viernes, 24 de julio de 2015

Luis Flórez Berrío / 4 Festival Alternativo de Poesía de Medellín

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Luis Flórez Berrío / 
4 Festival Alternativo de Poesía de Medellín

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LUIS FLÓREZ BERRÍO: LOS PRIMEROS 90 AÑOS DEL RUISEÑOR DE ANTIQOUIA

Carlos Alfonso Rodríguez

El poeta Luis Flórez Berrío transcurre hace varios años de su vida en el centro de la ciudad de Medellín, exactamente en el jirón Junín a donde llega todos los días de la semana. De lunes a sábado es común encontrarlo en las bancas públicas que se encuentran frente al “Astor”, allá lo visitan sus amigos, conocidos y admiradores de su obra, incluso algunos discípulos, porque una de las razones que lo entusiasmen de vivir es poder compartir sus conocimientos sobre poesía, algo en lo cual es absolutamente generoso y desinteresado. Los días domingos es común encontrarlo en el parque Bolívar en donde dormita a ratos hasta que vuelve a la casa de su hermana en el barrio Buenos Aires.

     Luis Flórez Berrío nació en el 22 de septiembre de 1926 en el pequeño municipio de San Andrés de Cuerquia, en donde es una de las personalidades más relevantes del ámbito literario, poético y cultural. Un pueblo que lleva en su memoria y en su corazón y al que le ha cantado de modo excepcional en un poema que ha intitulado “Pueblo de palomares y labriegos”. Un pueblo que es en esencia ganadero como casi todos los pueblos del norte antioqueño, pero que también posee una gran riqueza agrícola que es la que recuerda y canta el poeta. Éste pueblo se encuentra separado de la ciudad de Medellín por 132 kilómetros y tiene una altura de 1475 metros sobre el nivel del mar.

     Luis Flórez Berrío solo estudió el primer grado de primaria en una pequeña escuela de Yarumal abandonando los estudios primarios porque un día el profesor que era un novicio, un hermano religioso que estaba a cargo de aquella escuela le lanzó un reglazo que más parecía una tabla de lavar ropa, hecho que lo llenó de rebeldía y coraje, que lo impulsó a lanzarle un frasco de tinta en el cuerpo. El niño de siete años que era el poeta entonces, consideró que ese abuso fue un acto de honda injusticia: “Porque otros se habían burlado de él y el novicio creyó que había sido yo. Claro que yo en aquella escuela no era un ángel, pues de pequeño era muy peleador y si alguien me buscaba para discutir le decía que en el recreo nos entendíamos o en la salida”.
      Desde entonces nunca más volvió a una escuela ni a colegio alguno. Decidiéndose por el autoconocimiento y por una formación esencialmente autodidacta, lo cual era muy común en aquellos tiempos y muchos grandes personajes de la historia universal han llegado solamente al primer grado de primaria pero el tiempo los convirtió en celebridades como a Benjamín Franklin, Tomas Alva Edison o el poeta Leoncio Bueno, por ejemplo. 
     Don Luis Flórez Berrío a los diez años de edad descubrió que la poesía era lo más bello que existía en el universo, o lo más hermoso que existe en el mundo. Magnetizado por el susurro de las palabras de los primeros poemas que escuchó en la voz de sus hermanas mayores, o quizá en el canto de los pájaros que sobrevolaban en su entrañable pueblo, o tal vez en el mismo murmullo de las hojas que se balancean con el viento en las ramas de los árboles de todos los caminos de su vida. Así escuchó esos primeros poemas en su infancia campestre, esos poemas eran de Julio Flórez y Guillermo Valencia, que entonces eran amados y difundidos en Colombia. Recuerda también a Roberto Muñoz Londoño un poeta que ahora parece haber pasado al más completo olvido, pero que Luis Flórez Berrío conserva nítidamente en su memoria, como recuerda de memoria y recita a Francisco Luis Bernárdez, a Rubén Darío, a Chocano.

     La familia de Luis Flórez Berrío y él se trasladaron de San Andrés de Cuerquia a Yarumal, luego a Medellín en donde trabajó en mil oficios: “Me hice absolutamente solo a través de mis lecturas. Creo que con mi voluntad y esfuerzo he dado ejemplo de superación”. Hijo de una madre trabajadora nacida en el campo y de un padre que fue un músico popular que los dejó a él y a sus hermanos para vagar errante por el mundo echando sus cantos al olvido y nunca más saber de ellos, ni ellos tampoco de él.

