lunes, 31 de diciembre de 2018

John Harold Dávila en El Ateneo Porfirio Barba Jacob / 2018



.. .. ..

John Harold Dávila en El Ateneo Porfirio Barba Jacob / 2018

Víctor Bustamante

La diferencia entre la mayoría de los cantantes de la ciudad y del país con Harold Dávila es muchísima, años luz. Mientras los que están al frente de la tribuna repiten las mismas cancioncitas tópicas de amor con diferente empaque a la tribu, a la manada, al rebaño, y son considerados stars, eso sí sin fuste, pura risa y melocotón, con unas letras pueriles de canciones que parecen escritas para adolescentes adocenados con la profundidad del mismo chicle que mastican hace años, con una falta de rectitud crasa, prevista en las páginas de farándula de los medios, que piensan que ahí exhiben lo que resume a y resuma la canción en el país de las contradicciones, cuando en realidad solo exhiben ese circo pobre y mediático que es lo que le tiran a esa multitud bañada e impregnada con el sonsonete de un erotismo de risa que lo iguala en el otro extremo a la música campesina, guasca pero con otro empaque. Pero olvidaba que estamos en la Medellín del entreteniendo, en el país del entretenimiento, en el país donde el presidente parece que toca guitarra y piensa que canta. Es decir, el país donde el concepto de democracia y de respeto a las personas puede considerar otra “instalación” más, así como el llamado post conflicto ya que la ciudad y el país continúa igual que antes, así se maquilen las primeras páginas de los diarios. Por eso ese ambiente de la canción en el país con el éxito intelectual  del tamaño de un bonzai, mucha peluquería barata y poco contenido.

Por esa razón a una ciudad como Medellín. Me refiero a la Medellín de la autoestima comprada con los eslóganes y el reconocimiento exterior y de la invasión de turista y de la mala fama, posee en su interior a una persona, a un compositor y a un cantante que dice lo que en realidad somos: una ciudad enferma, un país enfermo al que se sucede en los titulares más graves y  a otro titular que borra una pésima noticia, lo sigue otra aun peor en este espiral de iniquidades, por esa razón cantar en el circo de los likes y con las letras para niños que es casi toda la música en el país, es grato saber que Harold Dávila está ahí al frente, por eso lo considero un compañero de viaje, pero no de turismo sino como el cantante de mas relevancia y pero en el país de quien sabemos que posee la inteligencia y el lomo duro para contarnos y cantarnos lo que somos: el país de las mentiras que comienzan desde arriba y ha permeado todo el cuerpo social, enfermo, nauseabundo y cubierto con los falsos prestigios y las compradas aureolas mientras el país se desangra.

La música de Harold es un oasis en medio de la nada, en ese desierto de una esterilidad terrible donde muchos artistas y poetas de medio pelo van en pos de lo que ellos llaman la consagración, como un espejismo de color negro que cuando sabemos que eso se  consigue algo, no deja de ser un tarareo intrascendente y pegajoso, para dormir tranquilos. De ahí que las canciones de Harold nos inquietan nos llenen de rabia, nos llamen la atención porque el sabemos que cuando dice algo es porque es necesario decirlo, no merodear por ahí con metáforas de soslayo o anestesias de momento; no, sus canciones son contundentes expresan el momento de lo que somos.

Harold no está solo, de ninguna manera en su evento del 10 de diciembre en memoria de los desaparecidos, donde han participado personas valiosas de la comuna 13, él les dice que no están solo, que los acompaña pero no en la distancia sino con su ineludible presencia de su ser, impreso en sus canciones. Cada una de sus canciones que es un reclamo, que es nunca un giro para disimular sino una presencia, una estación de donde miramos como es necesario mantener ese carácter solidario como el lo hace, como el persiste para soñar al menos una ciudad mejor, un país más certero y más cercano en su tolerancia y en su solidaridad.

Harold, este día, nos ha recordado que las canciones no pueden convertirse en lo que muchos consideran una necesaria y pegajosa con la banalidad posible; no, él es de otra piel, de una cerviz dura, latente, crítica, pero llena de la poesía del reclamo, de la poesía de ese país desolado, de esa ciudad sin norte que se refugia en las montañas, en las cañadas en las calles, esa ciudad que sueña desde otras opciones, por esa razón Harold la recobra y la canta nos dice ahí estamos en su valentía, en su poesía.

