viernes, 29 de septiembre de 2017

EL COLOMBIANO FEO Darío Ruiz Gómez



EL COLOMBIANO  FEO

Darío Ruiz Gómez

Es Hernando Téllez  quien descorre los velos de la condición social de nuestra llamadas élites  dirigentes  en Bogotá,  una sociedad  donde después de la llamada Independencia, afloró la clase criolla o sea los hijos de españoles nacidos aquí  y  cuyo origen social era modesto en España pero  ya con el poder económico y político se autoproclamaron como una minoría de sangre azul.  Era, el comienzo de una farsa histórica  puesta de manifiesto en su desprecio hacia las “razas inferiores”, hacia el campesino mirado como un ignorante incapaz de pensar por sí mismo. Con sorna se recuerda que a cada ciclo de nuevos ricos o  de recién aparecidos sociales  corresponde una lista de supuestos títulos “nobiliarios” que  se corroboraban con esos pergaminos que aún venden en la Plaza Mayor de Madrid  con el respectivo escudo de armas y el “linaje”  de cada apellido. Ya la farsa culmina  con el nuevo rico pueblerino  que convierte a su hija en Reina municipal con el nombre de algún tubérculo, de algún santo para, de este modo, presumir de un pasado “aristocrático”.   Santos Molano en su extraordinario biografía de José Asunción Silva describe  y analiza biliosamente  las farsas que se desencadenan en la aldea que es Bogotá y donde la  riqueza   a veces mal habida comienza  a blanquear  la piel de algunos connotados  representantes  del llamado  “rastacuerismo” (Nuevos ricos) que nos gobernarán  desde entonces. Este es el origen y el desarrollo con diferentes matices  a través del tiempo  de nuestros  exacerbados  complejos raciales y sociales y del desprecio  de las falsas élites hacia lo que se llegó a considerar entonces  como  un país  “inferior”.  Carrasquilla en  “Grandeza” fustigó con ácido humor estos  simulacros  de  caricaturesca aristocracia de recién aparecidos  y Luis Buñuel se burló de estas mañesadas  colombianas  en  “El discreto encanto de la burguesía”

Cuando Luis B. Ramos comenzó a fotografiar los campesinos,  los mercados boyacenses, los recios rostros de una raza silenciosa y melancólica tal como la describió Armando Solano, ese país ignorado,  emergió  con la fuerza debida  frente a la comparsa  de obtusos que han  pretendido  ser dueños exclusivos del refinamiento de  ladys  y  gentlemans.  ¿Cuáles  fueron los rostros que emergieron para siempre  de las fotografías de Melitón Rodríguez  y Benjamín de la Calle, de la prosa de Carrasquilla, de García Márquez? ¿De qué país surgen los nombres de quienes han fundamentado la cultura colombiana  dándole un carácter universal? ¿Cuál es el origen social de nuestros grandes deportistas de fama mundial?  A cambio, en medio de esta podredumbre que nos agobia hoy volvamos a preguntarnos   ¿Cuál es el origen de estas fortunas  sino la corrupción  de los nuevos “rastacueros” que alardean de  sus lujos, de su lobería?  Javier Marías  refiriéndose a la actual España dominada una vez más por la vulgaridad  y la ordinariez  ha escrito: “España es un país raro y rastrero en el que cuesta admirar y sentirse orgulloso de alguien”  ¿No es éste, precisamente, el motivo  del divorcio  en Colombia entre el  país plural  y la vulgaridad rastrera de la mayoría de la clase política, de empresarios emergentes? Y todo esto en plena globalidad.