     Luis Flórez Berrío, ha sido relojero, periodista, profesor particular, ejecutivo de ventas, editor de pequeñas publicaciones, periodista, comentarista radial, vendedor de libros, publicista, asesor literario. Ahora en una banca del jirón Junín en pleno centro de Medellín, en donde aún sostiene tertulias en el otoño de su vida, reflexiona: “Uno piensa en la muerte, porque la muerte es una forma de vivir, muchas veces lo asimilado es conocimiento subconsciente. Los alumnos son vacíos que hay que llenar. A mí siempre me ha gustado enseñar y he tenido varios alumnos y alumnas en este arte de escribir y poetizar”.

      En otro instante y momento de esta entrevista nos manifiesta lo siguiente sobre el polémico grupo de los años sesenta que agitó el cotarro literario en Medellín y Colombia: “El Nadaismo fue una escuela bullosa que acabó ligero, porque estaba impregnado de arrogancia. Conocí a Gonzalo Arango que era la cabeza del grupo y no era introvertido sino parlanchín, le arrimaban amigas, revistas, quienes creyeron en él lo mitificaron”.
      En el recuerdo personal y en el de los demás quedan sus momentos de esplendor, entusiasmo y admiración. Cuando por ejemplo escribió el poema “La paz cansada” que le prodigó una larga cantidad de simpatizantes y lectores hasta en la actualidad.
“La paz cansada” es una fotografía de la denominada época de la violencia en Colombia, período que él poeta vivió y graficó cual esteta del tiempo en un canto que le ha ponderado mucha admiración, pero también envidia.

LA PAZ CANSADA 
(Luis Flórez Berrío)

La paz no tiene paz, nació cansada,
Creció enfermiza y navegó en la sombra,
Dios que la quiso tanto no la nombra
Y en sus milagros la dejó olvidada.

Todos la piden blanca y es morena…
Desconoce la voz de los pastores;
No ha podido apoyarse en los amores
Ni desprenderse de su propia pena.

La paz, ni en los ministros parroquiales
Con su bíblico símil de paloma;
La paz, ni en la penumbra que se asoma
Callará sus lamentos desiguales.

No la tiene el poeta ni el gitano,
Ni el mago, ni el monarca, ni el coloso;
Ni siquiera la tiene el perezoso…
O el enfermo…o el triste… o el profano…

Qué ha sido nuestra paz…? ¡Puerto sitiado!,
Barandal de impresión, fragmento raro,
Trapecio de crueldad, costa sin faro
Y efímero capricho desvirtuado!

La paz con su desplante de querella,
Fingióse catedral de fantasía;
Y el Hombre Dios que de la paz venía,
Nació sin paz y falleció sin ella.


     Este es uno de los más bellos poemas de este autor y poeta, que se encuentra además musicalizado en tres versiones distintas que el gran público desconoce, porque no existe o hay muy poca difusión de su obra en general en la actualidad. Bello canto y poema de este autor, pero no es el único como se demostrará paso a paso lo largo de esta conversación literaria.

¿En qué año Don Luis escribe usted este bello poema?  

     Fue en 1954 a solicitud del periódico “La Defensa” y como un homenaje al día del idioma, porque me pidieron en el diario un poema a la paz, fue el jefe de redacción y de programación general Sr. Gilberto Gallego Rojas, en ese momento solo pedí un lapicero, hojas y tiempo, probablemente en mi mente ya germinaban algunas ideas sobre el tema, así nació “La paz cansada” en unos breves minutos. Exactamente el 24 de Abril de 1954 fue publicada por primera vez en las páginas del periódico “La Defensa”.




¿En dónde aprendió Usted, preceptiva literaria?

     Nunca tuve un maestro a tiempo completo, una sola vez un cliente me dijo que yo era su rival en las artes, él era un buen y magnífico poeta que conocía la preceptiva, en esa conversación me dijo que yo si tenía pretensiones de superarme en este campo necesitaba medir los versos para mejorarlos, así fue que aprendí el arte de escribir poemas. Yo considero que el soneto es un poema de doce pétalos. 
     
   “La paz cansada” desde esa fecha al día de hoy ha tenido muchas ediciones y trece traducciones, pero el autor no ha cobrado regalías por ello. Ni podría hacerlo porque ni en Medellín ni en Bogotá existe un Gremio de Escritores que contemple estos casos, que tiene que ver con el tema de los Derechos de Autor. Si ello se cumpliera, es decir. Si se respetaran los derechos de autor de los poetas y escritores, el poeta Luis Flórez Berrío no estuviera al borde de la indigencia, mucho menos sufriría la indiferencia de las editoriales, festivales y ferias del libro en Medellín, que lo ignoran con la más absoluta frialdad e indiferencia. Sin embargo, el poeta de la paz posee el afecto de sus innumerables admiradores que le manifiestan su cariño a diario.
   
