lunes, 30 de diciembre de 2013

Daníel Día -In memoriam. ÁNGELA TABARES y JOHN FREDY PARRA





El canto de los árboles*


*A la memoria de: Jhon Fredy Parra Sierra, joven cantor del municipio de Bello, y de Ángela Tabares, chelista, asesinados en Bello y en Medellín el 28 de diciembre de 1999 Día de los Santos Inocentes.

Daniel Día



Los árboles se fundamentan en el canto
¡Escúchalos!
La savia es su alimento

El viento conversa con sus hojas
Se mueven las hojas cuando hablan 
Cantan musitan en dolor o en alegría mayor

Establecen coros entre sí
Cuentan historias de soledades y masacres

De sus raíces fundan ríos
como instancias del misterio de la vida
y
desde su follaje se desprende el cielo
como otro misterio del vacío

Porque el cielo es azul
gracias a sus fuentes de mar y gris
por sus esencias terrenas

Los árboles son lagos para el reposo del vuelo
y el vuelo
son árboles de cuerpo celeste

En los amaneceres despliegan cantos a la vida
como nidos en los ojos
y graznan trinan en las noches
como sumas de dolor y ausencia

Vuelan lejos de sí en las noches los árboles
dejan su esqueleto o su sombra
Van a otras distancias a recuperar su origen

Lo encuentra en la explosión primera
en el primer grito

Y regresan susurrando o gritando
¡Absortos!
por haber contemplado al primer árbol
que aún extiende sus raíces y sus ramas

¿Comprendes el canto de los árboles?




REVISTA CIUDAD-30 AÑOS--

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viernes, 20 de diciembre de 2013

Saúl Álvarez Testigos urbanos-Pasajeros de bus-Signos de ciudad




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Saúl Álvarez

Testigos urbanos-Pasajeros de bus-Signos de ciudad

Colección literatura

FUNDACIÓN ARTE Y CIENCIA

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Caminar la ciudad, 
vivir la ciudad vivir la ciudad

Víctor Bustamante


Medellín ha sido casi siempre analizado desde diversos aspectos. El mayoritario define, mira, vuelve a mirar a la ciudad desde las comunas como si la violencia que asola y la miseria que se vive allá fuera la mirada definitiva, la que le da contundencia a nuestro deseo de mirarla. Pero al hacerla solo allá nos recuerda algo así como la porno miseria donde es más interesante, el evento, que es duro, que las búsquedas de quien escribe y trata de formalizar un espacio personal sobre la ciudad.

Esclavos de los medios que solo beben sangre para mostrar, escandalizar y mantener un síntoma sobre la ciudad. Lo cual sabemos, la miseria es reprochable, la incultura igual, los asesinatos igual, pero estos muestran ese renglón como lo representativo. Así, otra clase de literatura se deja de lado, vale lo que conmociona, no lo estético. Y ahora vamos a referirnos a esto último.

Saúl Álvarez en sus últimos ensayos, Testigos urbanos-Pasajeros de bus-Signos de ciudad. Indaga una ciudad bajo algo lúdico y atrevido como es el hecho de espiar, de fotografiar, mirar, seguir a los ciudadanos, sorprenderlos en instantes en que ellos son observados y no saben que algo de ellos le interesa a quien se pregunta algo sobre ellos, precisamente en la intimidad de lo público, a través del lente de una cámara fotográfica, o las notas  para un posible texto. Puede ser un gesto, una manera de comportamiento, una mirada.

La singularidad de una mirada nos permite dar rienda suelta a un aspecto lúdico al entrar en el espacio del otro que, a lo mejor se resiste a ser narrado de cualquier manera. De todas maneras el escritor siempre es un fisgón, un entrometido, aunque no solo utiliza su memoria, sino que ahora, como lo afirma Saúl, debe utilizar esos mecanismos para guardarla ya que a lo mejor desconfía de su memoria y se adentra en este tipo de ayudas. Así mismo viajar en bus, es recorrer la novela de cada uno de los viajantes anónimos que encierran toda clase de posibilidades.

Alguna vez decía Benjamín que conocer una ciudad es perderse en ella, pero ahora Saúl Álvarez nos propone que nos perdamos en ella, pero capturándola no solo con la escritura sino también con la memoria fotográfica.