QUEMANDO LIBROS Darío Ruiz Gómez



QUEMANDO LIBROS

Darío Ruiz Gómez

Recordemos que  en el siglo XVIII a quien leía retirado de los demás se lo llamaba “librepensador” y que el calificativo que ya había sido aplicado a Giordano Bruno y a Rabelais , con Voltaire y Diderot alcanza dimensiones   que sacuden la conducta pública, ya que responder  con la lógica y la razón a la ignorancia del vulgo, al fanatismo, supuso la reacción violenta del retardatarismo político y religioso que condenaba  la  libertad del lector  para, con la reflexión y sin imposiciones,  responder a “verdades” impuestas por una falsa tradición. La quema pública de libros ha sido una constante en la historia de Occidente y la  represión  contra el librepensador ha conducido en la era moderna tal como lo recuerda Bertrand Rusell a las más despiadadas “Quemas de herejes”  y quemas de libros. La Iglesia Católica debió rechazar el llamado Índice de Libros Prohibidos. A las piras de libros ardiendo  de  los nazis se suma la persecución de todos los regímenes comunistas a toda  lectura libre que pudiera conducir  a los lectores  “ a la infelicidad” o sea a la toma de conciencia frente a una sociedad mediocre y totalitaria. ¿Por cuántas décadas se prohibió  en la Unión Soviética los libros de Nabokov y  en Cuba los de Cabera Infante? ¿No ha decretado la extrema izquierda en Colombia el veto al más importante pensador nuestro,  Nicolás Gómez Dávila? Lo primero que hizo Chávez  fue acabar con Monte  Ávila la más  importante conquista cultural que logró conectar a Venezuela con la cultura universal. Lo que en su distopía  clásica “Farenheit  451” señala  Bradbury , en un año 2010 que como el “1984” de Orwell, ya se cumplió,  es la perturbadora imagen de una sociedad, volvamos a recordar,  donde el oficio de los bomberos consiste no en apagar incendios  sino en quemar bibliotecas .  El film maravilloso de Truffaut se queda en la memoria cuando Guy el exbombero huye y encuentra a Clarisse  a orillas del río en compañía de quienes  se han aprendido cada uno de ellos de memoria una gran obra de la literatura para que esta no desaparezca.

Ser tachado de “antisocial” por escapar de la sociedad del espectáculo donde la lectura se ha banalizado recurriendo subliminalmente a la publicidad   es un  shock que vivimos plenamente. Recuerdo que al entrar al espacio de un Outlet  en la vasta pradera de Texas,  en aquellas  calles vacías había una inmensa librería a la cual entramos con la esperanza de encontrar algo valioso, una nueva novela  de Don de Lillo, un nuevo ensayo  de  Steiner, una nueva colección de poesía , cientos de libros se arrumaban en las mesas,  en las estanterías  que recorrimos una a una sintiendo el más bochornoso estupor  al comprobar que el despliegue  editorial sólo contenía títulos de la más pérfida basura. El último brillo de sol restallaba sobre las vitrinas vacías de los locales  comerciales. Recordé de inmediato la novela de Jim Thompson. “El asesino dentro de mí”  abrumado  por  la molesta comprobación  de estar en un territorio construido  mediante  la más avanzada tecnología  pero capaz  de generar a nivel de población los  más siniestros  criminales.

   

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Fernando Ferguson / Cine en Medellín


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Fernando Ferguson / Cine en Medellín

Cine en Medellín

Carta para Fernando Ferguson

Víctor Bustamante

Días del 81. Me encuentro con Fernando Ferguson que ya ha terminado economía en la Universidad Autónoma. Asistimos con él a un curso de iluminación de cine, dirigido por Rodrigo Tamayo, Juan Guillermo López, Luz Mery Carvajal, Roberto Pineda, Oscar Botero, Cecilia Agudelo, Óscar Mario Estrada y algunos de los que conformaran el grupo Níquel. Cada sábado allá aprendemos también diversas tomas, ángulos de cine, fotogramas más idealizados, pero las ganas de hacer cine nos empujan a ir a la Casa de la Cultura de Envigado. Fernando es alto, delgado muy apropiado de su querer hacer fotografía; es más, luego del curso en un salón de la Universidad de Antioquia proseguimos con nuestros ingentes deseos de acercarnos al cine.

Nos habíamos conocido en el Instituto Goethe, donde Luis Alberto Alvares dictaba su curso de cine alemán, allí asistíamos los gomosos por el cine, pasábamos del Cine Club Ukamau a algo más específico, eso sí sin poder materializar la imagen en movimiento, es decir, filmar que era, es el sueño inconcluso. A veces cuando después del curso nos quedamos apurando una cerveza ya sea en la Polonesa o en Versalles o en algún café conversamos de cine, de directores, de algunas películas, más tarde venimos en su moto, yo de parrillero, por plena calle Colombia a las once o doce. El me trae a casa para proseguir hacia san Javier donde vive con su madre y su hermana.

