sábado, 4 de enero de 2014

DARÍO LEMOS, POETA IRREVERENTE SIN RETRACCIÓN / Ángela Patricia David López






DARÍO LEMOS, POETA IRREVERENTE SIN RETRACCIÓN

Ángela Patricia David López



INTRODUCCIÓN
El presente trabajo  tiene como objetivo analizar acontecimientos de la trayectoria del poeta antioqueño Darío Lemos (1942-1987), poeta que se destaca por su marcada irreverencia. Para esto, se abordarán también otros poetas del movimiento Nadaísta, del cual Lemos  hacía parte. También se analizan algunas características biográficas del poeta francés Arthur Rimbaud (1854-1891), ya que este, al igual que Lemos, se destaca por ciertos modos irreverentes y por su trayectoria poética caracterizada por su compleja relación con las letras y la vida.
  Darío Lemos es uno de los máximos representantes  del movimiento Nadaísta, el cual surgió en el año 1958 en la ciudad de Medellín por el poeta y escritor Gonzalo Arango (1931-1976). Este movimiento fue una  manifestación de rebeldía, de revolución  y oposición a ciertos valores tradicionales en la sociedad colombiana, que se manifiestan en la política, en la religión y en la cultura. Su intención era demoler los valores decadentes de una sociedad moralmente hipócrita.
  Para analizar lo anterior, es relevante reconocer la importancia de la irreverencia en la postura vital de estos escritores, ya que en muchos momentos de la historia literaria se han manifestado diversas actitudes para expresar esta realidad. El caso del movimiento Nadaísta no es la excepción, ya que intentaban, con su ataque al establecimiento, escandalizar las visiones más moralistas de la época, las cuales se imponían en las instituciones sociales. Detenerse en la irreverencia de Lemos, nos ayuda a comprender su radical pensamiento frente a los preceptos morales de su momento histórico.
La perspectiva de análisis del presente trabajo se centra en la obra Darío Lemos cuando el poeta muere del escritor y poeta antioqueño Víctor Bustamante, ya que en este texto hay un sinnúmero de registros que analizan el motivo de la irreverencia en los poetas Nadaístas y sus arraigadas influencias. Muestra de ello, es el desencanto con algunos valores impuestos en la sociedad colombiana. La postura de estos poetas en relación a la iglesia y  la política, dan cuenta de su irreverencia y la necesaria revisión de los valores más tradicionales.
Lemos en el Nadaísmo
  Gonzalo Arango escribió en cromos una crónica sobre el poeta  Eduardo Escobar; cofundador del movimiento Nadaísta, la cual tiene particularidades que se asemejaban  perfectamente a las características biográficas de  Lemos; con lo que se expresa el contenido de este trabajo. Gonzalo la escribió al inicio utilizando en su discurso la ironía y la mordacidad, pero luego fue una premonición:
Para empezar era algo, casi nada, pero en el nadaísmo exigíamos como único mérito la ausencia de virtudes. Ni siquiera se requería ser artista, ni bachiller, ni digno, al contrario: preferíamos al anormal, al neurótico, al apache, al bastardo, al marihuano, al demente, al desarrapado, al nadie, al apátrida, al antisocial, a ese cuya naturaleza mística se emparentaba más con el bandido que con el santo. (Bustamante 34).
  Parecía que Lemos, sin un plan preconcebido, necesitara la vida de vagabundo para tener esa experiencia sobre la cual quería escribir. La irreverencia de Lemos apareció desde su adolescencia, no le surgía interés por los estudios escolares, prefería ser autodidacta, leer lo que él quisiera, aprender de lo que hablaban los demás de literatura, o de lo que le sucedía con sus sórdidas hazañas callejeras.  Lemos se mostró rebelde ante cualquier organismo social donde se incorporaba, y de tal modo, llegó a  la escuela de trabajo san José donde  estuvo una temporada por sus pasadas desobediencias en otras instituciones. No quería estudiar. La severidad que imponían los sacerdotes que coordinaban aquella escuela, no sirvió para transformar al adolescente díscolo en un verdadero humano, con valores. En esta escuela trabajó el poeta Eduardo Escobar, quien afirma que vio el expediente de Lemos con un diagnóstico: Debilidad mental.
  En un poema de Lemos titulado “hablando con el viento” recuerda esta temporada en esa escuela; “…frailes españoles  y golpes fuertes en las nalgas, con un garrote español y basta decir que como un niño yo no era más que un pequeño pino sembrado con mano izquierda (Lemos 17). Lemos demostró a muy temprana edad el desagrado por los religiosos, ya que notaba en ellos una odiosa petulancia, por la forma en que trataban a los que no hicieran las cosas para su agrado.
  Lemos, cuando conoció el  Nadaísmo, quiso entregarse completamente a sus fundamentos caóticos. En ese momento, este movimiento ya era reconocido por sus desmanes públicos, y sus miembros ya tenían una consigna: “hay que embriagarse de vino, de vida, de dichas”, como lo expresaba  Rabelais  en el siglo XVI. Todo era placer y opulencia. Darío y Eduardo decían: “hay que aniquilarse lentamente como decía Baudelaire” (Bustamante 25), pues la búsqueda extrema de tantos vicios y placeres; esa vida de bohemio,  llevó a este perverso poeta hasta su propio olvido.