 “Me atacan mis enemigos, me atacan los políticos profesionales, que me suponen un recalcitrante conservador porque mi padre lo fue o porque trabajé en el diario “La Defensa” o por lo que fuere. Y yo de alguna manera cargo con esta herencia. Sin embargo soy liberal, mucho más liberal que todos los godos juntos y mucho más rebelde que tanto falso revolucionario”.

Es la voz del poeta que discurre sonora y clara para exponer sus ideas de artista, de hombre libertario. A pesar de los años a cuestas y de los ingratos momentos, su vitalidad, expresividad y elocuencia es supremamente clara, conmovedora y aleccionadora.

Los poemas “La paz cansada” y “Los hijos naturales” fueron declamados innumerables veces por Bertha Singerman, El Indio Duarte, Fausto Cabrera, Alberto Mejía Álvarez, Javier Medellín, Abelardo Cano y por muchos otros declamadores profesionales de la época. Desde entonces tiene muchos admiradores que en las calles, parques, plazas o en este mismo jirón en donde ahora transcurre sus últimos días y horas, cuando pasan lo señalan con entusiasmo diciéndole: “Allá va el poeta de la paz” o “Luis Flórez el poeta de la paz”, algo que por supuesto lo hace enormemente feliz, pues es el más generoso aprecio popular.

LOS HIJOS NATURALES 
(Luis Flórez Berrío)
    
Todo es triste: los hijos naturales,
la sombra de la tarde paisajista,
la nueva Ley de la oración turista
redimiendo palomas y chacales.

Todos es leve: los hijos naturales,
los amores, la luz de la esmeralda,
la brisa que apacible da la espalda
mientras nace la aurora sin pañales.

Todos es grave: las penas capitales,
la crueldad magullando a las criaturas,
las entrañas formando curvaturas
y el dolor de los hijos naturales.

Dios no tiene la culpa de los males,
ni de todo el placer, ni del hastío…
Cómo duele la mancha del desvío
doliéndole a los hijos naturales.

Eva y Adán tuvieron barandales
donde apoyaron su primer quejumbre
después, con misteriosa pesadumbre,
vieron crecer los hijos naturales.

Tres frutos siempre seguirán iguales:
nuestra Fe comulgando con espinas,
nuestra Paz descansando en las esquinas
y el dolor de los hijos naturales.


     En comienzos de los años 60 se presentó a las oficinas y evaluaciones de la Editorial Plaza & Janes, convirtiéndose con el tiempo en un sobresaliente ejecutivo de ventas de la mencionada casa editora, llegó a tener a su cargo hasta 22 asesores culturales: “Me echó el gerente por envidia, fue el señor Yofri de origen argentino. Entonces me fui para la Editorial Aguilar. De Aguilar salí por voluntad propia, porque no simpatizaba con la administradora, que incluso me hizo algunas insinuaciones indecentes. Además ya era en ese tiempo un padre de dos niñas, que ahora son buenas madres, que siguen siendo mi adoración y que me llenan la vida de infinita alegría”. Fue la época en la que escribió también sus primeros y más bellos poemas de amor, que sinceramente no tienen nada que envidiarle a Gustavo Adolfo Bécquer, Federico García Lorca, Amado Nervo, Pablo Neruda o Mario Benedetti.


REGRESO DEL AMOR 
(Luis Flórez Berrío)

Tu nuevo amor ya filtra su presencia
como el perfume de una flor amada,
y es tan nuevo el amor, que en su llegada
me describe una dulce reverencia.

Tu nuevo amor, bohemio en tu clemencia,
despliega su bandera columpiada,
le da un beso a mi pena en madrugada
y un abrazo cordial a mi presencia.

Tu nuevo amor palpita en mi esperanza
y en todas tus venturas caminantes,
se me asoma sumisa tu añoranza.

Tu amor es como el pájaro proscrito
que cansado de giros emigrantes
se torna espectador del universo.     


     “Yo no creo en Dios porque lo llevo por dentro” dice Luis Flórez Berrío mientras lo entrevistan dos jóvenes estudiantes universitarias que se le acercan, dialogan y fotografían con él; porque se encuentran realizando un trabajo de investigación y le han llamado la atención los atuendos del poeta que en verdad son de otra época: saco grueso, chaleco y boina de cuero, mientras él sonríe y contesta cada una de sus sencillas preguntas e inquietudes, que absuelve con suprema ternura sentado en la banca del Jirón Junín. Las jóvenes se despiden y continuamos escuchando “Al poeta de la paz” o “El ruiseñor de Antioquia”. Y manifiesta algo que podría ser su arte poética, una repentina profecía o una íntima confesión:

     “Para poder ser un gran poeta, primero debo pensar en que valgo mucho, sino tuviese ese pensamiento en mi mente, entonces solamente habría dentro de mí un auto abandono. El futuro será mi tiempo, no hoy. Actualmente me encuentro con varias enfermedades, pero yo las debilito con mi optimismo; en estos momentos me siento mal del estómago y el colon. No tengo pensión, soy un jubilado de mí mismo”.