Decidido y disciplinado que es con el cine se vinculó con el canal de televisión de la Universidad de Antioquia, participó al lado de Duni Kusmanich en Mariposas, con Víctor Gaviria en No futuro, y además llegó a ser el director del canal de televisión en Apartadó. Fernando sí estaba en lo que nos gustaba, los medios audiovisuales. Y debido a sus ocupaciones solo nos encontrábamos de una manera ocasional a su regreso aquí en Medellín, en alguna sección del Ukamau, ahí en el teatro Ópera o en Versalles. En Apartadó encontró su meca, allí también realizó algunos cortos, su parte creativa parecía marchar viento en popa, con aires refrescantes, de consolidarse ya fuera como productor de cine, de todas maneras, con algo que lo acercara a lo que siempre hemos soñado.

Pero aquí comienza la desgracia, y es una desgracia de la cual no debería hablar, pero que me conmueve, ya que la derrota de un compañero de viaje es algo que no debería dejar pasar de largo hacia los sótanos oscuros del olvido. No sé en el fondo qué le ha pasado a Fernando, no sé qué lo ha llevado a alejarse de una vida que para él brillaba con los soles de una sentida primavera.

Alguna tarde lo encontré en Versalles. Hacía días no conversábamos y subimos al segundo piso a la última silla, al fondo, donde es el fortín de algunos amigos que sin cita nos encontramos allí. Esa tarde no esperaba a ninguno de los poetas ni los escritores, o sea el paisaje humano era la diversidad de desconocidos o personas lejanas que uno encuentra de una manera ocasional. Allí conversé con Fernando sobre lo divino y lo demoniaco, y hasta de lo humano, me relató acerca de que ya no andaba por Apartado, que su protector monseñor Duarte Cansino se había ido para Cali y que en lo del canal de televisión de Apartadó sonaban otros aires, nunca marciales, donde otro grupo se había apoderado del canal como ocurre cuando la cosa política se inmiscuye en la parte cultural que todo lo devora para sus fauces.

Ferguson relataba de su vivencia en Bogotá donde fue tumbado por un oscuro negociante y después de tocar puertas ninguna se abrió por la cual decido venirse a Medellín, de una manera poco usual, lo trajo un camionero ya que se había quedado sin pasajes. En continuos encuentros me relataba acerca de que tenía planes de vender tizas en los diversos colegios del departamento, que había regresado de Yolombó. Luego me lo encontré por los lados del Sena, ahí en Boyacá con la avenida del Ferrocarril, venía algo sudoroso, exasperado, llevaba en su mano derecha dos cajas de tizas. Me parecía raro que él estuviera en esa fase del emprendimiento local cuando ya los marcadores de tinta borrable remplazan la inconmensurable tiza blanca que educó a tantas personas, era la parte de la tecnología, que habitaba ya las aulas de clases.

Ahí, en ese momento, me preguntaba qué hacía Ferguson por esos lados, de dónde venía, así como cuando nos despedíamos en Versalles tomaba Junín no hacía el sur sino hacia su norte el Parque de Bolívar. Nada sabía de su estado interior solo conversábamos, no sabía nada del augurio negro que lo azotaba, ni del aspaviento mental en que se sumiría. Solo una vez a la entrada de Versalles le dije que entráramos a tomar algo y me respondió con unas palabras duras, inesperadas, no me dejan entrar. Su aspecto personal lucia bien, así como su estado de salud, así como su apariencia. Pensé que tal vez había tenido alguna disputa, alguno de esos problemas que muy ocasionalmente suscitan una discusión por alguna postura ideológica, por alguna disputa sobre arte, cosas de esas que al acabarse la tertulia se olvidan muchas veces, pero Ferguson no era una persona de esa calaña, él era calmado, sobrio en sus cosas, no poseía los motivos del lobo que todo lo muerde con fervor y cizaña.

