domingo, 28 de diciembre de 2014

Juan Mares. 3 Festival Alternativo de Poesía




3 Festival Alternativo de Poesía


Juan Mares

Víctor Bustamante

Si algo distingue a Juan Mares es su amor por la poesía, pero no como una amante espuria, ocasional, sino como una presencia que le mantiene el pulso vivo durante todas las horas del día. Esta persistencia lo ha llevado a publicar algunos libros de poesía, lo cual nos da a entender que no la asumido como algo de ocasión, o una perversa manera de estar a la moda para escribir poesía de afán sino que en el pervive su labor poética. Lo evidencian algunos de sus libros: Poteas y Pirontes, Voy a ver pantalla chica, El árbol de la centuria, Kalugrafías del instante y Ritmos del equilibrista.

Esta actitud ante la vida y la poesía lo ha llevado a que su obra sea clara y precisa y nos abrume no solo con sus juegos de palabras, que son maneras de subvertir el lenguaje, sino que es claro en sus poemas y al escribir nos da la impresión que sus palabras vierten por sus venas: son su expresión, como un torrente que brota sin necesidad de refugiarse en alguna escuela o movimiento poético sino que indaga desde sí mismo temas que lo circundan, que pasan de soslayo para unos pero que ante él son materia de poesía.


En esta lectura realizada en Aquarimántima celebramos no solo su presencia sino su escritos y esa transparencia que lo hacen cercano.


miércoles, 24 de diciembre de 2014

3. Festival Alternativo de Poesía. Tejedoras de Luz

Tejedoras de Luz

Diana Isabel Pizarro

                                                                  Laura Saldarriaga
                                                                 Sor Enid
                                                          Helena Restrepo
 

