domingo, 26 de noviembre de 2017

Carlos Saura en Medellín


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Carlos Saura en Medellín

Víctor Bustamante

Esperamos en el Teatro Lido con Darío Fernández, con Raúl González, con Andrés Upegui, con Carlos Puerta, con Darío Calderón  y Alfaro Cadavid, para sorpresa llega y pasa  Carlos Saura junto a nosotros mortales y soñadores del cine. Lo acompañan tres señores. Ya es un hombre mayor, todo un cineasta total,  da la impresión de ser muy serio y de una saco mi cámara para filmarlo. No quiero que su visita pase desapercibida, él se merece un pequeño homenaje, debido a la exactitud de su presencia. Me amilano un poco al filmarlo cuando mira a la cámara. No quiero importunarlo ni ser un paparazi intimidatorio. Luego se sitúa a la entrada, conversando con sus acompañantes, se asoma al negocio de enseguida y ya otra vez a la entrada del Lido. Sé que sabe cómo se siente filmado. Ojalá no se moleste, me digo, mientras mis compañeros de fila lo miran y hablan sobre sus películas.

Su visita es un acontecimiento magnífico en la ciudad. Hay una larga fila de cinéfilos ansiosos por encontrar respuestas, muchos esperaban detrás de nosotros y como nosotros que la primera visita del realizador y fotógrafo español resolviera algunos de las innumerables dudas, momentos oscuros, aberturas, que pueblan sus películas: que explicara la razón por la cual los personajes de sus películas se esconden en cierta intimidad.  Hay una película que fue un hito, Cría cuervos, donde el encierro de unas adolescentes llevan a equipararla como una crítica a la España franquista, que su banda musical, es decir la canción de José Luis Perales, Porque te vas, se convirtió en toda una balada que aglutina.

Saura, a sus 85 años, mantiene su creatividad que se manifiesta en  un cine antes tan perturbador como fascinante, tan de crítica social, tan crítico, Cría cuervos,  como Ana y los lobos, Elisa vida mía, Mamá cumple cien años, capaz como pocos de conciliar con la censura y su creatividad.  Lo cual ha decantado en la serenidad de mirar a sí mismo el proceso de cultura popular que lo embarga en los últimos años. Ya que opta muchos más tarde por algo inédito buscar aquella sensación de España que estaba presente y nadie la ha filmado como él, Carmen, Bodas de sangre, Flamenco Flamenco. Saura, ahora inmerso en indagar por la música de España, ha encontrado un filón que a nadie había visto, y en esta charla nos da una aproximación sobre su acercamiento a esa tradición riquísima en la diversidad de su país.


Tan cordial como concluyente, Saura desmontó con facilidad la referencia a sus películas pasadas, como si evitara sumirse en ellas o sintiera cierto hastío por hablar de sus caminaos ya transitados, solo piensa en lo que realiza en el presente, lo afirma con una  pasmosa serenidad como si dejara de interesarle su acervo cinematográfico. El diálogo con Tabernero hizo referencia, a pesar de su cautela, con muchos de los tópicos que se asocian a su cine, y, sobre todo, con ese camino que se consolida con Carmen y Bodas de sangre, como si necesitara indagar en esa formación musical legada por su madre y, de esa manera, antes del avasallamiento de las músicas electrónicas, él quisiera ser el testigo de esas músicas populares que mantienen una amplia tradición en España. A ello añade un tópico fundamental,  y es que esas músicas del folclóricas quedan algo esquematizadas pero sin dejar de perder su valía, en cambio el flamenco da una posibilidad diferente al mezclarse con otros aportes musicales, dando la impresión de que las músicas transitan por el mundo y regresan y dan un toque de su presencia sin perder su valía, su originalidad.


domingo, 19 de noviembre de 2017

Poemas de Irene Ángel.





Poemas de Irene Ángel.


COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ


Amanece,
y una sábana pegada a mi piel
cae lenta, haciendo juego al letargo de mi cuerpo.
El olvido se asentó para disfrazar la rutina,
quebrar un plato, mejor toda la vajilla,
descolgar la ropa, no hacer la cama,
salir desnuda al balcón.
Entro en la cocina y mis ojos se detienen
en el piso cubierto de arroz, ya les sabrá a maná.
Camino la casa y mis pies se hacen raíz.
Bailo y una marioneta se apodera de mi cuerpo,
hasta que caigo al baño donde lavo mi existencia.
Le hago coro al loro de la vecina,
con voz agotada de gritar silencios.
Salgo y recorro las calles atrapando sueños.
Revientan en mis manos y voy tachando uno a uno,
los cumplidos, los rebeldes
y los revestidos de quimeras en los ojos cansados de lluvia.
Al caer la tarde, llega la fiesta de libros y cartas de amor,
y al filo de la noche con la penumbra,
transito los pasos de los ausentes.
En el alma amurallada de la habitación,
se plasma la oscuridad,
y al día siguiente, como si fuera la primera vez,
corro tras un sueño.
No hay lluvia.



DESPUÉS DE LOS DIOSES

Entonces los dioses jugaban con el destino.

Quién no cerró los ojos y gritó como ellos: hágase la luz,
y al abrirlos se encontró con un Dios jugando a esconderse, sin respuestas.
Quién no gritó al viento para que sólo el eco devolviera su voz
como única respuesta.
 Cuánto tiempo pasó desde que los dioses se fueron
dejándonos en el caos, en la sombra, en la incertidumbre.
El Olimpo impenetrable quedó vacío.
Se alejaron, vencidos, llevándose la sombra
de lo que un día fueron.
La vida quedó tan sola, sin dioses y sin tiempo.
Desde entonces el hombre sigue matándose.
Aún busca lo inexistente sobre las ruinas del Olimpo.
Pero recorriendo el mundo está la palabra salvándonos del tedio.
                                                                     


PAZ SITIADA.

¿Qué es la paz?
Se pregunta la madre de pechos secos y lágrimas cansadas por la cuna muerta.
¿Qué es la paz?
Se preguntan los hijos que esperan el regreso prometido del padre
que yace en la tumba desconocida, mientras la mesa y la escuela siguen vacías.
¿Qué es la paz?
Gritan justicia desde el silencio los asesinados por criminales agazapados en las noches.
¿Qué es la paz? Pregúntale a los que sienten el perdón en su corazón, al niño en el vientre, y al anciano, que de muerte natural regresa al corazón de la tierra.


DESDE MI VIDA.

Desde el silencio,

desde la palabra gritada hacia adentro.
donde las sonrisas son solo eso
y el amor se mece entre el sueño y la realidad.
En el lugar donde la sombra se olvida,
y solo la luz tiene cabida.
En el espacio en donde el corazón
le hace un hueco a tu memoria.
La muerte huye confundida
El reloj traspasó el meridiano.
Y el abandono de tus labios.



LA NOCHE

La noche se ve distinta

la sombra se desliza por la ventana
la oscuridad atrapa el silencio
Y en las pupilas
la voz acallada
La muerte escondida.
En la noche, hasta la misma noche
muere.
Hasta que un haz de luz
Vuelve y atrapa la vida.



UN DESEO DE PAZ

La muerte ya no horadará,

sobre los cuerpos mutilados,
perdidos en las tumbas sin nombre.
El fuego cruzado, vencido
 convierta la pesadilla en sueño,
y la oquedad en luz, a los pies
del regreso.
El fruto fresco de tu boca, niño,
llene los campos de risas
y le de paso a la vida.
Huye terror que el destierro expira
y llega pronto el día de la siembra.
Huye muerte de sangre muerte brutal
que la libertad retome en las almohadas del sueño



MEMORIA DE UNA CALLE

La calle desapareció entre edificios de silencio.

Un viejo mira a través de la ventana,
se hace fantasma, soledad, nostalgia.
Cierra los ojos, la opacidad lo arrastra,
el tiempo es un amigo que pasa,
y se va con él.
Un niño camina el día
no entiende de patrias.
Su único mundo
es la madre, y aferrado a ella,
ve  morir entre sombras, la sonrisa.
Con los años, le enseñan el perdón.
Bajo la luna,                                                                                         
Corre gente en el callejón.
Se escuchan palabras,  risas, besos, sexo.
En un suspiro, todo se hace silencio.
La indiferencia /se apoderó de la noche.
En la mañana/se escucha, el rumor de muerte.
Una mujer, con un ala rota, /vive escondida en la memoria,
En la noche, escucha, gritos.
Atenta, espera y duerme al alba.
Traspasa y se conmueve.
Devela el sueño.
Por esa calle, pasó la muerte /vestida de olvido.



