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ANTE LA CAÍDA DE UN EDIFICIO
Darío Ruiz Gómez
Habrá que recordar de nuevo el film de Francesco Rossi, “Las
manos sobre la ciudad” que comienza con la caída de un edificio de vivienda, lo
cual conduce de inmediato a una investigación sobre las causas y los causantes
de esta catástrofe. El edificio hacía parte de un proyecto de vivienda de la Democracia Cristiana, Partido de
Gobierno. Primera evidencia: al privatizar estos programas se olvida la calidad del diseño
arquitectónico, un urbanismo regularizador, por parte de los grandes capitales manejados a
su antojo, por estos Patriarcas, imágenes mismas de acendrada decencia y religiosidad. Igualmente,
se deja a un lado, por considerarlo un gasto innecesario, la calidad de los
materiales, de los acabados. Rossi analiza la corrupción de la clase política
en manos de estos poderosos empresarios que convierten la ciudad en su botín a
través de una especulación desmedida. Infinidad de lúcidos análisis se han
encargado de darnos una visión aproximada de lo que ha supuesto la degradación
de la ciudad moderna a través de estos oscuros capitales frente a los cuales, cualquier consideración
sobre los valores cívicos, y, la necesidad de respetar la ciudad construida,
patrimonio de sus habitantes, llega a ser considerada como una demostración de mera
sensiblería.
El texto de la arquitecta alemana, Julia Schulz- Dormburg, “Ruinas Modernas. Una topografía del lucro” como
recuerda Rafael Argullol, disecciona magistralmente lo que en dos décadas supuso
el arrasamiento de la ciudad recurriendo, por ejemplo, al arribismo social de
quienes buscan hacer parte de aquello que la propaganda les muestra como la
entrada en una era de prosperidad indefinida, como la posibilidad de vivir en
los barrios exclusivos de los personajes exclusivos. Un sueño triste que la
crisis económica, en el caso de España, dejó en
las ruinas y que, a través del rostro
estupefacto de los engañados recuerda hoy lo que supuso este simulacro donde la
abrupta sustitución de uso de los espacios por la rentabilidad del cambio,
disfrazó sus objetivos destructores,
como la destrucción del tejido urbano mediante la atomización del espacio público
a través de las urbanizaciones cerradas,
de las torres exclusivas, la desaparición de los Centros cívicos, el
crecimiento acelerado de la inequidad.
Problemática que a través de los años he enfrentado desde
esta columna para tratar de abrir los ojos a las autoridades respectivas sobre esos
terribles errores que no podían cometerse en nuestra ciudad, olvidando,
ingenuamente, algo muy importante: que
una vez comenzado el frenesí de la especulación inmobiliaria con la presencia
de grandes capitales buscando legitimarse legalmente, para nada importan disciplinas como la
Planeación urbana, un urbanismo regulador de los procesos de urbanización y
defensa de los derechos del ciudadano ante la irracionalidad de los
comerciantes del espacio urbano. ¿No existían ya cuando Fajardo y su Alcaldía
los estudios geológicos necesarios sobre la realidad de esas laderas? ¿Se tuvo
en cuenta estos estudios durante una Alcaldía en la cual se transformó sin
medida alguna esa topografía construyendo más de 100 torres sobre quebradas,
destruyendo bosques necesarios para el equilibrio del terreno? ¿Dónde están las
vías necesarias a esa inusitada densificación? Una torre sobre un barranco y ¿y
los parqueaderos y las vías necesarias para una densificación desmesurada? ¿Cómo
se concedieron miles de licencias de construcción sin tener en cuenta estos requerimientos necesarios
durante la Alcaldía de Salazar que llegó a proclamar las VIS como su Programa de Vivienda Social bajo el
demagógico lema de que “también los pobres pueden vivir en El Poblado”? Un edificio que colapsa es un interrogante que
descorre dolorosamente los velos sobre una realidad que no queríamos ver, “la
huella de la locura codiciosa” como la llama Argullol, las complicidades de
unos y otros, el colapso de unas economías que necesitamos definir y
reflexionar como parte de nuestra responsabilidad de seres pensantes urgidos de
salvar nuestro hábitat: la ciudad.
(Para Juan Esteban Cantor. In memoriam)
Se cayó solo
ResponderEliminarNo, tonto lo dejaron car, estaba mal hecho
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