“Lemos fue uno de los más salvajes demoledores. Tanto que se destruyó a sí mismo, o se construyó de otra manera, se construyó al revés y de para adentro” (Jaramillo 348). 
Arthur Rimbaud, poeta de la oscuridad
  “El poeta  Arthur Rimbaud comienza por la cólera y por la injuria” (Celaya 19). Rimbaud  se caracterizaba por su irreverencia hacia las instituciones, le gustaba ir poco a la escuela. En el prólogo de sus  primeras prosas escribe: “A mí me gustaba poco el estudio, es decir, aprender a leer, escribir y contar. Pero si se trataba de arreglar la casa, cultivar el huerto hacer recados, sea en buena hora: esto me gustaba” (V J 28). Este poeta maldito  aprendió a rebelarse desde muy joven, primero que todo ante su madre; una mujer extremadamente moralista y autoritaria: “Se insurreccionó contra su familia para luego alzarse contra la religión, la sociedad y  la literatura”. (Marie 17).  Rimbaud es naturalmente precedido por una inmensa oscuridad. La historia de Rimbaud, reúne  toda la “grandeza” y todas las miserias humanas, poeta con un genio devorador y de una inestabilidad fatal.  “Rimbaud rechaza todo en bloque: se levanta contra la condición humana; más aún: contra la condición física y astronómica del universo. Lo insoportable está en todo, para él. Vivir ¡ése es el horror! Estar en el mundo”. (Celaya 32).
  Rimbaud no solo se complace siendo irónico con los demás sino que  también condena su falta de sentido común, se burla de sí mismo interpelándose irónicamente.  La madre de Rimbaud escribe: “no ama a Dios, este sin corazón, pero aún ama, su nihilismo no es universal: ama a los pobres, a los humildes, a los desdichados, a los rebeldes. (Marie 46). Pero realmente el odio  era lo que invadía a este  aventajado poeta, pues en varias ocasiones lo manifestó hasta con sus propios ataques incontrolables a las personas.  Rimbaud detestaba  lo que era la vida misma.  Su amigo Delahaye escribe sobre él: “no es solamente insensible; hay en él un verdadero furor, una necesidad de  venganza. Se vuelve contra nosotros; nos aborrece con todas sus fuerzas, con todo su corazón” (Celaya 25).  
Similitudes entre  la vida biográfica de Darío Lemos y Arthur Rimbaud
  Respecto al rastreo que se hizo a la vida biográfica de  Darío Lemos, el poeta Nadaísta de Medellín del siglo XX, y de ciertos registros que se extraen de la vida biográfica del francés  Arthur Rimbaud, el poeta maldito del siglo XIX,  se pueden captar diversos acontecimientos símiles en ambos poetas, donde se identifica claramente la principal característica que define a estos anacrónicos hombres de letras,  la irreverencia.
  Para comenzar, ambos poetas  tuvieron sus obsesiones con paisajes naturales,  pero más que todo, esa obsesión era la de interactuar con esos hermosos lugares. Lemos vivió su niñez en un pueblo aislado de la ciudad de Medellín llamado Jericó, y cuando este llevaba dos años viviendo en  Medellín, añoraba el paisaje silvestre de su pueblo, aunque allí no podía llevar una vida desenfrenada Luego le entró una nueva obsesión, Lemos quería conocer el mar, pues éste  aún sin conocerlo, se lo imaginaba, hablaba inspirado con su inmensidad por lo que veía en las propagandas de la tele, de empresas de turismo, en fotografías etc. Hasta que viajó a tolú Coveñas con dos amigos, pero a Lemos, no le pareció tan mágico como lo “pintaban”.
  Rimbaud, desde su adolescencia, también sintió la necesidad de estar entre la naturaleza. “el río se convirtió en el centro  de todas las diversiones del muchacho” (VJ 10). Su mayor obsesión era permanecer echado en el fondo de una barca, leyendo cualquier libro que llegara a sus manos. Además, la naturaleza  fue un elemento profundo en su escritura.
  La soberbia,  es un elemento evidente en estos poetas, y sobre todo,  al comienzo de sus vidas como poetas “oscurantistas”. En ocasiones alardeaban de sus presencias, tan solo por el hecho de haber tomado el camino de las letras. Lemos, en sus primeros años en el Nadaísmo, también quiso llamar la atención con su aspecto físico, ya que quería aparentar  opulencia e inspirar respeto.  “Lemos, con sus vestidos lucientes y relucientes, bocadillos barranquilleros, era buen conversador, amable, manejaba un lenguaje bueno y una voz como de locutor” (Bustamante 46).
  El joven poeta francés, al principio de su camino en la literatura, también impactaba con una reluciente apariencia. Su maestro Georges Izambard,  describe su ropa cuando lo ve entrar a su casa diciendo: “con cuello duro a la moda, de palomita, con una ancha corbata de seda tornasolada de deslumbrante efecto, un perfecto ‘dandi’ (Marie 42). Un “dandi” era quién tuviera una refinada forma de vestir, y en el siglo XIX, estos personajes pertenecían a la burguesía. “Rimbaud al mismo tiempo se pavoneaba orgullosamente bajo el manto de su precoz impiedad y de su anarquía” (Marie 31). 
