martes, 3 de diciembre de 2013

18. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: Calle Ayacucho.

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18. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: Calle Ayacucho.

AYACUCHO, UNA CALLE CON HISTORIA

Orlando Ramírez-Casas (Orcasas)

Víctor Bustamante Cañas, el editor de los blogs Babel, Festitango de Medellín, y Neonadaísmo; recibió de Darío Ruiz Gómez, escritor, poeta, periodista, crítico literario, y teórico de arte y urbanismo, una página evocadora de lo que eran antiguamente las calles de esta ciudad que el concepto urbanístico de las modernas administraciones públicas ha venido matando porque ya no son lo que eran. Casi desaparecidos los cafés de barrio, las barras de esquina, y el concepto de vecindario; para dar paso a los conjuntos cerrados, condominios con portería, edificios con ascensor, donde la amistad no va más allá de un cortés buenos días en el mejor de los casos. A veces ni eso. Las calles de antes eran vistas con otros ojos por quienes las recorríamos de café en café, de prendería en prendería, de sombrerería en sombrerería, de sastrería en sastrería, y hasta de tienda en tienda por entre las tiendas que ahora han dado paso a los grandes supermercados. Los tiempos han cambiado. Los muchachos de antes no usaban gomina, y menos mal que siquiera se murieron los abuelos.
La principal vía del barrio Buenos Aires está siendo transformada por las obras del nuevo tranvía eléctrico que la recorrerá, construido por la empresa Metro de Medellín; tranvía que tendrá dos brazos de desviación hacia el barrio de La Milagrosa y hacia el barrio de Enciso. Empalmará también con dos cables aéreos que comunicarán con las laderas de Villa Tina y con el Parque Arvi en Santa Elena. Pero no es la primera vez que Ayacucho ve pasar por sus calles el tranvía, porque por allí corrían los rieles que llegaban hasta la Puerta Inglesa desde el año de 1921 hasta 1951, cuando cedieron su espacio al tránsito de los omnibuses o buses de motor a gasolina.
Ayacucho es, hoy por hoy, la calle más larga de Medellín. Su comienzo se pierde en la carretera de Santa Elena por las montañas del oriente, y su final pasa el río Medellín hacia el occidente así en esta parte de la ciudad no sea tan vistosa y ceda protagonismo ante las calles Colombia y San Juan que son de más relevancia; y ante la calle Pichincha que es realzada por el recorrido de la línea B del Metro. Pero, en el oriente, Ayacucho es una reina indiscutible, arteria vehicular de primer orden para los vehículos de gasolina… hasta el momento. Dentro de poco no será así. Ayacucho estará recorrida por el tranvía, y los vehículos usarán la calle de Bomboná para subir y la calle Colombia para bajar en lo que ya dejó de llamarse barrio Buenos Aires para pasar a ser Comuna 9 con los más de 17 barrios del centro oriente de Medellín que incluyen además a La Milagrosa, Loreto, El Salvador, Miraflores, Alejandro Echavaría, y muchos otros.
Cuando el oriente de Medellín eran fincas y dos grandes haciendas denominadas “Miraflores” y “El cuchillón del contento”, el Dr. Ignacio Uribe Mejía no dejaba atravesar su finca que empezaba donde hoy es la Plazuela de San Ignacio hacia el oriente. Los transeúntes debían desviarse, pues, para buscar el camino de salida hacia Rionegro bordeando la quebrada Santa Elena. Lo que hoy es el barrio Guayaquil, era una hacienda que se llamaba “El Pantano” porque en invierno el río Medellín se desbordaba y la inundaba en gran extensión. Su dueño era don José María Santamaría Bermúdez de Castro, hermano de don Santiago el fundador de Jericó. Don José María era conocido como “Dn. Pepe Santamaría”, y de ahí el nombre que le dieron las gentes a la entrada de la casa principal de su finca situada en donde después estuvo el Colegio Pedro Justo Berrío de los padres Salesianos y hoy es la iglesia de San Juan Bosco y María Auxiliadora. El primer nombre de la que iba a ser calle Ayacucho fue, pues, “Calle de don Pepe Santamaría”. Aunque el primer cementerio que tuvo la ciudad quedó relativamente en sus cercanías, en lo que ahora es el sector de El Chagualo por la Estación Villa del ferrocarril, muy pronto fue construido otro que se llamó cementerio de San Lorenzo. La calle de don Pepe Santamaría ya se había extendido hasta la Plazuela de San Ignacio y los cortejos fúnebres la recorrían hasta allí, donde luego se desviaban en busca del cementerio. Fue rebautizada, pues, como la “Calle de la amargura”. Después de la guerra de independencia las calles cambiaron de nombre, y ésta fue dedicada a homenajear la batalla de Ayacucho que dio libertad al Perú. Para este momento ya los herederos del Dr. Ignacio Uribe Mejía habían dado paso por su propiedad, y la calle sufrió transformaciones. En un principio era un camino destapado apropiado apenas para el tránsito a pie o en bestia, pero luego fue raspado para permitir el paso de carretas arrastradas por caballos que al transitar desgastaban los bordes y dejaban en el centro un lomo como el de los camellos. De ahí su nombre de “Camellón de Ayacucho”. Como fue arborizada a los lados y se convirtió en lugar de turismo para los paseantes, fue llamada “Paseo de Ayacucho”. De carreteable apropiado para el paso de carretas, pasó a ser carretera que ya admitía el paso de carros o vehículos de gasolina aunque en la modalidad que llamamos “destapada”. El siglo XX trajo la pavimentación, y de ahí la denominación de “Calle de Ayacucho”, nombre que la moderna nomenclatura de Calle 49 no ha logrado destronar en el imaginario de las gentes.
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MATANDO CALLES

