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2. FESTIVAL ALTERNATIVO DE POESIA DE MEDELLIN--•
Carlos Mario Garcés
La casa que es refugio de pecadores: la de (DOÑA) RESFA
Francisco Velásquez Gallego
Es sensiblemente cierto: los de mi generación y sobre todo de la anterior a mí, fueron putañeros a rabiar. Las tradiciones de esta Antioquia señorial, -donde las señoras esposas estaban destinadas sólo a ser procreadoras, “envenenándolas” en la quebrada la Ayurá del municipio antioqueño de Envigado, mientras los maridos iban a lugares de bombillitos rojos a compensar las carencias de la vida hogareña-, consolidan este redescubrimiento literario que merece la atención de cualquier lector inquieto.
Ahora el ejercicio del deseo sexual se consigue con un sistema establecido a partir del momento en que este país se jodió. Cuando el gremio de “exportadores de productos sicotrópicos precolombinos” impuso un ritmo vital de nuevo cuño: las prepagos: infantas y hasta ninfulitas que con ambición de ser reinas y presentadoras de televisión se las ingeniaron para impostar sus téticas y acaramelar su prosapia hasta lograr convertirse en las sumisas de las camas de los grandes y pequeños traquetos con todas sus derivaciones. Y andamos en este hoy que lleva a extremos como los de bluyiniar con juegos envilecientes y la ronda de los juegos de menearlo hasta que caigamos en la trampa de “botarnos”, que entretiene a los jóvenes de 15 años en adelante.
Carlos Mario Garcés, docente de historia y filosofía, pero sobre todo persona crecida en medio de una de esas casas de citas, toma ahora, desde la literatura, la evocación de las damiselas que fueron la dicha y amargura de muchos sobrevivientes de esta ciudad subterránea, de un modo tal que consigue despertar en sus lectores una satisfactoria referencia de los amores frustrantes y desasosegados que conformaron la vida de muchos hombres.
El estilo característico de su concepción es una deslumbrante comprensión de los textos de Edgar Lee Masters, en su reconocida antología de Spoon River, donde hace una poesía precisa, filosófica y apasionada, con los epitafios imaginados en el cementerio de un pueblo sureño de Estados Unidos donde terminan encontrándose todos los muertos y relacionando sus vidas con sus misteriosos secretos, sus desafueros y sus bien conseguidos aciertos vitales.
La descripción del material de la casa de Resfa contrasta pulcramente con la sustentación de los personajes del gran poema estadounidense, obra en la cual como la han puntualizado los críticos cada difunto redivivo “pone voz a su epitafio, recapitula, desde su muerte, sobre la existencia: expone la verdad que las convenciones sociales, la tradición, la represión obligada y la represión inducida, le han obligado a ocultar en vida. La prostituta que dio servicio a los más afamados hijos del pueblo; el juez que se corrompió y que se sabe injusto ("sabiendo que hasta Hod Putt, el asesino, / ahorcado por sentencia mía, / era de alma inocente comparado conmigo"); el sacerdote que conoció secretos y sevicias; la muchacha violada; la esposa adúltera; el banquero que engañaba a sus clientes. Los epitafios sacan a flote la vida oculta, hacen emerger lo sumergido. La muerte desinhibe, libera, es el gozne que abre la puerta de la habitación donde los sueños conviven con las frustraciones, la verdad con la mentira, la dignidad con la humillación, el lujo con la miseria.”
En una palabra la hipocresía social que se manifiesta cual espejo siempre repetido de las veleidosas aberracioncitas que cada uno de todos hemos tenido en este transitar por la existencia, no como duración sino como expresión de la conducta humana.
Y con doña Resfa se recrean esas inolvidables casas de citas de Lovaina y el Fundungo donde iniciamos nuestras peripecias del amor sexual, como “la cueva del oso”, que tanta huella dejaron en esta ciudad ahora abandonada por el supuesto progreso que lo único que hace es enriquecer a los dueños del cemento ( y de los cementerios) y depredar los ámbitos boscosos y arboríferos de un lugar falsamente mostrado como el más educado y emprendor del ámbito nacional, aun cuando nuestro desenfreno paisa nos iguale al resto del planeta.
Un maestro de mis iniciales andanzas en el periodismo me lo hizo saber: cada que el cansancio lo sometía a delirios en su conducta, se encerraba en una casa de citas y salía, a los tres días, remozado, sonriente y con todos sus sentidos en hervor. Porque es inevitable: las putas con las verdaderas profesionales del amor.
