sábado, 27 de enero de 2018

LLEGAR A SER HUMANO / Darío Ruiz Gómez



LLEGAR A SER HUMANO

Darío Ruiz Gómez

En el film de Martin McDonagh “Tres avisos” la madre que ante  el silencio  de la policía local para investigar el asesinato y violación  de su hija,  decide colocar  tres vallas publicitarias  al borde de una  carretera  para denunciar  públicamente  esta  desidia  - con  una actuación prodigiosa de Frances  Mc Dormand -   nos está dando la visión de lo que implica  la  reacción  moral de esta  mujer  ante lo que considera una grave ofensa,  no sólo por  la circunstancia de la muerte violenta de su hija  sino por lo que  realmente  constituye  una ausencia  de justicia. Dolor como pregunta, indignación  necesaria  con extrema  ironía, señalamientos, incluso  injustos, la materia misma del duelo y el olvido. McDonagh  evita todo maniqueísmo y nos va desvelando  la verdadera personalidad  de los dos policías en sus contradicciones asumidas, por eso se los enfoca como  actores secundarios, costumbres secundarias,  en periferias donde  lo que suceda a nadie del alto mundo oficial puede interesar. Pero el tiempo no se ha detenido sino que se ha escandalizado  ante los cuestionamientos   morales que estas vidas anónimos llegarán a asumir  personalmente. ¿Tienen alma las madres de casa, la tiene un olvidado  policía pueblerino con cáncer? La toma de conciencia de esta madre altera definitivamente la rutinaria vida del pueblecito, desnuda sus falencias espirituales y desencadena una áspera reflexión sobre una sociedad. Las madres en Colombia reclaman los cadáveres de los soldados anónimos muertos en una guerra abstracta y a nombre de inconfesables intereses, muestran las fotos de sus hijos con la esperanza de que alguien sepa de sus paraderos.  ¿Por qué nada hemos sabido de las familias de los soldados y policías cobardemente asesinados por mandato de los Jefes del ELN en medio del escenificado cese  de la tregua? ¿No son estas pequeñas historia dignas de que hasta ellas baje la cámara de nuestros altivos cineastas? Atentar contra la vida cotidiana de un pueblecito cualquiera es atentar contra la paz. Quien guarda silencio  es el Estado que permanece sordo ante estos reclamos, es la justicia politizada  puesta al servicio de intereses particulares y no para recuperar con la sentencia justa la presencia de este anónimo ciudadano que no necesita  colocar vallas a la salida de sus carreteras polvorientas para recordarnos  que nadie  ha dado  respuesta alguna al reclamo de las madres.


Ebbing, Misuri,  es un  pueblo   ignorado  donde  la irrupción de la violencia  pone en cuestionamiento a partir  de la ira de esta madre, unos supuestos  valores de convivencia,  lo más humano que es la solidaridad. Ya que  es bajo  la perspectiva  de lo humano - y  jamás  de la de una  ideología política - ,  desde  donde  lograríamos contar con  la confianza de que no habrá  desidia oficial  sino la solidaridad que se logra haciendo visible el rostro que nos pregunta.  Sólo que  entre nosotros  la  paz planteada bajo los intereses de una abstracción política deliberadamente  ha olvidado  que sin una crítica  previa y radical  de la violencia  no se puede  pensar  en que las madres que buscan a sus hijos desaparecidos o asesinados lleguen a tener un día la  respuesta que esperan,  ya que en estas circunstancias la llamada  reparación no es otra cosa que una farsa, tal como lo estamos viendo, conmovidos ante el recrudecimiento de esa gran ofensa al ser humano que es el desplazamiento forzado de campesinos, los repetidos asesinatos de policías y soldados o sea la “continuación de la guerra”.            

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