TU NOMBRE

Tu última letra,

Suspiros de quimera, sigilosa espina.
Deslizó tu nombre por mis besos.
Desgarró mi piel, desangró mi espíritu.
Acarició mis sueños, mi olvido.
Acarició mis ojos, antes no vistos
Recorrió mi cuerpo a ti prendido.
Deslizó tu letra hasta el vacío.
Reunió tu nombre en la soledad del camino
Me liberé, te liberaste.
Anoche tu nombre, se desprendió de mí.




lunes, 13 de noviembre de 2017

Cien años de Aranjuez / Hugo Bustillo Naranjo / 55 Patrimonio de Medellín







Aranjuez 100 años con Hugo Bustillo Naranjo

Víctor Bustamante

Por casualidad en la biblioteca de Comfenalco encontré el libro, Nombre español para un territorio lunfardo de Hugo Bustillo Naranjo. Había descartado los informes en los recortes de periódicos que referían un Aranjuez apresurado y otros libros que también lo referían de oídas, es decir, lo mismo que había escuchado en alguna otra parte. Buscaba otras noticias sobre Aranjuez, quería saber más de Aranjuez, solo tenía una imagen de este lugar, no la totalidad, ni el momento de esplendor, por una razón específica, en Medellín la historia se disuelve, se deja de lado.

En el libro se revelaba un Aranjuez inédito, un Aranjuez que palpita, un Aranjuez que deja sorprendido. Y es que Hugo había escrito un libro no siguiendo el paso magro de los lugares comunes, sino que ahondaba en los personajes, en la vida cotidiana que es lo que le da brillo a los lugares. No la solita fecha en que fue fundado, no el evento conocido de que allí en las colinas existió el manicomio, más dos o tres lugares comunes. No, no, como Wells que descarta los lugares comunes por ser la impronta pobre de quien no indaga, con el libro de Hugo auscultaba las calles, así como en algunos caros lugares del barrio. También de su mano, con la cartografía que él ha encontrado, asumí un Aranjuez con una historia, con unas personas que dejan aun perplejo, porque una cosa es referir la misma historia de Las Camelias y otra cosa es saberla por los escritos de Hugo, en la forma cómo ha armado poco a poco esos lupanares, y como de su mano la amamos y armamos, cómo llegan de allí las mujeres, las prostitutas de postín nunca las callejeras, desmirriadas, que han desposeído este oficio de magia, sino las madamas de los burdeles de una Medellín que alejaba esa zona erótica, siempre rosa en el recuerdo, siempre memorable por la calidad de dar su erotismo que obligaba a los sedientos viajeros de la ciudad y hombres de mundo en irse de tour codicioso, a buscar una buena compañía lejos del hogar y de la pérdida del erotismo casero para soñar y vivir allí no camelias al desayuno sino las rosas heridas de la noche. No sé si se deba su nombre a una referencia a la novela La Dama de las Camelias de Dumas pero algo de influencia literaria debe poseer, ya que la ciudad siempre ha sido iluminada por la literatura. Pero también allí en el Bar Acapulco mataron a Lucho Vásquez.

Pero lejos de esas manifestaciones políticas y procesiones que tanto gustan al paisa cazurro, en esas noches, aparecía otro tipo de manifestación y es, era y será el fervor erótico del paisa, de todos los pelambres y credos, que cuando se bajaban las cortinas de la noche, se iban para Las Camelias a manifestar y vivir su bohemia. En esos lugares, no le prometían ningún tipo de redención  ni le prometían que con una revolución llegaría un mundo mejor. No, allí, si tenía dinero, accedería a lo más a la mano que lo equilibraría unos días, una bella mujer y al paraíso de unas horas. Pero a ese paisaje tan bien descrito del erotismo no voy a referirme más, porque el texto conduce a otros sitios del barrio, además han desaparecido esas casas y su huella ha quedado en el recuerdo, es decir, en nada.

También el texto revela una historia perdida, y es que Aranjuez era tanguero, con sus diversos bares para las melodías, entre otros, diseminados en su topografía, El Rinconcito Argentino, Cuartico Azul, Calle Corrientes,  El Faro, El Berlín, El Maipú, El Martillo,  El Alianza, El Cámbulo, y además con la presencia de un cantante, Alberto Rossi, aquel que grabó entre otros tangos El esquinazo como trasunto a un tango de Gardel.