Este 31 de diciembre huyendo a las lágrimas del final de año y a los escribas de los calendarios y del ajetreo de las consolaciones debido al cúmulo personal, escucho “Humeante el café”, su voz, la de Harold Dávila, entrega esta letra memorable debido a la cotidianidad en la que es buscada en su efímero incumplimiento. William le da toda su persistencia a la batería. Pausado, David deletrea las teclas del piano.  El bajista, Usuga, lento y preciso marca el ritmo de esta balada, mientras Carlos con sus dedos le arranca a la guitarra diversas sonoridades para que sus cuerdas se arrimen al blues.

Cierto, Harold Dávila le canta a lo relegado a lo que pocos miran, descubre en los sótanos de la intolerancia y de la poca solidaridad, ese país escondido allí en esos lugares sombríos, por esa razón su voz, sus canciones, nos sobresaltan. Además es un músico libre que no tiene que lidiar con la presión de las disqueras y sus motivaciones recreacionales. Así Harold Dávila.





viernes, 28 de diciembre de 2018

Roma de Alfonso Cuarón / Víctor Bustamante






Roma de Alfonso Cuarón

Víctor Bustamante

La actual beatitud cinematográfica ha llegado al paroxismo generalizado, ese que sorprende con la llegada de una, dizque obra maestra. Por supuesto, esos ademanes de poca pesquisa cinematográfica, matizada de sahumerios y, oh, vaya, mostrar lo que somos, en estos días de final de año, sin ninguna acritud ni deseos críticos sino de una bonhomía total, seducidos por que otra vez una película latinoamericana, mejor una telenovela casera, llega a la servidumbre de optar por el Óscar.

De ahí que, cada vez más el término, obra maestra, se deteriora, cada que lo utilizan algunos llamados críticos tan despistados con respecto a este arte, o, aún más, sin conocimiento de lo que es la exégesis del cine, lo cual lleva a que muchos coincidan en esa  carrera sin obstáculos de presentar esa película en pequeños festivales donde adquieran renombre, a través de premios, crónicas, rechazos, escándalos, para seguir escalando a lo que algunos piensan que es lo más alto, es decir, ganar más premios, cuando ya sabemos que si hablamos de arte en realidad es otra cosa, no esa publicidad timorata, latente, a veces llena de un ruido exterminador. Ese camino ya lo conocemos. Cada año la industria, como la denominan las stars,  se vuelve experta en crear ese batiburrillo de expectativas en pos de la llamada gran obra de cine, que luego de obtener premios y reconocimientos, comienza a  palidecer, a desinflarse de una vez, volviendo a su único lugar, usanza ya prevista en el mundo del márquetin, caer de ese árbol diario de noticias donde la ha situado ese camino de los polígonos de los diarios, las notas de la tele, que palidecen otra vez hasta convertirse en pura hojarasca, simpleza, y esa sensación sin aire, de siempre, hemos sido engañados de nuevo hasta el próximo año cuando la industria cinematográfica reactive las mismas circunstancias y creen de nuevo falsas expectativas para que su aparato publicitario imponga la película elegida a cualquier precio y con cualquier cosa, iba a decir película pero dejémoslo así. Hasta ahí no me alcanzan los términos. De ahí que los fake news merodeen entre nosotros sin haberlos visto.

Todo lo anterior para referirme a Roma de Alfonso Cuarón, (2018), pero antes miremos las tonterías que dice uno que pensé que era un crítico equilibrado, serio, Carlos Boyero de El País, “La cámara de Cuarón —manejada por él mismo— crea un efecto hipnótico desde el primer plano hasta el último. Utiliza un primoroso lenguaje visual para hablar de eso tan simple y tan complejo, tan alegre y tan amenazador, tan luminoso y tan sombrío, tan cotidiano y tan excepcional, tan apacible y tan violento, tan tierno y tan cruel que definimos como vida”. Boyero me deja estupefacto con lo que él define “Efecto hipnótico”, no sé en realidad hasta donde le alcanza esa suerte de arrobamiento, pero Boyero que no es un voyeur, se baja de su torre de celuloide, para evadir otros tópicos del film y luego sumirse en un largo silencio.

El Mundo refiere al nacimiento de una estrella, de Yalitza Aparicio, y le da un tono de mentira total: “Esta cinta de tintes autobiográficos ha colocado a Yalitza de forma fulgurante entre las estrellas de Hollywood, que han quedado perplejas ante la inmensidad de un papel interpretado por una actriz que a priori, no era profesional. Emma Stone o Hugh Jackman son algunos de los actores que han querido conocerla y fotografiarse con ella.”