Este libro de Garcés entonces rinde un apasionante homenaje a estas exquisitas amadoras, que vitalizan el epitafio de doña Resfa, esa célebre meretriz, suripanta, hetaira o pelandusca: “Verdadera madre, amiga, confidente, refugio de pecadores”
Ahora el ejercicio del deseo sexual se consigue con un sistema establecido a partir del momento en que este país se jodió. Cuando el gremio de “exportadores de productos sicotrópicos precolombinos” impuso un ritmo vital de nuevo cuño: las prepagos: infantas y hasta ninfulitas que con ambición de ser reinas y presentadoras de televisión se las ingeniaron para impostar sus téticas y acaramelar su prosapia hasta lograr convertirse en las sumisas de las camas de los grandes y pequeños traquetos con todas sus derivaciones. Y andamos en este hoy que lleva a extremos como los de bluyiniar con juegos envilecientes y la ronda de los juegos de menearlo hasta que caigamos en la trampa de “botarnos”, que entretiene a los jóvenes de 15 años en adelante.
Carlos Mario Garcés, docente de historia y filosofía, pero sobre todo persona crecida en medio de una de esas casas de citas, toma ahora, desde la literatura, la evocación de las damiselas que fueron la dicha y amargura de muchos sobrevivientes de esta ciudad subterránea, de un modo tal que consigue despertar en sus lectores una satisfactoria referencia de los amores frustrantes y desasosegados que conformaron la vida de muchos hombres.
El estilo característico de su concepción es una deslumbrante comprensión de los textos de Edgar Lee Masters, en su reconocida antología de Spoon River, donde hace una poesía precisa, filosófica y apasionada, con los epitafios imaginados en el cementerio de un pueblo sureño de Estados Unidos donde terminan encontrándose todos los muertos y relacionando sus vidas con sus misteriosos secretos, sus desafueros y sus bien conseguidos aciertos vitales.
La descripción del material de la casa de Resfa contrasta pulcramente con la sustentación de los personajes del gran poema estadounidense, obra en la cual como la han puntualizado los críticos cada difunto redivivo “pone voz a su epitafio, recapitula, desde su muerte, sobre la existencia: expone la verdad que las convenciones sociales, la tradición, la represión obligada y la represión inducida, le han obligado a ocultar en vida. La prostituta que dio servicio a los más afamados hijos del pueblo; el juez que se corrompió y que se sabe injusto ("sabiendo que hasta Hod Putt, el asesino, / ahorcado por sentencia mía, / era de alma inocente comparado conmigo"); el sacerdote que conoció secretos y sevicias; la muchacha violada; la esposa adúltera; el banquero que engañaba a sus clientes. Los epitafios sacan a flote la vida oculta, hacen emerger lo sumergido. La muerte desinhibe, libera, es el gozne que abre la puerta de la habitación donde los sueños conviven con las frustraciones, la verdad con la mentira, la dignidad con la humillación, el lujo con la miseria.”
En una palabra la hipocresía social que se manifiesta cual espejo siempre repetido de las veleidosas aberracioncitas que cada uno de todos hemos tenido en este transitar por la existencia, no como duración sino como expresión de la conducta humana.
Y con doña Resfa se recrean esas inolvidables casas de citas de Lovaina y el Fundungo donde iniciamos nuestras peripecias del amor sexual, como “la cueva del oso”, que tanta huella dejaron en esta ciudad ahora abandonada por el supuesto progreso que lo único que hace es enriquecer a los dueños del cemento ( y de los cementerios) y depredar los ámbitos boscosos y arboríferos de un lugar falsamente mostrado como el más educado y emprendor del ámbito nacional, aun cuando nuestro desenfreno paisa nos iguale al resto del planeta.
Un maestro de mis iniciales andanzas en el periodismo me lo hizo saber: cada que el cansancio lo sometía a delirios en su conducta, se encerraba en una casa de citas y salía, a los tres días, remozado, sonriente y con todos sus sentidos en hervor. Porque es inevitable: las putas con las verdaderas profesionales del amor.
Este libro de Garcés entonces rinde un apasionante homenaje a estas exquisitas amadoras, que vitalizan el epitafio de doña Resfa, esa célebre meretriz, suripanta, hetaira o pelandusca: “Verdadera madre, amiga, confidente, refugio de pecadores”
Medellín, junio 2013
Un gran poeta que los taconudos del otro lado nunca invitaron por hacer looby en Europa buscado mediocres poetas. Mario felicitaciones por estar ahí, lo mismo que a Víctor por su atrevimiento con Gustavo y Raúl
ResponderEliminarpobres muertos de hambre estos poetitas que se atreven a competir con nosotros jajajaja . No hagan el ridiuclo tontos
ResponderEliminarEstan solitos no veran nunca el exito jajajajaja
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ResponderEliminara este cacorrito cuando habla del culo de juancho se se sale la baba
Esta porquería se cree buen poeta, buen poeta soy yo que he triunfado, con mi Festival: "El festival de Rendón".
ResponderEliminarStunning quest there. What occurred after? Take care!
ResponderEliminarHere is my weblog Louis Vuitton Discount