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Epifanio Mejía
Víctor Bustamante
Epifanio hasta los 30 años era
una persona normal, aquel que compuso el “Canto del antioqueño”, “Medellín
desde el Pan de Azúcar”, “La muerte del novillo” y “La Tórtola”, entre otros
poemas. Luego cuando era visitado por algunos escritores, que solo encontraban
la desazón de verlo desquiciado pero amable, los invitaba a sentarse sobre la cama
de su cuarto con piso de tierra donde, por unos cigarrillos prohibidos por los
médicos, alguna cosa recitaba o intentaba componer algunos versos con su cerebro
ya calcinado, perdido en lejanas ensoñaciones y quimeras de risa.
Cuando estaba en pleno auge de
sus facultades mentales asistía a una tertulia que se realizaba en la esquina
de Boyacá con Palacé en la botica del señor Federico Isaza donde asistían: El
Tuerto Echeverri, Federico Jaramillo
Córdoba, Arcesio Escobar, Teodomiro Isaza, José María Villa, Lucrecio Vélez,
Juan José Molina, Luis María Hernández, Ignacio Quevedo y Julián Escobar entre
otros.
Su locura había comenzado en
1870, un día cuando abandonó, sin sombrero, y corriendo hacia las orillas del
rio, su almacén adyacente a la Plaza de la Candelaria, en la calle del
Comercio, hoy Palacé, como era el nombre del Parque de Berrío, por supuesto que
la mitad del surtido de telas fue robado, a pesar de lo solitario de las calles.
Epifanio vivía en su casa de la
esquina de La Paz con Bolívar. Allí uno de sus hijos, Pedro Pablo, había
invitado a ver unos palomos a Enrique Echavarría y a su primo Carlos que
reconocería al autor de “La Tórtola”, ya que los poemas de Epifanio eran leídos
con fruición donde los publicaran, ya fuera en El Oasis, El Álbum y El
Cóndor. Más tarde en ese lugar construiría
la primera gasolinera de Medellín la Tropical Company. Epifanio era de melena y
barbas rubias, ojos azules, y trato dulce, buen conversador. Luego, en 1893,
Echavarría visitaría al poeta en Bermejal donde lo vio con un bastoncito
golpeando la arena y fumando. Cuando se despidieron, y al agradecerles el hecho
de haberle regalado cigarros y fósforos, les indicó que fueran a su almacén
situado en la calle del Comercio donde esperaba
grandes bultos de mercancía que llegarían cargadas en recuas enormes, y además podían
escoger lo que desearan. Lo mismo le había dicho al Indio Uribe cuando fue a
visitarlo y al recibirle el regalo que le había enviado Jorge Isaacs, el libro La
tierra de Córdoba, y al inquirir el
poeta sobre Isaacs, le dijo Uribe que estaba muy pobre a lo cual Epifanio le
dio al solución, que fuera a su almacén y reclamara las cargas de mercancía que
necesitara.
También Epifanio viviría en el
Chumbimbo con Sucre, hoy Maracaibo con Sucre. Pero su verdadera casa fueron los
diversos establecimientos para enajenados donde vivió los últimos 35 años de su
vida. Uno de ellos el Manicomio de Antioquia.
Sus instalaciones estaban ubicadas donde es hoy el Palacio de Bellas
Artes. Allí a los enajenados se les proporcionaba sólo alimento y vestido, sin
el beneficio del lograr una cura para su malestar. La Casa de Locos, que estaba dentro de cercos
y tapias y con una puerta de golpe, la dirigía doña María de Jesús Upegui,
quien con dos ayudantes cuidaba cien perturbados. El más notorio ya era Epifanio
Mejía.
Parece que enfrente del asilo de
locos –hoy la taberna Diógenes- poseía Epifanio un almacén que era barrido por
una de las locas más meritorias en el lugar, Dolores, quien decía: “Todos
estamos locos, menos mi amo Pacho Santamaría que es bobo”.