Una tarde, tenía que ser una tarde, me lo encontré bien vestido de cachaco azul de rayas, portaba una maleta negra de cuero, y estaba algo melenudo. Nunca lo había visto así porque él era una persona de apariencia muy formal. Caminamos un rato por el Parque de Bolívar. Lo notaba un poco desaliñado pero no sospechaba nada hasta que lo saludó uno de los habitantes del parque que son de la calle y que le dijo, ahora nos vemos allá, signos de una complicidad mayor pero pensé que solo se trataba de comprar algunos cositos de droga para calmar el despelote de esta ciudad y, además, para serenar el embotellamiento interior. Ya estaban vedados para él la entrada a diversos sitios públicos debido a su apariencia algo desaliñada, a ese olor al vagabundo que no se tolera por la falta de baño. El olor del desenfado y la desprotección comenzaba a comérselo, a devorarlo. Al preguntarle dónde podría localizarlo me dijo que, en la esquina de Sucre con Caracas en la farmacia, donde él se situaba ahí a esperar a algunos amigos

Alguna vez conversamos sobre su estado de vivir en la calle y le dije que podría llamar a su madre, pero ella ya había muerto. Además, me aseguró que su hermana lo había echado de su propia casa, como que la había vendido y el nunca pudo localizarla de nuevo.

Otras veces ya en esa caída perfecta lejana, dura y triste, ya adquiriendo la fisonomía de los habitantes de la calle conversábamos un rato y de una se iba para los lados de la avenida Juan del Corral no precisamente a indagar algo sino en busca de droga. Es más, alguna vez me dijo que había visto en las calles muchas películas posibles, otras veces que debía reclamar una herencia, que buscara el nombre de su padre en Internet. Otra sobre la posibilidad de idear una lotería, golpes de desgracia que lo llevaban a elucubrar sobre momentos difíciles en su vida. Cada vez el terror continúa y yo apenas me quedo perplejo mirando sin atinar a una solución, una ayuda, un golpe de suerte para ayudarle, que es la palabra que se pierde cuando los llamados amigos se desbordan y se van.

Muchas veces, a la salida de Versalles, lo he visto, tal vez esperándome, para recibir algo ya que se derivaba hacia la indigencia total. Otras veces salía con algunos amigos que pasaban indiferentes. Esa vez estaba frente al negocio del loco Jaramillo, el antioqueño y fue que lo vi con las manos hacia adelante en actitud de conmiseración a la espera de que alguien le diera algo de comer.

Sé que va a misa algunos días a la Metropolitana, le gusta sentarse en la banca de adelante a pedirle no sé qué a un dios que cada día huye y es más esquivo y no escucha nunca plegarias, sino que cada día son más y más lejanos sus cuidados. Cada que lo veo es con vestimentas estrafalarias debido a la necesidad, unas veces con una camiseta de Colombia y una mochila de tela, otras veces con una camisilla de algún atleta, o con pantalones anchísimos, cuidando cierta dignidad que en otras circunstancias el no hará debido a su seriedad. Muchas veces he intentado grabarlo, pero siento pena de su estado, me duele verlo de esa manera ya en la indigencia y en su deterioro personal.

Algunas veces cuando estoy bebiendo y escuchando algunos tangos en la Polonesa por ahí a las 9 lo veo pasar desde el Parque de Bolívar hacia Perú a buscar su cambuche ahí al frente de donde quedaba la Librería palinuro en Córdoba. No sé qué será una noche dormido en una acera, sin nada seguro sin lo necesario porque en su mochila lleva sus pertenencias a lo mejor una camisa o un pantalón. Siempre ligero de equipaje como diría Machado. Pero lo dice en un poema y Ferguson lo vive en la realidad.

Sé que Fernando está solo en pleno desamparo, total abandono por todos sus familiares y por sus amigos, no sé si él disfruta de esa orfandad, de saber que al despertarse no tiene nada donde confiar y menos en los ajustes de una vida cotidiana. Solo la dura acera y las duras calles. En que momento se inició su caída, cuáles fueron las causas, la soledad el abuso de las drogas la inercia, su condena, el placer, en que momento fue atrapado por las garras de la droga que obnubiló su cerebro y algún día decidió no regresar a su casa, y mejor resolvió quedarse en la calle a vivir la vida inefable, sin sosiego de tantos vagabundos.