Todas estas voces en el libro hablan, cuentan lo que ha sido Aranjuez. Y es ahí donde reside el poder de este texto, ya que de no haber entrevistado estas personas, se hubiera perdido ese relato, ya que en el detalle es donde se encuentra la riqueza de un lugar, no en la generalidad que todo lo uniforma con su tabula rasa, porque  en cada uno de esos pormenores se cambia la percepción que tenemos de Aranjuez, le da otro matiz, enriquece su historia. De ahí que la memoria de esas personas mayores, portadores de su experiencia, de su tránsito por estas calles, ayuden de una manera magnifica a darle lustre a la intención de su autor por evitar que el ávido olvido deje de lado la perseverancia de esas vidas valiosas.

En este texto existe una gran indagación  sobre la vida cotidiana de casas, de memoria donde se encuentran esos universos particulares, donde se abren puertas que describen vidas, instantes, corredores que subyugan un horizonte; paisaje casi relegado.  Por esa razón, cuando la conversación con cada testigo se abre, auscultamos instancias desconocidas  y transitamos lejos por las calles del barrio, por las fachadas, por las fotografías desvaídas que nos quieren hablar desde su espesor pero también desde el momento en que fueron tomadas. Así, en este texto, indagamos de la mano de su autor, esa previsión de haber buscado esos testigos para adentrarnos en diversas épocas, en diversas calles, ya que el barrio nos habla a través de ellos, ya que alguna vez vieron y vivieron algo, y su memoria devuelve estos sucesos con esa sorpresa de saber que no sabíamos nada de esos momentos. Ese oficio del escritor, de Hugo Bustillo, nos habla desde adentro y sitúan lo buscado, o muchas veces una sola palabra ubica en esta labor de indagación una historia perdida, ya sea una casa de pupilas, ya sea un cine, al talentoso compositor  Rómulo Caicedo manejando un bus y a las líneas de trasporte yendo hacia el barrio donde los pasajeros saben el nombre de los buses.

Las palabras de estas personas conducen a zonas sagradas, a otras preguntas, recalan en otras huellas que conducen a nuevas propuestas, donde comprobamos nuestra absoluta quietud, pero también nuestro deslumbramiento. Por eso cuando caminamos por sus calles y distinguimos las fachadas de las casas antiguas, aun intactas, cerca de las recientes, donde el ladrillo y el cemento erigen su nombradía, es como pasar cada una de las páginas del libro, donde se asocian tantos detalles como el mundo de los tangos, sobre todo de esa dama de la noche que pidió ser enterrada junto a un puñal en sus manos como testimonio de amor a Gardel a quien conoció en Las Camelias, como los jugadores de futbol, Castronovo hablando en lunfardo, Greco y Fito Ávila que iban allí. También la cancha del Míster donde se situaban a socializar los muchachos de antes. Así como, en esta conversación regresa, el personaje mayor que deslumbra, Pedro Nel Gómez, que casi opaca a los otros, a Mascheroni, a Bruckner, a Alba del Castillo, a Tartarín Moreira, a Horacio Longas y a Carlos Arturo Longas, a William Álvarez, a Camilo Correa, a María Cano. Y es entonces que este libro  revela un gran secreto, la plenitud de lo popular como una expresión de  Aranjuez.

Así, el túnel de la memoria, a veces oscuro y sin salida, otras veces con un destello al final de la línea,  entrega un territorio para seguir descubriendo, para darle todo el peso que el polvo de la indiferencia y del avance apabullante de la ciudad hacia otras zonas no logra relegar, ya que algunos de sus amanuenses, en este caso Hugo Bustillo Naranjo, no dejan que esa historia, que a veces se anula, revierta, y sea leída de nuevo para darle todo el peso y el esplendor a este barrio ahora en sus cien años.

En el transcurso de estos cien años, se han cambiado y olvidado nombres, Los Álamos, Berlín, Lídice, así como los bellos nombres de sus calles: Alicante, Madrid, Valladolid, Bilbao, Granada, Navarra, entre otros nombres españoles. Hugo propone que se restauren placas con estos nombres en cada esquina como una manera de no dejar que esa nomenclatura se pierda.

Pero ahora, en este domingo 6 de noviembre miro, miramos a Aranjuez desde otra perspectiva, desde San Isidro, con la configuración del barrio que es, y que Hugo relata con sus vivencias, así como la manera en que escribió su libro. Tantos años han pasado desde que el potentado Manuel de J. Álvarez con su vestido negro, muy español, y a caballo venía a cobrar las cuotas de los terrenos vendidos, hasta la bullaranga de este inicio de noviembre, hasta el encuentro con Hugo que nos ha devuelto la memoria de las calles y de los testigos, a Aranjuez mismo.