Así Medellín a través de uno de sus escribas. Escritura y fotografía, indagación y respuesta, estos ensayos nos define en detalle la ciudad en lo que siempre huye: lo cotidiano.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Junín, 1960 de Jairo Osorio

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Junín, 1960

de

Jairo Osorio


Víctor Bustamante


Ser editor y escritor al mismo tiempo, es un verdadero reto debido a que se constituye en dos polos opuestos. El escritor intenta plasmar la experiencia que desea, teniendo como imposibilidad las palabras para malearlas y darles una determinada posibilidad de expresión, indaga caminos posibles, quiere experiencias nuevas, que lo conviertan en alguien contemporáneo y testigo de su tiempo; solo él sabe de sus intenciones creativas.

 En cambio el editor prefiere textos más de acuerdo con ciertas posibilidades de triunfo, no arriesga sino que se la juega con lo ya preestablecido, detrás se encuentra, a veces, un institución que lo sustenta y él no puede fallar a ese designio determinante que es lo económico, así está más cerca al marketing y al triunfo que a las posibilidades, sin herederos, de los escritores que buscan caminos e indagaciones personales. Dadas a escoger, de estas posibilidades, el editor siempre se la juega con las dos caras de la moneda por un escritor reconocido, a fin de cuentas lo económico cuenta en su labor.

Entre estas dos situaciones existen formas indirectas y estudiadas de censura como la mencionada por aquel personaje que dirigía el suplemento de El Colombiano que afirmaba que sobre un texto ajeno: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, palabras de Gracián muy discutibles por cierto, porque en El criticón o en Arte de ingenio, tratado de la agudeza, no fue propiamente breve en su escritura, pero sí sabio y farragoso en sus disquisiciones. También agrego que esta sentencia las repetía, oráculo de las sombras, dicho director, para menoscabar el trabajo de algunos escritores de Medellín, y publicarse él mismo, temas de una ingenuidad ahora reveladas,  con varios seudónimos, y dedicarle de una manera risible todo un suplemento a Ignacio de Loyola o al Opus dei.

La literatura ofrece todas las posibilidades de creación y, el escritor, en este sentido es el dueño de sus papeles, aunque hay editores que en realidad sí han coayudado, al menos esa es la leyenda. Uno de los casos famosos es el del Rio y el tiempo, donde se afirma que el editor le pidió a Wolfe que anulará muchas páginas; otro, el de Pound con respecto a Ulises, y con algunos textos de T.S.Eliot. Aunque ahora sería un deber mirar estos textos completos, porque el músculo creativo prefiere las sendas por donde se va el escritor. Cito el más grande: Proust que por fortuna no tuvo editor, y sin él, escribió, tal vez la obra, página a página, más valiosa en toda la historia de la literatura. Y esa fue la gran equivocación del amargo André Gide que vio, desde su pequeña altura, un cronista de página social.

Pero bien, ahora hablemos de Junín, 1960 de Jairo Osorio, escritor y editor en esa labor bella, y de mucho tacto, para combinarla no solo con los demás al apreciar sus libros sino en su caso personal.

Alguna vez conversando con él, despectivo como le gusta, afirmaba que a cierto libro le sobraban páginas, pero ahora veremos si sus afirmaciones las aplica en el presente texto, y así saber cómo algunas afirmaciones no dejan de ser una pequeña boutade.

Para comenzar, el tema me agrada, porque refiere a la ciudad de Medellín, lejos de esa literatura de hojarasca que escribe solo sobre sicarios, traquetos, y un sinnúmero de motivos, alrededor de ese tema infausto que nunca ha sido contado con la responsabilidad requerida.

En una calle se expresa una ciudad, cada ciudad en el mundo está definida por una calle y, al nombrarla, se resume y define esa ciudad.  Hablar de Junín es visitar de nuevo a Medellín en el 60 durante la época más gloriosa que ha tenido calle alguna en Medellín.

La óptica desde la cual el autor hace reminiscencia de la calle es el de su juventud, veintiún años, que refiere su infancia en los años 60. Pero si bien Jairo Osorio dice que a algunos libros le sobran páginas, veremos como a este texto reeditado de una manera impecable, deja de lado lo sustancial. Las historias no poseen un tamaño determinado de páginas, simplemente el flujo de la creación no agota con sus palabras toda una experiencia. Junín son muchas novelas y de ahí que este texto de Osorio debería ser más largo, llenar más páginas, dar más posibilidades, desarrollar más temas, -acaso contarla a la medida de Lewis en Calle mayor-, y así fundamentar más el texto. Por ejemplo, por más inocente que fuera, nunca iría a pedirle autógrafos a los futbolistas desde Versalles hasta el Bristol, o pasear por Junín sin vivir la textura de esa calle amada que varía a cada  momento con una simpleza y síntesis que da miedo. Nadie camina más de dos veces en una misma calle sin ser el mismo, Heráclito citadino. Dixit.