A lo mejor su alejamiento con la sociedad donde se vive se debió a una ruptura personal, a un desengaño con los familiares, con el medio que no abre puertas, sino que solo se abren esporádicamente para algunos. No sé cómo definir ese estado de Fernando, si lo disfruta, si se siente bien, si ya sabe que no hay regreso posible o si ese mundo que siempre vimos de lejos, de los vagabundos, era su indiscutible meta, su deseo de vivir ahí donde no hay nada para ver sino la miseria y la deshumanización de tantas personas.

A veces pienso en los griegos en Diógenes y su abandono total y crica con el medio y decidió vivir en un tonel, pero no sé nada de Ferguson y de su caída, de su sentido de pertenencia con la calle, del cambio total en que se ve enfrascado al vivir en plena calle y sus amigos apenas lo saludamos conversamos con él, incluso uno de sus amigos le prohibió que lo saludara si coincidían en algún lugar, es decir, en la calle.

Nosotros que hemos jugado con la droga, que la hemos tenido cerca, nunca estuvimos preparados para mirar el rostro de la desgracia, del desespero, en esa caída lisa, vertical, sin atenuantes. No sé si alguna lucha interior llevó a Fernando a esa opción, a la irremediable y claudicante decisión de vivirla y padecerla hasta el fondo. A veces me pregunto la razón última, la imperiosa decisión de haber abandonado todo, o si a lo mejor fue que todos los abandonamos, o si la droga fue su calmante principal a una íntima pena interior, ya que vivir en la calle, en la extremada indigencia, es algo que saca a cualquiera del contexto de lo humano, de la sencilla razón de vivir, a una manera plausible de ser una persona y, sobre todo, a desperdiciar el talento de Fernando, ahora perdido en las calles, en esa negra noche que habita carcomido por las dosis de ese calmante, de esa droga que lo corroe en su interior. Un psiquiatra me ha dicho que él anda en esa fase donde ya es imposible regresarlo a una vida normal. No lo prejuzgo, en esta tarde de domingo y de frío en que Fernando debe de deambular por los lados del Parque de Bolívar o por el abandono de la avenida Juan del Corral en medio de tantas personas sin destino, perdido entre la multitud de ñeros, donde él nada tiene que hacer, pero que él, irremediable, ha escogido para vivir.


jueves, 7 de septiembre de 2017

Pedro II, el Papa de Barbosa, envía un saludo a Francisco I



Pedro II, el Papa de Barbosa, envía un saludo a Francisco I

BARBOSA, 06 Sep. 17 / 05:11 pm (NEON).- Durante el vuelo rumbo a Colombia, el Papa Francisco recibió un telegrama del Papa de Barbosa, Pedro II, donde aseguró que reza para que el pontífice romano perdure con la paz, la protección al medio ambiente y la armonía del ser humano.
Al refugiarse en su finca Castelgandolfo II, en Potrerito, Barbosa, el Santo Padre de origen antioqueño envió un mensaje a Francisco I en el que le participó que está “rezando para que todos en el país puedan sembrar los caminos de solidaridad, justicia y concordia. Imploro sobre todos ustedes las bendiciones de paz de Dios, nuestro señor”. 
Como expresión de su gran preocupación por llegada del Papa Francisco, Pedro II, abandonó su largo silencio y se reunirá con un grupo de obispos extranjeros que l visitará el próximo domingo.
Cuando el avión papal aterrizó en la capital del país a las 04:10 p.m. (hora local) y el Pontífice pisó tierra colombiana aproximadamente a las 04:36 p.m. Fue recibido por las autoridades políticas y eclesiales, como el Presidente Juan Manuel Santos y el Nuncio Apostólico, Mons. Ettore Balestrero. De tal manera Pedro II se sintió conmocionado y de inmediato envió a los cuatro vientos sus bendiciones para la feliz estadía del ilustre visitante.

