pietro Mascheroni, Annamaria Penella y Marta Agudelo, también se formaron
grandes concertistas de piano como Hárold Martina, Teresita Gómez, Blanca Uribe,
Francisco Zapata, Felipe Henao y Aída Fernández de Zuleta, para solo citar
algunos.
En 1940 Mascheroni y Matza dirigieron un programa de la Voz
de Antioquia, Hora de música de
cámara. Alberto Acosta (Ariel) realizaba los comentarios e ilustraciones.
Los estudios y el
teatro de la Voz de Antioquia quedaban situados en Maracaibo con Sucre, y
ahora, en el 2017, exhiben la mayor expresión del fracaso del centro de la
ciudad: un vil parqueadero como definición de la ciudad garaje, y como
extensión fatua de la ciudad-hotel, de la ciudad-motel, de la ciudad-casino,
cercada por simples torres habitacionales donde la belleza de su construcción,
hasta los años 70, fue arrasada sin compasión por quienes debían haber cuidado
ese legado.
Mascheroni se convirtió en una figura acreditada en el
ambiente y desarrollo musical de Medellín. En 1941 Consuelo Barrientos, Betty Heiniger,
pianistas, se graduaron en ceremonia donde presentaron su talento; ellas habían
sido sus aprendices. Incluso la escritora Rocío
Vélez de Piedrahíta, recibió clases con el maestro Pietro Mascheroni, hasta dar
a conocer su talento como soliasta con Orquesta Sinfónica de Antioquia en el Teatro
Bolívar, con la obra Koncertstück,
para orquesta y piano, de Carlos María
Von Weber.
En 1943, Mascheroni, se asoció con Jorge Luis Arango, para
conformar la Compañía de Ópera Antioqueña, que debutó con Rigoletto y La Traviata. En
octubre de 1943 se presentó con lleno completo en el Junín La Traviata con éxito para las cantantes Yolanda Vásquez y Gilma
Cárdenas, junto a Gonzalo Rivera y Evelio Pérez. Mascheroni dirigió la presentación.
La obra tenía veintiocho telones en la escenógrafa, aunque el crítico Zulategi
se quejaba de la pobre actuación de la orquesta.
La compañía,
patrocinada por las industrias más significativas de Medellín, fue un éxito categórico.
Pero en la temporada de 1946, se presenta un descalabro económico, ya que el
público no estaba dispuesto a asistir a funciones costosas, ya que en las
emisoras podían escucharlas gratis. Así Medellín se quedó sin ópera, ya que las
compañías extranjeras que visitaban el país solo se presentaban en Bogotá.
El aporte de
Mascheroni al desarrollo de la ópera, la zarzuela y la música en general de la
ciudad es muy valioso. También colaboró
en la conformación, en 1945, de la Orquesta Sinfónica de Antioquia (OSDA).
En septiembre del 1947 ante la cursilería en que se había convertido
el ambiente radial de las emisoras comerciales
se crea en La Voz de Antioquia un programa, El teatro del aire, que presentaba música
de cámara dos veces al mes. Allí actúa el considerado mejor grupo de cámara de
la ciudad, formado por Pietro Mascheroni al piano, Joseph Matza primer violín,
Jorge Gómez segundo violín, Juan Restrepo viola y Alberto Marín violonchelo.
Mascheroni, en 1948, acompaña con el piano al cantante de ópera,
Luis García, en un recital efectuado en el Seminario de Medellín. La
especialidad de Mascheroni era la batuta, y, además, fue buen acompañante al
piano. Su capacidad de lectura a primera
vista de las partituras hizo posible que acompañara a muchos solistas como
Schneider, Oscar Nicastro, France Deck, Raoul del Val. Esta enumeración que no
es prolija como se merece el maestro es solo una pequeña muestra de su labor artística.
El 22 de mayo de 1974 durante una presentación de El Mesías de Handel en el Teatro Pablo
Tobón Uribe, la Orquesta de la Sociedad Filarmónica de Medellín dirigida por los maestros Pietro
Mascheroni y Rodolfo Pérez, se había reunido para el Festival Internacional de
Ópera patrocinado por Haceb, en esta ocasión haría su debut como director Alberto Correa.
Mascheroni era muy serio, bravo y exigente. En uno de los
conciertos de la Osda que dirigía en los años 70, en la Retreta del Parque de
Bolívar, al escuchar la persistencia de un violinista desafinado, le arrojó la
batuta debido a su falta de concentración. Aunque el método no es riguroso por
su pedagogía, obligó al violinista no en el tejado sino en pleno Parque de
Bolívar que se concentrara en su instrumento ante un público ávido.
La adaptación de Mascheroni en Medellín lo llevó a poseer una
casa de campo con vacas y sembrados en San Antonio de Prado. Los fines de
semana pasaba allí sus descansos. Mascheroni murió en Medellín en l979.
Noviembre del 2016. Caminamos en la tarde por las calles serenas
de Aranjuez, y, al frente, obtenemos la fachada de tres pisos de la casa de la
familia Mascheroni, donde el maestro Pietro y su esposa, vivieron tantos años,
y donde un trozo de la historia musical de la ciudad pasó por ahí. ¿Qué queda
de ella? Una fachada en granito, y el clásico pacto de los antioqueños: dejando
que el olvido pertinaz acabe con el lustre que alguna vez brilló en este lugar.
No habíamos valorado nunca la factura de Aranjuez en ese momento de esplendor. Esa
desolada manera de obviar que la presencia de Mascheroni y su esposa, a pesar
del aporte musical en un momento en que Medellín crecía y despuntaba en el alba
de la música que apenas ahora sostiene su presencia en quienes escribieron
sobre ella, en las fotos de una ciudad que se diluye, y, por supuesto, en el desagradecimiento
cotidiano como el símbolo de esta generación. La inobjetable presencia de saber
que esta casa mantuvo el pulso, el talento de un maestro y de su esposa. Ya que
sin ellos y la enseñanza de los otros músicos extranjeros en ese momento, la
ciudad se hubiera sumido en el pantanero musical: la guasca como su expresión
más acabada.
Pero, y ese pero es por el mérito a esa la labor de Eafit, su
contribución al indagar, preservar y ordenar los archivos de esos maestros de
la música que dejaron su huella en la ciudad; huellas imperecederas que por
cierto no se los lleva el ciclón de nuestra indiferencia.
......
Bibliografía:
Cárdenas Velásquez, Daniel.
La Compañía de Ópera Bracale en Colombia (19221933), un agente de la
cultura musical del país. Hist. Soc.
no.29 Medellín Jul./Dec. 2015
Revista Micro No. 1-62. Medellín, 1940-1949.
Qué maravilliso articulo, en él pude conocer de cuerpo entero al maestro Mascheroni y el ambiente hostil e inculto que tuvo que enfrentar.
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