3. Festival Alternativo de Poesía. 

Tejedoras de Luz

Diana Isabel Pizarro
Laura Saldarriaga
Sor Enid
Helena 
Restrepo

sábado, 13 de diciembre de 2014

24. Medellín: Deterioro y Abandono de su Patrimonio Histórico. Melitón Rodríguez







24. Medellín: Deterioro y Abandono de su Patrimonio Histórico. Melitón Rodríguez


 Melitón Rodríguez


Para Maribel Tabares
Víctor Bustamante
En una visita a San Petersburgo, Claudio Magris va un busca del rastro de Dostoievski. En la calle Kaznachéiskaia 11 encuentra la placa en el primer piso de la casa donde él vivió cuando escribía Crimen y Castigo, y cae en cuenta que ese paisaje de buhardillas y pasadizos es el mismo que vivió Raskolnikov hundido en su nihilismo. Era uno de esos cuartos, de esas casas arrendadas, una de la veinte que habitó el escritor. Este barrio también es conocido por que en él discurre la vida de otros personajes de sus obras, así como las direcciones donde vivieron, y por esa razón el gusto popular lo ha llamado el Barrio de Dostoievski. Este elegía casas en las esquinas con vista a una iglesia, siempre alrededor de las mismas plazas la Sennaya y Vladimir. Este último apartamento, en el que vivió los últimos años fue reconstruido y allí podemos notar la áspera poesía de su presencia: su sombrero, las tacitas para el té, los cigarrillos Laferme, el escritorio con su paño verde, su tintero y la pluma con que escribió. El ámbito de la casa de seis habitaciones nos da la magnitud y el espacio de esos cuartos, de los zaguanes donde no solo caminó el escritor sino que hasta altas horas de la noche daba rienda suelta a su genio envuelto en una bruma de humo de los cigarrillos que fumaba uno tras otro. Y aunque el tiempo es lejano, 1881, el barrio aún permanece intacto. Ha cambiado el paisaje humano pero la memoria del escritor pervive. Y no es para menos en sus libros trascurre indeleble el corazón de San Petersburgo.
Lo anterior para referirme a la ausencia del espacio donde discurrió Melitón Rodríguez, el mayor fotógrafo de Medellín, quien después de su muerte en 1942, no sospecharía que su casa, laboratorio y estudio fotográfico, sería arrasada, casi siete años después para construir el edificio de la Naviera Colombiana.  
Solo nos queda la torpe memoria de saber que en la carrera 9 (Palacé), -referenciado por un anuncio comercial en el Primer directorio general de la ciudad de Medellín para el año 1906 de Isidoro Silva L.-, Melitón fotografíaba a quienes acudieran a su estudio. Juan Luis Mejía en el prólogo a Lecciones de Fotografía y Diario de caja de Horacio M. Rodríguez y Melitón Rodríguez da una idea acerca de un estudio de fotografía: “Un gabinete fotográfico estaba conformado por uno o varios estudios, en los cuales se colocaba a la persona que deseaba el retrato. El estudio era un pequeño escenario decorado con telones con distintos paisajes, afines con la personalidad del retratado. Se usaban además elementos decorativos como barcas de cartón, balaustradas de madera o falsas columnas de mármol. El estudio era un verdadero espacio de ilusión. La luz del sol debía entrar de manera lateral, preferible en un ángulo de 45º. En el espacio contrario al ventanal, se colocaban unos reflectores de lienzo que permitían equilibrar las luces y las sombras. ....Un día opaco era un descalabro para el fotógrafo. Las mejores horas para la toma eran entre las ocho de la mañana y el mediodía. El retoque era una operación común en todos los gabinetes y era realizado por manos expertas, generalmente femeninas. El retoque, efectuado en un atril con vidrio esmerilado sobre el cual se colocaba el negativo, permitía corregir pequeños defectos en el momento del revelado, como eliminar las partículas de polvo o las burbujas minúsculas que luego afectarían la copia en positivo. Pero también había que corregir los rostros”.
Así mismo, Melitón, llegaba allí después de salir, algunas veces, a las calles a fotografiar esos paisajes urbanos que aun vemos, para dejar algo que con el tiempo se convertiría en un acervo de imagenes de tanto valor histórico, sentimental y de documentación que cada que las miramos nos deja perplejos: toda la memoria de lo que él quiso plasmar en sus placas y que el tiempo hace brillar con ese halo no sé si de nostalgia, o mejor, de desazón al saber cómo la ciudad se desmantelaba y así observamos que aún no posee un rostro, un paisaje urbano definido al interior de ese espacio que poco a poco se desdibujaba, y apenas queda acudir a los diversos autores que la reflejaron y la describieron y a sus fotógrafos para darnos cuenta que Medellín posee una historia con sus recintos familiares, intelectuales y sus misteriosas inquietudes. 
Desde ahora sus fotografías la revierten de otra manera, desentierran un Medellín perdido como si viajáramos en el trascurso del tiempo a una ciudad inexistente. Pero es cierto, todo este referente lo hemos destruido. De ahí que al mirar el espacio vital de Dostoievski que se conserva nos lleva a una pregunta: ¿Qué ha pasado en Medellín?
Una ciudad también se encuentra en la escritura de sus detalles. Desde esa lejanía nos habla y nos convoca. Esas fotografías causan asombro. Digo asombro porque en el detalle de dos colores contrapuestos, el blanco y el negro, en ese solito fragmento, se hace indeleble: son los colores de nuestro pasado más inmediato. Él, Melitón, ha captado en esos momentos, en cada una de sus fotos, lo irrepetible, lo que se fugaría en pocos años, lo que habría de congelarse para la posteridad: un parque, una calle, una casa, un retrato personal, pero no será una calle cualquiera sino una calle donde existen unas fachadas, unos avisos, una disposición de quien se detiene para ser fotografiado o quien pasa de largo, y es que ahí sabemos cómo van vestidos con la moda de su contemporaneidad. En síntesis, cómo era el medellinense corriente o con alardes de grandeza que por ese milagro de sus fotografías quedan detenidos en el tiempo mismo. Símbolos de una época determinada que Melitón nos ha enviado desde el pasado y que nos obliga otra vez a una pregunta, qué se hizo esa ciudad de arquitectura diferente. ¿La destruimos?
Lo sagrado se preserva, es decir su representación, en las diversas iglesias que además sirven de punto de referencia; son las únicas construcciones que nunca se han tocado. Pero lo venerable del ámbito civil no ha permitido que la memoria se preserve, siempre ha sido destruido. Estas fachadas, estas cúpulas de las iglesias, se convierten, en muchos casos, en el punto de referencia para reconocer algún lugar y más o menos situarlo. Esas iglesias se constituyen en un punto de referencia, ya que por medio de ellas, los sitios aledaños son localizados, porque a veces muchas calles, muchas edificaciones serían irreconocibles. Y aquí me pregunto por lo sagrado en términos de cierta secularización, lo que construyó el hombre mismo, su espacio, su entorno, sus calles, sus casas, es decir su historia no debería borrarse de un manotazo o a golpes de las grúas que se llevan tras la ilusión de progreso una ciudad que tiene derecho a su historia cotidiana no a la de las grandes generalizaciones. En este último concepto solo existe la excusa del ocultamiento.
Hace algunos años, en la década del 90, cuando la Foto Rodríguez estaba ubicada en un segundo piso, diagonal a unas cuadras del Colombo-Americano, por El Palo, indagaba por unas fotografías de Luis Tejada y de su familia. Doña Gabriela, su albacea, amable, nos atendió y buscó en las libretas originales anotadas por el fotógrafo previsor. Y preciso ahí pude notar lo indicado sobre Tejada con la caligrafía del mismo Melitón. Luego, en la pieza contigua, pude observar los armarios y anaqueles con una infinidad de negativos, con la herencia del gran fotógrafo sobre la ciudad. Luego husmee al interior del estudio y vi a don Gabriel, hijo de Melitón, en el cuarto oscuro donde había una ampliadora grandísima y él copiaba las fotos solicitadas por algunas personas venidas de Bogotá que indagaban por el registro de sus abuelos, y al mirar a sus parientes lejanos, perdidos en el tiempo, y ahora revertidos por la memoria en el papel, se llenaban de sorpresa; de la oscuridad del tiempo ido regresaban, rostros caros a ellos.
En un costado de la sala reparo en la cámara con que Melitón fotografió toda una ciudad, ahora en desuso, testigo de una época con toda la inmensidad de esa presencia, pero ya relegada como si fuera una reliquia, pieza de museo, detenida en el tiempo, sin las manos que tantas veces la utilizó para guardar en sus placas tanta historia, tantas presencias, tanta ciudad, tanto Medellín. Definitivamente el oficio y la pasión del fotógrafo es obra de él mismo: es irremplazable en su presencia. Con cada fotógrafo, al morir, desaparece todo un concepto de su arte, y además su visión, sus paisajes preferidos, sus personajes.
Ahora, una tarde de diciembre del 2014, camino por Palacé hacia el norte desde la Avenida Primero de Mayo, es decir por estas calles casi abandonadas pertenecientes a una ciudad desmantelada, aunque la maquillen con eslóganes, dejada al desgaire, y apenas sé que ahí a unos pasos, al frente, Melitón oficiada en su estudio. Allí, en el cuarto oscuro, con la paciencia del alquimista veía, al revelar por primera vez, esa ciudad que el fotografió en ese presente, su presente, y que después huiría y se convertiría, no en memoria, porque con frecuencia pasamos por esa calle, Palacé, y nada sabemos, sino por los libros, eterna memoria, como lo que no ha existido nunca y se ha olvidado siempre, ya que los transeúntes, en su mayoría, han adquirido esa imposición de no saber qué sitio habitan sino que miran de soslayo los referentes históricos sin darse cuenta de su valor. Pero ahí están las fotos con el clima interior, espiritual que Melitón le otorgó para resarcirnos.
Allí en esos cuartos, con su cuidadosa caligrafía, Melitón anotaba en sus libretas la fecha y el personaje o el paisaje que había fotografiado. Y así su laboratorio, su espacio, el cual tendría derecho a perdurar, fue desmantelado, aun así él nos haya dejado sus placas, la memoria de la ciudad y de sus gentes, como si ese corte de tiempo, ese espacio entre lo anterior y lo de ahora fuera un punto de referencia que es necesario mirar para saber cómo ha cambiado el paisaje citadino. Sin estas fotografías no sabríamos tantas historias, tantas presencias. Solo queda saber que ahí al frente trabajaba Melitón, ayudado por sus hermanas,que también tomaban fotos y retocaban: Rafaela, Amelia y Ramona; Así como Miro, Memos y Enrique Márquez. Carmen Luisa hermana de María Cano tambien trabajó allí.