  Lemos tuvo su época de “hermosa Juventud”, ya que lo consideraron el terror de las muchachas, “Las herederas de la burguesía, que juniniaban, lo habían elegido como el Nadaísta más llamativo. Él se destacaba por su presencia atlética, cuajado, buena cara de malo y un collar. Era el símbolo sexual”. (Bustamante 49).  Rimbaud no fue la excepción, pues sus rasgos físicos lo dibujan de esta manera: era un chico alto, delgado, con su rostro ovalado y con aspecto de llamativa melancolía, sus ojos azules, el color rozagante en sus mejillas y con un  cabello abundante que resaltaban en la tersura de su piel blanca.
  Rimbaud  fue declarado poeta maldito por su devastadora vida, y “Lemos jugaba a ser un poeta maldito, ya que emulaba a Rimbaud” (Bustamante 21), quien fue una de sus más fuertes influencias junto con Baudelaire, Jean Genet, entre otros.  En una carta extensa le escribe Rimbaud a Paul Demeny, poeta de París, el primer manifiesto de la poesía moderna donde expresa las características que debe poseer un verdadero poeta vidente. En unas líneas de esa carta dice: “tiene que convertirse en el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito y el sabio supremo[1]. Para Rimbaud, el hacerse odioso, absurdo y abyecto eran sus ideales. Propiedades que Lemos aplicó muy rigurosamente para sí hasta el final. “Su postura (Rimbaud) era nihilista, absurda, anarquista. Se convierte en el precursor de la rebeldía de la juventud de nuestro tiempo”. (V J 406).
  Diversos incidentes en estos poetas los hacían distinguidos  a donde quiera  que fuesen, claro está, que esos incidentes siempre eran escandalosos. No respetaban nada ni a nadie. Lemos buscaba la debilidad de las personas para molestarlas, era burdo, cleptómano, irónico, sacrílego, altanero y por supuesto, irreverente. Su  comportamiento era inaceptable en cualquier establecimiento o lugar a donde llegaba. Era inaudito que Lemos hiciera escándalos continuamente en Medellín. Los mismos: pedir o robarle a sus amigos, entre otras cosas, pero tales cosas nunca le importaron. Se fabricó como poeta de la calle. Y Rimbaud, era expulsado de cualquier grupo intelectual, pues ofendía y molestaba con sus impertinencias a cada miembro de diversos parnasos donde intentaba incorporarse. Su joven profesor  Delahaye dice: “de nada nos servirá mostrarle el más benévolo de los semblantes; durante ese tiempo, buscará la forma de hacernos mal”. (Celaya 27). Pero Rimbaud, por su cuenta, se aislaba, le parecía innecesario  pertenecer a un grupo de poetas  y se divertía con sus descortesías. “Rimbaud consiste en escoger al azar no importa qué cosa y rodearla de su reticencia”. (Celaya 31). Sin embargo, también condena su falta de sentido común, se burla de sí mismo, interpelándose irónicamente.  
  Ambos poetas fueron hombres de dolor, de vicios, de rebelión y hasta de miseria, y a su vez,  no aceptaban ningún acto bondadoso hacia ellos, no soportaban que los miraran con hospitalidad. No admitían  limosnas lastimeras, rechazaban los alimentos, pues solo querían complacer la ansiedad de estar  narcotizados, y de tal manera, agudizar el desprecio de todo lo que les rodeara. “Rimbaud se establece deliberadamente fuera de toda consolación, de toda simpatía humana. Porque el mal que sufre, no es una injusticia cuya reparación pueda anhelar; es un tormento personal, reservado, que le ha sido conferido como un misterioso privilegio”. (Celaya 35). Para este poeta era un placer ahogarse en sus estados siniestros. A continuación, se describe un esbozo de su comportamiento indiferente en uno de sus acontecimientos vitales: “un día en la plaza Ducal, es interpelado por un joven burócrata que, creyendo ofenderlo, le da cuatro centavos: “toma chico, toma esto y ve a cortarte los cabellos”. Pero sin inmutarse: serán -dice Rimbaud-  para comprar tabaco”. (Marie58).
   A Lemos le ocurrían sucesos similares, pues muchos de los personajes que le conocían y lo valoraban como un gran poeta, le ofrecían ciertas comodidades. Algunos le regalaban ropa, comida, implementos de aseo, refugio, buscaban que este soberbio desdichado no se acostumbrara a la autodegradación. Sin embrago Lemos los rechazaba, pues él solo quería estar drogado y ensimismado, no en el regocijo del que hablan las personas con ambiciones comunes, sino en tener la sensación de que  no pertenecía a este mundo. “Un amigo de Lemos en una ocasión quiso demostrarle su afecto,  le compró una pijama, un cepillo de dientes, medias, pantaloncillos, una calurosa cobija de lana y una toalla con   palmeras. Lemos al recibir este equipaje se sintió humillado; solo quería dinero”. (Bustamante 83).
  La homosexualidad en Lemos y en Rimbaud también hizo parte de sus desdenes, de sus oposiciones a lo establecido en la iglesia, aunque la homosexualidad en Rimbaud fue más evidente, pues este tuvo una relación “sentimental” por dos años  con su compañero poeta Paul Verlaine; fue un vínculo arduo para éste, ya que Rimbaud siempre se mostraba despiadado, no le importaban lo que pudieran sentir hacia él, y mucho menos, el daño que pudiera causar a otra persona; al contrario, sentía gusto viendo el sufrimiento ajeno.