“¿La inmensidad de un papel?”, hasta donde un medio tan específico y de tanto peso añade eso de la inmensidad. No sé si quien escribe vio la película, o si a lo mejor se la contaron, porque de inmensidad no tiene nada. Es más, si en algo falla esta película es en esa falsa de inmensidad de su actriz, que no le imprime ningún tipo de carácter a su actuación, solo repite las palabras del guion y prosigue en lo que es ya otro lugar común y sin letargo, una actriz de las llamadas naturales a las cuales su director no le exigió una llama de vida, un soplo creativo, sino la mansedumbre total de su inexperiencia. De ahí que cada escena donde Cloe intervenga no se nota, pasa sin ningún riesgo ni atrevimiento, sin ninguna exigencia de parte de su director. La pasividad total la subsume en ese mundo donde solo sabemos de ella que trabaja en una casa con una familia normal, con una esposa algo aletargada, algo ida, ausente, y eso sí, pésima conductora.

Arturo Aguilar nunca un águila con su ojo nunca clínico señala: "Quitándonos cualquier nacionalismo o subjetividad mal entendida, la película de Cuarón tiene elementos suficientes para sostenerse como la mejor del año. Su economía del lenguaje cinematográfico es extraordinaria".  Aguilar, lejos de su nido tampoco, devela nada, sino lo blando, lo de la economía del lenguaje que es otra de las frases del cajón de algunos cinéfilos despistados, que no abordan el cine con una dignidad diferente sino con una complacencia instantánea y de una autosatisfacción nunca memorable.

En Letras libres una chica añade que el paisaje, mejor el pasaje, cuando Cloe ya convertida en mártir por el batiburrillo adolescente, a la entrada al hospital, es señalado como el momento cenital de este film debido a la falta de asistencia médica por ser ella, Cloe, de escasos recursos. Por supuesto que la autora es lo que podríamos llamar una autentica feminista, eso sí muy radical, y de pelo en pecho, pero pésima reseñadora, donde su ensayo y las circunstancias de ese momento que analiza se pierden en el aire de sus conceptos despabilados y en las cifras.

Estas son las señales y señitas que dicen los diarios, algunos críticos, mejor apostilleros desaprensivos, y las notas de los diarios escritas de afán, de relleno, como tantas cosas en este cyber universo de la manada sin criterio donde no se dice nada y se habla de todo.

Pero hablemos de la película, de Roma. Si tiene algo para valorarla es que Cleo, haya sido interpretada por lo que llaman, como gran descubrimiento, actores naturales, término sacado de la misma gaveta mental de quienes lo afirman, y, es debido, a ese mismo carácter de natural, que esa actuación pasa a través de la película de una manera desangelada, sin imprimirle carácter, sin un momento en que uno la vaya a tener presente, como una gran actuación, o en el menor de los casos, pasable, a pesar de  Cuarón, cámara en mano, que posee el poder de enfocar las luces hacia sus protagonistas, y, por supuesto, darle más reconocimiento, a esa pálida actuación apenada y sin gloria. Ya sabemos que el imperio del cine crea sus verdades, y sus postverdades. En ese universo de fantasía, hasta las verdaderas y las flacas actuaciones son mentira. A Cloe, que parece un maniquí, sin carácter ni dignidad no se le escucha una mala palabra, no le da rabia, no hace reclamos, su imagen se construye en una sola dirección: que ella sea impoluta, sacrosanta, que sea engañada  por un machito, amor ocasional, y hasta que salve los niños, heroína domesticada, donde, a lo mejor, Cuarón se lo agradece después de las advertencias de su madre, para que no se internen en el bravo y proceloso mar. De tal manera sacrificio, lealtad, es decir, sumisión y honradez dentro de la pobreza mental, con ese desparpajo y en ese silencio y beatitud, sirven para crear una Cloe de una pasividad total, con tanta masilla en su rostro pétreo que su actuación pasa deslucida, sin carácter, y no es para menos: su actuación no se nota. Su rostro es el mismo, inexpresivo, que uno ve en esos rostros de estatuas mixtecas, sin contundencia. Vacíos.

Por aquí sí encuentro una luz al final del cine. Es Gardeazábal, metódico y categórico, sin  pelos en la lengua ni en las manos:

“Lenta, lentísima. Aburridora y sin gracia, tratando de retratar el afecto por la mucama  desde los mismos repetidos espacios, se le pasa el tiempo sin que uno se interese. Se gasta minutos y minutos dejando chorrear el agua mientras la empleada del servicio, (epicentro de la película),lava y lava lo que después descubrimos que no es el patio interior de la casona de la colonia Roma en el DF mexicano sino el estrecho garaje donde el señor de la casa se gasta otro pocononón de minutos tratando de meter un carro anchísimo de comienzos de 1970.También se gasta largos minutos para mostrarnos al karateka totalmente desnudo mostrando su colgandeja y su presunta habilidad para manejar el bambú pero no haciendo el amor con la mucama y  cuando  saca la película  de la casona y la lleva a clínica o al mar, se vuelve tan sensiblera como una película de María Félix. Véanla. No exagero”