 Darío Ruiz Gómez

En una de sus homilías Tomás Carrasquilla con su mirada atenta hacia la problemática que la ciudad le va planteando, se refiere a la calle Argentina como un grave error urbanístico debido a su  a su trazado sin un porqué definido. Lo que no sabía Don Tomás era que ochenta años más tarde las otras calles de su barrio irían a desaparecer  bajo una avalancha de irracionalidades cometidas por esa oficina de Planeación de la cual ya desconfiaba. ¿Cómo podría imaginar que su casa en la calle de Bolivia donde dictó varias de sus obras maestras hoy es un motel y que la calle que albergó ilustres familias de grandes dirigentes se empezó a deterior cuando debido a la mala planeación,  éstas debieron abandonar el sector? Algunos concejales llegaron a utilizar su influencia en la Oficina de Usos y convirtieron muchas de estas mansiones en disimulados burdeles acelerando así este proceso de degradación urbana.
No hay nada más melancólico que la muerte de una calle cuando, como en este caso se sustituye la belleza por la fealdad y se  la priva de su vocación de reforzar vínculos de vecinos, de ser el espacio propicio para el caminante. Porque la calle no es un simple lugar de paso sino un recorrido lleno de motivos visuales. Richard Sennet recuerda que el concepto de calle no existió tal como la conocemos hoy hasta mediados del siglo XV cuando la mirada se constituye en el centro determinante de la experiencia urbana. La mirada diferencia colores, texturas, bautiza espacios y certifica lugares, canoniza la presencia de unos árboles para dar escala a un espacio habitado por la cordialidad y la certificación de lo inesperado. “Esta calle, dice el verso de Bernárdez, existe porque yo la miro”. De ahí que en lo que se ha llamado la revolución urbana la calle haya sido el punto de partida para hacer del territorio el trasunto de lo humano.
¿No comienza la memoria personal en una calle? ¿No es la calle el inicio del recuerdo que salva del deterioro inevitable del tiempo la presencia de amigos y familiares? En el adolescente caminante que fui, la ciudad cobró presencia real a medida que pude caminarla, la inusitada belleza de la calle Perú y el aroma de sus cadmias, la misteriosa calle de Girardot que remitía con la presencia de sus casonas a necesarias asociaciones con otras ciudades del mundo. Las insólitas calles del barrio La América bordeadas de guayacanes y de casas quintas con rejas o las calles circulares de Laureles que recorría por la noche en bicicleta, embriagado por la poética de árboles y jardines. ¿Han desaparecido los aljibes y zaguanes que Borges describe en su magistral “Fervor de Buenos Aires”? ¿Ha desaparecido el Berlín finisecular que Benjamin describe en “Infancia en Berlín”? ¿No sigue en pié Combray con la iglesia que describe Proust? ¿Se puede matar una calle, un barrio impunemente bajo las ciegas leyes de la ignorancia de unos funcionarios?
La monstruosidad del llamado Proyecto Posmoderno, como recuerda Fernández Alba ha consistido en que bajo la ley del marketing desarticuló las poéticas de la ciudad, homogenizó  la arquitectura y el espacio urbano mediante una tecnología depredadora en manos de funcionarios sin imaginación estética, como en el caso de la vía proyectada para Metroplus en Envigado, trazado inconsulto producto, como señala la SAI de mediocres funcionarios. Pues no se trata solamente de unos árboles sino de una calle convertida en imagen de vida común, de una poética espacial transformada en patrimonio inalienable de quienes mirándola, la han convertido en una necesaria imagen de vida.
P.D: memorable el triunfo de los indignados que impidieron la tala de árboles en el parque Gezi de Estambul.