Pero sí recuerdo que Jairo Osorio refiere esta calle a partir de su tierna niñez cuando todo es descubrimiento, apoteosis de lo general, la visión idílica de una calle habitaba por otros mundos posibles que Osorio no vio, -iba a decir por estar pendiente de los futbolistas-, sino porque a lo mejor no le interesaban. En este texto hay párrafos que merecen ampliación, hay líneas que debieron ser más explicadas y que en su desarrollo nos darían un Medellín severo y más enriquecido. Pero no sé si Jairo adula aun al maestro de la brevedad, a la manera de Gracián sin gracia. El detalle, las minucias son lo que enriquecen un texto. La otra posibilidad es pasar mirando vitrinas y antojado de las próximas.

No sé si en la actualidad Jairo camina por Medellín, o si no le interesa ese estudio soberbio que cada cual hace cada que la camina, la vive, y, por supuesto, la escribe. Además debería decirnos el Junín actual qué significará para él, ahora encerrado en una oficina rememorando sus años 60. El autor podría decirnos que el texto fue escrito en los años 70, pero bueno, Junín, 1960, de todas maneras es una presencia del Medellín revisitado.


Ahora, en este vídeo realizado en Versalles, presentamos un encuentro inédito, desde hace mucho tiempo, con personas que deberían también contar esa ciudad porque la vivieron, y de qué manera, en su momento pleno: Pacho Velásquez, Willy Echeverri, Octavio Gómez y Jorge Marín.

Juan Fernando Velásquez O. - Los ecos de la Villa

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Juan Fernando Velásquez O.

Los ecos de la Villa
La música en los periódicos y revistas de Medellín.

Víctor Bustamante

En la pasada presentación de un libro de Isaacs en el cementerio de San pedro, al final unos músicos tocaron lo impensable, la música contemporánea al escritor. Me sobrecogió una suerte de serenata de quien resolvió dejarle como testamento  a Antioquia el deseo de que sus huesos reposaran en estas tierras, nunca sabremos si por su novela María o en agradecimientos por haber sido su dictador, y pensar que así la posteridad lo recordaría.

Pero vuelvo a la música, muchas veces leyendo algunos textos de Carrasquilla, este menciona ciertos pasillos o bambucos que nunca escuchamos, y que a lo mejor se encuentran perdidos, igual ocurre con algunos textos de Efe Gómez. O sea que ese paisaje musical apenas ahora se recobra por esta valiosa investigación que se encontraba ahí en estas revistas citadas continuamente, pero que a nadie se le había ocurrido hacerlas ejecutar por músicos.
Juan Fernando Velásquez ha recuperado ese paisaje musical que instala la presencia de un arte que había sido casi olvidado por decirlo, pero mejor del todo olvidado.

En Medellín se ha investigado sobre todo la narrativa, la poesía, algo de cine, igual de pintura, mucho periodismo, pero sabemos de los músicos algún dato biográfico nunca lo que compusieron, nunca cómo sonaba esa música.

No sé si estas composiciones fueron muy populares, en qué lugares se escucharon, que importancia tuvieron en su momento, y si esa serenidad que se aprecia era producto de ese Medellín encerrado en casas donde el artista poco interés causaba, porque había, como hay en esta ciudad esa urgencia por el dinero, y si esta música quería asemejarse a la llamada música clásica. Hay otro aspecto que con el tiempo sabremos cómo era la música popular de su momento.

Por el ahora Juan Fernando nos ha abierto la puerta a una posibilidad de conocernos en otro aspecto para saber que en la ciudad también existe una tradición musical, que es necesario tenerla presente.


En esta conversación realizada en la Librería Grammata de Medellín, Barrio Estadio, Juan Fernando nos cuenta algunos aspectos para llegar a conocer estas partituras y su proceso de recuperación, y algunas búsquedas de su destino intelectual y los logros obtenidos. A él felicitaciones, y a Wilson en Grammata muchas gracias.



sábado, 7 de diciembre de 2013

Susana Chávez




 Susana Chávez

Mariela Castro Flores.