Además, Cuarón todo un cuate, es todo un moralista, no deja hacer el amor a Cloe para no irritar su recuerdo y su amor maternal a aquella que sacrificó su vida en la sombra y en el mar en pos de su cuidado, nunca de su educación sentimental. De ahí que respete esa presencia extra familiar como si fuera su madre misma, como en realidad parece que lo fue su madre sustituta, a quien le dedica este pesado y aburrido film, donde los actores campean sin ningún rigor, sueltos,  y sin cautivarnos, bajo una mirada de los años 70, banal, llena de simplezas. Eso sí Fermín el amante de las artes marciales, desnudo, realiza frente a ella, a Cloe, diversas fintas, y florituras, pases, a lo mejor mágicos con su vara de bambú; gritos de lucha, que recuerdan los gestos de algunas aves, pájaros de verdad, para cautivar a la pareja elegida en esos escarceos de verano y calentura, que más parece un juego de esa vanidad de pasarela que una aproximación a ese claro objeto del deseo, su presa, Cloe, que vestida en la cama lo mira perpleja, a lo mejor, pensando que esa vara de un bambú rígido la traspasara mientras el Fermín en su San Fermín chicanea y, es entonces, que llega un fundido y de esa manera simbólica, sin la estocada final, Cloe queda embarazada y lastimeramente sola, convirtiéndose en la secuencia más charra de una película sin charros donde ese momento erótico es narrado bajo una simbología, nunca de los 70, con su amor libre y descarnado sino a punta de florituras orientales, eso sí sin palomas que anuncien la llegada del primogénito.

Algo si tiene de valioso la película, la mucama o sirvienta, no la realiza una modelo despampanante y de plástico como se acostumbra en muchas telenovelas mexicanas, sino una chica de origen mixteca, como en realidad ocurre, inmersa en ese romanticismo de la pobreza como origen y sin caminos a un futuro, a lo mejor promisorio.

A Roma le falta algo desde el comienzo, el intermedio y hasta el final, ese algo que no se adquiere de la noche a la mañana sino con la pasión que se merece: poesía, es decir, ese toque, ya sea en la actuación o en la fotografía, o en los elementos ocultos, o en los diálogos, en la narración misma; algo que conmueva desde un comienzo o que muchas veces resurge de una manera despiadada a través del desarrollo de la película. El resto es puro márquetin adherido al cine como uno de esos caminos centrales de Hollywood- Netflix que arrasan con el tema que sea para conmover a os cautos desde el sillón de su casa, porque se han untado de un poco de tercermundismo.



RESENTIDOS Y CRÍTICOS: LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES / Darío Ruiz Gómez





RESENTIDOS  Y CRÍTICOS: LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES

Darío Ruiz Gómez

Lo más sorprendente de habitar en la idea de la democracia es ser, casi que, inevitablemente, objeto de las más sorprendentes reacciones por parte de aquellas personas a quiénes creíamos se identificaban con la práctica de habitar en la democracia o sea en el respeto a las ideas ajenas, a los contrarios a nuestras opiniones, olvidando que cuando una sociedad se precipita en el abismo de la mediocridad moral es porque en sus diferentes grupos sociales se ha enquistado el terrible mal del resentimiento social. Y este enfermizo estado de alma suele dar paso a a esa grave patología que es el odio hacia los mejores, hacia aquellos que se destacan por encima de esa medianía, tal como lo señaló una y otra vez Luis Cernuda. El cainismo se expande  entonces  sin que ninguna fuerza pueda detenerlo como respuesta del inferior a la inteligencia. Nivelar por lo bajo es la consigna que se apoya en la defensa de la ignorancia y en señalar como peligroso a quien piensa con independencia bajo criterios propios. El marasmo de las llamadas clases cultas  se pone de presente  en estas encrucijadas  cuando no optan por el llamado necesario a la discusión, al debate sino condenando de antemano cualquier intención de reflexión racional. Al fin y al cabo lo más fácil consiste en – como no dejo de repetirlo- en condenar al otro sin juicio previo. Fíjense en esta curiosa frase de Gramsci:”La indiferencia es abulia, parasitismo, cobardía. Por eso odio los indiferentes” Gramsci es citado una y otra vez por nuestra parodia de intelectuales “orgánicos” sin que ninguno de ellos se haya tomado la tarea de adentrarse en la complejidad del pensamiento de quien llegó a decir que la verdad es revolucionaria pero para que esto suceda es necesario el análisis, la investigación en las fuentes, la voluntad  de pasar del resentimiento a la capacidad  intelectual de enfrentarse a la complejidad de los conflictos  que vive una sociedad, que padece un individuo determinado.

