domingo, 21 de febrero de 2016

Librería El Acontista




Librería El Acontista

Víctor Bustamante

Aunque en esta parte de la calle, el cruce de Maracaibo con El Palo, se disminuye el tráfago citadino, y se puede caminar de una manera algo serena, cuando entramos a la Librería El Acontista sentimos la máxima frescura y además la llegada a un lugar lleno de esa magia que dan los libros; pero qué digo, no solo magia, sino también la curiosidad y el afán de mirar los libros con el universo de su autor que se anuncia en sus portadas. En la Liberia los libros son pasivos, esperan a quien se los lleve, desde sus portadas invitan o el gran escritor con su nombre brilla para hojearlo y decidir llevarlo, pero sobre todo es el título del libro que llama la atención. En la Librería los libros también son puertas que abren sus hojas para entrar a la vastedad de esos diversos mundos que allí habitan. La librería es el paraíso para los libros, allí lo habitan, lo viven hasta que son comprados. En la librería es el mundo sin hostilidades para que el libro mantenga su peso específico: ser el bastión de la cultura, el transmisor de la civilidad, el advenimiento de la aventura del pensamiento, así como las diversas geografías de las ciudades que vivimos. Y sobre manera la expresión de una ciudad. Una ciudad sin librerías demuestra el mal síntoma y perversidad de la época. En este índice de actualidad es notorio que una librería es necesario cuidarla, darle exenciones no ser tratada como un negocio cualquiera. En la librería se va a aprender, a continuar con esa aventura diaria que es la palabra y su expresión más prístina.

En la librería existe, muchas veces, el encuentro fortuito entre libro y lector. Uno va en busca de un libro determinado y a veces se encuentra una sorpresa al leer una sola página de un libro que atrapa. Otras, se coincide con el descubrimiento de algún autor que no conocía.

Principios del 2000 en La Boa, perseveramos algunos amigos escritores. La Boa era, es punto de encuentro para conversar, escuchar música, tangos o boleros o salsa, en La Boa la literatura y los sueños de escribir, de editar revistas y libros mantienen su pulso. Rubén López. José Martínez, Omar Castillo, Raúl Henao, Jairo Guzmán, Carlos Bedoya, John Sosa, Luis Fernando Cuartas, ah y el poeta Alberto Escobar, conversamos allí, pura literatura y algo de licor. A veces Billy llega en la noche de viernes. Lo digo en presente porque estos momentos se tatúan en la memoria.  Y comento este instante por una razón de peso, allí ocasionalmente entraba un señor, que luego se llamaría Ricardo López. Él entraba acompañado por una chica alta, Alejandra, lejos de su Diván Rojo. Ellos venían de un negocio cercano, del cual era dueño Ricardo, una suerte de bar. Además contaba que deseaba abrir una librería en el segundo piso, lo cual era una paradoja en la tierra del auri sacra fames. Y en realidad en medio de ese avatar de lo que es crear una librería, por la dificultad ante la frivolidad de los medios, el denominado reino de la imagen, y la pereza intelectual que es la peor plaga de todo, la librería se abrió y aun funciona. Y se llama El Acontista. Esa palabra que la aprendimos muchas personas debido al poema del gran león de Greiff.

Relato de Guillaume de Lorges

Yo, señor, soy acontista.
Mi profesión es hacer disparos al aire.
Todavía no habré descendido la primera nube.
Mas, la delicia está en curvar el arco
y en suponer la flecha donde la clava el ojo.

                    Yo, señor, soy acontista.

La librería El Acontista posee una idea que la caracteriza, ser al mismo tiempo un espacio para conversar, para buscar un acercamiento mediante la idea de café libro con los lectores posibles. Lugar de conferencias de cine, lectura de poemas, presentación de libros.

Al subir las escalas nos da la bienvenida un proyector de cine, lo cual expresa el amor de su dueño, por ese arte, nos señala que la más alta tecnología también sufre sus apocamientos. Pero en seguida, unos escalones más, y ya obtenemos el paraíso de esa isla soñada en medio del tráfago de las calles, con sus libros en los anaqueles y el deseo de a perseverancia en la lectura como una respuesta a la barbarie no solo del ser humano en su inmediatez, sino en medio de la ciudad que necesita estos espacios para oxigenarse.

Hay una contante en la naturaleza, cuando desaparecen las mariposas es síntoma de que el medio ambiente se haya en estado de alta contaminación. Así ocurre con las librerías cuando, estas se cierran es síntoma de que la población de la ciudad va en camino a la más baja pobreza mental, y al entretenimiento como norma de vida. En esas vidas desoladas y deshojadas sin un libro en sus manos que los lleven a preguntar, a aprender y a cuestionar.

Dice un eslogan de la página web de la Alcaldía: “Creemos que la Medellín que soñamos es posible”. Pero ya sabemos que como todo eslogan esas palabras son algo general. Lo digo porque es necesario proteger las librerías. Así soñamos una ciudad más culta.


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