Hay una fotografía del mismo Melitón donde una niña observa al trasluz de la vitrina las fotos en su interior, así como hoy hubiera querido entrar a ese estudio fotográfico solo previsible en la curiosidad. Luego el fotógrafo por litigios judiciales perdería su estudio lo cual le daría un golpe mortal. Melitón era un artista no un comerciante y los locales de esta carrera, Palacé, eran apetecibles para la especulación inmobiliaria.
Ahora estoy, estamos enfrente del Edificio de la Naviera Colombiana que le dio otro matiz a esta carrera. Este Edificio fue construido por la firma de arquitectos Vieira Vásquez y Dothe, y hace alegoría a la Naviera Colombiana. Lo demuestran los medallones encajados en las puertas vaciadas en aluminio con escenas de viajes. Sobra advertir que a una mentalidad como la nuestra, encerrada y cantada entre montañas tropicales como su fachada más hacendosa, poco le interesa la navegación, así esta fue abandonada por el río Magdalena. En la actualidad el edificio luce descuidado, aunque su nuevo propietario la Universidad de Antioquia seguro le dará un uso adecuado. La celadora no nos permite fotografiar su interior. Revestido con piedra bogotana da la idea de la proa de una embarcación como la expresión más acaba de una ciudad que no cuenta ninguna epopeya marítima sino que arrasa con las calles y su patrimonio ante la mirada pasiva del medellinense que sonámbulo solo le interesa ver vitrinas.
Recién construido, la firma cayó en bancarrota y debió venderlo al único cliente que podía comprarlo, eso sí barato, el Departamento de Antioquia, para ser administrado por las Rentas Departamentales y la Lotería de Medellín. Por fin licor y ludopatía se hallaban reunidos en un mismo espacio como otra de las expresiones del ser antioqueño que yacen bajo las ruinas morales de los pioneros del tanto por ciento. Lo justificaba una razón de peso y de pesos: para pagar maestros y financiar hospitales.
A esta hora, diciembre 10 del 2014, al mediodía, Palacé es un batiburrillo de vendedores callejeros, de transeúntes, de vagos, de la presencia-ausencia de los llamados desechables y del impasible y asediado tránsito de buses, del ruido, de los vendedores de cds piratas y otras pócimas ilegales. Síntesis de una ciudad, del Centro incontrolable, abandonado a su azar: tanto por la negligencia de las autoridades, como la indisciplina ciudadana, y bajo el acecho de las otrora poderosas compañías de buses con su desorden y su ruido. He mencionado una palabra que se ha definido de una manera despectiva, desechables, pero sí, así se denomina a las personas de poca suerte, abandonados, y que cada día pueblan más las aceras y calles de la ciudad. Y no es para menos, los edificios poco a poco también sufren el mismo menoscabo de su historia, es decir, la lejanía de la presencia que los reafirmó.
Cierto. Melitón, vivía y tenía su estudio en esta casa diagonal a la de Carlota Uribe ubicada en Palacé, entre Maracaibo y La Playa, es decir entre el Club Unión y la quebrada de Santa Elena. Ellos eran buenos amigos. “Esta casa no era lujosa como si lo habían sido la casas de su bisabuelo Tomás Uribe, pero sí era moderna y muy agradable. Tenía tres patios: en el primero, el más grande, resplandecía una alta fuente de piedra con leones tallados, el otro con un jardín de flores y mosaico de piedritas en el piso, y el tercer patio tenía árboles frutales tales como guayabas, nísperos, naranjas, uchuvas. En la parte de atrás de la casa había una huerta que lindaba contra la quebrada.” Señala Teresa Urreta de Vélez nieta de Doña Carlota, y nos da una idea acerca de la amplitud de estas mansiones, y además la sospecha acerca de que algunas fotos familiares fueron tomadas en el propio solar de la casa de Melitón.
En una visita a Medellín, parodiando a Claudio Magris, si buscamos la casa donde vivió Melitón Rodríguez, nos darían una pésima noticia: nadie sabe nada de él, salvo reparar en las fotografías, algunas que adornan las paredes de diversos cafés, bares o almacenes del Centro. Todo ese arte para imprimir ese peso a Medellín y el carácter popular referirlo con una palabra ominosa, el Medellín de antaño, para expresar lo viejo, lo caduco, o sea lo que se fue, lo que se destruyó, y así pensamos, sin significación alguna, como lo actual es la exegesis de lo nuevo sin un soporte vital. Es como si se dijera él vivió en Medellín de una manera general, pero su espacio cotidiano no existe. 