Cuando en los boletines de la Universidad leo  escandalizado los twits de muchos profesores difamando a quienes  no se han plegado a sus consignas, señalando  compulsivamente  desde posiciones maniqueas, “uribista”, “paramilitarista”, “fascista” a todo lo que se mueva alrededor, descubro  entonces la raíz de este desaforado cainismo: la incapacidad de contar con los criterios personales que sólo conceden  el rigor del estudio y de la investigación,  la nivelación por lo alto, la ejemplaridad, virtudes  indispensables para conceder argumentos de peso  al debate de ideas, de proyectos sobre la realidad nacional,  pues han olvidado  que precisamente   la abulia y la incapacidad de razonar , que devienen siempre en la “sobradez”  del dogmático de cafetería universitaria,  conducen siempre a precipitarse a lo que tanto temen, el fascismo. Y la ejemplaridad –esa actitud ética de   respaldar las posiciones  políticas con la  propia vida personal-  sólo se da con la presencia de textos teóricos, de investigaciones in situ,  que el obstáculo de la pereza, tal como lo  descubrimos hoy, les ha impedido mostrar en estos momentos cruciales del llamado Postconflicto. ¿Dónde está el país por el cual supuestamente discutimos?  “Ni mi verdad ni tu verdad, la verdad” para volver a Machado. P.D. Felices fiestas.  

jueves, 13 de diciembre de 2018

Poemas de Mircea Cărtărescu





Poemas de  Mircea Cărtărescu
..
..

amémonos, keramú

amémonos, keramú2
, amémonos por toujours
que mañana seremos presa de las inundaciones, de los corrimientos de
tierra, de
terribles
borracheras,
que mañana un ayer con patas de araña se paseará por los rizos de tu pelo
enloqueciéndote, molestándote…
seamos tiernos, farfulló el polígono căţelu pegando los lirios
a las caderas voluptuosas de la estación de autobuses de filaret
seamos tiernos, mi soledad, apuntó la señal de sentido giratorio
seamos tiernos, dijo también una mosca.
la primavera nos lamía la cara y las manos como un pequinés
nos hacía preguntarnos qué gusto le sacaríamos a la lengua infinita de la
noche llena de
autocares y estrellas,
la primavera nos acariciaba y sobrepasaba a veces los límites maternales o
de la amistad
inocente
enseñando los pechos fríos de manera provocativa bajo su cazadora azul
turquesa desgastada
oh, quédate un poco más, le susurró la lámpara a una pelusa de la
alfombra,
¿no quieres subir a mi casa? bebamos algo, escuchemos música, te enseño
la biblioteca…
¿no quieres quedarte esta noche en mi casa?
cojámonos de la mano, le dijo un médico jefe del hospital emilia irza
al conejo de hojalata del escaparate de los juguetes.
querámonos, amémonos, crezcamos y reproduzcámonos
cantaban el tergal y el terciopelo, el dril y la batista en gabroveni
les respondían hasta quedarse sin voz los sargentos y las controladoras
hagamos el amor, balbuceaban el polen y las nubecillas
hagámoslo, roncaban las barberías,
como unas bombillas eléctricas unidas en serie
los nervios reventaban en el antebrazo, las venas se inflaban en el tórax,
en las fosas nasales los analizadores de olor guardaban los abrigos en
armarios
y el índice de refracción se zampaba un sándwich de pollo
en la perversa apertura del ojo.
qué de guiños, cuántos accidentes por distracciones, cuentas cerradas,
pólizas pagadas,
angelito, estornudó el pulmón mientras se miraba en el espejo
y veía a su espalda una fábrica.
la primavera nos untaba en el pan una gruesa porción de televisión
nuestra mente estaba atascada de proyectos de agresión, ya veíamos el
microcos
mos
cubierto
de
trincheras,
ya soñábamos con el poder, con krakatit, con el olor de piel de zorro del
hombre invisible,
con los ojos vivarachos del hombre que atraviesa las paredes…
nuestro cerebro se acordaba de cuando estaba encogido
de cuando latía, palpitaba, se removía, marchaba, se revolvía, serpenteaba
el antebrazo se liberó en el aire flojo de la sensación de tener plumas,
la oreja –la sensación de haber oído el berrido de un triceratops
y las burbujas de hidrógeno extendían la malaria por la cara.
ten confianza en mí, gorjeó la flora intestinal
mientras se arrojaba voluptuosa a los brazos del miedo
que llevaba aquella noche un traje sencillo, arqueado, juvenil,
dame un besito, le suplicó el anabolismo al catabolismo,
no seas cruel, no me obligues, le amenazaba un maxilar al otro.
llegaba la tarde, la ciudad se animaba,
llegaba la noche, las calles silbaban como un sifón,
¡seamos tiernos, lotería que nunca toca, seamos tiernos, batidor de
alfombras,
querámonos, grifos, hagamos excursiones, carpeta de sobres!
con vestidos de escombros y varas verdes, de embutidos y quesos,
cubiertas de vodka y gasolina las emociones se habían marchado a
escondidas.
por callejones y pasajes cubiertos de vidrio de colores
algún gato arañaba el tronco de algún laurel
y en las cervecerías las camareras se dejaban hacer por dinero.
querámonos, unamuno, una y uno, querámonos, keramú,
y luego equivoquémonos de cerilla, de alicates, de pasta de dientes,
ignoremos la excesiva influencia que ejerce en nuestra psique
el campus de grozaveşti.
la primavera observa amarilla desde la estratosfera, acariciada por el ozono
y los iones,
conozcámonos mejor, caracola, dice,
abracémonos, hangar, papelito, cubo de basura…
pero nosotros en la fuente del final de la calle alexandru nos mojábamos el
uno al otro
con agua
justo al lado de la policlínica, y hasta los árboles
olían a dentista
..
..
era la época de las flores