  Lemos tuvo el atrevimiento de cautivar con su excentricidad a un banquero de la ciudad de Bogotá, el cual, venía muy bien vestido  hasta Medellín para visitarlo, claro está, el sentimentalismo en el decadente poeta no existía, solo era para que le diera dinero y lo  invitara a enfiestarse junto con otros de sus compañeros de la élite Nadaísta. El poeta Eduardo Escobar escribe sobre este instante homosexual de la vida de Lemos diciendo:     
A lo sumo conseguirás en el ministerio desgraciado del poeta maldito que el banquero llore con tus ingenuidades, antes de meterse en tu cama. Pero después de apagar la luz y cobijarse con sus gansos tibios…vuelve a divagar sobre su montón de oro como si tuviera  hambre de justicia, verdad y belleza nunca hubiera existido. (Romero 218).
Rimbaud  pensaba  que no era suficiente ser cínico, y por ello su escritura se reciente. Parecían  conversaciones obscenas, escatológicas. “Pero no era horrible solamente por sus palabras. Su alma se yergue detrás de sus palabras, semejante a ellas, más espantosa aún, si es posible” (Celaya 22). Rimbaud escribió unas cartas a su amigo Delahaye que permiten advertir de qué profundidades surgían en él las palabras obscenas, qué placer sentía en ellas, con qué plenitud, con qué afán las evocaba. Estas son algunas frases de las cartas: “lo que hay de cierto, es mierda en Perrin (…) no olvides cagar sobre la Renaissance, periódico literario y artístico, si llegas a encontrarlo” (Celaya 21).
  Lemos usaba términos de enaltecimiento, de soberbia, y de irreverencia en su poesía. Como ejemplo de ello está el poema “Yo soy Darío Lemos”. Estos es algo del contenido de sus versos:
Visto simplemente, sin exageraciones, con un formidable desdén por la moda. Tengo chaqueta de aviador que nunca estuvo en la guerra. Vivo de la poesía, o mejor, la poesía vive de mí. Nunca tengo dinero, ni me interesa. Tengo en cambio abundantes amigos que pagan por mí en tributo a mi genio y a la amistad que les concedo por minutos, pues nadie es digno de mi compañía…” (Romero 53).
  Estos poetas no reconocen nada digno de respeto; no encuentran nada ante lo cual exista alguna razón para inclinarse. Rimbaud, a pesar de que le ofrecían cómodos refugios, siempre terminaba por abandonarlos, prefiriendo así las calles. “Cuando toma la ruta de Bruselas, pasando la noche en el campo, al pie de los molinos, mendigando en las ciudades, compartiendo la sopa con los sirvientes de las chacras” (Marie 42). Para Rimbaud era más placentero estar libre, alcoholizarse y compartir con los míseros que con los burgueses, de hecho los aborrecía.
  La condición física en estos poetas también se comenzó a degradar, pues sus semblantes ya no resplandecían, solo se percibían opacos y sombríos. “Rimbaud  en 1873 en los primeros meses se caracterizaron por inquietantes malestares: fiebre, languidez, visiones, alucinaciones y, especialmente, por una irritabilidad mórbida. Adelgazaba a ojos vistos. ¡Duro rescate de sus últimos excesos de alcohol y hachís, y especialmente tabaco!”  (Marie 92).  Rimbaud comienza a descuidar su vestir,  sus modales que con tanto ahínco fueron enseñados por su madre moralista y por la imposición de su padre que fue un militar. Adquiere un andar altanero, un acento mordaz; más agresivo.
  El aspecto físico de Lemos se fue degradando al cabo de los años, también era un gran consumidor de drogas alucinógenas, entre esas está el bazuco, las pepas, la marihuana, las bebidas alcohólicas etc.  Lemos  se transformó en un completo indigente; era desgarbado, vestía cualquier ropa que se robara de las personas que le ofrecían  refugio en las noches, a pesar de que  ya tenía la fama de poeta de escándalos, lo veían y decían que era un botín de la literatura, del Nadaísmo. “Era un honor atender a Darío. El poeta, que hacía días no se bañaba, no porque el agua escaseara, sino porque habitaba la calle…” (Bustamante 100).
  Para concluir con el contexto físico de estos poetas, Lemos terminó perdiendo sus dientes, el color vital de su piel, hasta perder la movilidad de una pierna a causa de una fétida gangrena que terminó por consumirlo por completo a sus 45 años. Jaime espinel, poeta que también perteneció a la elite del nadaísmo, escribió refiriéndose a la muerte de Lemos “…el casi cuarentón poeta Darío Lemos, señores, que como Calvinia se muere muy despacio entre el vicio, sumiéndose más y más en su gloriosa abyección”. (Bustamante 6).
  Rimbaud, al igual que Lemos, contrajo la misma enfermedad, un tumor canceroso, de origen reumático y sifilítico en la rodilla izquierda que le retuvo en cama,  acabando con su existencia a los 37 años. “El poeta,  que se reveló a los dieciséis años, hacía diecisiete que había muerto” (V J 23).