A una ciudad la hace grande la experiencia de tener sus referentes, de caminarlos, vivirlos. En Medellín, el binomio, dirigentes políticos y urbanizadores, los destruye poco a poco con el POT o sin el POT.  

viernes, 12 de diciembre de 2014

Jesús García Tejada




Jesús García Tejada

Diálogo de saberes  
comunidades indígenas 
de América
..
Jesús García Tejada ha llegado a Medellín, desde el Amazonas, al Encuentro de saberes indígenas de América. Algo me causa curiosidad, ha realizado algunos documentales al interior de su comunidad. Lo digo porque estamos enseñados a que los cineastas vayan desde las ciudades a filmar con ese afán turístico y de improvisación para traer sus documentales.

Pero no, Jesús ha realizado algunos documentales desde el interior de sus mismas comunidades con un propósito preciso, no dejar que la memoria se pierda.

En estos comienzos de diciembre nos ha concedido unas palabras y su gentileza es notoria, así como ese carácter fuerte por no dejar que sus comunidades caigan en el olvido ante el atropello e indiferencia.

El amazonas está distante pero con Jesús García Tejada sentimos que allí vibra algo, no solo el corazón verde de la selva sino su presencia, su interiorización por no dejar que muera esa tradición tan cara a ellos sino también a ese país dividido.


Leonel González





Leonel González

Diálogo de saberes 
comunidades indígenas
de América

Leonel González ha llegado a Medellín Diálogo de saberes   comunidades indígenas de América y en el encuentro de la revista Ciudad nos ha dado una conferencia sobre como trascurre su vida allá en Chiapas y como ese modelo social y económico nos da un tregua entre lo que ya conocemos en el sentido de que la autogestión y la inclusión son sinónimos de algo que se cumple y se vive en su región, ya que las noticias que llegan son pocas y dan una imagen muy diferente de la persona con la cual conversamos y la cual tiene un poder  de convicción a toda prueba.

Esas son las sorpresas que trae este tipo de encuentro.



Rosenda Camey







Rosenda Camey

Víctor Bustamante

Lugar: Casa de la Memoria. Luego de ver un documental sobre sobre los caminos incas, tengo una conversación apresurada con Rosenda Camey. Inicialmente pensé que era documentalista, pero no, es algo diferente, ha llegado para el encuentro, Diálogo de saberes indígenas de América; o sea es una presencia, su presencia, como activista de la causa indígena, y cuando digo activista es que en Medellín ha ocurrido un encuentro entre los diversos pueblos indígenas de América, que me deja perplejo.

Uno, muchas veces vive ahogado en el tráfago intelectual o callejero de Medellín, y además anestesiado por los medios, y así, deja de lado esa causa, esa certeza de saber que nuestros países no solo lo habitamos nosotros, que pensamos que nuestra ciudadanía llega cuando habitamos una ciudad sino que dejamos de lado, y no reconocemos la vida ardua, muchas veces sin la perspectiva que le damos aquí, y sin tener en cuenta el concepto de solidaridad, ese que así mismo se vive al interior de estos pueblos que deben definir su presencia y mantener su esencia, para no claudicar ante el avasallamiento constante de los negociadores y detentadores de los poderes que poco les  interesa  el respeto a los pueblos originarios.