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                                                       Fotografías de Luisa Vergara




domingo, 5 de noviembre de 2017

El Taller de los Rodríguez / Maribel Tabares / Patrimonio Recuperado 53


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El Taller de los Rodríguez / Maribel Tabares / Patrimonio Recuperado 53
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El Taller de los Rodríguez / Maribel Tabares

Víctor Bustamante

En esta presentación Maribel Tabares nos lleva de su mano por el trasegar de los Rodríguez, aquella familia de realizadores de lapidas, fotógrafos, de arquitectos que han dejado una huella perdurable en la ciudad. Han pasado tantos años desde la irrupción y cristalización de su obra  que es innegable la presencia de ellos, así la amenaza del olvido se asome detrás de nuestro acervo heredado para suponer que han llegado otros a superarlos en esa dialéctica del menoscabo tan presente en nuestro medio, pero es tan poderoso su legado, es tan valiosa su presencia que siempre nos obliga a indagar sobre diversos aspectos en su obra que no se ha dejado de analizar, así sea en los lugares comunes que se reiteran, pero que Maribel en su indagación nos ddescubre aspectos nuevos, incontrovertibles. Uno de ellos que la famosa fotografía de los zapateros en realidad es de Horacio Marino, lo cual lo ubica no solo como un gran fotógrafo sino como el arquitecto excepcional junto a Nel. Y es que en esta exposición, sin quererlo, se resalta el arduo papel del artista en nuestro medio, la lucha perene por expresar la inquietud de una ciudad que bulle, donde emergen las temáticas, las personas, los motivos de esas fotografías y su archivo donde reposa un Medellín que poco a poco sale a la superficie, que no cesa de sorprendernos cada que las auscultamos, así como perdura la presencia de las obras arquitectónicas de los Rodríguez, ambas instancias creativas como emblemas que el tiempo no ha logrado desdorar y menos nuestro olvido mutuo.

Los Rodríguez, en conjunto, en su vida y obra, conjugaron un quehacer, eximio como totalidad donde sus indagaciones se abren, expresan, dirimen. No en vano literatura, revistas, pintura, espiritismo, también se relacionan para darnos la contemporaneidad que ellos vivieron.  

Maribel en su indagación, exhaustiva, poco a poco responde a esas preguntas, que nos indica como la ciudad no solo expresa la dinámica de los industriales sino que junto a ellos existieron unos librepensadores, unos artistas que cada que los leemos, cada que miramos sus fotografías, cada que miramos la fachada de alguna de sus construcciones, cada que indagamos sobre ellos no cesan de sorprender.

Esta brillante exposición que Maribel lleva a cabo de las fotografías de Melitón nos advierte asimismo de una vigorosísima presencia narrativa, por su huella, que caracteriza las fotografía que a la vez las acerca al realismo visceral que no se diluye, sino que con el paso del tiempo se hace más fuerte ante el efecto depredador de quienes debían preservar la ciudad y el legado de sus artistas.

Por una parte se observa que el paso constante del tiempo, con su tono pausado, contenido, diligente y letal persevera y da pábulo para valorar estas obras. Y por el otro la enormidad, incluso el cuidado de los hechos fotografiados, ya que nos preguntamos qué ha llevado a Melitón a fijar su mirada en determinado motivo, a cierto pasaje y paisaje de la ciudad. Ningún espectador de esta obra olvida el estilo probo e impasible que describe las calles, los diversos instantes de la ciudad que  narra su lente, la necrofilia de las familias en el último abrazo al niño muerto fotografiado con sus padres. Acto seguido, estas fotos, expresan y redimen una mentalidad insoslayable nunca distante sino propia, nuestra, que no se deja manosear porque estas fotografías son indiscutibles, y llevan a preguntar a los codiciosos mirones qué otros mundos, que otras circunstancias nos traerá Maribel cada que descubra un nuevo entorno, una nueva significación, un nuevo detalle de esta obra, paradójica y sobria donde la discreción de Melitón es una constante pero que no se pierde en el silencio sino que su punto de vista emerge cada que reparamos en la manera en que pensamos como hizo cada fotografía tan suya.