Prólogo

Del polvo eres y al polvo regresarás…
El desierto te abriga del desamparo, de la negligencia, de quienes no te querían…Tu carne, huesos, solo polvo quedo de ellos, pero el desierto no se seca porque tu madre te busca y tus hijos e hijas te lloran. Caminan sin descansar, tocando puertas, buscando aquí y allá, ellas te buscan, seguro un día te han de encontrar.

Si niña eras quizá alguien exclamará: “era  un ángel y Dios a su lado la querrá”; ese Dios, el que en la tierra su representación solo implica y representa complicidad, esa “gran ramera” como dijese el autor que con sus versos nos convoca, Israel Gayosso, con su silencio le ha abonado a la ignominia cada vez más extendida de una sociedad que ve y no mira, que no quiere a sus mujeres.

La violencia que mata, la feminicida, la que nos mata a consecuencia de amar, la que nos cosifica, la que nos convierte en juguetes y artículos finales del maltrato, la incomprensión, del desamor, de la falta de consideración, sensibilidad, solidaridad de hombres, de gobiernos, de dios que también es hombre. La violencia que nos mata como producto final de una cadena de discriminación y desamparo con los que nacemos  y que nos llevan a la tumba si es que tenemos lo que hoy es ya un privilegio; un cuerpo para sepultar aunque sea vejado, múltiples veces herido, sin dignidad.

El año pasado Chihuahua vio morir a una de sus mujeres a diario, Guanajuato hoy se posiciona en tan deshonroso puesto, pareciera que la carrera criminal para demostrar en cada rincón del país quién y en dónde se arrancan a mordidas más pezones, dónde se mutilan más senos, dónde hay más pubis empalados. Precisamente ese rincón colonial, reserva histórica que tanto “defiende la vida” de los no nacidos y que despreciada la de las mujeres, es donde equiparando a este estado del norte, ambos quedan debiéndole a sus mujeres lo que merecen, el respeto y la dignidad con la que nacieron y no desean reconocer.

En las líneas de un poeta maldito producto de la frustración, la exclusión y el rechazo de las buenas conciencias encontramos salida a marasmos indescriptibles como crudos, gráficos y violentos como bofetadas pero reencarnadores como la conciencia.

Es pues este poemario, un vehículo más para darle nombre, ponerle rostro a las víctimas humanizándolas, para reconstituirlas en su dignidad devolviéndoles el cuerpo y  la existencia hecha verso para hacerlas figurar como lo que antes eran: mujeres con cuerpo de territorio invulnerable arrancado por quien dijo amarlas, quien debió hacerlo o a manos de quien fue consumido por la maldad y la crueldad extrema.

Celebro tus versos proscrito, lo hago porque a través de tus letras Susana Chávez no está muerta, porque las desaparecidas eso son y no muertas más, porque las muertas no son olvido y porque de la mano jamás dejaremos de luchar y buscar  justicia y libertad.




SANGRE NUESTRA
 
 

Sangre mía,
           de alba,

           de luna partida,

           del silencio.

           de roca muerta,

           de mujer en cama,

           saltando al vacío,

Abierta a la locura.

Sangre clara y definida,

           fértil y semilla,

Sangre incomprensible gira,

Sangre liberación de sí misma,

Sangre río de mis cantos,

Mar de mis abismos.

Sangre instante donde nazco adolorida,

Nutrida de mi última presencia.
 
 

 
 

OCASO

                                         Para Linda Escobedo
 
 
 

He perdido la cuenta de tus huesos
introduciendo mi palabra al tiempo
entonces me fui a alguna parte
con el apetito dormido.

Fuiste tú el sitio del crimen,
quién me volvió clandestina melodía,
a quien contemplo mezclada de imágenes
sentada en una butaca del cine
para ver mí sombra.
 

Nos enredamos en el vacío
y de la nada surge tu boca
a desprenderme a Dios del aliento
en un espejismo que me brota
por un rumor indefinido.

Surges despuntando tu lengua
liberando a Sofía de tu interior.

Aquí estás, embalsamada,
casi real entre los árboles.

Pareces un chacal,
un alebríje que me conquista
más allá de lo intocable.

Te veo desatada en una ventana
alrededor de mi otra parte
dándole a mis ojos el cierre final.

A veces, también te veo
atrapada en un secreto
que duele entre mi carne.

Así voy avanzando paso a paso
tomando de una mano tu ruptura
y acariciando con la otra
los cabellos de alguien
por quien toco la magnánima vehemencia.
 

Así voy en mi misma
perdiendo la cuenta de tus huesos.
 