A Rosenda nuestra fraternidad.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Violeta Contreras y Qhapaq Nan







Violeta Contreras y Qhapaq  Nan

Víctor Bustamante


Violeta Contreras ha realizado un documental, Qhapaq  Nan, donde es paradójico lo que ocurre con la esencia de la cultura Inca: buscar el rastro de sus caminos milenarios que llevaron a que parte de lo que es hoy América del Sur se comunicara a través de ellos. Por supuesto, estos caminos vitales, lentos de piedra, poco a poco fueron olvidados, y a lo sumo destruidos. Lo que nos da un indicio: nuestros países no tiene memoria. El patrimonio histórico es abandonado a su suerte como si de esa manera pretendiéramos crear civilidad e historia a partir de la desidia en todos los niveles. Ahí reside esa nula apropiación de lo que ha ocurrido en estos lugares: no hay deudos para que se preserven determinados lugares.

Aquí hay una historia: el abuelo le cuenta a su nieta la esencia de su cultura, sus costumbres, algunos rituales; síntesis de lo que fue su presencia en un pasado milenario pero que en un tiempo remoto la presencia violenta del colonizador ha dejado en ruinas esas sociedades. Por esa razón en este documental confluyen memoria y presencia. Digo memoria porque el abuelo aun mantiene el fervor de la palabra y sus historias pasadas las remite a la pequeña, y cuando digo presencia es saber que esos caminos aun perduran rotos, quebrados, destrozados, cortados en ciertas comunidades, que a poco a poco son desalojadas por el concepto de progreso que manejan los estados: derribar culturas milenarias sin ningún respeto. Cierto. El abuelo narra ante la indiferencia cotidiana lo que fue presencia.

Violeta en este documental nos llama la atención sobre estos caminos y sobre la presencia de estas comunidades, desalojadas y aherrojados por la malicia de los emperadores del progreso. Si, al pensar en Qhapaq  Nan persiste una herida, la de la exclusión y la del engaño: la imagen magra y manchada de los vencedores.


lunes, 8 de diciembre de 2014

Diálogo de saberes comunidades indígenas de América






Diálogo de saberes comunidades indígenas de América

Víctor Bustamante

Voy por pura casualidad a un encuentro, Diálogo de saberes de comunidades indígenas de América. Una actividad marginal, como ocurre siempre con los eventos que realizan estas etnias, ya que a pocas personas parece importarles este encuentro. Desde las llamadas altas esferas se minimiza, oculta y desdeña lo relativo al ser indígena. Existe como una molestia, como un afán de dejarlos siempre en su sitio, es decir en el limbo donde los han situado. No se alientan soluciones ni propuestas para su supervivencia. Así ocurre no solo en el resto del país sino también en Medellín, la ciudad que se intenta internacionalizar al precio que sea; y a ese precio ocurren diversas actividades con un afán y una voracidad que mantiene su espíritu en otras orillas, mientras se mira de soslayo lo que ocurre en su interior, y menos aún se mira la constante problemática con los indígenas; es como si perdurara un deseo de ocultar con desidia su misma historia, su presencia. Desde hace muchos años, todos los que se quieran, a los indígenas se les ha considerado los vencidos y esa actitud oficial ha persistido hasta el punto de saber que un encuentro como el de los saberes es posible así sea desde la nulidad.

Colombia se precia de ser un país de cuatro o cinco ciudades, como si esa fuera, y lo es, la cultura dominante en detrimento del resto del territorio. Ya sabemos el ocaso de los pueblos y aun más, el áspero abandono de las comunidades indígenas y el acecho del hombre blanco, disfrazado de banquero e inversionista. O aun, el conflicto actual el sufrimiento de esas comunidades debido al acecho guerrillero y de narcos. Síntesis del abandono de siempre. Y por supuesto sin soluciones como siempre.

Olvidamos que en el país hay etnias, con peligro de que su territorio sea avasallado, que hablan diversas lenguas y que son un tesoro cultural de la Nación. Pero como son etnias ultrajadas, se les deja en el limbo. Aquí no pasa nada. Es si no salir a las calles y ahí se ven esos indígenas desolados ya casi mendigos en un proceso terrible de pauperización.

Este encuentro de indígenas perdura la voz de es la resistencia ante unos administradores de la cosa pública que perdieron su papel de garantes, y a los cuales lo ancestral les causa indiferencia.

  

Revista Ciudad N. 22, director Guillermo Alvarez





Ciudad


SEMINARIO PENSAMIENTO AMBIENTAL Y HABITAT

Noviembre 27 de 2014 Medellín

Aula 212 Paraninfo Universidad de Antioquia Plazuela San Ignacio Medellín
Organizan Asociación organizaciones socioambientales de Colombia-PANTÁGORA
Colectivo Amigos del Medio Ambiente
Corporación Ciudad


En la ciudad conglomerada de hoy se da “un habitar violento, donde la tierra se devasta, la naturaleza se despilfarra y la vida se extermina gracias a la atrocidad incontenible de una cultura, la moderna, que solo atiende al éxito económico obtenido en la explotación, acumulación y mercantilización de la naturaleza” (Augusto Ángel Maya).



