viernes, 26 de mayo de 2017

EL CUENTO A RELÁMPAGAZOS / Juan Mares



EL CUENTO A RELÁMPAGAZOS

 Juan Mares

                                                                                                            Morelos. José  D. Hojas breves.
                                                                                                       Impresores Libros Lealón. 
                                                                                                          Medellín, 2015.

Decía un fantasma que el arte de contar cuentos es tan antiguo como unos primates alrededor del fuego en una cualquiera noche, mientras  pausaban para contar sus peripecias del trayecto andado con una que otra exageración y así cultivar la fantasía. Alguien argumentó que este arte empezó cuando el pastorcito gritó: “¡El lobo, el lobo, ahí viene el lobo! Salieron los vecinos a socorrerlo y ya se había ido el lobo.”

Manuel Mejía Vallejo, todo socarrón decía: “…el cuento tiende a contar cosas. Contar cosas es necesidad humana.” Así, de manera simple o sencilla decía el viejo maestro del arte de contar cuentos sobre este asunto. Y es lo que hace nuestro escritor Morelos. Con su propia suspicacia va enhebrando sus pinceladas o brochazos con el tinte poético de las palabras.

En el cuento breve y más que breve mini cuento hasta llegar a lo atómico, se da la síntesis llevada a los extremos más lacónicos como una agonía del relato de largo aliento. Ello ocurre en los tiempos donde el qué leer abunda con faraónica desmesura, cuando los libros se desbordaron a las páginas de la Internet  y el tiempo apremia ante el bombardeo constante de tanta información, falsa, verdadera o imaginativa. Lo curioso es que el cuento breve, entre más se resume la historia, ésta se acerca más al campo del poema y, a veces, se asoma la poesía.

Todo lo imaginativo es proyecto de verdad, como una novela de Julio Verne en el pasado o como algunas utopías preconizando sociedades futuras; donde se vea y sienta mayor comprensión, desprendimiento y equidad entre los seres humanos.

José Morelos irrumpe en el plano de la literatura urabaense como un condimento que salpica las pequeñas historias con ironía y sapiencia profunda, sacada de algún rezago oriental en su sangre de tierras valencianas de la sabana cordobesa. Es un escritor que propone su primer libro madurado de su experiencia en el seminario y formación en los colegios del Golfo de Urabá. Sin embargo su principal estímulo, para lanzarse como escritor, quizá lo recibió del Taller de Escritores Urabá Escribe, cuando alguna vez presentó sus primeros esbozos a dos de sus integrantes. Estos le pidieron que si se quería untar de escritor hasta tomar cuerpo sólido, debía acercarse para sostener un diálogo de pares entre dicho grupo. Lo cierto es que acató el consejo y llegó a tener la dirección del mismo como un aprendizaje entre la historia, la teoría y la práctica de la literatura.

En el trabajo de Morelos se puede apreciar un camino de relámpagos  donde se van tejiendo una serie de historias salidas, a veces, de lo absurdo pero que golpean como una ola en el acantilado del subconsciente. Lo sórdido con elegancia como en su página de TERROR:

“Caminando por el bosque, se detuvo justo al frente de un árbol sin una sola hoja.
¿Qué pasa?  --Preguntó su tío.
--Es que le temo a los esqueletos.
--No hay ninguno por aquí.
--Ese de allí es el esqueleto de un árbol.”

Sin duda alguna se nos recuerda el asunto de la muerte pero también el de la ecología y la reflexión sobre la vida en todas sus manifestaciones.

La ironía ante los jueces venales se da cuando en el mini cuento “Evidente”, se espatarringa en una sutileza  donde golpea como un pañetazo de boñiga de vaca en una cara de abogado común y suelta las palabras sobre el ring de la veleidad cotidiana:

“Estaba poniendo una denuncia de maltrato físico.

--¿Tiene usted algún testigo? –Preguntó el Juez.

--Sí, señor juez. Yo estaba presente en ese momento cuando él me estaba pegando.”

Como si los simples moretones no fuesen una evidencia, la queja inútil de una angustiada mujer y el simple valor de ir a poner la denuncia no fuesen suficientes para pararle bolas a este tipo de vejaciones. Claro que hay denuncias mimetizadas en el transcurso de los textos y ello ya es de un valor de doble fruto en el arte de escribir, no solo para manifestar bellezas, sino para poner de presente nuestras lacras cotidianas.

Lo sórdido se hace presente en varias de sus páginas, veamos:

“--Le advirtió que si se iba, nunca más lo volvería a ver.

Ella lo escuchó pero continuó su camino y nunca más lo volvió a ver.

Le había sacado los ojos.”

Aparecen por igual la reflexión filosófica  en la relación de pareja y no es sino observar el primer texto conque abre el libro en su página trece:

“Se amaban tanto que estaban a punto de lograr lo mejor de su relación:

La distancia y el silencio. “

Sintetizar es condensar historias en lo esencial del movimiento traslaticio del corazón humano: ambivalente, disyuntivo, complejo y simple, impávido, agónico, predispuesto al grito y por igual al silencio.

José Morelos ya era escritor desde antes, solo que ahora le resultó salpullido y ha empezado a rascarse como escritor urabaense.


                                                       
José D. Morelos. Profesional licenciado en filosofía de la Luis Amigó (Terciarios       Capuchinos),  Exdocente de aula de clases en el área de sociales.   Exdirector del Taller de Escritores Urabá Escribe. Actualmente es promotor de lectura, escritura y acceso a Bibliotecas Públicas del  Ministerio  de Cultura Nacional en el proyecto Comunidad-es Arte, Biblioteca y Cultura: escenarios para la paz. Designado para el municipio de Necoclí. Residenciado en Apartadó- Antioquia.
  



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