Conclusiones:
La vida de Darío Lemos se define en una extraña y decadente presunción que lo ínsita a experimentar un hedonismo y a extremos que lo llevaron hasta la miseria total.            Según la vida que llevó Lemos,  Arthur Rimbaud, el poeta maldito,  fue un notable precursor de este poeta Nadaísta, por los registros de sucesos símiles en ambas vidas biográficas.                                                                                                                             La irreverencia en ambos poetas es ante las imposiciones moralistas y sociales, y estos, solo infringen  tales reglas para vivir libres sin ningún tipo de restricción.  
 







BIBLIOGRAFÍA:
Bustamante, Víctor. Darío Lemos cuando el poeta muere.  Medellín. Ateneo Porfirio Barba Jacob. 2008.
Romero, Armando. Antología del Nadaísmo. Sibila fundación BBVA. 2009.
Jaramillo, Escobar Jaime. Medellín en la poesía. Medellín instituto tecnológico metropolitano. 2006.
Marie, Carré Jean. Vida de  Rimbaud. Buenos aires argentina. 1974.
V. J. J. F. Arthur Rimbaud Obra Completa Prosa y Poesía. Libros río nuevo.1 serie poesía/I. Barcelona. 1975.
Celaya, Gabriel. Rimbaud Una Temporada en el Infierno. Alberto Corazón, editor. Madrid 1972.



[1] Esta cita es tomada del prólogo al libro obra completa prosa y poesía 



8 de Noviembre de 2013




1 comentario:

Gustavo Restrepo dijo...

Gracias, don Víctor, por el libro... Lo recibí anoche... Y abrazo...