con el tiempo has alcanzado el estatus de gran potencia.
con el paso del tiempo, me has llenado las avenidas de embajadas,
consulados y
representaciones
pero hoy, por la carretera de mis deseos
mandas tus ojos azules como dos mercedes recién lavados
cuyos parabrisas engullen hojarasca rosa de castaño.
te has convertido en una gran potencia extranjera.
desde el zodiaco, tus satélites me fotografían en miles de posturas, espían
mi
secreción
de insulina
entrevistan hasta a mi estuche de afeitar
y declaran enemigos acérrimos a mi nombre de mi apellido, a mi edad de
mi sexo, a la estación del trolebús, al
tiroides del steaua
y mientras suena un tema de pink floyd me tomo un café a ciegas
de pronto, hasta a tu chófer le trato de excelencia
hasta a tu limpiabotas le dejo que me llame chaval
le digo que sí, bwana, a tu cuello de encaje
le diseño a tus pinzas del pelo vestidos de decenas de metros cuadrados de
escaparate
vengo en un suspiro cuando suena la campana de tu pereza…
como si fueras un pavo real, con bucarest desplegado a tus espaldas.
los hoteles guiñan, las damas chisporrotean, las piedras del pavimento se
gradúan en cibernética
los ministerios, los institutos, los puestos ambulantes respiran polvo dorado
de los cinematógrafos disueltos en el
aire
los ocasos más amarillos
 los crepúsculos más negros
 la muerte más estadística que impulsa sus bucles por
 los cimientos y los canales y el metro y la anemia y el estrés
 azul de las tiendas de radios, de televisores,
 de camionetas, radiocasetes, micrófonos, discos, cascos,
 enchufes, tomas mezcladas con la saliva de la nostalgia del
 color de las locomotoras de servicio paralizadas junto
 a los andenes de la estación obor
y hasta los pensionistas de las básculas de precisión
y todos los inválidos que venden ilustraciones en relieve y lotería
se han cansado de mí por tu risa pija, inquieta,
enemiga.
deja tu mundo olvidado,
extiende una capa de polvo sobre tu imperio brotado como un grano en el
rostro
bronceado de
nuestra
amistad,
declárame independiente,
que me las arregle yo con mis reservas de mandioca, batata y tapioca,
conviérteme en algo menos doloroso,
envuélveme con una florească más cálida,
parpadea como una chispa eléctrica y dobla la rodilla para que me pueda
poner por
fin en
marcha
mi negocio con dudas de colores
en aquellas noches que, según dicen, volverán
(era la época de las flores
era la estación del amor
era la década de la guerra nuclear
era el crimen perfecto de los diez bajitos del mañana
era alí-babá y los veinticuatro años
era tu pecho gris que pasaba con un decibelio pura sangre en la correa
era una llama de magnesio que abrazaba un petardo.)
te has convertido, mujer, en una gran potencia extranjera.
te has convertido en el gran amor de mis pulmones
mi lluvia te dobla los frutos, mi apartamento es tu caja de zapatos
a ti mi odio te manda cada día rosas y una nota,
a ti mi muerte te ilumina
el imperio bancario y discreto,
zaraza de goma.
..
..
..
juguete mecánico