 
 
 
  
 
 

EN EL ÁRBOL DE LA VOZ.
 
 

A ciegas la luz  vela
 y unos ojos se abren para siempre.

Hablo del corazón frente a la muerte,

en el árbol de la voz, con un labio de tierra y otro
de noche,
con un corazón de polvo y otro de viento.
 

Hablo de este amor,
esta navegación entre la bruma,
este amor, este amor.
 

Cada silencio nos llevara a la palabra que nos
refleja,
y en mí toma cuerpo tu soledad,
en tu mirada ausente se deshacen los astros.

A veces te descubro en el rostro que no tuviste,
en la aparición que no merecías.

Y el silencio levanta la cabeza y me mira.

Esta vez volvemos de noche,
los árboles han guardado sus pájaros,
el cansancio estira su lengua para cantarnos al oído.

La noche llego en tu corazón,
tus ojos se cerraron en la llegada del mundo.

Y sin embargo, de alguna manera, todos lo sabíamos,
y algo parte en dos la memoria,
algo parte en dos a la mujer que peina su alma antes
de entrar al lecho solitario,
y parte también el tiempo de la noche,
como el vaso que cae de la mano de algún niño
asustado,
algo parte en dos lo que estaba partido.
 
 

  

Israel Gayoso Poemas






Poemas
de

Israel Gayoso



¿A QUÉ SABES, MÉXICO?

¿A qué sabes, mi México?
a sueños y a zozobras
a nativos tiempos y campos de miseria
sabes a ruina y a injusticia.

Con la C del consuelo te acaricio
con la R repulsiva yo les canto
¡Cierren la llave a este torrente
donde transita la sangre de la inocencia!

Hoy presa, mañana muerta
mi esperanza hoy se quema.
Y renegando por un mundo antiguo
los caireles del sol ya se secaron.

¡Cansado, tan cansado estás,
mi México herido!
que por las venas abiertas pides auxilio.

Y por un tibio aliento
quieren apretados sentimientos.
Adiós, México antiguo
hoy no te conozco, hoy ya te he perdido.


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POR LA SEÑAL…

Por ese reboso, cual violenta los pilares del barroco
Y como tropa de cantos falsos; ¡Oremos por ellos!
Por la pobreza de sus huesos, por el aborto de sus culpas
¡Los puñales del silencio son cómplices del eterno sueño!

¿Mereces reverencia, cuando te seduce la inconsciencia?
Si hoy tus secretos, son agua buscando grietas de verdades
¿Cuánto remedio alcanzas a tejer, cuando está otra por fallecer?
Y los huecos de la oración tienen ecos de dolor y traición.

¡Oh, pobres patrañas sirviendo reclinadas para su Dios!
¡Oh, envenenada agua que en su frente alquila la moral!
¡Oh, portones viejos cerrando con sus maderos a los “pecadores”!
¡Oh, rechinada doctrina dormida en sus palacios del ayer!

Los minutos irán infectando a los campos santos amordazados
Mientras una helada ciudad se quebranta por ser ignorada,
Pero el rugir de mi León aturdirá a los fugitivos, a los asesinos
A quienes se persignan con pudor en las mañanas enlutadas.


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RISA DE UN CRIMINAL

Criminal es: un seductor orgullo                     
un espantoso incoloro perdón;
el pecho chupador de las caídas
siempre con una gravedad frondosa.

Así, pagar por amar por un luto ácido
voy enfadando con pleitos, frases
de amores escritos en pétalos de gracia.

Aromas perdidos, como impuros los claveles
refundidos en el callado canto del cultivo,
alborotando una inocente fosa mentirosa
tan sanguinaria como su vil cosecha.

Una mujer estafada y endulzada
por los besos en derroche ¡Hoscos besos!
hoscos magnates del terciopelo
hoscas mañanas de nociva brisa
hoscos, hoscos, hoscas ¡Putrefactas moscas!

La hora abierta admirando los cuchillos
el sentido ingrato amparando desencanto
tres, dos, uno… ¡Una negra bolsa sin motivo!

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 A LOS LAGARTOS MUERTOS

Soy el invertebrado molusco
entre las aguas sedientas del manicomio;
entro a la jauría de las rameras
cabalgando en mi horrendo corcel en flamas
¡Pobres inquilinos de femeninas vidas!

La mujer en falda y en capucha ¡Ella lucha!
mientras en el hormiguero, sus lacios dedos
se orinan ante el golfo de los valientes
¡Oh, pimpollos, hijos de la vacía matriz!

