domingo, 18 de septiembre de 2016

Mirada de ciudad / Darío Ruíz Gómez



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Mirada de ciudad

Darío Ruíz Gómez

Ediciones Unaula, 2016

Víctor Bustamante

Si hay un escritor que haya pensado la ciudad en los últimos años, si hay una persona que la haya tenido presente en sus escritos, por supuesto que es Darío Ruíz Gómez; él la ha pensado, replanteado, analizado. Por esa razón en sus ensayos, cada que las políticas de planeación asoman con su pretendida síntesis de progreso y de dinámicas en la ciudad, él plantea lo que se esconde detrás: casi siempre las improvisaciones; muchas veces la entelequia de una gran obra donde el ciudadano queda a la deriva, donde los barrios pierden poco a poco su ámbito cotidiano, y donde la ciudad queda a expensas de los grandes conglomerados, de los urbanizadores que como viles comerciantes con su aureola de progreso remiten al más descarnado abandono, destrucción y alejamiento de una ciudad más amable, así como a la pérdida, en muchos casos, de la memoria citadina y no solo, eso sino del desalojo de la riqueza no solo cultural sino ciudadana de una Medellín que poco a poco solo queda en la memoria de los vecinos de algún lugar, y de los textos de sus escritores y en las fotografías.

Por eso en las fondas, por eso en los museos y en algunos bares se van alojando esas fotografías que nos muestran que no solo la ciudad, lo que fue, sino que este estado de cosas es la síntesis de la destrucción con la aquiescencia de aquellos que nunca tuvieron ningún miramiento ni ninguna sensibilidad con ella ya que tenían la obligación ética, la responsabilidad histórica de no dejar que la catástrofe prosiguiera.

Por eso cuando en la calle Colombia o en algunas de las vías de acceso al Centro de la ciudad se lee en un aviso de tránsito con una flecha que la vía conduce al Centro histórico, no deja de ser un eufemismo, un trasunto; la mentira de quienes aún piensan en una ilusoria ciudad inicial, cuando esta presenta día a día esa dosis de deterioro y abandono que da la medida de las malas políticas en este sentido. Así Darío la ha reflexionado, no solo en las urbanizaciones sin alma, no solo en las calles y su pérdida de aura con respecto al ciudadano sino en la multiplicidad de torres de apartamentos que pretenden construir otra ciudad; la ciudad del hacinamiento, la ciudad donde la especulación inmobiliaria es el orden del día en la cuenta de quienes solo ven una mala rentabilidad en el uso del suelo y donde la ciudad se haya a merced  de la deshumanización total.

¡Quién realiza en Medellín las políticas de planeación urbana: los constructores con su sevicia ante la ciudad misma, o los entes encargados de ello?

Algo es cierto en la nueva configuración de la ciudad, producto de la inequidad, mientras lo combos dominan los barrios altos y poco a poco dominan el Centro, el Poblado se convierte también en una zona de exclusión debido a los altos impuestos y la fundación de lo que se llamará una suerte de Wall Street paisa. Cohabitación y desmadre total, permisividad, dejadez, que da motivo para alertar sobre lo que es el concepto de autoridad en la ciudad de todas las contradicciones.

Darío nos ha enseñado a pensar la ciudad, a saber de la responsabilidad de ser contemporáneos. A mirar lo que otros nunca ven, pero también a querer y a buscarla desde sus cuentos iniciales y novelas donde la ciudad es la presencia vital de quien la ha caminado y padecido. Descifrado y disfrutado.

Caos y desorden, puentes que se hunden, Naranjal avasallado, Medellín rodeada con edificios de apartamentos que parecen ser elaborados con el mismo plano. Iniquidad social, grupos financieros inmersos en el capitalismo salvaje.

En cada crónica, en cada ensayo, Darío nos responde las preguntas, las reflexiones  que se hace sobre la ciudad. Sobre su crecimiento desmesurado, sobre los abandonos, sobre las obras innecesarias, sobre el papel de la mafia y los barrios que han surgido calladamente,  sobre el último slogan de la Internacionalización, como remedio y sedante, luego de la destrucción de lo que fue la ciudad industrial.
Así Darío Ruiz Gómez.  





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