Es posible que ambos pontífices participen en una misa concelebrada por la paz de Colombia

LA DESAPARICIÓN DE LO URBANO / Darío Ruiz Gómez





LA DESAPARICIÓN DE LO URBANO

Darío Ruiz Gómez

Durante la Edad Media, se escapaba del campo, de la condición de  siervos sin derecho alguno a la vida, sometidos a las brutalidades de los grandes señores, para  buscar  la libertad que  ofrecía  la ciudad.  Desde entonces el concepto de vida urbana  se establece sobre los estatutos que reconocen y salvaguardan este derecho, ser un urbanitas  es  identificarse  con los espacios donde se reconoce las gentes en la pluralidad.  Es esta conquista la que convierte a la Ciudad en imagen de la libertad, un objetivo  que nunca ha perdido vigencia y desde el cual se han justificado conceptos  como  un urbanismo humano, integrador. Medellín vive en estos momentos un retroceso histórico de dramático alcance  ya que lo que en un momento dado pareció constituirse en la aparición de una cultura metropolitana  gracias a la consolidación  de la moda como una conquista democrática,   un logro de todos los grupos sociales y no manifestación del poder adquisitivo de una minoría, como señala Lipovesky, cuando la ciudad se abrió de fronteras a la presencia de una cultura contemporánea que sirvió para reconocer los logros de nuestro rock, cuando el arte logró alcanzar una expresión generacional  y universal, cuando nuestro noche se llenó de las nuevas tipologías de bares y discotecas  y se recuperaron la calle y los recorridos,  cuando las mujeres de la edad madura conquistaron sus puntos de encuentro, cuando pareció emerger con fuerza una cultura gastronómica, cuando sentimos que nos habíamos alejado de las sombras de la ignorancia provinciana  y nuevas experiencias culturales se fueron agregando hasta presentir que habíamos propiciado un ciudadano consciente de estos valores. No pongo en duda que hubo un planteamiento urbano alrededor de las llamados Parques Biblioteca, de una nueva tipología de los edificios oficiales y esto también nos dio la ilusión de estar accediendo a una ciudad integrada capaz de superar las heridas que había dejado la barbarie del narcotráfico. Pero ¿Cuánto duró esta ilusión si la burocracia que tenía la misión de afirmar estos planteamientos hacia una nueva ciudad se caracterizó rápidamente por su ignorancia, su falta de profesionalismo y pretendió cubrir sus errores recurriendo a un gigantesco gasto en una publicidad engañosa?  Debajo de estos dibujitos, de estos premios comprados ¿Qué planificador previó la expansión secreta y mortífera de un  cáncer que devoró nuestra economía por lo bajo y que destrozó la continuidad del territorio de calles y espacios públicos imponiendo la fealdad? La aspiración a los espacios de la libertad y el intercambio social se vio rápidamente sustituida por algo tan inhumano como las nuevas Fronteras invisibles y la población confinada en verdaderos campos de concentración. ¿No es escandalosa  la  inmoral desaparición de los espacios verdes necesarios para la  salud y el ocio, las licencias otorgadas para negocios de mala muerte?¿No es escandalosa la bárbara invasión de motocicletas circulando sin control alguno?

Este caos descubre una negligencia grave al desconocer que lo prioritario  consiste en resolver el escandaloso problema de movilidad que nos está llevando a una crisis nerviosa que ha alterado de manera grave la conducta de los ciudadanos. Hoy la ciudad no es el espacio que nos hace libres sino el panóptico  al cual  nos someten  a los criminales.


Juan Diego Velásquez. 20 Encuentro de Críticos y Periodistas de Cine . Pereira





Juan Diego 
Velásquez. 20 Encuentro de Críticos y Periodistas de Cine . Pereira

Simón Atehortúa. 20 Encuentro de Críticos y Periodistas de Cine . Pereira


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Simón Atehortúa.
 20 Encuentro de Críticos y Periodistas de Cine . Pereira

Ana María Fresneda. 20 Encuentro de Críticos y Periodistas de Cine, Pereira


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Ana María Fresneda. 
20 Encuentro de Críticos y Periodistas de Cine, Pereira