lunes, 2 de septiembre de 2013

Harold Alvarado Tenorio se detuvo en Pereira - Víctor Bustamante


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Harold Alvarado Tenorio  se detuvo en Pereira

Víctor Bustamante

Fue en Pereira donde lo encontré de nuevo

Más preciso en la Librería Roma, una casa atestada de libros de todas las naciones, manoseados por tantas manos, y que recalaban aquí en busca de otro dueño quien los revivirá al abrir sus páginas.

Pero en esta posta de la noche, porque ya era la noche en su completa clemencia, qué íbamos a buscar a una anticuaria si no libros y alguna conversación porque las calles de Pereira quedaban vacías y la sorpresa total fue verlo ahí enruanado y con un sombrero tanguero negro de paño, ni que fuera Gardel en Medellín.

No buscaba la Antología Palatina sino que lo vi inmerso en un vaso de whisky,  como corresponde al poeta andariego que no se ha tragado la montaña ni las costas de Cartagena, sino que estaba ahí  mayestático sentado en su trono rodeado de querubines, serafines, ángeles de alta catadura  y de toda la corte celestial, iba a decir corte demoniaca con Estragón a la cabeza pero preferí la amabilidad.

-Hola poeta -le dije, pero era tan poderoso el licor que no me reconoció o a lo mejor se encontraba en el séptimo cielo de los bebedores que es el de no saludar para no compartir el licor.

Conjurado de la noche y de la poesía nunca he comprendido por qué  razón viaja o huye: Nueva York, Madrid, Cali, Bogotá, Cartagena, Londres, Dublín, Tuluá, Pereira o a las ciudades de la memoria de sus maestros, Buenos Aires y  Alejandría, pero nunca la del Gran timonel, Pekín, con su lolitismo octogenario.

-Maestro, ¿seré yo vuestro sucesor?,  podéis escribir una nota, algo sobre mí, -y, en mi español zalamero de colegio, proseguí- dadme unas de tus diatribas para tocar la gloria.

No respondió, y por el contrario apartó todos los libros de la mesa, incluido el Bestiario de Aberdeen, y las églogas hindú-caucanas de Horacio Benavides,   los lamentos amalfitanos de Piedad o los poemas rocacielistas. Pensé que iría a leer algún poema en honor a los recién llegados bebedores de la noche, pero no, de inmediato guardó a su lado ambas botellas de wiski, porque en la Librería Roma siempre hay un trono para él donde nadie puede sentarse y una botella en la cava a su espera. Es más, cuando no visita la ciudad, sus seguidores, colocan uno de sus libros en el diván selecto,  su intacto vaso preferido, y se la pasan conversando ante su ausencia, aunque a veces le dan sus llamadas por el celular donde lo encuentran en la vecina y rival Manizales, su exilio actual, o en la soledad universal y galáctica del Facebook.

Por fin, luego de apurar otro trago al escondido y con entonado acento, como en el poema del Brindis del Bohemio, dijo:

  -Traidor, no mereces que de mi boca salga un elogio ni una diatriba.

 

Pereira agosto 2013

 

2 comentarios:

Gaitan dijo...

Que tristeza como ha caído de bajo el nadaismo

Anónimo dijo...

MUY BUENA TU IMAGINACION. YO SI LE DÍ LA MANO, PASARON MAURICIO LAURENS, FELIPE MORENO, GUILLERMO RAMIREZ, ETC.
BESANDO EL ANILLO PAPAL.