El Territorio es el espacio biofísico y expresión de la construcción colectiva, donde se plasman los saberes, valores, formas y modos de vida, las relaciones de poder y los conflictos. El territorio es un fenómeno multipolar y dinámico, que se configura en las relaciones de espacio-poder-saber y que adquiere complejos sentidos que interactúan, se entrecruzan, se yuxtaponen, se bifurcan y complementan en la medida en que sus habitantes lo apropien y se identifiquen con él haciéndolo “su” territorialidad. Es el suelo de la vida cotidiana, como la tierra de la naturaleza.



El primer territorio es el cuerpo y  por él pasan todas las lógicas y contradicciones que luego se vivencian en el campo social y colectivo, en el cual se dan las prácticas y saberes que se articulan para incidir en la vida y el contexto de la comunidad.



Por ello, invitamos a un Seminario Taller en el cual compartir nuestras experiencias y generar procesos de reflexión y acción con y en nosotros mismos y en las comunidades.



Se trata de un evento de construcción de conocimiento o pensamiento ambiental. Construcción de pensamiento rizoma en el cual exploraremos nuevas visiones de la trama de la vida  y sus determinantes en el devenir naturaleza-cultura, ecosistemas-ética y estética.



Por ser un seminario taller de construcción de pensamiento ambiental, se recomienda el ejercicio de lectura de por lo menos tres textos, a saber: El reencantamiento del mundo, de Patricia Noguera; El Arco de Heráclito de Augusto Ángel Maya y Conexiones inconexas de Cecilia Inés Moreno Jaramillo.





PROGRAMA



8:00 a.m. – 8:30 a.m.    Instalación



8:30 a.m. – 9:15 a.m.  -La crueldad como medio de disgregación social y cultural

Amantina Osorio Ramírez. Doctora en antropología. Docente Universidad de Antioquia, Presidenta Centro Historia Itagüí


9:15 a.m. – 10:00 a.m.  - Conurbación rizoma. Comunidades, fronteras y territorios.

 Cecilia Inés Moreno  Arquitecta. Mg. en Medio Ambiente y Desarrollo. Docente Escuela del Hábitat - Cehap
Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín Facultad de Arquitectura


10:00 a.m. –10:30 a.m. Refrigerio



10:30 a.m. – 11:00 a.m.  - Poética y hábitat  no violento

Olga Lucía Echeverrig. Periodista cultural y orientadora de talleres de escritura creativa. Asistente dirección Ciudad, revista de asuntos urbanos. Directora programa radial Los Trabajos y los días emisora cultural Universidad Nacional sede Medellín.


11:00 a.m. –12:00 m - Estado, organización social y comunidades

Patricia Noguera Echeverri.  Filósofa. Docente Universidad Nacional sede Manizales
Visnu Posada Molina Grupo de Pensamiento Ambiental  Manizales



12:00 m – 12:30 Preguntas



2:30 p.m. – 3:00 a.m. Contrato social, contrato natural y hábitat

Pedro Posada Gómez.  Filósofo. Docente Universidad del Valle


3:00 p.m. – 4:30 pm. Panel  Moderadora Olga Lucia Echeverrig

Metodología Pantágora de intervención en  comunidades.
-Jenny Marcela Ruiz Saldarriaga
El agua no es una mercancía
-Rodolfo Sierra Restrepo
Más allá del Alzheimer verde...reflexiones en torno a la memoria y la ecología política.
-Álvaro Restrepo  Gaviria
Decrecimiento y hábitat verde
-Edwin Diez Gómez
Cine y teatros en el hábitat de ciudad
-Víctor Bustamante
Cuidar los páramos es cuidar el agua y la vida
-Oscar Mejía
Cómo quedó el hábitat en el POT recién aprobado en Medellín


4:30 p.m. – 4:45 p.m. Refrigerio



4:45 p.m. – 6:00 p.m.

Plenaria  Moderador-relator Rodolfo Sierra






sábado, 6 de diciembre de 2014

Librería Grammata de Wilson Mendoza.




Librería Grammata de Wilson Mendoza.

Víctor Bustamante

Huimos del tráfago de la calle cuando la Navidad azota en el Centro de la ciudad. Me refiero a la Navidad de vendedores de cachivaches caros o contrabandeados de China; igual da, porque aparejan esa falsa alegría que regresa cada año con su misma música, con sus fastuosas celebraciones de lo mismo como si el tiempo estuviera congelado, y aun más, desangelado. Eso si prosigue la desbocada necesidad, como consolación, de verse cabalgando tras el consumismo más perverso. De todo se ve tras las vitrinas, en los supermercados, en los hipermercados, en las ventas callejeras: hay que comprar para satisfacer las esperanzas de un falso cielo. Pero si de todo se consume, se consume lo que irradia desde sus soles neblinosos la publicidad que invita a ser moderno con lo que ofrecen sus fauces nunca fáusticas. Lo innecesario, lo inútil corroe la estolidez de los transeúntes y de quienes se reconfortan por tener tras su mano, en la pantalla de su celular de alta gama, creo, el mundo a sus pies, a un golpe de clik solo para trivializar el lenguaje, y mirar imágenes sin asombro.