Sus castas e inocentes bolsas agujeradas
no hacen que me prostituya por su lengua;
¡Ay, de ustedes, hambrientos y moralistas!
¡Yo no soy quien deba de parar esta danza!
pues con mi lanza, sobre los molinos venceré.

Y por las tierras y por los aires y por el cantera
mis pies sangrados visitarán a sus verdugos,
¡Adiós amados días, ya todo está sanado!
¡Adiós, lagartos muertos de pantano amargo!
soy el poeta de la rosa que no sabe callar.


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TRÉMULA SENDA

¿Y si mis anclados brazos hoy sujetos a mi pecho
Tuviesen la libertad de descorcharte una palabra?
Dime, cuéntame, susúrrame al oído muerto
Como fui tu arlequín mientras la soga se burlaba
Como ese acento lleno de cabellos robaba mi vida.

¡Cuánta fuerza tiene el viento que sopla de su boca!
Donde soy una hoja mordiendo el tallo de mí existir
¡Cuánto fuego arañando la espalda de la montaña!
 Mira las manos, mira los labios; ¡Solo son quince años!

Me tomas en el reflejo de la luna
Me alejo de las gotas del amanecer;
Me sujetas en el frio de la muerte
Me arrancas las ropas del anhelo.

¡Qué desértico este mundo, que los gemidos ya se ahogaron!
¡Qué mundo tan ingrato, que las rocas jamás han dormido!
Dos labios humedecidos por la sal desnuda mirando al universo
Y un charco de arena roja tocando las puertas de las plegarias
Anhelando que las rodillas silben para encontrar a la mañana.


martes, 3 de diciembre de 2013

18. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: Calle Ayacucho.

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18. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: Calle Ayacucho.

AYACUCHO, UNA CALLE CON HISTORIA

Orlando Ramírez-Casas (Orcasas)

