domingo, 9 de julio de 2017

Carta para César Augusto Montoya / Cine en Medellín


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Cine en Medellín 

Carta para César Augusto Montoya

Víctor Bustamante

Mi querido César esta carta hace tiempo la debí haber escrito, para comentar sobre tu labor cinematográfica, esa que empieza con los primeros días de la creación de Kinetoscopio. Hay un número en especial donde se hacía referencia a Andrés Caicedo, y habías escrito sobre él un aniversario. Entonces, un amigo común, Juan Guillermo López, había llevado la revista a Versalles donde leímos tus escritos, ya que la revista abría la posibilidad de seguir escribiendo en ella en un momento donde no había en la ciudad un medio de tal expresión. Pero ahora ya no está Juan Guillermo y en esta conversación aseveras que no estás tampoco en Kinetoscopio. Lo cual da la medida de la significación de tus deseos de realizar cine, no de escribir de cine. Eran momentos de soñar y querer realizar desde orillas diferentes, algo cercano a las películas, aunque no había posibilidades de filmar, pero con el tiempo el cine continúa su marcha y poco a poco se abrirían las puertas para la realización.

Ya habías decidido seguir por un camino diferente al de hacer comentarios, reseñas o críticas de cine. Y buscar el camino creativo de la realización de cine, y ese es el camino del cual quiero, hablar, referirme. Creo que habías caído en cuenta que es cómodo reflexionar sobre lo que los otros hacen, la de asumir un carácter bondadoso, o, a lo mejor, de fusilar algunas películas, pero como creo que eso no toca con tu carácter, has preferido elegir una búsqueda, esa palabra, para expresar lo que deseas, para buscar un punto de vista, para indagar sobre temas que desbordan y perviven en la ciudad. Hay un documental, el primero que vi tuyo y es el dedicado a José Manuel Arango, La humildad del jardinero, el cual recobra relevancia de José Manuel, ese gran poeta; documental, que con el tiempo se convertiría en el preciso y precioso documento, porque toda la estatura ética del poeta está allí presente. Solo que me llama la atención el título, La humildad del jardinero, un título que me pone a especular, porque no todos los jardineros son humildes. Además José Manuel en su finca no era precisamente un jardinero, sino un ser contemplativo que nos ha dejado su bella poesía, pero lo del título de ninguna manera socaba la importancia de este trabajo.

Luego realizarías un documental sobre Alberto Aguirre. El cual posee un valor inusitado porque es la posibilidad donde el crítico de cine, el periodista, el fotógrafo, el editor, el amigo de Fernando González, el amigo de Gonzalo Arango, abre las llaves de su memoria para relatar su vida; esa que ha vivido a la enemiga siguiendo los dicterios de Fernando González, con el único propósito de mantener su independencia, y así expresar lo indecible en el país de la falsa solidaridad, en el país de los codazos y de las zancadillas, pero también en el país donde decenas de columnistas no dicen nada cada día. Alberto Aguirre sí lo dijo, a veces arbitrario, pero lo dijo con su convicción. Este documental posee el valor de saber esa parte de la vida de Alberto Aguirre, en su camino intelectual, de perseverancia y de lectura, hasta convertirse en el periodista y crítico relevante con los años. Ahí nos damos cuenta de la creación del Cine Club de Medellín, del cual no se ha descrito la verdadera historia. También refiere el exilio, ese carácter de saber que es duro habitar un territorio donde se es proscrito. Su cercanía con los Nadaístas, la fundación, de su librería, el amor hacia su padre, la cercanía con la política, su vida en Bogotá, pero sobre todo su vida en Bogotá, los sucesos del 9 de abril. De tal manera que en cada uno de sus diversos aspectos se revela un Alberto Aguirre lejano a ese carácter duro, a ese criterio a veces, tan personal que desbordaba cualquier juicio preciso, pero que nos servía de baza para saber que, entre la multitud de comentaristas, de editorialistas, Aguirre mantenía ese pulso de independencia, ese motivo de decir sin cortapisas lo que pensaba, porque él no escribía para alardear de ser buen consejero, para magnificar lo que no debía hacerse sino para recobrar lo que necesita el periodismo y los medios, y es mantener la independencia, que es el pulso crítico para que este no muera de inanición ni de rodillas ante el poder que lo obsede y lo ha convertido en extensión de sus lineamientos.