este verano los árboles se habían vestido con hojas de oro
que caían crujiendo sobre el asfalto hinchado
este otoño las mujeres habían llevado pequineses de oro
accionados por un mecanismo complicado
el propio viento parpadeaba como ruedas dentadas transparentes
las mujeres tenían todas sentimientos
las casas eran de látex y tenían un balcón cuadrangular
todo era gangoso y hacía muecas estirando los pechos de chicle
todo dependía de las pequinesas desobedientes
accionadas por un mecanismo complicado.
–¡quiéreme, quiéreme!
–¡abrázame, abrázame!
este otoño tengo el miocardio de oro y todos los doctores llevan bata blanca
y el quirófano está hecho de un celofán que se arranca
–¡cuídame!
–¡estoy en el suelo!
mi vida fue dura, movida por una rueda dentada y una vara
paso a paso caminé por el asfalto curvado
–¡quiéreme, mujer!, y ella había gritado
accionada por un mecanismo complicado.
el propio viento limpió el cristal y la joya y la montura del reloj
escuchaba cómo las hojas de oro se golpeaban crujiendo de modo extraño
contra el asfalto
y cómo los pequineses con su poca vergüenza arañaban con uñas de
circonio
en el asfalto
y hasta los trolebuses se espantaron…
–¿por qué ya no quieres? ¿por qué nunca quisiste? ¿a qué viene tanta
tozudez?
¿por qué esta obstinación de decidir tú sola lo que deberíamos decidir los
dos?
¿por qué no me escribes? ¿por qué no me mandas una cinta grabada con tu
voz? ¿en qué
te has convertido? ¿qué les pasó a nuestros recuerdos comunes? ¿por
dónde andan nuestros amigos?
¿sobre qué colcha
deshaces tu cuerpo verdadero?
–¡quiéreme!
¡abrázame!
aguanta a mi lado
tira del otoño como de un chicle
mira cómo se deshilachan los vestidos en los escaparates
mira cómo las láminas de oro se cuartean en tus mejillas, en ti
mira: pasa un rayo por los bloques de ladrillos de rubíes
y pasa también el viento dentado
y caen también las hojas crujiendo sobre el asfalto hinchado
accionadas por una llavecita de oro, por resortes de oro
por volantes de oro, por palancas de oro
dando vueltas, retorciéndose, haciendo ruido
complicado,
complicado,
complicado…
..
..
..
poseías todo tipo de objetos eléctricos