Medellín octubre 19 de 2013
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Elegía por la calle Ayacucho

Víctor Bustamante

Esta calle donde tantos hombres han caminado y vivido
Estas aceras cuarteadas por los pasos y las raíces de árboles calcinados
y de casas que desaparecen.
Calle tan larga como su historia de pequeñas brevedades y de signos que la hacen cordial
La he avizorado a través de guías que refieren la Puerta Inglesa, el teatro Bolívar y un cuidadoso tranvía que va con pasajeros anónimos allá a Miraflores
O en la memoria de ejércitos liberales que derrotados subieron a beber sus sueños de poder al palacete de alguna finca de don Coroliano
O entrar en la bruma de una madrugada a la casona donde detectives copiaban huellas y así manifestar que nunca habías cometido un crimen o asaltado un banco
O pasar allá, arriba de Loyola, frente a la fachada de la casa de una mujer soñada por Juan Belmonte: Amina Assis
O entrar a un club donde Regina Once pretendía levitar y solo descubrí la estatua en bronce de su hija con su manos llenas de mensajes que le pedían milagros
Y luego caminarla por las Mellizas hacia el Centro cuando la Moderna vivía su periodo místico y saber que la peluquería Kafka de puertas verdes desapareció, y el escritor no imaginó esa combinación tropical entre un mundo real y el quimérico
Por esa razón te he caminado calle Ayacucho
A través de las puertas cerradas te ha condenado una generación que erige tu destino como si fueras una simple calle transitada por grúas y barrenderos que cubren de polvo tu historia
Calle Ayacucho mueres con los pasos de las muchachas que sin sosiego suben hasta la explanada entre el perdido ruido de los buses y su olor a salmos de la derrota,
Ahora eres tan silenciosa como las fachadas destruidas colgadas en los muros.
Luego seremos  extraños en esta calle que fue hogar
Cortada entre un pasado apacible y el futuro de máquinas que traerán otros personajes
Calle Ayacucho de deseos terrestres y olvidos depravados
Por aquí pasa a una elevada luna de piedra y te conviertes en un territorio extraño  perdido en nuestro cielo, mientras los taladros picotean la piel de tu calle, que es tu memoria y tus cenizas.

Nov.2013

8 comentarios:

BC dijo...

Extraordinario, simplemente extraordinario....felicitaciones

Camaco a. dijo...

A fin de cueuntas a nadie en Medellin le interesa la ciudad sino construir y construir y destruir y destruir y la ciudadanía con la boca abierta viendo los alumbrados.

piolin dijo...

Que tumben y arrasen con toda esa costra de mugre

Vigía del Fuerte dijo...

"O entrar en la bruma de una madrugada a la casona donde detectives copiaban huellas" es la confesión de un soplón, Victor Bustamante, que entraba en la bruma de la madrugada al DAS de la Calle Ayacucho a dar su informe cotiiano sobre el hostigamiento a los poetas colombianos y a los festivales de poesía, a cambio de las monedas de Judas.

Quique dijo...

Todos lo comentamos siempre: la visible calidad de rata del propietario de este inmundo blog.

Anónimo dijo...

El patrón de Bustamante, el Cabo Alvarado Pedorrio perdió la columna en Las Tres Orillas. El miembro de las Convivir de la Calle Barranquilla Gustavo Zuluaga perdió el programa de radio. Y Bustamante responderá ante la Fiscalía General de la Nación por el continuado delito de calumnia e injuria.

El Trío Desdicha dijo...

Judas, Bustamante, Tenorio, Hamacas: Es como estar malditos para siempre, y tener que arrojar al suelo los inútiles chelines para buscar el árbol y la soga.

BH dijo...

Estamos en la Ruta de la Barbarie, en la cual hemos visto tantas intervenciones recientes mal hechas por parte de las autoridades municipales "competentes" y tanto deterioro por parte del mal uso dado por los ciudadanos a muchas de éstas, Esta idea de exponer "in situ" varios problemas, está interesante para abordar en profundidad los problemas planteados en nuestra ciudad que no tiene casco histórico, al traer los politicos, ya prefabricadas, unas propuestas superficiales y provisionales pero que cuestan un dinero necesario para objetivos más importantes. Esto haría posible la repetición de desastres como es abandonar las construcciones interesantes en la ciudad.