Luego llegaría el otro proyecto de seguir con su compañera de viaje, Aura López, donde, Aurita, como era llamada, también revela el camino de Damasco que la llevaría junto a Aguirre a llegar a ese mundo cultural de Medellín y a cuestionarlo con deseo de cambiarle de rumbo y de abrir otras perspectivas. Este documental sobre Aura López enseña su temple de querer ser una lectora de poesía desde su infancia en Yarumal, donde inicia su formación literaria, hasta convertirse en la gran mujer que fue. Por eso y por toda la estatura intelectual de lo que fue Ara López, pero también por enseñar la percepción del mundo de ella, en una ciudad, en un país, donde hace falta la historiografía para ubicar a nuestros seres sensibles y creativos, no como un chisme de salón sino como una presencia real, este documental se convierte en toda una representación de una mujer de talante.

Pero ahora ellos dos, Alberto Aguirre y Aura López, no están tampoco, pero sí esa presencia en ambos documentales, conversaciones, sus voces, sus recuerdos, donde ellos dos aún permanecen como si el cine nos diera esa posibilidad de volver a ellos para escucharles y apreciar su presencia en la ciudad.

Luego, hace, poco vimos el documental sobre la tertulia de José Manuel en el Jardín Botánico y es apenas la medida para saber de la permanencia de un escritor, pero sobre todo del encuentro de algunas personas en pos de hacer más humana a esa Medellín que poco a poco va sin rumbo a ninguna parte.

Ahora a César lo colma la actividad de la docencia en el campo de cine. Labor que debe de ser digna porque si uno se aficiona al cine y lo experimenta, lo saborea, y, además, así no haya apoyo institucional, y además los alumnos se vuelven perseverantes con el tema, debe ser grato ser profesor, abrir caminos, lejos de la acedia en estos tiempos de la educación como entretenimiento y ascenso social, no como investigación sino como doctorado con toda la acritud que conlleva.

Pero ahora, en esta conversación que grabamos hace unos días, es la mejor manera de saber de primera mano sobre tu propia experiencia, de tu afán como testigo de primera línea en Kinetoscopio, así como valorar tus documentales, de saber que el cine ya no es un sueño sino la certeza que se amplía, la posibilidad de expresarse, de mostrar las inquietudes, los deseos de explorar esa ciudad y los personajes que poco a poco perviven en ella y que la hacen valiosa.

Estas personas a las cuales César les da una presencia que se merecen y los define desde todo su poder creativo como Alberto Aguirre, como Aura López, como José Manuel Arango, desde diversos ámbitos nos dicen, desde su pasión creadora, que esta se personifica con pasión, con un talento que se pule, que se forma  con las lecturas, con el deseo de decir, y en ese decir están ellos con su presencia, en la lejanía, nunca en las convocatorias municipales, en los certámenes oficiales con la improvisación de los nuevos metecos, porque en ellos perdura la indagación, la honestidad, la constancia, la creatividad, el temple y la finura que es tan difícil mostrar en estos días, y, por supuesto, también está en vos, César, que has realizado estos documentales valiosos.


2 comentarios:

lightdreamer dijo...

Excelente recordatorio de una obra valiosa y paciente y de un amigo en todo el sentido del término. Gracias Víctor y un saludo a los dos.F.A.V.

England dijo...

Cesar te mereces esta presencia y este deseo de Victor, siempre con su maganimidad en reconocer tu talento y esa pasión por el cine.