Giovanni Celis

Giovanni Celis

Víctor Bustamante

Poder y cultura es un cóctel difícil de digerir, por una razón de peso, los verdaderos artistas nunca pueden ser dirigidos y menos digeridos por ese Leviatán que es la administración municipal o como se llame. La cultura es algo que brota del creador individual en muchos sentidos y al intentar canalizarla los entes culturales del establo estatal, lo único que hacen es darle dinero para apropiarse de ellos, es decir dar una imagen de un estado de cosas donde el exceso de público, el entreteniendo y la fantasía mayor, al afirmar que se busca internacionalizar a Medellín, lleva a imaginar que se hace cultura cuando en redilad lo que se hace es que personas cercanas a la administración, que no tengan que ver con el tema, o que siempre merodean por los pasillos, aparezcan como adalides para continuar con la misma confusión de lo que se había estado realizando antes.

Pero si alguno de esos actores culturales critica estas políticas, estos amiguismos, estas solapadas maneras de dilapidar los dineros públicos, es señalado como amigo de la administración y dejado de lado.

Por esa razón, cultura y poder, es un hastío, es una manera de no callar, de insistir que la cultura debe mantener independencia y crítica, nunca la falsa bondad, el carácter áulico de misionero para ocultar que las cosas van bien en una ciudad cuya mentalidad es el producto de muchos marginamientos desde hace años y que no se va terminará dándole algunas cosméticas apresuradas.

Además, la cultura en manos de los políticos, es siempre una manera de dar solo una visión del estado actual, de acuerdo a la llamada mesura, donde no se deben tocar temas álgidos o donde se cree que la imagen de la ciudad es solo dar la mirada a una suerte de arte con carácter social, que al final de cuentas termina dando un análisis sobre lo llamado colectivo que busca el bienestar social, que solo es una definición de un problemática donde deben operar los siquiatras y los sociólogos.

En esta conversación con Giovanni Celis, muy cercano al pasado alcalde de la ciudad, aquel que para unos asumió una postura ética y terminó enredado haciendo política, lo cual está prohibido siendo funcionario,  se vislumbra ese delicado tema que es necesario analizar con pinzas. Un instante donde los malos gestores cultuales se apropiaron de un quehacer que pertenece solo a los verdaderos artistas y donde la búsqueda de la ilusión de la cultura integrada a la política junto a los saltimbanquis y a las chirimías sólo endulzaron ese instante que siempre estuvo condenado al fracaso.