     Luis Flórez Berrío llega todas las tardes a mediodía en donde se encuentra con amigos, admiradores, periodistas, poetas, declamadores, pintores, que le compran sus libros de poemas o ensayos entre charlas de café o tinto. Es un personaje en medio de ese río de gente que circula todos los días, todas las tardes y todas las noches en el tráfago cotidiano de la ciudad. Aquel personaje que fue amigo de León Safir, Tartarin Moreira, Ciro Mendía, Carlos Castro Saavedra, Manuel Mejía Vallejo, Jorge Robledo Ortiz, Oscar Hernández, Mara Agudelo, Juan Roca Lemus (Rubayata), precisamente este último autor dijo sobre él lo siguiente:

     “En todo caso en la obra de Luis Flórez Berrío encuentro un precioso ritmo anímico conmovedor, que estremece cuando sacude a la verdad del hombre, como si lo hiciera por la solapa, produciéndole un sismo tremendo para obligarla a la desnudez. Que es cuando ya el mundo reclama: el desnudismo de la verdad, en esta vida de ahora tan enmascarada y tan turbia.
Y aunque parezca paradójico, dentro de todo ese proceso de suavidades en lo poético de Flórez Berrío, se sale el fuego, el incendio de la bizarría que duerme en el alma de este poeta de “La paz cansada”.
                                                                                             Juan Roca Lemus (Rubayata), fragmento de un ensayo de J.R. Lemus leído en Bello, el 4  de agosto de 1966.

               ***

“En cuanto a la poesía social, humana, rebelde, sincera. Desnuda, constante, metafórica, realista, brillante, cadenciosa, hecha con el corazón y con el alma, no hubo ni habrá en el mundo, un poeta tan claro y tan hondo como Luis Flórez Berrío “Poeta de la paz”. No le hacen justicia por egoístas y por envidiosos. Sin embargo lleva más de 45 años haciendo cultura literaria”. 
                                                          Jorge Robledo Ortiz

                        *** 
  
“Nadie de los del círculo de arriba le perdonó a Luis Flórez Berrío el humanismo que practicó en su poesía a favor de los desprotegidos y de los vencidos, sin haber pertenecido a ningún movimiento político. Su poesía social ha sido la más sincera y la de más continuidad desde la época en que sacrificaron a J. E. Gaitán y en contraste con este tipo de literatura aparentemente de protesta, surgieron sus cantos líricos, románticos y paisajísticos. Y en cuanto a su prosa, en “Cartas al infinito” lo consideramos como el primer y más valioso prosador de Latinoamérica, porque este tipo de trabajo, pleno de giros elegantes, cadenciosos, rebosantes de dulzura musical, de imágenes, de metáforas, de ritmos ascendentes y de espontaneidad placentera, no deja de ser sobresaliente”.

                                                Carlos Castro Saavedra
                                            Medellín 1 de Marzo de 1989

                        ***
    Yo también busco al gran poeta, porque me nutro de su sapiencia, conocimiento y experiencia. Y don Luis Flórez Berrío entre conversa y conversa me cuenta de un ingrato día ocurrido hace apenas unos meses atrás en el centro de la misma ciudad y en estas mismas calles:
   
     “Un día se me acercaron una pareja, un hombre y una mujer, que me hicieron conversación, pero me afectaron con escopolamina, me robaron mi maleta con todos los poemas escritos de manera reciente. Principalmente los escritos a Porfirio Barba Jacob. Me robaron las alhajas que tenía, con otras cosas que traía en la misma maleta. Me tuvieron que operar de la cabeza, porque los bandidos me dieron muchos garrotazos y patadas, desde entonces tengo un poco afectada la memoria…”.

Me dice el buen poeta mientras sus ojos buscan en los recuerdos ideas y reflexiones en donde manifiesta su profunda inteligencia y sabiduría:

     “Me gusta publicar, porque de esta manera me conoce más la gente y a medida que me van conociendo me van amando, porque lo que hago y digo es musical, soy muy musical, cadencioso. Me gusta que la poesía en los demás poetas, aunque no rime busco que sea esencialmente musical. Razón por la cual aprecio mucho al declamador y a los declamadores, porque ellos son verdaderos mensajeros de la cultura, en lo místico, en lo ecológico, el declamador se convierte en un grande portador de todo eso”.