En el año 1892 se realizó el
traslado de los enajenados para la sede ubicada en el Alto de Bermejal –lugar
donde hoy queda Comfama- llevaron inicialmente 39 locos, entre ellos Epifanio
Mejía, poeta y autor del Himno Antioqueño y quien vivió 35 años recluido en el
asilo.
A veces el poeta era llevado a
las orillas del rio para recibir un baño o a la capilla enfrente para recibir
misa, o cuando los restos de Isaacs fueron llevados al Cementerio de San Pedro,
allí fue invitado a presenciar la ceremonia.
Hemos caminado por los pasillos
donde con certeza Epifanio Mejía también deambuló, miró y poetizó las montañas
como ninguno otro poeta lo haría en esa tierra que casi confundió su poesía con
el folclor y no con el drama personal que lo asolaba.
Del anterior edificio del
manicomio de Bermejal solo ha quedado la parte de la biblioteca, allí estaba el
restaurante para los enajenados. Esta edificación estuvo abandonada unos
cincuenta años desde su traslado a Bello, hasta su configuración actual.
Este abandono a las edificaciones
es una continua táctica de las diversas administraciones de la ciudad que sin
ideas y voluntad dejan deteriorar y destruir la riqueza arquitectónica e
histórica, casos muy presentes en la ciudad de Medellín, aquella que se precia
de diversos títulos, menos de ser sensible con su patrimonio.
230Millones valió el "nuevo" Himno de Antioquia.
ResponderEliminarSiempre he amado a Epifanio Mejía y su destino ejemplar, como modelo a ciertos poetas de Medellin que se hacen los locos pero con el dinerillo oficial, miro todo esto y me dan ganas de llorar, pobrecito sin anda de nada sino su poesía. Loor al gran poeta nuestro mientras yo lo acompaño por aquí, por las calles nada menos que tomando tinto y pandequesito caliente y con mucha poesía.
ResponderEliminarLuego del descalabro de Vitor, (viejo mañoso y sobrepasado con las mujeres decentes), en el festival alternativo (donde ese otro desechable del hamaquero), ahora vuelve a arremeter con su miopía repleta de errores ortográficos y torpe sin-taxi provinciana, buscando un lugar en esa Medellín que siempre le quedará grande a su baja estatura.
ResponderEliminarEstás en lo cierto este mediocre se la pasa si oficio de un lado para el otro y nadie le para bolas en nada. No es como nosotros los verdaderos poetas que la pasamos todo el año pendientes de la pesia y sudamos la gota gorda por ella. Fuera de la pesia este tipejo.
ResponderEliminarMi estimado Victor hay que hacer política con los fachos de derecha o con los fachos de izquierda para que te reconozcan algo de lo contrario no pasaras de ser una golondrinita raquítica, y no invitaran nunca al exterior ni a los eventos de ciudad.
ResponderEliminarNo les pares bolas a esos administradores de l cosa publica que lo haces todo muy bien
ResponderEliminarSolo esperamos que todo en la vida sea un haiku a la manera del poeta japones Raul Henao y sus secuaces del Japón de biscochuelo. Nunca los negociantes de la poesía serán como Epifanio Loco de verdad, no fingiendodose de loco.
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ResponderEliminarCuánto mañoso que finge de poeta en esa bella ciudad de Medellín, abusando de sus canonjías y condecoraciones de papel en todo el mundo como si la poesía fuera un espectáculo depravado y ver estos trabajos invaluables de Víctor con un nuevo acercamiento antropológico a la cultura poética. Por una parte, él procura desmitificar el uso indiscriminado que se hace de la poesía y la cultura para explicar todos los comportamientos sociales. Cuando la cultura es sobre todo la que debe explicarse, se concibe comúnmente, en cambio, que ella es el factor explicativo del comportamiento social. Por otra parte, contribuye a un mayor esclarecimiento de lo que son la política y el poder junto la poesía chorizo como la del señor de marras con el festivalito internacional que va en caída. Todo lo cual precisa de una definición rigurosa sobre la cultura poética en todo el país donde lo santistas se gastan la plata y sus aliados que han sido de todos los colores poéticos y políticos reciben los mendrugos de pan costoso como perros rabiosos.
Pais de mierda
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