Víctor Bustamante Cañas, el editor de los blogs Babel, Festitango de Medellín, y Neonadaísmo; recibió de Darío Ruiz Gómez, escritor, poeta, periodista, crítico literario, y teórico de arte y urbanismo, una página evocadora de lo que eran antiguamente las calles de esta ciudad que el concepto urbanístico de las modernas administraciones públicas ha venido matando porque ya no son lo que eran. Casi desaparecidos los cafés de barrio, las barras de esquina, y el concepto de vecindario; para dar paso a los conjuntos cerrados, condominios con portería, edificios con ascensor, donde la amistad no va más allá de un cortés buenos días en el mejor de los casos. A veces ni eso. Las calles de antes eran vistas con otros ojos por quienes las recorríamos de café en café, de prendería en prendería, de sombrerería en sombrerería, de sastrería en sastrería, y hasta de tienda en tienda por entre las tiendas que ahora han dado paso a los grandes supermercados. Los tiempos han cambiado. Los muchachos de antes no usaban gomina, y menos mal que siquiera se murieron los abuelos.
La principal vía del barrio Buenos Aires está siendo transformada por las obras del nuevo tranvía eléctrico que la recorrerá, construido por la empresa Metro de Medellín; tranvía que tendrá dos brazos de desviación hacia el barrio de La Milagrosa y hacia el barrio de Enciso. Empalmará también con dos cables aéreos que comunicarán con las laderas de Villa Tina y con el Parque Arvi en Santa Elena. Pero no es la primera vez que Ayacucho ve pasar por sus calles el tranvía, porque por allí corrían los rieles que llegaban hasta la Puerta Inglesa desde el año de 1921 hasta 1951, cuando cedieron su espacio al tránsito de los omnibuses o buses de motor a gasolina.
Ayacucho es, hoy por hoy, la calle más larga de Medellín. Su comienzo se pierde en la carretera de Santa Elena por las montañas del oriente, y su final pasa el río Medellín hacia el occidente así en esta parte de la ciudad no sea tan vistosa y ceda protagonismo ante las calles Colombia y San Juan que son de más relevancia; y ante la calle Pichincha que es realzada por el recorrido de la línea B del Metro. Pero, en el oriente, Ayacucho es una reina indiscutible, arteria vehicular de primer orden para los vehículos de gasolina… hasta el momento. Dentro de poco no será así. Ayacucho estará recorrida por el tranvía, y los vehículos usarán la calle de Bomboná para subir y la calle Colombia para bajar en lo que ya dejó de llamarse barrio Buenos Aires para pasar a ser Comuna 9 con los más de 17 barrios del centro oriente de Medellín que incluyen además a La Milagrosa, Loreto, El Salvador, Miraflores, Alejandro Echavaría, y muchos otros.
Cuando el oriente de Medellín eran fincas y dos grandes haciendas denominadas “Miraflores” y “El cuchillón del contento”, el Dr. Ignacio Uribe Mejía no dejaba atravesar su finca que empezaba donde hoy es la Plazuela de San Ignacio hacia el oriente. Los transeúntes debían desviarse, pues, para buscar el camino de salida hacia Rionegro bordeando la quebrada Santa Elena. Lo que hoy es el barrio Guayaquil, era una hacienda que se llamaba “El Pantano” porque en invierno el río Medellín se desbordaba y la inundaba en gran extensión. Su dueño era don José María Santamaría Bermúdez de Castro, hermano de don Santiago el fundador de Jericó. Don José María era conocido como “Dn. Pepe Santamaría”, y de ahí el nombre que le dieron las gentes a la entrada de la casa principal de su finca situada en donde después estuvo el Colegio Pedro Justo Berrío de los padres Salesianos y hoy es la iglesia de San Juan Bosco y María Auxiliadora. El primer nombre de la que iba a ser calle Ayacucho fue, pues, “Calle de don Pepe Santamaría”. Aunque el primer cementerio que tuvo la ciudad quedó relativamente en sus cercanías, en lo que ahora es el sector de El Chagualo por la Estación Villa del ferrocarril, muy pronto fue construido otro que se llamó cementerio de San Lorenzo. La calle de don Pepe Santamaría ya se había extendido hasta la Plazuela de San Ignacio y los cortejos fúnebres la recorrían hasta allí, donde luego se desviaban en busca del cementerio. Fue rebautizada, pues, como la “Calle de la amargura”. Después de la guerra de independencia las calles cambiaron de nombre, y ésta fue dedicada a homenajear la batalla de Ayacucho que dio libertad al Perú. Para este momento ya los herederos del Dr. Ignacio Uribe Mejía habían dado paso por su propiedad, y la calle sufrió transformaciones. En un principio era un camino destapado apropiado apenas para el tránsito a pie o en bestia, pero luego fue raspado para permitir el paso de carretas arrastradas por caballos que al transitar desgastaban los bordes y dejaban en el centro un lomo como el de los camellos. De ahí su nombre de “Camellón de Ayacucho”. Como fue arborizada a los lados y se convirtió en lugar de turismo para los paseantes, fue llamada “Paseo de Ayacucho”. De carreteable apropiado para el paso de carretas, pasó a ser carretera que ya admitía el paso de carros o vehículos de gasolina aunque en la modalidad que llamamos “destapada”. El siglo XX trajo la pavimentación, y de ahí la denominación de “Calle de Ayacucho”, nombre que la moderna nomenclatura de Calle 49 no ha logrado destronar en el imaginario de las gentes.
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MATANDO CALLES