Nunca antes como en este momento de avatar y avance tecnológico en el campo de la comunicación, es imperioso leer. Todos esos consumidores solo van detrás de un Eldorado de la ambivalencia y de la insatisfacción. Y de una caen en ese abismo sin fondo del analfabetismo en medio de la posibilidad de no dejar el continuo aprendizaje que se da a través de la lectura.

Por esa razón de un peso específico y sustancial celebramos el primer año de la Librería Grammata. Una librería es un oasis. Un libro abre mundos, agrieta paisajes, nos lleva a las dudas más sublimes, a las calles más irredentas, a las pasiones de toda índole, al método de pensamiento como orden personal. Nos conduce, a través de sus páginas, a mundos insospechados para saber que de esa manera establecemos un diálogo muy personal e íntimo con aquellos escritores que han decidido convertirse en testigos de una determinada contemporaneidad. Es decir viajamos en el tiempo y en el espacio directo como una flecha certera hacia el interior del corazón humano.

Aquí en La Librería Gramama gravitan los libros pendientes de su próximo lector. Kerouac nos sorprende con un bello libro de pasta azul, Proust aún guarda las calles de París a la espera que la magia del lector que lo reviva, Joyce acecha detrás de un pub de Dublín. Magris navega por el Danubio, Borges detrás de su mundo y su fantasía algo nos revelará dentro de un momento. León de Greiff nos quiere hablar de sus búhos peripatéticos, Porfirio se encadena para seguir por los mares aún extraviado. Cabrera Infante aun se dispone a caminar por Londres y añorar a la Habana

El actual Medellín nos llama desde sus estantes. Iván Darío Upegui redefine el acto amoroso de caminar por la ciudad. Rubén Vélez creo que por ahí se debe exhibir con ínfulas de una clase perdida. José Gabriel Baena ya no entra al Sanduche Exprés.  Memo Ánjel tampoco decidió venir a la celebración y Reinaldo Spitaleta debe andar sumido en la catarsis de su columna periodística. ¿Juan Diego Mejía qué se hizo en estos comienzos de diciembre? ¿Saúl Álvarez buscando lugares inéditos de la ciudad? ¿José Libardo en la Huerta? No me referiré a Fernando Vallejo, aunque aquí esperan sus libros. Pero si a Pablo Montoya encerrado en su invernadero. Y Esteban Carlos Mejía ocupado en un taller de literatura. Ellos no vinieron a su espacio vital, pero bueno tendrán sus sin razones. Lo digo porque son la presencia de la literatura en la ciudad. O sea, son la literatura actual y de peso.

Cierto. Desde sus estantes los libros nos invitan a la lectura a esa manera de dejar de ser pasivos y a mantenernos llenos de preguntas, de curiosidad. Mediante los libros viajamos. Por esa razón un año con las fauces de la sociedad del espectáculo como norma de vida para muchos es una hazaña que una librería se mantenga y a Wilson nuestras felicitaciones y rabioso deseos para este oasis, su librería perdure.





martes, 2 de diciembre de 2014

Alvaro Restrepo Gaviria


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Álvaro Restrepo Gaviria

Víctor Bustamante

En Medellín ocurren sorpresas, no solo hay un Festival de Cine y otro en Santa Fe, sino que hay personas como Álvaro que han vuelto a la iniciación de muchos cineastas de la ciudad, el cine-clubismo. En estos tiempos llegué a pensar que esta manera de ver cine se hallaba en sus estertores: los avances tecnológicos y nuestro mutuo egoísmo a soñar solo von grandes directores nos ha llevado a abandonar al cotidianidad de ver cine acompañados por algunos cinéfilos y así mimos conversar en caliente sobre la película vista . No. Y de ahí la sorpresa al asistir al Festival independiente de cine de Medellín y de saber que después de unos veinte años el Cine Club Pulp movies, bajo su dirección y de su amigo Wilson, mantiene esa fe intacta por proyectar otro tipo de cine. Aquel que llega por toras vías, aquel que nos ilustra sobre la irrupción de otros realizadores.

Esta semana vi un documental de Herzog, sobre un condenado a muerte dentro de la programación de su cine-club en la Casa de la Memoria. Y el alemán nos enseñó que aun mantiene su talento a la orden del día.

