En la
esquina / Rodrigo Tamayo
/Editorial
Palabra Viva/
Víctor
Bustamante
Sí, Rodrigo Tamayo,
siempre tan sencillo, siempre tan cerca, siempre ahí dispuesto a compartir lo
que conocía, sobre todo en ese momento cuando el reinicio del cine era
necesario para que la ciudad no quedara atrás de este arte tan necesario para
la memoria y la discusión. Con él, en esta apología, porque se la haré, porque
se la merece, por su calidad, por su amistad, todo era sencillo, y simple, y
fácil de compartir. Lejos de aquellos que se escudarían en el cine como conocimiento
y se quedarán en nada, solo en el presentimiento de ser profesores
universitarios sin obra. Rodrigo sí participó en muchas de esas actividades:
cortos y documentales y películas, y es hora de hacerle un necesario reconocimiento
a su aporte y no dejar su memoria disuelta en lo que ocupa a los antioqueños la
recalcitrante trama de la inexistencia, la pequeña fama de un día, o la fallida
cultura de los premios ocasionales como medida a sus artistas. No, Rodrigo es más
que eso, es una presencia total en nuestro cine.
Rodrigo Tamayo fue una
de las personas esenciales del cine en la década del 80. Entonces para paliar
la necesidad de no poder hacer cine solo quedaba la opción de asistir a los
teatros y a los cineclubes donde era fácil encontrarlo, disfrutando de algún
ciclo de cine, de un gran autor que hacía posible saber que el cine, visto de
esa manera, ampliaba fronteras.
No en vano, más tarde,
Rodrigo había sido el camarógrafo de Hulleras
de Gonzalo Mejía (1980), El tren de
los pioneros (1986) de Leonel Gallego y de una película que estuvo mucho
tiempo sin presentar al público como fue Mariposas
S.A., (1986), dirigida por Dunav Kusmanich, y Canturrón (1991) de Gonzalo Mejía. Además de diversos cortos en la facultad
de artes de la Universidad de Antioquia.
Pero ahora no voy a
refirme a esas películas que son la continuación del cine en Colombia, y
específicamente en la ciudad, en Medellín, y, que por supuesto, es necesario
valorar, sino a otra fase creativa de Rodrigo: la literatura.
Un amigo suyo, Iván
Puerta, mantuvo guardadas unas carpetas, legajos con notas y ahora ha recobrado
una pasión de la cual conocíamos poco de Rodrigo a no ser un cuento ya
publicado en el año de su muerte, de una forma casi marginal, pero al fin de cuentas
publicado por la Cámara de comercio.
Una de esas carpetas
contenía una noveleta, En la esquina,
que ahora ha sido editada por Editorial Palabra Viva. En esta el autor nos
lleva a su infancia trascurrida en Bello, a la presencia de las barras, a los amigos
de esquina con las miradas a lo que acontece en el barrio como lugar de su
ternura y de su presencia.
A ese tono confesional,
porque ahí está Rodrigo, se sucede la vida marginal de cuidar animales caseros,
de atisbar y sentir el pulso de la vida de una familia, donde él, Ricardo, es la
persona que camina por Bello, y al comienzo ese nuevo espacio citadino lleno de
putas y ladrones, trasunto de esos nuevos habitantes citadinos, como son quienes
deben emigrar de pueblos y veredas a una ciudad para evadir el asedio de la Violencia,
y rondar en la vagancia, en la falta de empleo de sus padres, en la acosada vida
doméstica, en la asedia de los sueños de bachillerato, en una vida llena de soledades, espuria y sin posibilidades, donde solo aparece como manera de socializarse,
las barras en las esquinas, y luego ellos
comenzar a delinquir en casa de sus mismos vecinos, sus amigos, y después, mejor
huir a Venezuela como un pequeño sueño dorado que no valió la pena. Otras de las
utopías imposibles: huir para regresar interiormente masacrado.
Rodrigo
Tamayo Herrera nació en bello en 1954 y murió en Medellín en 1994. Era Comunicador
social de la U de A. y realizador de cine.
lastima que se escuche tan mal porque es un buen testimonio de la memoria de Rodrigo Tamayo. un buen hombre, lleno de alegrías pero con un desencanto interior mayor. abrazos.
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