¿Poeta Luis, por qué cree usted que lo han olvidado en esta ciudad?

Piensa, reflexiona y contesta: “No me han olvidado…Porque ni siquiera me han recordado…” Dice, mientras desglosa una sonrisa llena de ternura y una respuesta con el más fino humor y elegancia de una magnánima inteligencia, que está desposeída de rencores.

     Luis Flórez, como un buen ruiseñor le ha cantado a la paz, al sublime amor, a los hijos naturales, a la vida, a la justicia y a su pueblo incrustado entre miles de montañas que lo ha llevado con orgullo junto a él en cada temblor de su corazón, para inmortalizarlo en un poema que es prueba palmaria de su maestría y excelencia: “Pueblo de palomares y labriegos”. ¿Quién sinceramente podría dudar que Luis Flórez Berrío, no es el Ruiseñor de Antioquia en estos versos límpidos, frescos, claros e intensos?


PUEBLO DE PALOMARES Y LABRIEGOS 
(Luis Flórez Berrío)

Te quiero por tu río que te arrulla
con su dulce lamento reverente;
porque no te pulieron en tu hechura,
porque pareces visto desde arriba
de tus altas montañas verticales,
la sucursal de un purgatorio en ruinas
con jardines de amor y con hogares;
y porque eres teatro al sol y al viento
donde juegan los ecos de mis pasos
con la blanca oración de los labriegos.

Pueblo donde el crepúsculo cansado
y la espiga del viento distraído,
vienen crucificando en tus linderos
mi nostalgia prendida en tus caminos.

Cuerquí fue tu cacique peregrino
que tuvo aquí su gente y su bandera
y aquí el imperio de su raza indígena.

Tu forma de crisol semi tranquila,
yo la puedo llamar campana verde
con margen de silencio en la colina
bajo el arco sin fin donde la nieve,
cuelga sus barandales en la bruma.

Yo te puedo llamar el escondite
de mi ayer silenciado en su clausura,
lecho de sol, muralla de la luna,
confesonario de las tardes tristes,
palomar de las albas que comulgan
con trinos de perfil y con escarcha.
Pueblo donde galopan los recuerdos
y descansan las penas de las almas
afiebrando la voz de mis abuelos.

Tu nombre es San Andrés, golfo de viaje
hacia el mar de mi vida sin veleros,
hacia el hongo del cielo sin escape
ni refugio sutil para mis sueños.

Yo adoro la cosecha campesina
de lo sembrado por tu gente buena,
y amo tus huracanes y tu clima
que apretujan el resto de la tierra.

(Libro: “Mientas pasa la vida”. Págs. 75 y 76)

     “El poeta de la paz”, “El ruiseñor de Antioquia” como lo queramos llamar es el mismo, un hombre sencillo que ha consagrado su vida a un arte que ahora también se produce en el margen del mundo, a la espalda de la modernidad, a la orilla del desamparo, pues en este universo de mil opciones de entretenimiento la poesía no es precisamente la más popular, en realidad nunca lo fue. Sin embargo, ahora el poeta Flórez Berrío canta al borde de los 90 años de vida, y mientras cante el poeta Luis Flórez, para bien y para siempre, habrá poesía. Mientras recorra las calles, mientras las ame como las ama con la más profunda ternura del alma.

LA PAZ DEL POETA DE LA PAZ 
(Luis Flórez Berrío)
 
Yo doy para la paz
mi semilla de versos.
Doy mi Luis sin chequeras,
mi apellido sin islas,
mi gloria sin oasis,
mi fama compartida,
mi cumbre sin orgullo,
mi poema dos mil,
mi taller de relojes pensativos,
mis libros luminosos,
mi risa y mi sonrisa cuando buscan
las alas colombianas de alguna mariposa.
 
Yo moriré intranquilo, sin paz por lo que queda.
¿Quién detendrá mi sangre mezclada con el polvo
bajo el golpe iracundo?
 
Yo sé que llegan ellos decapitando abuelos
y aplastando a los niños,
destruirán hogares, formarán el saqueo
empurpurado,
ahorcarán las dóciles rosas invioladas,
romperán en pandilla la red de la esperanza
y sabré que acribillan silencios distraídos.
 
Ellos vendrán y dejarán estigmas,
negociarán martirios,
refrescarán con whisky la masacre
y dirán que mi Antioquia y que Colombia
pertenecen también a los que mueren.
 




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