tú estás hecha de otra pasta. tú me repugnas,
tú eres un monstruo, te tengo miedo.
tienes cosas que yo no tengo, tienes pechos, por ejemplo,
tienes mucha cara.
tienes un montón de faldas, tienes parientes con título universitario.
y ay dios, cómo te salpica el pelo hasta las corvas
como un camión de fructexport, fantasmal y blando
que pasara por dorobanţi.
y tienes caderas, y tienes ataques, tienes amantes…
tu inconsciente seguro que es tan enorme
que podría reducir él solo la diferencia entre el pueblo y la ciudad
y ponerle fin a la ola de violencia y pornografía
con solo un gesto, o con un ungüento.
no, si tú fueras un documental sobre las valencias de los elementos
químicos
y yo una tabla sobre el tejado de un silo
aun así no sería yo tan raro
en la realidad con ateneos, cabernets, coches
tiemblo cuando me tocas. se me hace raro escuchar tu voz por teléfono.
¿por qué tiene que existir un ser como tú?
¿y por qué ahora ya no existe?
bestia, pecosa, mujerzuela,
velo sobre mandíbulas de hojalata,
¡gansa!
..
..
..
amiga
por aquel entonces engordaste, amiga,
y solo a duras penas conseguías pasar por mi calle
por el cable del teléfono te deslizabas solo haciéndote mucho daño
y ya no podías ni nadar por las exclusas de mi nervio óptico
en otro tiempo eras ligera, amiga,
te deslizabas incluso por los agujeros de los botones de mi camisa
tu cadera era delgada, era rosa
era seguramente digna de una causa mejor, amiga.
qué felicidad era siquiera rozarte la piel florecida de tu pavimento
quitar siquiera el automático de la faldita plisada del garaje
temblando como una brújula derretida en tu calle
qué suerte era arrancarte la lencería del cuerpo que hasta incluso los
mosquitos borrachos
giraban por encima de un camión aparcado con las
ruedas de la izquierda en el atardecer
qué fortuna era penetrar por fin en el universo de ideas del sargento de la
esquina
emborrachándome de lujo, de calma, de voluptuosidad…
pero,
oh, nikakdá, habla un pajarito sobre ruedas
con la tabla colmada de sensaciones dentadas,
oh, nikakdá,
nikakdá…
una vez tuve una amiga que se resbalaba imparable por una vía
desde obor hasta sfântul gheorghe con un rizo delante de la zapatería
clujeana
y hasta la punta de sus pestañas emanaba un aroma grotesco de grasa de
motor y
lancôme
y cada cabello suyo llevaba detrás un espectro solar de muchos metros
por aquel entonces eras más móvil, amiga,
estabas a la vez en la televisión, en mi regazo y en mi pensamiento
por aquel entonces eras más pelirroja, amiga
tus caderas, todo cuanto se veía bajo tu camisa con ojos de hombre
iluminaban la avenida circului como una delicada bombilla
y más suave y más cubierta de terciopelo
que tus pechos era tu vida
tu vida única e indivisible
de ramera, de venus, de madonna, de sibila.
–fémina, mujer, ¿por entre los raíles de hierro eres todavía posible?
ah, nikakdá, habla un pajarito sobre ruedas
por encima de los edificios de papel de plata de colores
ah, nikakdá,
nikakdá…
y tu mirada era una ventana
por la cual se oía un silbido dorado: “sus mercedes… su excelencia”
ay, tu pecho era un batiscafo cuyas hélices giraban en el laberinto de tu
cama
y dentro los sabios sorprendidos observaban los dedos como una
nueva especie de
monstruo marino
ay, y tus ideas se te escapaban de los pechos como un torrente azul marino
llevándose por delante motores eléctricos, dispensarios,
maternidades, librerías, carreteras pavimentadas con altavoces
shops que giran alrededor del sol…
querría infectar como un virus tu imaginación.
una vez, amiga, tenía una amiga que hablaba
y también tenía una amiga que callaba
una amiga me cepillaba la ropa
una amiga me programaba
y escuchaba mis discursos exasperados, confusos
me protegía de los meteoritos, de los fantasmas me defendía
una vez mi amiga era mi amiga
a la que yo me…
pero
ah, nikakdá
ah, nikakdá, nikakdá, nikakdá, nikakdá…
..
..
..
se fue el amor…

del 80 al 81, miserable invierno
un vertedero de cafés, mecheros, “dire straits”, cenáculos, vasos
y por la noche un pantano de gominola dolorosa: caras, muslos y palabrería
y a veces una mirada lanzada por la ventana, hacia el tráfico que avanza
con
dificultad
por la
nieve.
pero ¡he aquí el sol! ¿nos ha comprendido por fin la primavera?
brillan las ventanas de la plaza de bucur obor y el bulevar colentina está
amarillo
el asfalto apesta más seductor que nunca a renacuajos, hay arcoíris en la
gasolina,
hay sardinas en aceite albanesas, y mujeres y alumnas
miran con desprecio el escaparate de menaje del hogar.
más arriba los árboles han tenido brotes en los patios
las señales de tráfico parecen ahora periódicos enrollados
como palomas de óxido. y el poderoso sol que ilumina
tanto las fábricas, como los castillos de agua, las escuelas, el cementerio…
–¿y yo? participo también de la alegría general.
y mira tú cómo: me bajé de la línea 109 una estación antes
y me fui andando sin rumbo sobre la hierba del borde de la calzada.
los autobasculantes, los vehículos TIR, los camiones zumbaban con sus
planchas
arriba y abajo, cargando tubos, sacos y hormigón
los tranvías se deslizaban como en sueños…
así que me senté en el bordillo y miré la hierba reluciente.
y mira tú, una abeja tirada en el polvo
el envoltorio de un caramelo de leche
un escarabajo con el caparazón reventado, que huye por un lado, cuánto
sucede
en la raíz de una brizna de hierba, trémulo
en la brisa de aire caliente que sopla por entre las ventanas de la fábrica de
alambre.
un cielo azul, sol, sombras enredadas, ruidos de tubo de escape
raíles dorados de tranvía, hierba verde, lombrices, escarabajos…
¿habría deseado algo más Tao o Boddhisattva?
La colina sube bien con sus andamios, casa, limusinas, su bulevar, ya no
quería a
nadie…
me levanté al final, porque unos querían aparcar su camión
me puse de pie y los miré
–¡métele fuerte!
dale, dale, dale, dale
un poco más... más, más, más, más, más, más…
¡así está bien! un poco más a la izquierda… ¡ya!
dale que va… más, más, un poco más…
¡ya estááá!
¡para!
ya está bien.
y el sol flotaba en lo alto del cielo.