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Días el Libro, Medellín, 2014
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Los libros
Víctor Bustamante
Cierto, el destino de los libros cuando nacen, es brillar, fulgir con sus
carátulas hermosas vistas como una muchacha con su interior sin escudriñar, ese
interior de veintiocho letras que con sus signos hacen soñar. Luego serán
exhibidos en vitrinas de librerías, luego serán alineados en estantes a la
espera del comprador. Los libros luego se prestan, los libros prestados nunca
se devuelven. Un adagio dice que no se sabe quién es más iluso si quien presta
libros o quien los devuelve. De todas maneras los libros sufren ese robo
amistoso de quien los presta o de quien los devuelve.
Los libros poseen anécdotas, son espíritus vivos, mantienen alerta. Los
libros desangran cuando nos hacen sentir mal. Así ocurre con un libro en uno de
estos lugares, una librería de viejo. También una librería de viejo es algo así
como un cementerio donde llegan los libros desechos de la ciudad, se convierte
en algo así como un mausoleo portátil, momentáneo, donde los libros descansan
antes de reiniciar el viaje hacia una mesa de noche o hacia otra biblioteca
particular. Librería de viejo, anticuaria, con su símil basurero del
conocimiento, lugar de encuentro, y eso era, un precioso lugar de encuentro,
sin la necesidad de entrar perseguido, escrutado por la mirada de los celadores
de las bibliotecas. Mientras miraba libros que me llamaban la atención y no los
había leído, pero que tenía que leer algún día, ya que hay libros que es
necesario vivir, leía algunas páginas de Las
uvas de la ira de Steinbeck con el sello de una librería, La Cigarra donde
se vendió en 1959, aquí en Medellín. No tenía idea de en qué lugar quedaba esa
librería ni quien la regentaba como si yo tuviera qué saber todo sobre la
ciudad, y a partir de este libro me llegaran noticias de sitios, presencias que
más tarde, ahora son ausencia.
En una anticuaria llegan los libros que han pasado de mano en mano y traen
su pasado de lecturas. En una librería nueva llegan los libros intactos, en estado
original, su dueño tiene el privilegio de abrirlos y violarlos y sentir su
fragancia a tinta, manosea con avidez sus páginas. Un libro usado ya ha sido
leído, releído, manoseado, pero tiene el encanto de que no se sabe de dónde viene,
pero sí a quién perteneció debido a que muchos exhiben su exlibris, los
subrayados. Un libro nuevo es apenas una pregunta que se resolverá a medida que
se lee. Un libro usado, de viejo, es el misterio absoluto, no se sabe cuántos
pasos ha dado y durante cuánto tiempo para llegar aquí. Un libro usado quiere
andar de nuevo, huir de la librería de viejo, quiere responder preguntas,
curiosidades. Es el encuentro entre un vagabundo de las calles y él mismo que
es un vagabundo de las librerías y de sus diversos dueños.
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