 Darío Ruiz Gómez

En una de sus homilías Tomás Carrasquilla con su mirada atenta hacia la problemática que la ciudad le va planteando, se refiere a la calle Argentina como un grave error urbanístico debido a su  a su trazado sin un porqué definido. Lo que no sabía Don Tomás era que ochenta años más tarde las otras calles de su barrio irían a desaparecer  bajo una avalancha de irracionalidades cometidas por esa oficina de Planeación de la cual ya desconfiaba. ¿Cómo podría imaginar que su casa en la calle de Bolivia donde dictó varias de sus obras maestras hoy es un motel y que la calle que albergó ilustres familias de grandes dirigentes se empezó a deterior cuando debido a la mala planeación,  éstas debieron abandonar el sector? Algunos concejales llegaron a utilizar su influencia en la Oficina de Usos y convirtieron muchas de estas mansiones en disimulados burdeles acelerando así este proceso de degradación urbana.
No hay nada más melancólico que la muerte de una calle cuando, como en este caso se sustituye la belleza por la fealdad y se  la priva de su vocación de reforzar vínculos de vecinos, de ser el espacio propicio para el caminante. Porque la calle no es un simple lugar de paso sino un recorrido lleno de motivos visuales. Richard Sennet recuerda que el concepto de calle no existió tal como la conocemos hoy hasta mediados del siglo XV cuando la mirada se constituye en el centro determinante de la experiencia urbana. La mirada diferencia colores, texturas, bautiza espacios y certifica lugares, canoniza la presencia de unos árboles para dar escala a un espacio habitado por la cordialidad y la certificación de lo inesperado. “Esta calle, dice el verso de Bernárdez, existe porque yo la miro”. De ahí que en lo que se ha llamado la revolución urbana la calle haya sido el punto de partida para hacer del territorio el trasunto de lo humano.
¿No comienza la memoria personal en una calle? ¿No es la calle el inicio del recuerdo que salva del deterioro inevitable del tiempo la presencia de amigos y familiares? En el adolescente caminante que fui, la ciudad cobró presencia real a medida que pude caminarla, la inusitada belleza de la calle Perú y el aroma de sus cadmias, la misteriosa calle de Girardot que remitía con la presencia de sus casonas a necesarias asociaciones con otras ciudades del mundo. Las insólitas calles del barrio La América bordeadas de guayacanes y de casas quintas con rejas o las calles circulares de Laureles que recorría por la noche en bicicleta, embriagado por la poética de árboles y jardines. ¿Han desaparecido los aljibes y zaguanes que Borges describe en su magistral “Fervor de Buenos Aires”? ¿Ha desaparecido el Berlín finisecular que Benjamin describe en “Infancia en Berlín”? ¿No sigue en pié Combray con la iglesia que describe Proust? ¿Se puede matar una calle, un barrio impunemente bajo las ciegas leyes de la ignorancia de unos funcionarios?
La monstruosidad del llamado Proyecto Posmoderno, como recuerda Fernández Alba ha consistido en que bajo la ley del marketing desarticuló las poéticas de la ciudad, homogenizó  la arquitectura y el espacio urbano mediante una tecnología depredadora en manos de funcionarios sin imaginación estética, como en el caso de la vía proyectada para Metroplus en Envigado, trazado inconsulto producto, como señala la SAI de mediocres funcionarios. Pues no se trata solamente de unos árboles sino de una calle convertida en imagen de vida común, de una poética espacial transformada en patrimonio inalienable de quienes mirándola, la han convertido en una necesaria imagen de vida.
P.D: memorable el triunfo de los indignados que impidieron la tala de árboles en el parque Gezi de Estambul.

Medellín octubre 19 de 2013
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Elegía por la calle Ayacucho

Víctor Bustamante

Esta calle donde tantos hombres han caminado y vivido
Estas aceras cuarteadas por los pasos y las raíces de árboles calcinados
y de casas que desaparecen.
Calle tan larga como su historia de pequeñas brevedades y de signos que la hacen cordial
La he avizorado a través de guías que refieren la Puerta Inglesa, el teatro Bolívar y un cuidadoso tranvía que va con pasajeros anónimos allá a Miraflores
O en la memoria de ejércitos liberales que derrotados subieron a beber sus sueños de poder al palacete de alguna finca de don Coroliano
O entrar en la bruma de una madrugada a la casona donde detectives copiaban huellas y así manifestar que nunca habías cometido un crimen o asaltado un banco
O pasar allá, arriba de Loyola, frente a la fachada de la casa de una mujer soñada por Juan Belmonte: Amina Assis
O entrar a un club donde Regina Once pretendía levitar y solo descubrí la estatua en bronce de su hija con su manos llenas de mensajes que le pedían milagros
Y luego caminarla por las Mellizas hacia el Centro cuando la Moderna vivía su periodo místico y saber que la peluquería Kafka de puertas verdes desapareció, y el escritor no imaginó esa combinación tropical entre un mundo real y el quimérico
Por esa razón te he caminado calle Ayacucho
A través de las puertas cerradas te ha condenado una generación que erige tu destino como si fueras una simple calle transitada por grúas y barrenderos que cubren de polvo tu historia
Calle Ayacucho mueres con los pasos de las muchachas que sin sosiego suben hasta la explanada entre el perdido ruido de los buses y su olor a salmos de la derrota,
Ahora eres tan silenciosa como las fachadas destruidas colgadas en los muros.
Luego seremos  extraños en esta calle que fue hogar
Cortada entre un pasado apacible y el futuro de máquinas que traerán otros personajes
Calle Ayacucho de deseos terrestres y olvidos depravados
Por aquí pasa a una elevada luna de piedra y te conviertes en un territorio extraño  perdido en nuestro cielo, mientras los taladros picotean la piel de tu calle, que es tu memoria y tus cenizas.

Nov.2013