Álvaro posee un ingrediente necesario en este tipo de actividades: pasión.




lunes, 1 de diciembre de 2014

Poemas de Jana Putrle Srdic



Jana Putrle Srdic


Jana nos lleva con su poesía a un territorio insospechado, algo claudicante, en estos momentos de la comunicación extrema, así nos enseña el verdadero abismo de la incomunicación, de la soledad como remedio a una vida llena de objetos y de personas y donde el amor aun toca, así sea como dejadez y duda. Ella desde un panóptico personal mira, siente, percibe como gravitan alrededor de ella misma la atmosferas y la pesadez de la vida donde solo tiene las palabras para subsanar esos silencios que la hacen reflexiva y donde solo queda el poder evocativo de la poesía para describir un estado de cosas, sobre todo lo cotidiano que es piedra de toque para dar una mirada muy personal, sin ningún atisbo de soberbia sino con la paradoja de ver como discurre el tiempo y la vida a su alrededor.
Amor, soledad, trabajo: ahí reside el tríptico de la vida moderna, que podríamos llamar moderna. Síntesis de lo mismo, pero ahí residen las palabras de Jana para decirnos que la poesía nos recobra.
Esta mañana leyendo a Jana he visitado su ámbito en Ljubljana, Eslovenia y he sido tocado por sus palabras.




Poemas de de Jana Putrle Srdic



Lentitud del invierno

Todo te pasa con un lapso de retraso:

un verso una y otra vez.

Mil veces el mismo gesto, el cuchillo sobre las patatas,

la mano a través del cuerpo.

Haces girar la rueda y mueves los engranajes.

Nada en especial, contemplas fijamente

el cristal de tu mesa, escuchas la respiración

del perro.

A menudo, las cosas sólo son.

Ella dice adiós con la mano

cuando pasas,

los coches avanzan con luz verde

y se detienen con luz roja.

Todo está por venir o ha pasado ya:

amor, soledad, trabajo.

Y todo es bueno para algo,

incluso este maldito frío

que matará a todas las garrapatas.





Al final de un amor

Espolvoreo sésamo negro y pimienta cayena

sobre las calabazas amarillas de Sarah —esas achaparradas

y mantecosas— mientras pienso en la traducción

de la poesía siberiana, pero mis pensamientos

se recalientan en la calurosa cocina veraniega

y el lenguaje no es ya algo que me importe,

ni tampoco las relaciones —

este momento es aromático café africano,

este momento es maleza que araña terneros

mientras Zoran corre por el bosque y Lili

extiende su estera al otro lado de la colina

preparándose para el yoga (zumban los mosquitos),

en este momento estamos unidos por el caluroso

aire de la tarde que se envuelve alrededor de nuestros tobillos,

un dulce arroyuelo;

nos juntamos a través del brillo del verano,

a través de las grandes calabazas maduras

mientras ya vuelan los pájaros a medio crecer

y pronto será tiempo de migrar,

de vestirse, de empaquetar, siente la brisa bajo la falda,

pronto echaremos el cierre, fuegos encendidos, cremalleras,

y cuanto debe morir irá a parar al cubo de basura

(sandalias andrajosas, hierba, largos días, pájaros

con alas rotas), cuanto debe partir llegará al sur

en cajas de madera con los pies helados o un zumbido

en los oídos y una taimada añoranza

y entonces compartiremos nuestra tristeza —permaneciendo aquí,

afrontando la infraestructura invernal de las ciudades—

con los del sur, en contacto con el aire y el sol,

deshaciéndonos en su barro,

abandonados en un vertedero,

con el peso de otro verano poniente

como un gran gato suave

(con un pájaro en su tripa)

durmiendo sobre nuestros pechos.





Mujer en la ventana

Una mujer en el núcleo de su familia se

escurre hacia el borde de la sociedad,

una mujer frente a una pantalla vacía,

en el cubo desnudo de una galería

es un error inadvertido, un espacio vacío

en la multitud de votantes y manifestantes,

nadie la necesita. Ella está ahí,

arrastrando su pierna izquierda,



sin saber qué hacer, espera

que la salve el autobús, que la salve un email

o alguien que la llame por teléfono.



En alguna parte extranjera del mundo, una mujer está

frente a la ventana, contemplando la nieve

que cae pesada borrando —la mujer está asomada

a su propio vacío, y en este desolado espacio

donde nadie la necesita,

en la incómoda cabeza vuelta,

en un jersey que es apenas suyo,

con nieve en los hombros,

intenta conjurar algo aún irreconocible,

algo sobre una forma hacia la cual ella

alargará la mano,

la estructura del mundo que penetra lo visible

sólo a través de las ramas de árboles y de

finas líneas en el hielo.



Cuanto llama a la mujer a la ventana

la mantiene en silencio. Ella sopesa dar

un paso hacia lo desconocido.






yo, tú, ella

estamos sentados al lado del mar, miramos las luces de los barcos

y los coches que se mueven por el horizonte


después de estar callados durante dos horas, pienso,

esto es todo lo que hay


y todos nuestros susurros de que nos queremos

vienen de una soledad extrema.


los repetitores tocan la batería y el bajo, gritan,

ja ne trebam nikog, da mi kaže, da me voli.



cargo mi oscuridad, en cada petrolero un poco,

como en un juego de computadora distribuyo el peso.



el sol del ocaso nos lame las caras


como si fuéramos unos perritos ciegos, recién nacidos


nos baña el viento del puerto